Tiene razón la representante Ángela Robledo en que Juan Carlos Pinzón
parece más ministro de Defensa de Álvaro Uribe que de Juan Manuel Santos, pero
ella lo ve como algo negativo, porque no se ha pillado la estrategia. La que sí
alcanza a pillársela es La Silla Vacía en minucioso análisis de Juanita León
titulado “¿A
qué juega Pinzón?”, donde pone el dedo en la llaga al señalar que “el
malestar de los militares (o un sector poderoso de ellos) con el proceso de paz
aumenta”.
Solo que el malestar no es con este proceso de paz ni con el más
reciente, sino con todos los procesos de paz que se han intentado en Colombia
en los últimos 30 años. Si hay un Ejército que se ha forjado en el combate es
el de Colombia, y es una guerra que no quiere ‘perder’ en una mesa de
negociación, convencido como está hasta los tuétanos de que la única paz
posible es mediante la derrota militar del enemigo. Es por ello que la cúpula
militar le ‘copia’ más al expresidente Uribe que a su actual Comandante en
Jefe, como quedó en evidencia con el escándalo de los hackers que trabajaban
para la campaña de Óscar Iván Zuluaga en aparente coordinación con miembros de
la Dirección Nacional de Inteligencia (que reemplazó al DAS) y la jefatura de
inteligencia del Comando General de las Fuerzas Militares.
Digámoslo sin ambages: la paz es el peor negocio que le pueden
proponer al Ejército Nacional, y en tal medida han asumido casi como misión institucional
impedirla, y para comprender esta desoladora verdad está el recuento
cronológico que trae Juanita de las acciones adelantadas en cumplimiento de ese
objetivo. Con razón dice la aguda analista que “hay más de un boicot por cada
proceso intentado”, y que “la oposición de los militares a los anteriores
procesos de paz ha sido uno de los aspectos más difíciles de manejar para los
respectivos presidentes”. ¿Uno de los más difíciles? No. El más difícil. El
inamovible.
En este contexto se entiende a cabalidad el papel de ‘torpedo’ al
proceso de paz que ha venido desempeñando el actual ministro de Defensa, pues
si hay un requisito para que la cúpula militar lo acepte como su superior es
que hable como un erguido general, que sea el vocero de sus intereses y no de
los blandengues que pudieran estar a favor de brindar concesiones, dádivas o
eventual inmunidad a unos “bandidos” a los que siempre quisieron hacerles
morder el polvo de la derrota. Si dos ‘civiles’ como el procurador Alejandro
Ordóñez y el expresidente Uribe piden penas privativas de la libertad para los
guerrilleros de las FARC, y si ambos pusieron el grito en el cielo cuando se
supo que Timochenko estuvo en Cuba, imaginemos no más lo que puede estar
pensando la comandancia del Ejército en pleno…
Mientras Ángela Robledo y un buen puñado de analistas críticos le
piden con justificado soporte a Pinzón que diga de qué lado está, si con la
guerra o con la paz, lo que quizá no han entendido es que le toca estar con
ambas, pues es el único modo ‘políticamente correcto’ de ser a la vez ministro
de Defensa de Juan Manuel Santos y jefe directo de unas Fuerzas Militares cuyo ‘mejor
amiguis’ sigue siendo Álvaro Uribe.
Es de sobra conocida la fábula de los ratones que vivían atemorizados
por un gato que los tenía a raya, hasta que uno propuso la brillante idea de colgarle
un cascabel que delatara su presencia, pero el proyecto fracasó porque no
apareció el voluntario que le pusiera el cascabel al felino. Volviendo al
recuento de los anteriores procesos que fueron empujados al fracaso, el mayor
mérito de Juan Manuel Santos podría estar en que es el mandatario que ha
logrado por primera vez (hasta ahora, al menos) ponerle el cascabel al gato de
la intransigencia militar en torno al tema de la paz.
Coincide con este planteamiento una caricatura de Osuna en El
Espectador del domingo pasado, donde Pinzón se queja porque no le contaron del viaje
de Timochenko a La Habana y Santos le contesta: “a usted lo necesitábamos
furioso”. Ramiro Bejarano, por su parte, ve al Mindefensa convertido en un Angelino
II por lo de su oposición desde adentro, y dice que “por cuenta de esta
errática estrategia de mantener una voz disidente en el interior del Gobierno (…)
Santos casi pierde las elecciones”. Pero no las perdió, e incluso podría
pensarse que fue por cuenta de esta arriesgada estrategia que ganó las
elecciones, como arriesgado fue haber apoyado rabiosamente al entonces
presidente Uribe para luego, tras remplazarlo, tomar la decisión de jugársela
por la paz y graduar así como su peor enemigo a quien fuera su jefe cuando
ocupó el puesto que precisamente hoy ocupa Pinzón, el de ministro de Defensa.
Esto se compagina además con que ahora aparezca Pinzón convertido en
presidenciable, algo que Bejarano interpreta como que “a ciertos altos
funcionarios se les aparece un lagarto que les susurra al oído que ellos pueden
ser presidentes, y hay algunos ingenuos lunáticos que se lo creen”. Espero no
estar pensando con el deseo, pero creo más bien que ahí pudiera estar el
‘cañazo’ que un consumado tahúr como Juan Manuel Santos está desplegando para
enfrentar las cartas con que juega la partida una poderosa extrema derecha partidaria
de las soluciones de fuerza sobre las negociadas. Para el caso que nos ocupa,
es con una buena dosis de imaginación y temeridad como vemos al presidente actual
enfrentar a un rival que acostumbra recurrir al ‘todo vale’ para imponer sus
propósitos.
Volviendo a la columna de Bejarano, puede que tenga razón el abogado y
lúcido columnista de El Espectador en que “el día menos pensado el pragmático
de Santos saca a Pinzón a sombrerazos”, en concordancia con que él mismo ha
manifestado, que es “traidor a su clase”. Pero eso es algo que no debiera
preocuparle a ningún demócrata, por muy liberal u opositor que fuere, mientras
la historia de Colombia pueda contar algún día que hubo una vez un presidente
que después de muchos esfuerzos malogrados pudo por fin ponerle el cascabel al
gato…
DE REMATE: Qué campaña tan
chichipata la de Bavaria con lo de “La tapa paga”. Las tapas premiadas no pagan
ni siquiera una cerveza (cuando podrían rifar hasta casas y yates) sino $200, $500
o $1.000. Me cuenta un tendero que las de 500 y 1.000 nunca se ven, y las de
200 aparecen una por cada caja. Claro, como son monopolio se dan el lujo de
tirarles a sus clientes cualquier monedita para premiarles su ‘fidelidad’. Preferible
que no ofrezcan nada, si van a lucir como avaros. Mr. Scrooge personificado en
la industria cervecera.
1 comentario:
Usted Jorge gomez pinilla. eres una rata de alcantarilla. te vendes al mejor postor. te ordenaron tapar todo tratando de loca a la periodista. Eres mexicano? somos colombianos. que es eso de pinche vieja. eres patetico vendido vende patria. no te digo mas, pues lo demas sobra.vendido y bandido. eso eres
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