martes, 13 de diciembre de 2016

Uribe fastidia para ganar la partida




Para medir hasta qué punto la guerra sucia desatada por el uribismo pretende arrastrar por el piso la imagen de Juan Manuel Santos, basta citar el bochornoso incidente que se vivió cuando una periodista –de RCN, por supuesto- le preguntó al presidente delante de la Primera Ministra de Noruega: “¿Qué les dice a sus oponentes, especialmente al expresidente Álvaro Uribe, quien ha dicho que el premio Nobel se compró por intereses noruegos?”.

Ante tan ofensiva pregunta, que hacía quedar como un cuero más al Comité Noruego del Nobel que al mismo Santos, este respondió así: “Se han dicho muchas cosas: que soy comunista, que soy miembro de las FARC, que soy aliado y socio de Fidel Castro para introducir una revolución en mi país, pero es lo más absurdo que he oído lo que usted acaba de comentar: que el premio Nobel se compró. La verdad, eso no merece comentario alguno de mi parte”.

El rumor malintencionado  que la periodista lanzó como granada de fragmentación en medio del auditorio –y al que ningún medio serio diferente a RCN dio credibilidad- cumplió con la misión de envenenar el ambiente, y el resultado obtenido fue que la máxima autoridad de ese país se ofendió y se vio obligada a responder a lo que en ninguna parte del mundo tendría la menor presentación protocolaria, porque la sola formulación de la pregunta –en el lugar menos indicado- lleva ‘mala leche’. (Ver noticia).

Es precisamente a envenenar el ambiente a lo que están dedicadas las hordas uribistas, y ello se vio plasmado de manera patética a raíz del asesinato de la niña Yuliana Samboní, cuando inundaron las redes sociales con imágenes de Rafael Uribe Noguera al lado de Rodrigo Londoño (antes Timochenko) mostrando a ambos como “violadores”. No contentos con lo anterior, rebrujaron entre las fotos sociales de Martín Santos y encontraron una donde aparece al lado de alguien a quien le atribuyeron ser el asesino de Yuliana, cuando en realidad se trataba de Alejandro Gaviria Halaby, como aclaró Yohir Akerman en este trino.

Estos no son hechos aislados, sino eslabones de una cadena ignominiosa de propaganda negra que viene enfilando poderosas baterías contra la paz desde la campaña por el plebiscito, y solo descansarán el día en que hayan hecho tan invivible la república que el pueblo se lance desesperado a votar por el candidato que prometa acabar lo que ellos mismos sembraron: desesperación, confusión, oscuridad.

Están ensuciando el río donde todos nos bañamos, para que todos quedemos tan cochinos como ellos. Hacia tal objetivo la consigna es “calumniad y fastidiad, que de la calumnia y el fastidio algo queda”.

Lo anterior se ajusta a dos de los 10 mandamientos de la manipulación mediática planteados por Noam Chomsky, que el uribismo está aplicando al pie de la letra: uno, “crear problemas para ofrecer soluciones”; dos, “utilizar el aspecto emocional antes que la reflexión”. Así quedó plasmado en la reveladora confesión del gerente de la campaña del NO, Juan Carlos Vélez, cuando dijo que “estábamos buscando que la gente saliera a votar verraca”.

Soy consciente de estar repitiendo algo que he expuesto casi hasta la saciedad en columnas anteriores, pero es un deber hacerlo mientras el gobierno no comprenda la urgencia que tiene de tomar medidas de choque para impedir que el país se vaya por el abismo al que Álvaro Uribe, Alejandro Ordóñez y su jauría de perros rabiosos quieren mandarlo, para luego aparecer como sus salvadores.

Es como si usted viviera en un conjunto residencial donde una de las casas es habitada por una familia ruidosa y buscapleitos, que siembra el malestar en el conjunto pero no hay modo de echarla, ante lo cual el administrador se muestra incapaz de ponerle el tatequieto. Los vecinos desesperados deciden entonces cambiar de administrador, a ver si el nuevo les soluciona el problema. Y es ahí cuando por fin se callan, porque era eso lo que buscaba la familia vocinglera: retirar por las malas al que no les gusta.

El problema de fondo reside en que mientras Santos maneja de buena fe el lenguaje de la paz, el uribismo manipula en forma avasalladora la propaganda de la guerra. Y aunque usted no lo crea, pese a la aprobación del fast track, el segundo va ganando la partida.

Todo indicaría que la mayoría de colombianos le cree más a Uribe que a Santos, pero la única manera de saberlo a ciencia cierta es si existiera el voto obligatorio. Somos tan indolentes que si se sometiera a plebiscito el aumento del salario mínimo, y hubiera que escoger entre la propuesta de los empresarios y la de los trabajadores, ganarían los primeros porque ellos sí irían a votar.

DE REMATE: En relación con la racha de asesinatos selectivos que se viene presentando contra líderes populares, el Fiscal Néstor Humberto Martínez aseguró que no se puede atribuir a una mano negra porque no hay “sistematicidad”, y prefiere hablar de “multicausalidad”. No se requiere ser ciego para advertir que la sistematicidad está en que no hay capturas que permitan llegar a sus autores. Actúan siempre sobre seguro. ¿Simple coincidencia?

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