Hacer un balance político del año que termina, comienza
por dos cosas: señalar como grave error de El Tiempo haber escogido al fiscal
Néstor Humberto Martínez como el Personaje del 2017,
y nominar a la Jurisdicción Especial de Paz (JEP) como la Víctima del Año.
Lo de El Tiempo clasifica como un tiro en el pie que se dio su dueño,
Luis Carlos Sarmiento Angulo, pues Martínez
Neira fue miembro de la junta directiva de El Tiempo (ver aquí) y
asesor legal del Grupo AVAL en muy importantes negocios, razón por la cual se
le conocía como "el hombre de Sarmiento". Sumado a que el banquero
es uno de los socios del contrato de la Ruta del Sol 2 por medio de la
sociedad Episol, filial de Corficolombiana, con una participación del 33 por
ciento.
Lo de hombre del año se percibe entonces como la retribución
a un favor, pues le sirvió a Sarmiento para que, pese a haber sido su abogado, Martínez no
se declarara impedido frente a Odebrecht y terminara sacándolo limpio de semejante
enredo. Según el columnista Alberto Donadío, “NHM desde el cargo de fiscal
general siguió obrando como abogado del hombre más rico del país”. (Ver
columna). Así las cosas, El Tiempo comienza 2018 herido en su credibilidad,
y la credibilidad es el más importante ‘activo’ que posee un medio de
comunicación.
Queda herido también –y de muerte- el tribunal de justicia acordado en
La Habana como parte sustancial del Acuerdo y definido como Jurisdicción
Especial de la Paz (JEP), el cual debía dedicarse a “investigar, esclarecer,
perseguir, juzgar y sancionar las graves violaciones a los derechos humanos y
las graves infracciones al Derecho Internacional Humanitario (DIH) que tuvieron
lugar en el contexto y en razón del conflicto armado”.
Al finalizar 2017 la JEP termina violada, pisoteada y desmembrada por
una clase política egoísta y mezquina que decretó absurdas inhabilidades para
sus magistrados, y desfigurada por una Corte Constitucional que eximió de
juzgamiento a los empresarios, ganaderos o industriales que patrocinaron
grupos paramilitares, hoy llamados “terceros”. Nombre por cierto tan
eufemístico como el de ‘falsos positivos’ para la máquina genocida de muerte
que desató por todo el país el régimen de la Seguridad Democrática de Álvaro
Uribe contra los miles de jóvenes que “no estaban recogiendo café”.
Continuando con el balance del año, arranca en situación deficitaria
la campaña del Centro Democrático a la Presidencia con la postulación oficial de
Iván Duque como su candidato. El saldo de la jornada es una profunda división
interna, en la que muchos ven a Duque como un santista infiltrado (“comunista”,
según Ricardo Puentes).
Uribe logró convertir en show mediático semanal la escogencia de su
candidato, pero no es pensar con el deseo si decimos que se está quedando cada
vez más solo, y parte de la prueba es el ‘trasteo’ de miles de votos de la Misión
Carismática Internacional a las toldas de Cambio Radical. Mi impresión
personal es que Uribe no confía en Duque, y podría terminar por
'sacrificarlo' en aras de fortalecer su alianza con Alejandro Ordóñez y Marta
Lucía Ramírez. En tal dirección es previsible que se inicie una feroz campaña
de propaganda negra contra Duque, fabricada en las cañerías de ese mismo
partido y tendiente a forzar la escogencia de un candidato de coalición
diferente a este.
Cambiando de tema –aunque no del todo- resulta bien llamativo ver cómo Germán Vargas le compite a Uribe en su propio terreno, se apropia
del discurso uribista (hasta de sus tácticas
de guerra sucia) y acapara caciques políticos por todo el país, convencidos
estos de que cobijados bajo su manto protector no corren el riesgo de ser ‘tocados’
por la vara justiciera de su leal aliado el fiscal Néstor Humberto Martínez…
De otro lado, comienza 2018 con la nominación definitiva de Sergio
Fajardo como el candidato de la alianza integrada por el Polo Democrático,
Alianza Verde y Compromiso Ciudadano. Se abre así la puerta hacia una eventual
coalición de centro-izquierda, a la que muy posiblemente se integre Humberto de
la Calle, sometiéndose con Fajardo a una consulta el 11 de marzo, de la que saldría
la fórmula Presi-Vice. Lo ideal sería que Gustavo Petro también logre
integrarse, en cuyo caso se ganaría en primera vuelta. El problema de fondo es
que cada uno se cree con la fuerza electoral requerida para pasar a la segunda
vuelta y… he ahí el peligro. Sea como fuere, a Petro le corresponde entender
que en la coyuntura actual él no es el más indicado para encabezar una
coalición, por el grado de polarización que su nombre provoca. Y solo, no va a ningún Pereira.
En conclusión, mientras el 2016 terminó con la azarosa noticia del
triunfo del NO que hizo avizorar un 2017 cargado de nubes negras (y las hubo
por montón), el balance anual de P&G nos arroja una noticia buena y otra mala.
La mala: lo despedazada, violada, descuartizada y desmembrada que
quedó la JEP para identificar a los culpables de crímenes de guerra en todos los bandos. Si esto no se endereza no será
posible alcanzar una verdadera paz, pues la reconciliación de los espíritus solo
se puede cimentar sobre el conocimiento de la verdad y el consiguiente perdón. Sin
verdad, ¿cómo puede haber perdón?
La buena: si la lógica de las encuestas de fin de año se mantiene
y no surge la clase de imprevistos a los que cierta ‘mano negra’ suele acudir
para enderezar las cosas a su favor, en 2018 tendremos un presidente diferente
a los peligrosos Germán Vargas Lleras o “el que elija Uribe”.
DE REMATE: El mismo día que El Tiempo eligió al fiscal
Martínez Neira, El Espectador escogió como personaje del año a “Los silenciados
(más de un centenar de líderes sociales asesinados en 2017) y los que
resisten”. Es la diferencia que existe entre usar un
medio de comunicación para promover las relaciones públicas de su dueño… y practicar un periodismo ético en defensa de seres humanos inermes, indefensos, desprotegidos por el Estado”.
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