En desarrollo de un simposio-homenaje a Gabriel García Márquez durante
la Feria del Libro de Bogotá, fui invitado como expositor a una charla sobre “Gabo
y el periodismo político” en compañía de Enrique Santos Calderón y Hernando
Corral (cofundadores de la revista Alternativa), con la moderación de Clara
Elvira Ospina, quien se documentó a fondo e hizo preguntas muy pertinentes.
En un principio pensé que el evento sería la ocasión para reclamarles al
primero por haber dicho en 2005 que "lo ideal es un tipo como Uribe"
(tras el apoyo de El Tiempo a su reelección), y al segundo por haber dirigido con
el mismo propósito reeleccionista el periódico ‘Ahora’ del uribismo, pero en
desarrollo de la charla comprendí que no debía ponerme de aguafiestas: el tema
central era Gabo, no las incoherencias políticas de quienes trabajaron con él.
En mi muro
de Facebook publiqué algunas palabras sobre el encuentro y mi amiga Pilar Cabrera
comentó algo que me sacudió de pies a cabeza: “Eres más interesante cuando
escribes de temas que no son de política.” El sacudón estuvo en que la mitad de
lo que me decía era una crítica despiadada y la otra mitad un reconfortante elogio,
pero en ambas tenía razón, y la justificación que encontré fue esta: “En
ocasiones los temas políticos se imponen, por el deber de generar conciencia en
torno a determinadas coyunturas. Digamos que lo urgente desplaza a lo lúdico o
lo prioritario”.
Precisamente días atrás traía la idea de una columna que habría de
titular “¿Por qué Dios juega a las escondidas?”, pero debí abandonar al supuesto
Creador cuando un tema se me incrustó en el occipital y me decía ‘escríbeme’,
relacionado con el reclamo que pensé hacer ANTES de esa charla pero del que me
abstuve DURANTE, para no posar de aguafiestas.
Tengo fresco el recuerdo de Enrique Santos ejerciendo presión desde la
dirección de El Tiempo con sus editoriales para que la Corte Constitucional
aprobara la modificación del ‘articulito’ que permitiría la reelección de Uribe,
y aún me cuesta creer que alguien a quien admiré como un lúcido dirigente de
izquierda desde lo intelectual y lo periodístico (estudió Filosofía en
Alemania) hubiera podido dar semejante viraje ideológico y terminara apoyando a
un caudillo practicante de políticas de autoritario corte franquista.
Hoy entiendo el apoyo del más importante diario nacional a la
reelección de Uribe como el escenario donde el exdirector de Alternativa era
una pieza más de un engranaje empresarial con el que supongo llegó a
identificarse, deslumbrados todos –medios y empresarios- por ese embrujo
mediático tan parecido al que se vivió tras el ascenso de Hitler al poder en
1933, y que en últimas habría de representarles importantes réditos a cambio de
su apoyo.
En la charla citada Enrique recordó una anécdota relacionada con
Hernando Corral, a la sazón dirigente sindical y de quien Gabo alcanzó a
sospechar que fuera un agente del F-2, pero disipadas las dudas llegó a ser muy
cercano a este. Yo traje a colación cómo en esos días se le veía a José Obdulio
Gaviria muy activo impulsando desde Antioquia el movimiento Firmes, iniciativa
de Alternativa con la que se pretendía promover la unidad de la izquierda, y
consideré que más bien el infiltrado debió ser Gaviria, porque le bastó conocer
a Álvaro Uribe para terminar convertido en su cerebro gris, y por lo que han
dicho varios testigos el que recibía para su jefe la información recolectada con
las chuzadas del DAS, o sea que además podría calificársele como el Rasputín
del régimen.
Dije también que el propio Uribe fue un infiltrado de la extrema
derecha dentro del Partido Liberal, y en tal circunstancia habría sido él y no
Juan Manuel Santos el verdadero traidor a una causa, pues nunca como gobernante
se le vio aplicar las ideas liberales que debía representar.
Si fuéramos en busca de averiguar por qué la izquierda democrática no
ha podido conquistar la Presidencia, el primer elemento a contemplar es esa
tendencia suicida manifiesta en sus infantiles divisiones internas (desde los
años de Alternativa), y la prueba reina la tenemos hoy con el deplorable
espectáculo que brindan Clara López y Jorge Enrique Robledo, agarrados como
perros y gatos dentro de su propio partido. Sumado a lo anterior estaría el contagio
de prácticas corruptas, y es cuando saltan a la palestra los muy pillos Samuel e
Iván Moreno, a quienes por cierto López y Robledo les defendieron su “presunción
de inocencia” hasta que la orden de detención los obligó a retirarlos del Polo.
Un tercer elemento que desde la derecha sacan a relucir sería la afinidad de
algunos con la vía armada, pero este lastre no habría sido determinante si
hubiera primado la unidad sobre la antropofagia intestina.
Pertenezco a una generación rebelde aunque ya desencantada, que
observa con amarga resignación la extraña paradoja consistente en que mientras
dirigentes de izquierda de antaño –y de hogaño- cayeron en la corrupción o trabajaron
para prolongar el poder de un gobernante de trato dictatorial como Álvaro Uribe,
desde su incendiaria cuenta de Twitter y desde la tribuna que en forma
irresponsable hoy le brindan los más importantes medios, este adelanta
actividades de desestabilización que claramente pueden identificarse como
subversivas, donde la incitación a la rebelión de las Fuerzas Armadas contra su
Comandante en Jefe es el pan de cada día, y para colmo del asombro no recibe el
castigo que para estos casos la justicia –aquí y en Cafarnaúm- acostumbra
aplicar.
¿Acaso estamos locos, Lucas?
DE REMATE: El director de
Semana.com, Armando Neira, llama la atención en su última
columna sobre un asunto muy
preocupante, que debería encender las alarmas: "Tan grave es la acusación
de supuestos vínculos del magistrado (Jorge Pretelt) con los sangrientos
hermanos Castaño, como la indiferencia de los medios ante el tema. En el
momento de publicar este artículo, en ninguna de las páginas de información de
Colombia estaba entre los principales del día". Y tiene razón: si la
senadora Claudia López afirmó que “un colombiano coronó la presidencia de
Colombia con el apoyo del narcoparamilitarismo”, esto significaría que con
Pretelt ese
mismo apoyo sirvió para conquistar la presidencia de la Corte
Constitucional. Pero nadie dice ni mu…
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