Tomado de Semana.com
En torno al asesinato de Álvaro Gómez Hurtado siempre se han ventilado
e investigado dos hipótesis, y todo indica que una de las dos es la acertada.
La primera -desarrollada por los fiscales generales Alfonso Valdivieso
y Alfonso Gómez Méndez- apuntaba a la participación de militares de alto rango,
supuestamente organizados en torno al Grupo Cazadores de Inteligencia con sede
en Bucaramanga y dirigido por el coronel Bernardo Ruiz Silva, quien fue acusado
y tuvo medida de aseguramiento pero se dio a la fuga, en lo que daría para
pensar por qué huía un oficial que contaba con el apoyo del Ejército para
probar su inocencia. El 20 de mayo de 2003 Ruiz fue absuelto por el Juzgado
Segundo Penal del Circuito Especializado, pero una fuente de la Fiscalía le
dijo a este columnista que ese ente investigador “no ha enterrado del todo las
hipótesis en torno a la eventual participación de oficiales retirados en el
magnicidio”.
La segunda hipótesis es la que desarrolla Enrique Gómez Hurtado en el
libro ¿Por qué lo mataron? (Controversia Editorial, 2011), donde acusa a
Ernesto Samper y Horacio Serpa de haber sido los instigadores del crimen,
basado casi exclusivamente en la declaración que Hernando Gómez Bustamante,
alias ‘Rasguño’, rindió desde una cárcel de Estados Unidos en 2010: “El ‘Gordo’
y Horacio mandan la razón con el ‘Gordo Nacho’ (Ignacio Londoño) de que hagamos
lo que sea para parar a Álvaro Gómez porque si hay un golpe militar van a
extraditar a todo el mundo”.
Esta segunda versión es la que de un tiempo para acá más se ha
publicitado en medios, pero lo que aún falta por investigar es si con ella se
pretende precisamente desbaratar la primera, o sea la de los militares
golpistas que habrían buscado por un lado propiciar la caída de Samper y por
otro acallar al líder conservador, a quien le habrían propuesto encabezar un
gobierno de transición tras un golpe de Estado que estaban fraguando, y al cual
él se habría negado. De entrada parecería traído de los cabellos que el propio
hermano de la víctima no quisiera que se conociera la verdad, pero también se
habla del interés que tendría la familia en que se declare como crimen de
Estado, para reclamar una fuerte indemnización.
Lo que los defensores –y feroces propagandistas- de esta hipótesis no
se esperaban, era que con la reciente condena a 30 años sin ningún tipo de
apelación posible que a ‘Rasguño’ le profirió una Corte de Nueva York el pasado
2 de diciembre, esta dejó en claro que “todas las declaraciones que había
entregado el narcotraficante en procesos como el del magnicidio de Álvaro Gómez
(…) carecían de veracidad y hacían parte de una estrategia para tratar de
buscar beneficios jurídicos que le ayudaran a rebajar su condena”.
Un detalle bien llamativo en el indictment secreto que desde el 2004
la justicia de EE UU le venía armando al capo, indica que “la información
contra Rasguño se obtuvo a través de testigos de excepción, entre ellos (…) el
coronel de la Policía (r) Danilo Alfonso González Gil”. Y no sobra recordar que
este era uno de los que ‘Rasguño’ señaló como determinadores del magnicidio,
junto a Efraín Hernández, alias ´don Efra’, y Orlando Henao, alias ‘El hombre
del overol’, donde salta a la vista una protuberante coincidencia, favorable
para Rasguño y para los promotores de esta versión: los tres están muertos. Sea
como fuere, lo que hasta ahora se conoce es que mientras ‘Rasguño’ señalaba al
coronel González de participar en el asesinato, este a su vez lo acusaba a él.
Si de coincidencias hemos de hablar, el nombre de ‘Rasguño’ saltó de nuevo
a la palestra en días recientes con motivo de una sorpresiva
declaración (conocida en exclusiva por Semana.com), que el pasado 15 de mayo
dio a fiscales de Justicia y Paz el exparamilitar Edwin Zambrano, alias
‘William’ donde afirmó que “para agosto de 1995 se hizo un consenso de comando
de milicias urbanas de las autodefensas en la finca Campo Dos en la vía a
Valencia, presidida por el señor Carlos Castaño, Vicente Castaño y varios
narcotraficantes como Varela, Hernando Gómez Bustamante, alias Rasguño, y el
general Rito Alejo del Río”.
Según el declarante, en dicha reunión se expuso por parte de los
narcotraficantes realizar varios magnicidios, entre ellos el de Álvaro Gómez, porque “este estaba dando
bastante incentivo a los medios sobre la influencia del narcotráfico en la
campaña de Samper, por lo que era necesario betar (sic) esa propaganda para que
no se distorsionara una posible negociación de narcotraficantes en el futuro”.
Y agrega: “se consideró que el personal más adecuado para este tipo de
operaciones era conseguir un enlace con el general Rito Alejo del Río y la
brigada de inteligencia de la Décimotercera Brigada en Bogotá”, quien
“determinó que el operativo más seguro sería a la salida de la universidad
donde laboraba el doctor Gómez”.
Dos aspectos llaman la atención de esta declaración: uno, que alias
‘Rasguño’ pasa aquí de testigo de la supuesta instigación del crimen, a organizador
del mismo. Y dos, que vuelve a tomar fuerza la hipótesis de los militares
implicados. Esto significa entonces –en caso de que el dicho de alias ‘William’
fuera cierto, lo cual corresponde evaluar a las autoridades- que ‘Rasguño’
habría tenido un interés personal en desviar la investigación, en la medida en
que habría formado parte de los complotados que llevaron a cabo el magnicidio.
En el libro arriba citado su autor se pregunta desde el título “¿Por
qué lo mataron?”, dando a entender –en calidad de juez y parte- que lo de los
autores ya está resuelto. Pero esos dos sucesos recientes de tanto peso
probatorio, como son el dictamen contra ‘Rasguño’ que en su sentencia
condenatoria echa por el piso su versión de los hechos, y la declaración de alias
William ante Justicia y Paz, darían para pensar que falta por conocer el libro
que haciendo honor a la verdad investigue y dé cabal respuesta a la pregunta
aún sin respuesta: ¿Quién mató a Álvaro Gómez?
@Jorgomezpinilla
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