Muy rara vez difiero de María Jimena Duzán, brillante columnista de
Semana, pero hay ocasiones en las que pareciera que se le van las luces. Recuerdo
en particular una columna suya donde consideró “un adefesio” el proyecto que presentó
el Partido Liberal en cabeza de Viviane Morales para impartir el voto
obligatorio o pedagógico, que lamentablemente terminó por hundirse (ver
columna).
Me atrevo a pensar que lo de María Jimena con los liberales es ya un asunto
personal, porque fuera de todo el palo que le ha dado a Ernesto Samper, esta
vez la emprendió contra César Gaviria porque Juan Manuel Santos lo nombró “jefe
supremo” de la campaña por el sí en el plebiscito, y por tal motivo se
preguntaba en reciente columna si “¿La paz será Gavirista?”. (Ver
columna).
María Jimena al parecer no es consciente de que con su inquina abona
la semilla del descontento que el uribismo quiere sembrar en torno a Santos,
cuando dice que ese nombramiento “trae malos presagios, ya que convierte la paz
en un asunto partidista”. Ella no advierte que la paz es un asunto POLÍTICO de
monumental trascendencia, y que es políticamente correcto encomendarle esa
tarea al partido que más se ha esforzado por lograr la paz. Y aclaro, por si
las moscas: no pertenezco al Partido Liberal, pero sí me precio de tener ideas
liberales.
Aquí no pasa como con el yupi Andrés Pastrana que en 1998 le arrebató
la bandera de la paz a Horacio Serpa y corrió a tomarse la foto al lado de ‘Tirofijo’
y el ‘Mono Jojoy’, con los desastrosos resultados que ya se conocen. Desastrosos
tanto por su gobierno, como por haber propiciado el nefasto régimen de Álvaro
Uribe, quien tras ocho años de mandato se volvió adicto al poder y quiso
perpetuarse en la presidencia, y al no lograrlo convirtió a Colombia en víctima
colateral de su síndrome de abstinencia, desde su cuenta de Twitter.
Hoy la tarea –también monumental- consiste en enfrentar el salvaje
embate de las fuerzas oscuras que se han levantado contra la paz, fuerzas que
el expresidente Uribe comanda en siniestra dupla con su feroz coequipero Alejandro
Ordóñez, quien convirtió a la Procuraduría en trampolín de su candidatura a la
presidencia por el Partido Conservador y ahora se la pasa por todo el país
repartiendo regalos a costa del erario. (Ver
campaña).
Hay que explicarle a María Jimena que esto no es cosa de revolver o juntar
al expresidente Gaviria con Antonio Navarro, Sergio Fajardo y Claudia López,
como ella propone: que haya una especie de sancocho nacional donde quepan todas
las tendencias, y entonces la campaña por el SÍ se convierta en una competencia
de egos, cada uno tirando por su lado. Como lo que pasó en la Ola Verde.
Esto tampoco es un “duelo de expresidentes”, al decir de MJD, sino la
madre de todas las batallas entre dos visiones diametralmente opuestas, una de
extrema derecha que prefiere la prolongación de la guerra a permitir que las
FARC participen en la vida política nacional, y otra liberal –duélale a quien
le duela- que asume que la paz se hace con el enemigo (no con los amigos, como
en Ralito), y que el enemigo no se sienta a la mesa para que al final lo cojan
preso o le impidan aspirar al poder por la vía de las urnas tras dejar las
armas.
Y digo liberal no por un partido determinado, sino porque para hacer
la paz se requiere un pensamiento liberal. En tal medida, eso que la columnista
ve como inconveniente es la principal virtud del proceso, al tener en los
puestos claves a gente identificada con una misma causa, en lo ideológico y en
lo político: Humberto de la Calle jefe negociador, Juan Fernando Cristo y
Rafael Pardo ministros del Interior y del Posconflicto, Fabio Villegas a cargo
del comité promotor del plebiscito, y cito a María Jimena y concuerdo con ella en
que “el nombramiento del expresidente Gaviria es la cereza que le faltaba al
pastel”. Acertada metáfora, además, por lo rojo de la fruta.
No nos llamemos a engaños, hoy el enemigo de la paz no son las FARC sino
Álvaro Uribe y Alejandro Ordóñez, quienes con sus alaridos –y con la irresponsable
complicidad de poderosos medios- copan la escena en aplicación de la
consigna de “hacer invivible la República Liberal”, la misma con la que Laureano
Gómez le hizo la vida imposible a Eduardo Santos, tío abuelo del actual
presidente.
He ahí la trascendencia del momento histórico, y por eso se requiere una
voz cantante hablándole claro al comandante en Jefe de esas fuerzas oscuras que
nos quieren llevar a la prolongación del conflicto armado, porque saben que la
paz los aniquila. Hablar claro es cuando Uribe propone salir con banderas
negras el 20 de Julio en señal de duelo, y Gaviria le responde sin pelos en la
lengua que "izar la bandera negra es de fascistas como Mussolini" (ver noticia).
El temor principal de María Jimena es que el plebiscito pueda ser
utilizado “para inclinar la balanza hacia un lado con miras a imponer un
candidato presidencial en 2018”. Ahí ya pasamos de la extrañeza al asombro,
pues tenemos entendido que para eso es la política: para tratar de hacer preservar
en el tiempo las ideas de quien está gobernando, y para que quienes están en la
otra orilla intenten imponer unas tesis que los conduzcan a la conducción del poder
que no tienen o perdieron.
Así las cosas, ¿qué puede haber de incorrecto o pecaminoso en que el
gobierno trate de abrirle paso a una candidatura liberal de centro para su jefe
negociador de la paz, Humberto de la Calle? ¿No es acaso la opción
más atractiva que tiene el Partido Liberal? Pero ojo, que a la vez Santos le
pavimenta la vía a su vicepresidente Germán Vargas, liberal de derecha,
nombrando a su gente e incluso propiciando la elección de Néstor Humberto
Martínez en la Fiscalía. ¿Habría ahí una hábil jugada de tahúr para propiciar
la reunificación del liberalismo y cerrarles el paso a otras fuerzas? Me suena,
me suena… Y si así fuera, ¿qué habría de malo en ello? Para eso es la política,
y es un millón de veces -y de voces- preferible que se impongan las ideas
liberales sobre las conservadoras.
Esto permite entender entonces por qué la paz es liberal y por qué
María Jimena Duzán, también de pensamiento liberal, no debería escandalizarse
tanto.
DE REMATE: Se equivoca César Gaviria cuando propone dejar
de investigar a Álvaro Uribe por su supuesta participación en la masacre de
El Aro (Antioquia). Una cosa es que en aplicación de la justicia transicional los
criminales no paguen cárcel, y otra que se pretenda ocultar la verdad, más
tratándose de delitos de lesa humanidad. La verdad es de obligatorio
cumplimiento.
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