En preparación de un libro que viene en camino, luego de varias
semanas de insistencia logré que Myles Frechette, embajador de Estados Unidos
durante el gobierno de Ernesto Samper, me concediera una entrevista el pasado viernes
31 de marzo. Hablamos durante casi cuatros horas en la recepción del Hyatt
Bethesda de Washington, sobre todo del asesinato del líder conservador Álvaro
Gómez Hurtado, y nada me hizo pensar que tuviera una enfermedad terminal. (Ver
entrevista).
Por el contrario, lo noté vigoroso y ágil de pensamiento, con algunas
lagunas de memoria en ciertos nombres de colombianos, pero muy lúcido en sus
planteamientos. Hoy pienso que si ya sabía que se acercaba su muerte, y si
aceptó conceder la entrevista, fue porque había cosas que quería que se
supieran, a sabiendas de que “hay
secretos de Estado que no contaré”.
Una de las cosas que ocultó, fue la identidad del colombiano que una
noche lo visitó en su residencia para preguntarle qué pensaría el gobierno de
EE.UU. si se llevara a cabo un golpe contra Samper. Algo que, en la práctica, era
como si le estuvieran pidiendo permiso para hacerlo.
Hay cosas que debo reservar para el libro en camino, pero resulta
imposible sustraerse a la muerte de Myles Frechette sin dejar constancia de los
esfuerzos que hice por tratar de sacarle quién fue ese misterioso personaje “de
bastante influencia en Colombia”. Lean ustedes lo que aquí contó Frechette, a
ver si con algo de espíritu detectivesco es posible llegar hasta su escondida
identidad. Lo que sí afirmó sin subterfugios, es que era alguien que asistía a
las tertulias que organizaba el humorista Jaime Garzón en su casa.
En su libro con Gerardo Reyes (Frechette se confiesa) usted cuenta que
“llegó una persona distinguida de la sociedad colombiana y me dijo embajador,
¿cuál sería la reacción de Estados Unidos si hubiera un golpe contra Samper?”.
¿Cree usted que algún día sea posible saber quién fue esa persona… por ejemplo
hoy?
Mire, a mí se me acercaban muchas personas, me preguntaban, me
acechaban en cocteles, yo sabía lo que querían. Y yo les contestaba “EE UU no
tiene nada que ver, nosotros no hacemos eso, olvídese, eso no tiene cabida, ni
considerarlo”. Usted sabe, a los colombianos les encantan los chismes. Y el
hecho de que hubiera llegado un montón de personas a hacerme la misma pregunta
no era fundamento alguno para pensar que esa persona tenía alguna involucración
o algún interés en un golpe de Estado. Es por eso que nunca he revelado quién fue,
porque al revelarlo se puede disparar una marcha loca de acusaciones, y hacerle
un grave daño a esa persona, quien por cierto era de bastante influencia en
Colombia. Cuando esa persona vino a mi residencia, la admití porque era una
persona muy importante. Me hizo la pregunta y le respondí “olvídese. Esos días
de matar gente o de hacer golpes de Estado se acabaron”.
Pero a ver: el hecho de que
usted cuente quién fue esa persona, no se traduce de inmediato en que quede
señalada o acusada…
Yo sé muy bien cómo son los medios en Colombia. Ahí se va a disparar
un corre-corre. Y no quiero hacerle daño a una persona que nunca me hizo daño a
mí. Además, yo no tenía la menor sospecha de que tuviera algún interés en eso.
¿Esa persona era un civil o un
militar?
Ah no, yo no hablé con militares. Yo como embajador tenía que tratar
con el presidente y el ministro de Defensa, o con algún alto oficial jefe de la
institución. Yo no hablaba mucho con gente del Ejército, ni en la Policía ni en
la Armada. Lo mío era de gobierno a gobierno. No se lo voy a decir porque tengo
un miedo tremendo, yo conozco a Colombia, claro, y lo que va a pasar es que va
a haber una serie de acusaciones, que por qué esto y por qué lo otro. Y el
pobre tipo se va a quedar diciendo “¿qué coños le hice yo al embajador
Frechette para que fuera a soltar contra mí los perros?”.
¿Pero no será que al conocerse
su nombre, esa misma persona puede ayudar a aclarar las cosas y llegar a la
verdad?
Usted tiene que entender que yo tengo otro criterio. Podría ser, pero
yo sé lo que realmente va a pasar. Eso podría propiciar una declaración de esa
persona, sí, pero yo no quiero hacer ese tipo de daño en forma loca, como un
carro desbocado.
¿Esa persona de la que me
habla, usted considera que es alguien honorable…?
A ver: en términos colombianos, en política, muchas personas en EE UU
podrían no ser personas honorables, pero en Colombia sí lo son. Gente de la
alta sociedad, funcionarios, jefes de grandes compañías.
Correcto. Pero al menos
permítame preguntarle si era políticamente contrario a Samper, o sea de la
oposición.
Bueno, en las reuniones donde Jaime Garzón había mucha gente que hacía
política contra Samper, y otras que eran más moderadas. Todos en la casa de
Garzón hablando, relajándose, tomando trago, comiendo algo que nos había
preparado la esposa de Garzón. Así que era una mezcla. Era una persona que yo
conocí y que todo el mundo conoce, pero no hay razón para tirarle una piedra.
¿O sea que esa persona asistía
a las reuniones donde Jaime Garzón…?
Sí señor.
Si es una persona honorable,
sabrá dar las explicaciones del caso. ¿No le parece?
Yo viví cuatro años en Colombia y he visto personas que no han sabido
defenderse, o que han sido acusadas por error. Uno no puede ir como embajador a
un país y hacerle daño a una persona que no haya estado violando los acuerdos
de Colombia con EEUU. Para ponerle un ejemplo: una persona que haya hecho
chanchullo en asuntos financieros, bueno, de pronto. Pero no es una persona
involucrada directamente en el narcotráfico. Yo no tenía ninguna razón para
pensar mal. Claro, la gente que trabajaba en la embajada leía reportes de
periódicos y me traían esas cosas…
O sea que si usted tuviera
alguna sospecha de que esa persona que fue a consultarle tuviera algo que ver
con algo indebido, ¿en ese caso sí revelaría su nombre?
Bueno, tendría que pensarlo bien. No quiero darle una respuesta a
puertas abiertas. Pero yo lo hubiera pensado más, definitivamente. Una de las
cosas que yo quería dejar muy claro en Colombia, era que los días de los golpes
de Estado apoyados por EEUU, como fue el caso en Chile, se habían terminado. Ya
no existía eso, el Congreso había hecho una gran investigación y todo eso había
sido prohibido, incluso el asesinato de personas. Yo quería que la gente
entendiera eso porque yo pensaba, caracho, yo conozco muy bien esta región. De
repente la gente agarra a pensar como que aquí en Colombia EE UU tuvo el dedo
metido, y yo no quiero que se piense eso.
¿En algún momento Álvaro Gómez
le consultó sobre el tema, teniendo en cuenta que como usted mismo ha revelado,
a él mismo le propusieron ese golpe de Estado?
No. Él nunca vino a verme a mi oficina ni a mi residencia. Lo veía en
reuniones sociales y en esas reuniones todo el mundo se portaba muy bien.
¿Esa persona que lo fue a
visitar… era del Partido Conservador?
No, no era de ningún partido en esa época.
¿Un empresario, entonces?
No, no, no. Era una persona que le interesaban todas esas cosas, pero
no era miembro formal de ningún partido.
Deme su semblanza personal
sobre Álvaro Gómez Hurtado
Álvaro era una persona muy de armas tomar en sus creencias políticas,
como otros conservadores en Colombia, así que nunca hablamos mucho. Es decir,
era un poco “no me toques, no me vayas a tiznar”.
¿Usted conoce a personas que
hubieran ido a proponerle el golpe de Estado a Álvaro Gómez?
Lo que yo sé es que hubo militares que lo buscaron y le hicieron la
pregunta. Yo no creo que fuera el tipo de persona que de entrada les hubiera
dicho “absolutamente no”; les dijo “déjenme pensarlo”. Y creo que después de
una cierta reflexión, él se dio cuenta de que por mucho que no le gustase
Samper, él no haría eso. Y entonces les dijo a esas personas que habían ido a
verle, que él no lo haría.
Una fuente colombiana de alto
nivel me dijo que tiene información confiable según la cual a usted no fue a
visitarlo una sola persona para consultarle lo del golpe, sino una comisión de
conspiradores de alto nivel, y que entre ellos estaban Hernán Echavarría
Olózaga, Enrique Gómez Hurtado y Juan Manuel Santos. ¿Se equivoca mi fuente?
Mentira total, eso no es cierto. La gente que me preguntó fue
individualmente, y más o menos en secreto. Si estaba en una reunión social, por
ejemplo, alguien me llevaba a un lugar apartado y allá me hacía la pregunta.
En el libro suyo con Reyes,
cuando él le pregunta si cree que Samper estuvo involucrado en el asesinato de
Gómez Hurtado, usted responde: “Samper puede ser muchas cosas pero no un
asesino. Simplemente no le puedo decir por qué…”. Ahí, en ese “no le puedo
decir por qué”, parecería que usted cometió un lapsus, como si se le hubiera
soltado algo que no podía contar y hubiera tratado de corregirlo en el camino.
No es así. Ahí yo estaba diciendo la verdad.
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