Hace unas tres semanas recibí solicitud de amistad de una joven brasilera
en cuya biografía de Facebook aparecían tres importantes amigos míos, y decidí
aceptarla, como acostumbro hacer con la casi totalidad de solicitudes que
recibo a diario (soy periodista, busco lectores), a no ser que me dé la impresión de que se trata de alguien
indeseable. Digo que es brasilera porque en su página se hace llamar Mariana
Salvador, y porque unas horas después de aceptarla se comunicó conmigo por el
Messenger y esto me dijo en portugués: “oi, como vai você”.
Que una mujer joven, bonita, extranjera y amiga de respetables amigos
míos se comunicara conmigo halagó mi vanidad, así que decidí responderle: “Bien,
gracias. Yo hablo español, francés y un poco de inglés”. No habían pasado ni
veinte segundos, cuando me contestó en francés: “Alors dis moi comment tu te
porte?” (“Entonces dime ¿cómo te portas?”). Y bastó con que yo le dijera “Je me
porte très bien, merci beaucoup”, para que se me lanzara en plancha: “Je vais
bien, sache que je suis très ravi de toi en ce moment!”. En ese instante mis
antenitas de vinilo se pusieron en opción Alerta, primero porque habíamos
cruzado apenas el saludo y ya se declaraba encantada conmigo, y segundo porque en
realidad no escribió “encantada” (ravie) sino “encantado” (ravi), y entonces sospeché
que a su lado pudiera estar el hombre que cometió ese lapsus. (Ver
fragmento del chat)
Mariana me preguntó si me gustaban las mujeres “sexy”. Cundo le dije
que claro y que ella era “très belle”, me agradeció el cumplido y dijo que le
había llegado al corazón. Y no había transcurrido ni media hora de chat, cuando
mandó el sablazo: “Est ce que cela te dit de nous voir sur Skype”? Me invitaba
a vernos por Skype, y también le acepté, pues lo que al principio era sensación
de halago se había transformado en curiosidad periodística.
Lo que se desarrolló en el chat de Skype fue un episodio más cercano a
la ficción que a la vida real, donde al final uno descubre que estuvo caminando
sobre el filo de la navaja y salió indemne. El asunto es que al aceptarle su
video-llamada apareció la misma mujer voluptuosa de ojos azules que en su foto
de portada posa al lado de un poderoso Chevrolet Camaro y luce una fina cartera
de cuero para transmitir la sensación de que está necesitada de cualquier cosa,
menos de plata. (Ver foto de su biografía)
Vi a quien dice llamarse Mariana Salvador y tener 26 años (2 de mayo
de 1989, signo Tauro) en un apartamento de sobria decoración, vestida con un
enterizo ceñido al cuerpo que remataba en minifalda. Me escribió diciendo que
no tenía micrófono y que eso la tenía “desolado” (désolé), pero que se sentía
“chaude”, caliente; ahí sí puso el adjetivo en femenino.
Toda la conversación fue por escrito, con una escena de corte teatral
donde de repente comenzó a desnudarse sin que yo se lo hubiera pedido o
sugerido, mediante un movimiento que consistió en introducir ambas manos en
medio del busto para hacer descender la suave tela elástica que envolvía su
figura y que iba dejando ver la impúdica geografía de un cuerpo hermoso a más
no poder.
No quiero ser explícito en lo que mis ojos vieron, porque he sabido
que entre los lectores (y lectoras) de esta columna hay menores de edad, pero
baste con saber que no duró ni treinta segundos en quedar como Dios la trajo al
mundo y enseguida comenzó a acariciarse, mostrando cara de excitación. Un rato
después me invitó a hacer lo mismo, a desnudarme, dizque porque yo era “très beau”
(muy bello). Ahí advertí el lado avieso de la escena, pues el sentido común me indicaba
que una jovencita como ella no podía excitarse tan pronto y menos que pudiera
excitarla ver las partes íntimas de un hombre de mi edad.
Teniendo en cuenta su importancia literaria, me permito transcribir lo
que nos cruzamos a partir del momento en que me pidió desnudarme (traducido del
francés):
YO: Lo que me pides no me es posible.
ELLA: ¿Cuándo, entonces?
YO: No sé, en otro momento.
ELLA: Debes saber que esto es solo para darnos placer.
YO: Hmmm…
ELLA: Espero que no te moleste…
YO: (Silencio)
ELLA: ¿Lo harás?
YO: No, no lo haré.
ELLA: ¿Cuál es el problema? Se trata de complacer nuestros deseos.
YO: Hmmm…
ELLA: Tú eres realmente hermoso, ¿sabes?
YO: Hablemos por la tarde (“jusqu'à l'après-midi”). Tú eres realmente
hermosa, también.
ELLA: Yo estoy muy excitada, tú sabes.
YO: Ah, muy bien.
ELLA: Entonces ensaya a hacer como yo, ¿OK?
YO: ¿Cuándo puedes arreglar el micrófono?
ELLA: Ya conoces mi deseo de hacer el amor, tú sabes…
YO: (Silencio)
ELLA: Haz como yo.
YO: Yo prefiero verte.
ELLA: Haz como yo: quítate la ropa.
YO: No, yo no voy a hacer eso.
ELLA: Vamos, dame al menos un motivo de placer en cámara…
YO: (Silencio)
ELLA: ;( ;( ;(
YO: Es que yo soy muy tímido.
ELLA: Si me dejas ver tu (…), podrás ver más de mí.
YO: Está bien. Pero esta tarde.
ELLA: ¿Por qué no de una vez?
YO: Ya te dije: porque soy muy tímido.
ELLA: Lo que ya empezamos, lo mejor es terminarlo.
YO: (Silencio)
ELLA: Vamos, solo una pequeña parte…
YO: Prefiero en otra ocasión.
ELLA: Si me muestras tu hermoso (…), yo me masturbo.
YO: (Silencio)
ELLA: Estoy esperando…
Fue aquí cuando decidí cortar la comunicación visual y enmudecerme en
lo escrito, y Mariana empezó a pedirme insistentemente que encendiera la
cámara: “relance la cam”, “vas-y relance la cam”, etc. Unos minutos después, recibí este mensaje
amenazante en el Messenger de Facebook: “Si te desconectas, haré de tu vida un
infierno. Verás que voy a destruir tu vida. Debes saber que tengo toda la
información visual sobre ti y voy a enviar el vídeo a la red y a todos los miembros
de tu familia. ¿Eso es lo que quieres?”
En este punto me sentí hastiado del acoso, pero a la vez confundido,
pues no entendía de qué se agarraba para amenazarme si yo no había cedido a su propuesta
y lo máximo que podría verse de mí sería la cara de sorpresa que puse cuando se
desnudó por completo. Así que procedí no solo a bloquearla sino a reportar el
chat como abuso, y no contento con esto envié un mensaje a Facebook advirtiendo
sobre lo que acababa de ocurrir con la bella extorsionista.
Unas horas después caí en cuenta de que no había tenido la precaución de
tomar un pantallazo de su muro, y cuando la busqué por “Mariana Salvador” no
apareció, pero me di por bien servido con haberla retirado. Pasó tal vez una
semana y la curiosidad me motivó a buscarla de nuevo, y cuál no sería mi
sorpresa cuando reapareció en Facebook como si nada, y con un amigo mío
adicional a los tres que mostraba antes. Fue entonces cuando tomé la decisión
de escribir esta columna, y tomé además el pantallazo que no se me ocurrió
guardar antes.
Hoy me atrevo a pensar que a esos amigos míos no los ha tentado aún con
sus encantos, o si los ha tentado tampoco han caído, pues en caso contrario no
estarían ahí sino juntando el dinero que les debe exigir a sus víctimas para no
“destruir” sus vidas. Esos amigos son más bien el imán que utiliza en su táctica
de atraer incautos a su telaraña, mostrando una solvencia moral que le permita
incursionar en territorios antes inexplorados.
Es de esperar que el inmenso emporio de Facebook que con su espíritu
emprendedor ha construido Mark Zuckerberg tome cartas en el asunto, pues resulta
inconcebible que esta clase de lindas pero peligrosas alimañas pueda circular
con tanta facilidad e impunidad por su red social, haciendo de las suyas sin
que nada pase.
2 comentarios:
Creeria que ahora si ya lo he visto todo en esta vida... pero no! se que falta más por ver y conocer. A estar mas pilas en estos asuntos y Gracias Jorge Gómez por la Advertencia.
Muchas gracias, Juan Fernando.
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