martes, 26 de julio de 2016

María Jimena, la paz sí es liberal




Muy rara vez difiero de María Jimena Duzán, brillante columnista de Semana, pero hay ocasiones en las que pareciera que se le van las luces. Recuerdo en particular una columna suya donde consideró “un adefesio” el proyecto que presentó el Partido Liberal en cabeza de Viviane Morales para impartir el voto obligatorio o pedagógico, que lamentablemente terminó por hundirse (ver columna).

Me atrevo a pensar que lo de María Jimena con los liberales es ya un asunto personal, porque fuera de todo el palo que le ha dado a Ernesto Samper, esta vez la emprendió contra César Gaviria porque Juan Manuel Santos lo nombró “jefe supremo” de la campaña por el sí en el plebiscito, y por tal motivo se preguntaba en reciente columna si “¿La paz será Gavirista?”. (Ver columna).

María Jimena al parecer no es consciente de que con su inquina abona la semilla del descontento que el uribismo quiere sembrar en torno a Santos, cuando dice que ese nombramiento “trae malos presagios, ya que convierte la paz en un asunto partidista”. Ella no advierte que la paz es un asunto POLÍTICO de monumental trascendencia, y que es políticamente correcto encomendarle esa tarea al partido que más se ha esforzado por lograr la paz. Y aclaro, por si las moscas: no pertenezco al Partido Liberal, pero sí me precio de tener ideas liberales.

Aquí no pasa como con el yupi Andrés Pastrana que en 1998 le arrebató la bandera de la paz a Horacio Serpa y corrió a tomarse la foto al lado de ‘Tirofijo’ y el ‘Mono Jojoy’, con los desastrosos resultados que ya se conocen. Desastrosos tanto por su gobierno, como por haber propiciado el nefasto régimen de Álvaro Uribe, quien tras ocho años de mandato se volvió adicto al poder y quiso perpetuarse en la presidencia, y al no lograrlo convirtió a Colombia en víctima colateral de su síndrome de abstinencia, desde su cuenta de Twitter.

Hoy la tarea –también monumental- consiste en enfrentar el salvaje embate de las fuerzas oscuras que se han levantado contra la paz, fuerzas que el expresidente Uribe comanda en siniestra dupla con su feroz coequipero Alejandro Ordóñez, quien convirtió a la Procuraduría en trampolín de su candidatura a la presidencia por el Partido Conservador y ahora se la pasa por todo el país repartiendo regalos a costa del erario. (Ver campaña).

Hay que explicarle a María Jimena que esto no es cosa de revolver o juntar al expresidente Gaviria con Antonio Navarro, Sergio Fajardo y Claudia López, como ella propone: que haya una especie de sancocho nacional donde quepan todas las tendencias, y entonces la campaña por el SÍ se convierta en una competencia de egos, cada uno tirando por su lado. Como lo que pasó en la Ola Verde.

Esto tampoco es un “duelo de expresidentes”, al decir de MJD, sino la madre de todas las batallas entre dos visiones diametralmente opuestas, una de extrema derecha que prefiere la prolongación de la guerra a permitir que las FARC participen en la vida política nacional, y otra liberal –duélale a quien le duela- que asume que la paz se hace con el enemigo (no con los amigos, como en Ralito), y que el enemigo no se sienta a la mesa para que al final lo cojan preso o le impidan aspirar al poder por la vía de las urnas tras dejar las armas.

Y digo liberal no por un partido determinado, sino porque para hacer la paz se requiere un pensamiento liberal. En tal medida, eso que la columnista ve como inconveniente es la principal virtud del proceso, al tener en los puestos claves a gente identificada con una misma causa, en lo ideológico y en lo político: Humberto de la Calle jefe negociador, Juan Fernando Cristo y Rafael Pardo ministros del Interior y del Posconflicto, Fabio Villegas a cargo del comité promotor del plebiscito, y cito a María Jimena y concuerdo con ella en que “el nombramiento del expresidente Gaviria es la cereza que le faltaba al pastel”. Acertada metáfora, además, por lo rojo de la fruta.

No nos llamemos a engaños, hoy el enemigo de la paz no son las FARC sino Álvaro Uribe y Alejandro Ordóñez, quienes con sus alaridos –y con la irresponsable complicidad de poderosos medios- copan la escena en aplicación de la consigna de “hacer invivible la República Liberal”, la misma con la que Laureano Gómez le hizo la vida imposible a Eduardo Santos, tío abuelo del actual presidente.

He ahí la trascendencia del momento histórico, y por eso se requiere una voz cantante hablándole claro al comandante en Jefe de esas fuerzas oscuras que nos quieren llevar a la prolongación del conflicto armado, porque saben que la paz los aniquila. Hablar claro es cuando Uribe propone salir con banderas negras el 20 de Julio en señal de duelo, y Gaviria le responde sin pelos en la lengua que "izar la bandera negra es de fascistas como Mussolini" (ver noticia).

El temor principal de María Jimena es que el plebiscito pueda ser utilizado “para inclinar la balanza hacia un lado con miras a imponer un candidato presidencial en 2018”. Ahí ya pasamos de la extrañeza al asombro, pues tenemos entendido que para eso es la política: para tratar de hacer preservar en el tiempo las ideas de quien está gobernando, y para que quienes están en la otra orilla intenten imponer unas tesis que los conduzcan a la conducción del poder que no tienen o perdieron.

Así las cosas, ¿qué puede haber de incorrecto o pecaminoso en que el gobierno trate de abrirle paso a una candidatura liberal de centro para su jefe negociador de la paz, Humberto de la Calle? ¿No es acaso la opción más atractiva que tiene el Partido Liberal? Pero ojo, que a la vez Santos le pavimenta la vía a su vicepresidente Germán Vargas, liberal de derecha, nombrando a su gente e incluso propiciando la elección de Néstor Humberto Martínez en la Fiscalía. ¿Habría ahí una hábil jugada de tahúr para propiciar la reunificación del liberalismo y cerrarles el paso a otras fuerzas? Me suena, me suena… Y si así fuera, ¿qué habría de malo en ello? Para eso es la política, y es un millón de veces -y de voces- preferible que se impongan las ideas liberales sobre las conservadoras.

Esto permite entender entonces por qué la paz es liberal y por qué María Jimena Duzán, también de pensamiento liberal, no debería escandalizarse tanto.

DE REMATE: Se equivoca César Gaviria cuando propone dejar de investigar a Álvaro Uribe por su supuesta participación en la masacre de El Aro (Antioquia). Una cosa es que en aplicación de la justicia transicional los criminales no paguen cárcel, y otra que se pretenda ocultar la verdad, más tratándose de delitos de lesa humanidad. La verdad es de obligatorio cumplimiento. 

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