Esta columna tiene dos
partes, una original y otra plagiada.
La original tiene que ver
con que el 17 de julio de 2018 la Corte Suprema de Justicia llamó a indagatoria
al senador Álvaro Uribe Vélez para que responda por soborno y fabricación de
testigos falsos contra Iván Cepeda; y más recientemente, el pasado 4 de junio, citó
también al desmovilizado de las Farc y hoy representante a la Cámara, Seuxis
Pausias Hernández Solarte, alias ‘Jesús Santrich’, acusado de narcotráfico.
Algo que ha despertado
suspicacias -por no decir sospechas- es que mientras la citación al primero se
ha ido postergando hasta completar un año, la segunda fue definida en modo
exprés para el martes 9 de julio, un día antes de la publicación de esta
columna.
Si llega a ser cierto que
Santrich se fugó a otro país, como cualquier Andrés Felipe Arias, significaría
que el hombre resultó una porquería. Muchas personas salieron en su defensa
alegando que ante las indebidas presiones que ejerce el uribismo (incluido el
presidente Duque) el alto tribunal podría verse obligado a ordenar su
extradición, mientras otros justificaron la súbita desaparición en que su vida
corría inminente peligro.
Lo anterior puede ser
cierto, pero también lo es que Santrich se comprometió a presentar sus
descargos ante la justicia, y si no lo hace se entendería como una traición a
los acuerdos de paz que firmó, pues daría para pensar que no se siente en
condiciones de probar su inocencia. En cuyo caso los directamente perjudicados son
su partido Farc, el acuerdo de paz y la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP),
a la que le asesta un golpe demoledor, pues les concede razón a los malandrines
del Centro Democrático que pregonan a grito herido que la JEP es “impunidad
para el narcotráfico”.
Además, se supone que
Santrich es un guerrero. Y los guerreros no huyen. Huir es cosa de cobardes.
De otro lado, es indudable
que si hubiera asistido a la citación de la Corte, se habría catapultado políticamente.
Pero, como dicen por ahí, “de eso tan bueno no dan tanto”.
Ya en lo atinente al otro
sujeto sub judice llamado a indagatoria, conviene tratar de dilucidar a qué
obedece tanta demora en agendar la cita. Según Daniel Coronell, “la Corte
Suprema tiene la obligación legal de establecer fecha y hora (…) y también para
determinar, después de esa diligencia, si ordena la captura del señor
expresidente Álvaro Uribe”. (Ver columna).
En busca de una respuesta a
tan misteriosa dilación en algo tan simple como definir una fecha para escuchar
a alguien, consulté a un alto exmagistrado de las cortes Suprema y Constitucional,
quien prefirió omitir su nombre. Este afirmó en un estado cercano a la
indignación que “el problema no es de voluntad política, sino de voluntad
judicial. Todos los procedimientos están enredados, no caminan para adelante ni
para atrás. Esta es la hora en que la Corte Suprema no ha dictado sentencia en
los casos del exsenador antioqueño Luis Alfredo Ramos ni en el del exmagistrado
Jorge Pretelt. La demora en citar a Uribe es producto de la inercia del sistema
judicial, enredado en temas procedimentales ‘garantistas’. El sistema penal
acusatorio está diseñado para que no funcione”.
Ojo a esto último: “El
sistema penal acusatorio está diseñado para que no funcione”.
Así las cosas, Justicia
colombiana, Requiéscat In Pace (RIP). Gracias a la fuga del cobarde
Santrich, todo quedó servido en bandeja de plata para legitimar el referendo de
los malandrines que pretenden suprimir la JEP y revocar las cortes.
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PARODIA SOBRE PLAGIO
Vayamos ahora sí a lo que
arriba anuncié que sería un plagio, el que hizo la campaña de Iván Duque de un
video del partido español Ciudadanos, donde el candidato Albert Rivera en las
elecciones de 2015 le dirigía una carta a su hija (Daniela). De dicho plagio dio buena cuenta la revista Semana. Luego, algún ingenioso creativo hizo una
parodia del video de Duque, en el que este se dirige a su hija (Eloísa) para
explicarle lo que ha significado en su vida haber servido de instrumento para
que su jefe político se apoderara de la Presidencia de la República. Y dice
así:
“Querida hija, no sé en
que HPs me metí. Antes de que nacieras yo estaba en Washington, en una corbata
increíble, dedicado a viaticar, administrando la biblioteca cultural del BID.
Yo le había pedido el ministerio de Cultura a Santos, ese era mi verdadero
sueño. Pero como no me lo dieron, busqué la forma de llegar a Uribe. Trabajamos
juntos en un proyecto, nos hicimos buenos amigos. Al comienzo todo era una
maravilla. Me regaló mi llegada al Senado, completamente gratis. Cumplíamos con
criticar al gobierno que me llevó al BID, y hasta hice muchos amigos
congresistas, que hoy seguramente me pondrán unos voticos. Nunca pensé que yo
sería el candidato a la Presidencia por el Centro Democrático. Es que me da un
poco de pena, yo ni voté por Uribe y ahora soy “el que dice Uribe”. Pero esto
no es lo más molesto. Ese señor me trata como cualquiera de sus caballos, me
tiene con la rienda corta, me obliga a viajar con José Obdulio y a ponerme
sombreros aguadeños, a caminar con Alicia Arango. Estoy gordo, maldita sea. Y
ahora recientemente, con esa bruja Marta Lucía que francamente no soporto, porque
ante cualquier idea que doy ella dice que se la inventó hace muchos años. Y
dura otros dos años para explicarlo. Hija mía, me estoy engordando del estrés.
Quería dejarte esta carta para que supieras verdaderamente quién soy. Yo no soy
tan malo como parezco. Yo no soy uribista”. (Ver video).
DE REMATE: Al cierre de
esta columna se supo que miembros del partido Farc se contactaron con Caracol Radio para informar que el exguerrillero definitivamente
no habría de comparecer a la cita de ayer con la Corte. Con lo cual queda
confirmado que Santrich resultó una porquería. Como cualquier Álvaro Uribe,
mejor dicho.
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