martes, 4 de noviembre de 2014

¿A qué juega el presidente Santos?




En columna de hace apenas tres semanas manifesté mi satisfacción al comprobar que el presidente Juan Manuel Santos “le está poniendo el cascabel al gato de la intransigencia militar en torno al tema de la paz”. (Ver columna aquí). Pero hay cosas que incitan al asombro y al escepticismo, y le hacen a uno preguntarse a qué puede obedecer esa esquizofrénica conducta consistente en que lo que hace con el hemisferio izquierdo de su cerebro, lo estropea con el derecho.

El 4 de noviembre de 2010, al conmemorarse el primer cuarto de siglo de la salvaje toma y retoma del Palacio de Justicia, dijo que “nuestro deber es rescatar la verdad, por dolorosa que sea, sobre lo que ocurrió en el Palacio, y acompañar a las víctimas y a los familiares”. Y reconoció que entre las víctimas hubo “al menos 12 personas de las que se desconoce su paradero”, y a renglón seguido afirmó: “no podemos olvidar tampoco a aquellos sobre los que no se tiene noticia cierta de su paradero, cuya realidad debe conocerse, por el bien moral de nuestra sociedad y de nuestro Estado”.

Pero justo cuando esa realidad empieza a conocerse, ante la ratificación de la condena a 35 años de prisión al general (r) Jesús Armando Arias Cabrales por su responsabilidad en esos hechos, sale ahora Santos a decir que se trata de “una injusticia” y que “el general Arias Cabrales (…) no tuvo ni se le comprobó ninguna relación directa con los supuestos crímenes que se cometieron en la toma del Palacio de Justicia”. Y entonces uno se pregunta si no le estará pasando lo mismo que a Groucho Marx, cuya tarjeta de presentación decía: “Tengo mis principios, pero si no le gustan tengo otros”.

En busca de ser objetivos, podríamos pensar que reaccionó así para equilibrar las cargas ante el sonido de serpiente cascabel emitido por el expresidente Uribe en su declaración de total respaldo al Ejército, cuando este a voz en cuello dijo desde Ibagué que “hoy son llevados a la cárcel los integrantes de nuestro Ejército. Grave, enormemente grave. Unos atacaban la justicia financiados por el narcotráfico para producir un desequilibrio institucional, enjuiciar al presidente Betancur y sacar de la Corte unos expedientes de extradición, y quienes lucían las armas de la República entraban al Palacio a rescatar a los magistrados. Y cuando los primeros, los que atacaron fueron indultados, los segundos 26 años después son llevados a la cárcel”.

Ante estas palabras de claro corte conspirativo quizá Santos tendría justificación –antes que razón- para manejar ese doble discurso pro Ejército y pro víctimas, pero la primera tarea debería dejársela a quien corresponde, o sea al que todos dicen que parece más el ministro de Defensa de Uribe que suyo, Juan Carlos Pinzón. El presidente pierde credibilidad y su majestad de estadista se empequeñece cuando un día dice una cosa… y al día siguiente dice otra. Fue como cuando ante el descubrimiento de la sala clandestina Andrómeda de Inteligencia Militar dijo que “fuerzas oscuras están detrás", pero 24 horas después afirmó que “la fachada de inteligencia es totalmente lícita”. Como quien dice, que fuerzas oscuras de inteligencia totalmente lícitas estaban detrás de todo.

El asunto no es de poca monta, pues el reciente descubrimiento de un extenso listado de correos personales y oficiales de la Oficina del Alto Comisionado para la Paz, periodistas nacionales y extranjeros en poder de la Central de Inteligencia Militar (CIME) le da soporte a la hipótesis que con el paso de los días se fortalece, en torno a que el papel de los hackers –en particular Andrés Sepúlveda- en la reciente campaña electoral fue el de vaso comunicante entre Inteligencia Militar y la campaña de Óscar Iván Zuluaga, y en cumplimiento del objetivo estratégico que se le asignó: “No al proceso de paz”.

Esa lista con más de mil correos que manejaba la CIME y los obstáculos que puso el Ejército para el cumplimiento de una diligencia del CTI de la Fiscalía, se suman a los demás indicios que parecieran advertir que las Fuerzas Militares están actuando como ruedas sueltas, o que “el malestar de los militares (o un sector poderoso de ellos) con el proceso de paz aumenta”, como expuso Juanita León en su análisis titulado “¿A qué juega Pinzón?”.

En medio de tan crispado escenario podría entenderse que el Presidente aparezca ahora solidario con su Ejército y contrario a una decisión de la justicia, quizá para resistir los lances de sable y mandoble que le manda Uribe a descampado. Pero su actitud lastima doblemente el dolor de las víctimas y conduce a que Helena Urán Bidegain, hija del magistrado auxiliar Carlos Horacio Urán (quien fue sacado vivo por soldados, como lo prueba este video) le dirija al presidente Santos una carta desde Berlín, Alemania, en estos términos: “Hoy sabemos que mi padre fue privado de la libertad cuando salía herido del Palacio, torturado y ejecutado por las Fuerzas Militares que dirigía Arias Cabrales”. Y a continuación le pregunta “cómo pretende acercarse a la paz mientras desacredita la justicia”,  y más adelante “de qué sirve reconocer que hay víctimas cuando usted, presidente, es el primero en revictimizar”.

Conocí una noche en una reunión social al joven Carlos Horacio Urán con su también joven y bella y talentosa compañera, Ana María Bidegain, y desde entonces sé que todos los que sufrimos solidariamente con el dolor de los hijos y demás parientes de las otras víctimas, queremos que los culpables de esa orgía de horror y barbarie paguen algún día por sus culpas. Amén.

DE REMATE: Recomiendo la lectura completa de la carta que desde Berlín le manda Helena Urán Bidegain al presidente Juan Manuel Santos. Es para la historia y está aquí.

DE CONTRARREMATE: “Las negociaciones de paz hay que adelantarlas también con esa extrema derecha representada por Álvaro Uribe, en su condición de Comandante en Jefe de todo lo que hay detrás suyo. Sucesos cada vez más sonoros advierten sobre la presencia agazapada de una fiera herida que, mientras no se apacigüe su dolor, en cualquier momento puede dar el zarpazo”.


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