En columna de hace apenas tres semanas manifesté mi satisfacción al
comprobar que el presidente Juan Manuel Santos “le está poniendo el cascabel al
gato de la intransigencia militar en torno al tema de la paz”. (Ver
columna aquí). Pero hay cosas que incitan al asombro y al escepticismo, y
le hacen a uno preguntarse a qué puede obedecer esa esquizofrénica conducta consistente
en que lo que hace con el hemisferio izquierdo de su cerebro, lo estropea con
el derecho.
El 4 de noviembre de 2010, al conmemorarse el primer cuarto de siglo
de la salvaje toma y retoma del Palacio de Justicia, dijo que “nuestro deber es
rescatar la verdad, por dolorosa que sea, sobre lo que ocurrió en el Palacio, y
acompañar a las víctimas y a los familiares”. Y reconoció que entre las
víctimas hubo “al menos 12 personas de las que se desconoce su paradero”, y a
renglón seguido afirmó: “no podemos olvidar tampoco a aquellos sobre los que no
se tiene noticia cierta de su paradero, cuya realidad debe conocerse, por el
bien moral de nuestra sociedad y de nuestro Estado”.
Pero justo cuando esa realidad empieza a conocerse, ante la
ratificación de la condena a 35 años de prisión al general (r) Jesús Armando
Arias Cabrales por su responsabilidad en esos hechos, sale ahora Santos a decir
que se trata de “una injusticia” y que “el general Arias Cabrales (…) no tuvo
ni se le comprobó ninguna relación directa con los supuestos crímenes que se
cometieron en la toma del Palacio de Justicia”. Y entonces uno se pregunta si
no le estará pasando lo mismo que a Groucho Marx, cuya tarjeta de presentación
decía: “Tengo mis principios, pero si no le gustan tengo otros”.
En busca de ser objetivos, podríamos pensar que reaccionó así para
equilibrar las cargas ante el sonido de serpiente cascabel emitido por el
expresidente Uribe en su declaración de total respaldo al Ejército, cuando este
a voz en cuello dijo desde Ibagué que “hoy son llevados a la cárcel los
integrantes de nuestro Ejército. Grave, enormemente grave. Unos atacaban la
justicia financiados por el narcotráfico para producir un desequilibrio
institucional, enjuiciar al presidente Betancur y sacar de la Corte unos
expedientes de extradición, y quienes lucían las armas de la República entraban
al Palacio a rescatar a los magistrados. Y cuando los primeros, los que
atacaron fueron indultados, los segundos 26 años después son llevados a la
cárcel”.
Ante estas palabras de claro corte conspirativo quizá Santos tendría
justificación –antes que razón- para manejar ese doble discurso pro Ejército y
pro víctimas, pero la primera tarea debería dejársela a quien corresponde, o
sea al que todos dicen que parece más el ministro de Defensa de Uribe que suyo,
Juan Carlos Pinzón. El presidente pierde credibilidad y su majestad de
estadista se empequeñece cuando un día dice una cosa… y al día siguiente dice
otra. Fue como cuando ante el descubrimiento de la sala clandestina Andrómeda
de Inteligencia Militar dijo que “fuerzas oscuras están detrás", pero 24
horas después afirmó que “la fachada de inteligencia es totalmente lícita”.
Como quien dice, que fuerzas oscuras de inteligencia totalmente lícitas estaban
detrás de todo.
El asunto no es de poca monta, pues el reciente descubrimiento de un extenso
listado de correos personales y oficiales de la Oficina del Alto Comisionado
para la Paz, periodistas nacionales y extranjeros en poder de la Central de
Inteligencia Militar (CIME) le da soporte a la hipótesis que con el paso de los
días se fortalece, en torno a que el papel de los hackers –en particular Andrés
Sepúlveda- en la reciente campaña electoral fue el de vaso
comunicante entre Inteligencia Militar y la campaña de Óscar Iván Zuluaga, y
en cumplimiento del objetivo estratégico que se le asignó: “No al proceso de
paz”.
Esa lista con más de mil correos que manejaba la CIME y los obstáculos
que puso el Ejército para el cumplimiento de una diligencia del CTI de la
Fiscalía, se suman a los demás indicios que parecieran advertir que las Fuerzas
Militares están actuando como ruedas sueltas, o que “el malestar de los
militares (o un sector poderoso de ellos) con el proceso de paz aumenta”, como
expuso Juanita León en su análisis titulado “¿A qué juega
Pinzón?”.
En medio de tan crispado escenario podría entenderse que el Presidente
aparezca ahora solidario con su Ejército y contrario a una decisión de la
justicia, quizá para resistir los lances de sable y mandoble que le manda Uribe
a descampado. Pero su actitud lastima doblemente el dolor de las víctimas y
conduce a que Helena Urán Bidegain, hija del magistrado auxiliar Carlos Horacio
Urán (quien fue sacado vivo por soldados, como lo prueba este video) le dirija al
presidente Santos una carta desde Berlín, Alemania, en estos términos: “Hoy
sabemos que mi padre fue privado de la libertad cuando salía herido del
Palacio, torturado y ejecutado por las Fuerzas Militares que dirigía Arias
Cabrales”. Y a continuación le pregunta “cómo pretende acercarse a la paz
mientras desacredita la justicia”, y más
adelante “de qué sirve reconocer que hay víctimas cuando usted, presidente, es
el primero en revictimizar”.
Conocí una noche en una reunión social al joven Carlos Horacio Urán
con su también joven y bella y talentosa compañera, Ana María Bidegain, y desde
entonces sé que todos los que sufrimos solidariamente con el dolor de los hijos
y demás parientes de las otras víctimas, queremos que los culpables de esa
orgía de horror y barbarie paguen algún día por sus culpas. Amén.
DE REMATE: Recomiendo la
lectura completa de la carta que desde Berlín le manda Helena Urán Bidegain al
presidente Juan Manuel Santos. Es para la historia y está
aquí.
DE CONTRARREMATE: “Las
negociaciones de paz hay que adelantarlas también con esa extrema derecha
representada por Álvaro Uribe, en su condición de Comandante en Jefe de todo lo
que hay detrás suyo. Sucesos cada vez más sonoros advierten sobre la presencia
agazapada de una
fiera herida que, mientras no se apacigüe su dolor, en cualquier momento
puede dar el zarpazo”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario