Gustavo Petro es alguien a quien admiro y aprecio. Lo conocí por los
años en que intentamos, en compañía de mi profesor y amigo Carlos Vicente de
Roux, que el Polo Democrático escogiera a María Emma Mejía como su candidata a
la Alcaldía de Bogotá. (Ver foto).
Ocurrió hace diez años, en
2007. A pesar de que María Emma lo derrotaba en las encuestas, la consulta la
ganó Samuel Moreno gracias a una jugada maquiavélica de Jaime Dussán: logró que
el CNE definiera la consulta como interna. Esto se tradujo en que solo podían
votar los afiliados a ese partido, y así sacó corriendo a los que en los
estratos más altos simpatizaban con María Emma pero por nada del mundo se iban
a matricular como militantes del Polo para votar por ella.
Debido a esa camisa de fuerza
me afilié al Polo, voté por María Emma y unos días después me retiré dando un
portazo, con una carta donde protesté por la treta que se inventó Dussán para
dañarle el caminado a mi candidata: puso a votar a los profesores del Distrito
que controlaba, y el resultado fue la estrepitosa alcaldía de Samuel Moreno, de
la que el Polo no ha logrado reponerse. ¿Se imaginan la historia de Bogotá
donde hubiera sido María Emma la alcaldesa? Pero bueno, no lloremos sobre la
leche derramada.
Contra todo pronóstico, a Samuel lo sucedió Petro, y asistimos a
cuatro años signados por la feroz persecución política que desató en contra
suya el entonces procurador Alejandro Ordóñez, lo cual lo victimizó y le dio
gran parte del capital político que hoy tiene, sumado a los éxitos inobjetables
de su administración, por ejemplo el diseño del mejor
metro posible para Bogotá.
Hay sin embargo un aspecto que no se puede omitir, y se relaciona con
las dificultades que siempre tuvo Petro para conformar un gabinete estable. Se
armó una coalición para llevarlo al poder y de ella formaron parte amigos suyos
como Antonio Navarro, Carlos Vicente de Roux, Daniel García-Peña o Guillermo
Alfonso Jaramillo, pero ya posesionado como alcalde no pudo entenderse con
ninguno de ellos. Todos se le fueron retirando, unos en forma discreta como
Navarro o De Roux, y otros de modo ruidoso como García-Peña, quien lo definió
como un “déspota de izquierda” y en su carta de renuncia
le espetó: “la repetida impuntualidad no es nada distinto a un profundo
irrespeto por los demás”.
Gustavo Petro es un hombre brillante y talentoso, tal vez genio, pero
carga con una gran limitación: su dificultad para relacionarse con los demás, tanto
con sus opositores –apenas comprensible- como con sus pares, inadmisible. Nada
más acertado que la Bogotá Humana en la que puso su mejor empeño, y que ahora
extiende a la Colombia Humana; pero nada más desacertado que ese aire de caudillo
que se trae, alimentado en parte por las encuestas y en parte por la nutrida
cauda de seguidores que en las redes sociales practican el culto a su
personalidad, como verdaderos Testigos de Jehová suyos: cada vez que alguien lo
critica, el que lo defiende remata con la frase o el meme ‘Petro Presidente’,
sin duda en cumplimiento de una consigna trazada desde arriba.
Hoy la realidad tozuda nos muestra que avanza con paso firme una gran coalición
de centro-izquierda en defensa de la paz y contra la corrupción entre Humberto
de la Calle (Liberal), Claudia López (Verde), Sergio Fajardo (Compromiso
Ciudadano) y Jorge Robledo (Polo). Ahora bien, hay un segundo bloque comandado
por Gustavo Petro, y el peligro latente reside en que si estos dos grandes
bloques no logran ponerse de acuerdo antes de la primera vuelta, por el medio se
colaría no uno sino dos de los tres candidatos de la derecha que con toda
seguridad habrá: Germán Vargas, Alejandro Ordóñez o “el que diga Uribe”, en un
escenario donde no se ve al Partido Conservador con candidato propio y Juan
Carlos Pinzón –también derechista- es apenas un figurón sin partido.
Espero estar equivocado, pero llego a pensar que Gustavo Petro podría
ser la piedra en el zapato de la coalición que se está armando, porque si no es
con él a la cabeza, se negará a estar ahí. Mientras Petro polariza, De la Calle
atrae a opuestos.
En busca de una solución concertada, podría pensarse en que la
venidera elección legislativa de marzo sirva de plataforma para una consulta en
la que participen De la Calle, Claudia López, Robledo, Fajardo, Petro y Clara
López, sin que se descarte que para antes de esa fecha los cuatro primeros ya
se hayan puesto de acuerdo en una fórmula de dos, que en dicho caso competiría
con Petro y Clara.
Sea como fuere, lo único cierto e irrefutable es que para lograr la
consolidación definitiva de la paz, el requisito sine qua non es que todos los
que la defienden estén unidos en torno a un solo
candidato para la primera vuelta. Y aquí le concedo la razón a Humberto de
la Calle, cuando dice que en tal caso no habría segunda vuelta.
Ya después habrá tiempo de armar el gabinete ministerial de la
reconciliación nacional, pero si pidieran mi humilde opinión empezaría a confeccionarlo
así, con De la Calle en la Presidencia:
-
Ministro del Interior: Sergio Fajardo
-
Ministro de Educación: Gustavo Petro
-
Ministra de Justicia: Claudia López
-
Ministro de Hacienda: Jorge Enrique Robledo
-
Ministra del Trabajo: Clara López
Alguien por el interno sugiere a Claudia como ministra del Interior,
pero otro (aterrizado) manifiesta que con el geniecito que ella se manda, no
sería la indicada para representar al Presidente en su relación con los
partidos. Y bueno, si ese fuera el motivo, Petro tampoco tendría el perfil
requerido…
DE REMATE: Los magistrados Leonidas Bustos, Francisco Ricaurte y
Camilo Tarquino ayudaron a elegir al actual Fiscal General, y el nombramiento del
corrupto Luis Gustavo Moreno en la Unidad Anticorrupción fue precisamente una
cuota de los dos primeros, en reconocimiento por dicho ‘empujoncito’. Lo que
resulta asombroso, hasta el escándalo, es que esto no le acarree ninguna
responsabilidad política a Néstor Humberto Martínez, a tal punto que conservó
su puesto. ¿En qué país vivimos, ah?
No hay comentarios:
Publicar un comentario