jueves, 20 de marzo de 2014

Juan Manuel, cumpla con la palabra empeñada




Han pasado ya diez días desde que el jovencito senador Juan Manuel Galán se echó atrás en una apuesta pública que hizo y que perdió, por lo que alguien debería recordarle la máxima del poeta persa Omar Khayyam según la cual “tres cosas no se devuelven: la flecha lanzada, la lluvia que cae, la palabra pronunciada”.

El 29 de noviembre de 2013 Galán escribió sobre mármol en su cuenta de Twitter que “si no soy la primera votación el 9 de marzo, el 10 de marzo renuncio a mi credencial”. Eran los días en que se enfrentó como niño chiquito a Horacio Serpa y armó una pataleta porque no le querían dar el # 1 en el tarjetón, y no contento con lo anterior se puso de sobradito y dijo lo que dijo y, como dicen en mi pueblo, “tome pa’ que lleve”.

El muchacho debió exclamar “trágame tierra” en la noche del domingo 9 de marzo, cuando supo que no había sacado la primera votación dentro del Partido Liberal, ni la segunda, sino… ¡la tercera!. O sea que perdió por partida doble.

Viéndose en la sin salida, prefirió desmontarse del caballo por el cuello (por el cuello de Simón Gaviria, quiero decir) con un trino a las 11:59 del día siguiente, donde dijo que “puse a disposición del presidente del Partido Liberal @SimonGaviria mi credencial de Senador obtenida en los comicios Electorales de Ayer”. Y a las 12:03, apenas cuatro minutos después, apareció en la cuenta  de Galán (pero no en la de Gaviria, qué raro) este nuevo trino: “@SimonGaviria afirma: No acepto, ni aceptaré jamás la Renuncia de Juan Manuel Galan (sic), es un miembro fundamental de la Colectividad”.

Ya en Blu Radio le habían preguntado si pensaba presentar renuncia oficial mediante carta a la Secretaría General de su partido, y su respuesta fue “pues… yo le manifesté eso al doctor Simón Gaviria, lo hice públicamente, me reuniré por supuesto con él”. Y a continuación agregó que “yo ese reto, ese desafío lo lancé pensando en unas ideas que buscan que la política recupere un sentido ético.”

Si le sumamos otro trino de ese mismo día (12:09, tres trinos en diez minutos) donde dijo que “¡en política hay que correr riesgos y lanzar desafíos!”, debemos concluir que ‘lanzó’ tan retadora apuesta a sabiendas de que asumía un riesgo “de mentiritas”, como dicen los niños, pues contaba con que en caso de perder, su entrañable amigo y coetáneo le habría de ayudar a tapar semejante embarrada.

Pero está además el sentido de lo “ético” que invoca, que fue donde más la embarraron tanto Galán como Gaviria: la única salida ética que le quedaba al primero era presentar renuncia irrevocable –por escrito, como corresponde a todo adulto hecho y derecho- y al segundo aceptársela, en respeto tanto a su voluntad como a la colectividad liberal, ahora sumida en la confusión por cuenta del lamentable espectáculo que protagonizaron estos dos jóvenes delfines y exponentes de dicha colectividad.

Es aquí precisamente donde el asunto del ‘delfinazgo’ no se puede soslayar, en tratándose nada menos que de un hijo de Luis Carlos Galán, dirigente liberal que siempre se distinguió por ser un hombre cumplidor de su palabra, que no se escudaba en subterfugios para rehuirle a los compromisos adquiridos ni a los retos que a diario lanzaba, sobre todo ante esos poderosos enemigos que debieron recurrir a eliminarlo para ganarle la partida.

La decepción sin embargo no es por este único episodio, pues conviene recordar que Juan Manuel Galán siempre se ha distinguido por ir a contrapelo de un pensamiento verdaderamente liberal, como lo demuestran su férrea defensa del fuero militar –del que fue ponente- o la manera como desde el Senado contribuyó a la reelección del ultragodo procurador Alejandro Ordóñez.

No se trata de oponerse a que el hijo de un importante dirigente pueda también incursionar en la política, y la mejor prueba está en su hermano Carlos Fernando (cinco años menor), quien sí saca la cara por la familia tanto en el parecido físico con el padre como en lo político, manifiesto por ejemplo en la ‘pela’ que ha debido darse para sacar a más de un indeseable de su partido, Cambio Radical.

En este contexto, lo deseable sería que el bisoño Juan Manuel cumpliera con la palabra empeñada y se hiciera a un lado (que era lo que ayer Ernesto Samper le pedía a Petro), con la tranquilidad de conciencia de que dentro de cuatro años esos mismos electores sabrán premiarle su coraje, su valentía a toda prueba, su “sentido de lo ético”.

En caso contrario, habría que formularle una respetuosa pregunta: ¿acaso cree que después de tan infantil reculada en su apuesta, aún le queda alguien dispuesto a reelegirlo?


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