Esta columna se iba a titular “El secuestro del general Alzate: ¿un
falso negativo?”, en consideración al asombro y natural escepticismo que
producía que un oficial del Ejército en su más alto rango pudiera caer en manos
de las FARC sin disparar un solo tiro, y a que en últimas esa acción a quienes
más les conviene es a los enemigos de la paz, o sea al expresidente Álvaro
Uribe (el primer informado del plagio, por cierto) y a los sectores más
radicales de las Fuerzas Militares que se oponen al proceso de paz.
Pero luego de una tensa espera el bloque Iván Ríos de esa agrupación
informó que lo tienen, y que le respetarán su integridad física “hasta donde
nos sea permitido por la ira estatal”. Aquí salta como liebre la palabra
torpeza, que igual puede adjudicársele a esa agrupación subversiva como al
general Alzate, y es lo que explica que el presidente Juan Manuel Santos en
medio de su enfado por semejante ‘oso’ haya olvidado que la ropa sucia se lava
en casa y les haya dirigido este regaño público a su ministro de la Defensa y
al comandante general: “quiero que me expliquen por qué BG Alzate rompió todos
los protocolos de seguridad y estaba de civil en zona roja”. Como dijo sabiamente
Andrés Carvajal en su cuenta de @muchotropico, “la señorita Huila no sabe quién
es Nelson Mandela pero no se hubiera metido sin escolta a una zona
guerrillera”. Y según el hermano del presidente, Enrique Santos Calderón, “a
primera vista parece una embarrada militar que no debe poner en riesgo el
proceso de paz”.
El comunicado de las FARC utiliza un lenguaje agresivo, donde ‘cobran’
ufanos la importancia de la captura que lograron sin haber tenido siquiera que moverse,
pues fue como si el lobo hambriento hubiera movido unas ramitas y apareciera
frente a sus desorbitados ojos una mansa, indefensa y apetitosa ovejita. De
todos modos puede hablarse también de torpeza por parte de las FARC, pues
constituye una derrota moral y estratégica para el grupo guerrillero al
tratarse de un hecho que genera repudio entre la población civil y ensombrece
las negociaciones, en consideración a que la cúpula de esa organización se
había comprometido a abandonar el secuestro.
El enojo del presidente debe entenderse como la frustración de los que
desde el lado del establecimiento están procurando enrumbar el país por la ruta
de la convivencia pacífica, y en tal medida entraron en conversaciones de paz
con quienes pretenden destruirla, pero se encuentran de sopetón con una acción
imprevista que llena de orgullo guerrero a la contraparte en medio de la
negociación, y a la vez les aporta argumentos a los partidarios de que el
gobierno se levante de la mesa y se escale el conflicto.
Es cierto que el general Rubén Darío Alzate no fue aprehendido en
combate sino que entró inerme en su radio de acción, tal vez confiado en que
por tratarse de un puente festivo y vestido de civil pasaría desapercibido. Sea
como fuere, las FARC deberían hacer como en el taoísmo, donde la palabra crisis
traduce oportunidad, y aprovechar este ‘papayazo’ que les dio el enemigo para ordenar
la liberación de su prisionero de guerra (que lo es) y con ese gesto propiciar acercamientos
entre ambos bandos, que contribuyang a aclimatar un ambiente de reconciliación
antes que a agudizar las contradicciones. ¿Y cuál será ese ambiente o escenario
ideal? Un cese bilateral de hostilidades. Como dijo Flavio
Pinto Siabatto en La Silla Vacía, “el cese al fuego no necesariamente
implica el fortalecimiento de la subversión. Implica más bien la disminución de
la capacidad de maniobra de los sectores interesados en continuar la guerra”.
En este delicado escenario de crisis y crispamiento general adquieren
sentido las palabras del también analista Germán Ayala Osorio, quien en su blog
La otra tribuna afirma que “el secuestro del general Alzate se erige como
el suceso que la cúpula militar y el sector afecto a Uribe estaban esperando
para acorralar al presidente Santos". En otras palabras, si se necesitara
un argumento de peso para que se acabe el proceso de paz, sería por ejemplo… a ver…
¿qué puede ser, qué puede ser? “¡lo tengo!: que la guerrilla secuestre a un
general de la República”.
Continuando con el axioma taoísta que nos habla del yin y el yang como
las dos fuerzas opuestas pero complementarias que acogen la dialéctica de todo
lo existente, diríamos que el error que cometió el Ejército es el yin de la
situación, mientras que el yang está en manos de las FARC: se trata entonces de
que aprovechen lo que constituye un triunfo militar para ellos (aunque se lo
encontraron, que conste), y lo conviertan en un importante capital político para
invertir en el posconflicto.
¿Cómo? Muy sencillo: ordenando cuanto antes al bloque Iván Ríos la
liberación del prisionero. ¿Por qué cuanto antes? Porque si el Ejército logra
dar con el grupo que lo tiene en su poder y en medio del combate muere el
general, del yin y el yang sólo quedarán las cenizas de lo irremediable.
DE REMATE: Una sugestiva interpretación
a lo ocurrido en Las Mercedes parece aportarla El
Colombiano en su página web cuando en referencia a Gloria Alcira Urrego
Pava, la abogada que acompañaba al oficial, cuenta que “en la actualidad la
funcionaria cursa con el general Alzate una maestría en Gestión de Proyectos en
una universidad de Costa Rica”. Habrá quien se atreva a concluir “elemental, mi
querido Watson”, pero eso ya se sale de nuestra racional incumbencia.
1 comentario:
Yo me sigo preguntando que hubiera pasado si la cosa es al revés. si las fuerzas militares se encuentran a Timochenko en bermuda paseando por Toribio. ¿lo retienen? ¿respetan su integridad?. ¿Que harían las farc? si las farc paran los diálogos ¿se podría leer como que no quieren la paz? ¿el gobierno soltaría a Timochenko si las farc se lo exigiera? ¿el gobierno celebra la captura o muerte del terrorista? @redantinazi
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