En los últimos días el uribismo viene dando una serie de bandazos con claro
sello travesti, entendido como el vestirse con ropas de otro género, y esta
situación debería preocupar a los defensores de la moral y las buenas
costumbres políticas. Primero fue cuando Álvaro Uribe le expresó a Angelino
Garzón su apoyo a la alcaldía de Cali mediante carta pública (“Cuente con
nosotros como partido político…”), pese a que solo puede postularse a nombre de
La U y a que él mismo le pidió el aval a esa agrupación.
Ahí hay un intríngulis que debe ser resuelto, porque tiene razón Roy
Barreras –presidente de La U- en que Uribe estaría invitando a votar por el
candidato de un partido diferente al suyo, y falta ver si eso acarrea alguna
sanción electoral.
Al día siguiente la sorpresa fue aún mayor cuando en el Senado Uribe
le lanzó un salvavidas a Germán Vargas Lleras para que pudiera ser candidato
presidencial en 2018, con lo cual enfrentó a Armando Benedetti –senador de La
U-, y de donde se desprenden dos hechos llamativos: uno, que hizo quedar como
un cuero a sus congresistas Alfredo Rangel, José Obdulio Gaviria, Paloma
Valencia y Jaime Amín, quienes acompañaban la inhabilidad de cuatro años
que proponía Benedetti. (Como dijo Roy, “volvimos a saber quién es el gallo del
gallinero en el CD y cómo los pollitos obedecen”, aunque omitió contar que él
también fue pollito en el gobierno anterior, cuando La U le pertenecía a Uribe).
Y dos, que en menos de 24 horas se le vio a Uribe salir al rescate de los dos
vicepresidentes que ha tenido Juan Manuel Santos, ambos candidatos de… La U.
¿Será que Uribe se quiere tomar ese partido? No nos incumbe, pero lo cierto es
que se metió donde nadie lo había llamado.
Sea como fuere, ahí no paró el travestismo político: al día siguiente el
más cercano aliado de Uribe en la tarea de reconquistar la Presidencia, Alejandro
Ordóñez, sorprendió a su modo cuando le solicitó a la Corte Constitucional que
no reviva la revocatoria del alcalde de Bogotá. Propuesta de claro tinte
oportunista (procurador profiere palabras protectoras para Petro), pues
habiendo sido él quien armó semejante tierrero por unas basuras mal recogidas, debía
declararse impedido de intervenir en tan traumático episodio, traumático en
cuanto fue perjudicial para la buena marcha de la nación y porque solo perseguía
un objetivo político: inhabilitar a Petro como candidato presidencial en 2018,
sacar del ruedo a un contendor.
Si los ‘reversazos’ de Uribe y Ordóñez se hubieran dado en el marco de
una democracia civilizada, uno alabaría el gesto de nobleza con sus contendores.
Ahora bien, cuando parten de dos encarnizados perseguidores de todo pensamiento
contrario (recuérdense Chuzadas del DAS y persecución contra gais) sus
intervenciones aparecen como actos de travestismo político y conducen a que hasta
el más confiado se pregunte qué se traen entre manos. Porque es como si en La U
comenzara a operar la consigna del Chapulín Colorado, pero al revés: ¡síganme
los malos! Malos no como condición per se, sino porque en el bus (o sea en su proyecto
político) se les colincha gente a la que no quieren llevar, pero que resulta
políticamente incorrecto rechazar.
Con el apoyo de Uribe a Angelino y Vargas Lleras, por un lado, y por
otro el de Ordóñez a Petro para el desmonte de la revocatoria, se confirma que estos
dos actores de la política andan dedicados a confundir al electorado, con un
propósito claro: armar el caos, despojar a los partidos de sus identidades,
sembrar cizaña, fomentar el miedo y… a continuación aparecer como los
redentores.
Eso que los marxistas llamaban la ‘agudización de las contradicciones’,
es lo que hoy practica la todavía impune extrema derecha colombiana. Muchas de
sus cabezas más visibles (¿o debería decir cabecillas?) predican la rectitud donde
más torcidos están. Para la muestra, un botón protuberante: Uribe sale en
defensa de Vargas Lleras porque “es un daño al país cambiar la Constitución con
nombre propio”. ¡¿Habrase visto mayor grado de insolente cinismo?!
Pero esto es un piropo al lado de lo que se ve venir, en aplicación
del refrán según el cual “por el desayuno se va sabiendo cómo será el almuerzo”.
Si ahora andan de travestis, es señal de que cualquier cosa puede pasar. O como
dijo Murphy: “Toda situación, por mala que sea, es susceptible de empeorar”. Y
en Colombia hay gente experta en eso de empeorar las cosas.
DE REMATE: El procurador
dijo en Bucaramanga que están locos los que creen que será candidato
presidencial. Allá estuve, le oí citar al exmagistrado Nilson Pinilla para
coincidir con él en que “se ha perdido el temor de Dios” (y dizque estamos en
un Estado laico…), aunque omitió contar que Pinilla dice temer un atentado
contra su vida por parte de Jorge Pretelt, consentido de Ordóñez, cuya esposa
trabaja con él en la Procuraduría. Eso también es travestismo –y cinismo-, pues
invoca como aliado al que acusa a un protegido suyo. Y en cuanto a su eventual candidatura,
ya veremos quién es el orate. Ni bobo que fuera revelar su aspiración a tan
temprana hora, para que todo el mundo le caiga encima y le toque renunciar. Pero
que le tiene ganas, eso lo notan hasta los tuertos y los que van a caballo. ¿O
alguien se atreve a dudar que el hombre está en campaña?
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