Nadie debe poner en duda que el ciudadano católico Alejandro Ordóñez
Maldonado, hoy Procurador General de la Nación, está utilizando su cargo como
trampolín para acceder a la Presidencia de la República. Conviene resaltar lo
de su fe católica, pues sus dogmáticas convicciones de origen religioso sobre
temas como el aborto terapéutico, las drogas, la eutanasia o los homosexuales podrían
convertirlo en Presidente, en consideración a que la inmensa mayoría de los
colombianos –católicos y cristianos- comparte esas creencias.
Por ello, es hora de lanzar una alerta roja que congregue a las
fuerzas democráticas y civilistas de la nación frente a lo que pinta como un
embate de la derecha cavernaria contra lo que se ha logrado restaurar de la
institucionalidad después de los nefastos ocho años de gobierno de Álvaro Uribe
Vélez, cuando imperó la corrupción administrativa y hasta su más cercano
círculo del poder llegó una camarilla de delincuentes de la peor ralea, como el
primer director del DAS, Jorge Noguera (hoy condenado a 25 años por el
asesinato de Alfredo Correa D’Andreis) o los dos sucesivos jefes de seguridad presidencial,
los generales
Mauricio Santoyo y Flavio Buitrago (también condenados por nexos con narcos
y paramilitares), los tres actuando bajo órdenes directas de Uribe y sin que la
justicia hasta ahora le haya podido cobrar su responsabilidad por tan
aberrantes relaciones.
Si de aberraciones se ha de hablar, una de talla mayor residiría en que
Alejandro Ordóñez llegara a la presidencia, pues si bien es cierto que a
diferencia de Óscar Iván Zuluaga no sería un títere del expresidente Uribe, sí habría
logrado culminar la misión que se impuso desde su tesis de grado, titulada
Presupuestos Fundamentales del Estado Católico, la cual dedicó “A nuestra
señora la Virgen María… suplicándole la restauración del orden cristiano y el
aplastamiento del comunismo ateo, para que brille por doquier la Fe Católica,
pues sin ella no hay esperanza para las sociedades y para los hombres”. (Y soy
consciente de que esto que acabo de decir le puede dar más votos, en lugar de
quitárselos).
Si los gustos de Ordóñez en cuestión de misas hablan de su preferencia
por el rito lefebvriano, con el sacerdote de espaldas y oficiando en latín, la palabra
‘Fundamentos’ en su tesis doctoral da una idea introductoria de lo que sería un
gobierno ‘fundamentalista’ suyo, dedicado a esparcir “la cosmovisión católica
del Estado”. Lo preocupante es que el
procurador está dedicado con mística devoción a ambientar por todo el país su venidera
candidatura con el Partido Conservador, repartiendo
mercados por las zonas más pobres del país o interfiriendo a diario en el
manejo del proceso de paz, actividades estas que de ningún modo forman parte de sus funciones.
La aberrante paradoja reside en que él es el encargado por la
Constitución de impedir que los funcionarios del Estado utilicen sus cargos con
finalidad política, pero es quien primero se pasa la norma por la faja, convencido
como está de que no hay más autoridad que el Dios de los católicos y que él solo
obedece al cumplimiento del mandato divino que este le habría impuesto desde la
pila bautismal.
La preocupación se hace mayor a sabiendas de que a su candidatura se
sumarán entusiastas las huestes domesticadas del Centro Democrático, y sin
descartar que políticos otrora uribistas del Partido de la U o de otras
‘congregaciones’ se vayan sumando a la
cruzada pro-restauración de la fe a medida que sus posturas religiosas
radicales, de hondo calado en el imaginario popular, lo vayan trepando en las
encuestas.
No es por coincidencia que al Procurador se le vio muy activo en lo
mediático durante la Semana Santa, predicando a diestra y siniestra sus retardatarias
tesis doctrinales, concediendo declaraciones y entrevistas por doquier. Entre
estas se destaca una para Los
Informantes de Caracol justo el Domingo de Ramos, donde según María Elvira
Arango el hombre “se confesó”.
Parte de la aberración consistió en ver ahí a Ordóñez haciendo una férrea
defensa del “debido proceso” para su copartidario Jorge Pretelt, pero yéndose lanza
en ristre contra el muy liberal Fiscal General de la Nación, lo cual permite
visualizar una arena política con dos orillas claramente definidas: por un lado
la del santista Eduardo Montealegre y por otro la de los muy uribistas Ordóñez
y Pretelt, donde uno de los bandos está ceñido al perverso libreto de
encochinar a todo el mundo para que los verdaderos cochinos luzcan menos enlodados
de lo que ya están.
La alerta roja habla entonces del peligro implícito en que toda la
derecha –la extrema y la que asiste a la misa en español- cerrará cohesionada
fila en torno a Alejandro Ordóñez, mientras por los lados del centro y la
izquierda se abrirá un abanico de posibilidades que incluirá a Germán Vargas
Lleras por Cambio Radical, Eduardo Verano o Juan Fernando Cristo por el Partido
Liberal (¿o será de nuevo Serpa?), Gustavo Petro por los Progresistas, Sergio
Fajardo por Alianza Verde y Jorge Enrique Robledo por el Polo, sin que aún sea
posible vaticinar si La U adherirá a Vargas o buscará coalición por otro lado,
por ejemplo con los liberales.
Es precisamente gracias a esa variopinta oferta democrática que podría
‘coronar’ presidencia lo menos democrático del paseo, pues a la godarria
criolla le bastará con los votos que ya tiene para colarse –sin vaselina- por entre
la trapisonda de la centro-izquierda, para desdicha de aquellos mortales que
por no haber llegado unidos a tan decisiva cita podrían permitir que tras la
firma de los acuerdos de paz las riendas del posconflicto queden en manos de
los dos más encarnizados enemigos de la reconciliación, aliados además en la
tarea de exterminar a la serpiente por la vía del aplastamiento, e imponer así su muy particular concepción
franquista de la autoridad.
En cuyo caso habría que exclamar, recurriendo de nuevo a una expresión
del propio Ordóñez: “Dios nos coja confesados…”
DE REMATE: En días pasados
se destaparon los carteles del papel higiénico, las toallas sanitarias y los
cuadernos. En ese oligopolio para mantener los precios altos estaban
conchabadas las empresas Familia, Kimberly, Papeles Nacionales, Carvajal y Scribe.
La pregunta obligada es: si el engaño al consumidor se destapó, ¿por qué no
bajaron los precios?
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