Si nos diera por ponernos de detectives, diríamos que se sospecha el motivo por el cual Rafael Pardo se muestra cada vez más reticente a unirse con Germán Vargas Lleras antes de la primera vuelta electoral: porque le es más ganancioso –a él y a su Partido- mantener a buen recaudo un capital político de casi dos millones de votos para transarlo no en una alianza que nada tiene asegurado, sino frente a la dupla de la que saldrá el próximo Presidente de Colombia.
http://www.semana.com/noticias-opinion-on-line/virginidad-rentable/137602.aspx
Después de un encuentro con su bancada del Senado, el candidato de Cambio Radical afirmó que hay algunos congresistas y dirigentes liberales que quieren unirse a su campaña. Según él, ha recibido llamadas de líderes ‘rojos' que manifiestan su disposición de apoyarle. Vargas no reveló nombres, porque no los tiene, así parezca que no los revela por discreción. Aunque sí se contradijo, pues indicó que no interviene en los “asuntos internos” de ninguna otra colectividad, cuando fue precisamente eso lo que hizo: revolvió el avispero, con el ánimo de cañar duro y tratar de propiciar –de nuevo- su tan anhelada unión con el Partido Liberal.
El problema de Vargas Lleras podría consistir en que es visto como un llanero solitario en busca de compañía, mientras que Rafael Pardo está al mando de una organización política frente a la cual se siente en la obligación de fortalecerla. Es sabido que el Partido Liberal lleva ya 12 años huérfano del poder, y una salida a tan desgastante situación podría consistir en lograr un acuerdo programático con uno de los dos finalistas de la contienda, Juan Manuel Santos o Noemí Sanín.
Aun suponiendo que se dieran sorpresas, como que por ejemplo Antanas Mockus desplace a Noemí -según vislumbrala la última encuesta del Centro Nacional de Consultoría-, a Pardo se le plantearía una interesante ‘incertidumbre del alma’ al tener que escoger entre un político avezado que salió de las entrañas del liberalismo (Santos), y un candidato que representa una opción por completo novedosa en la concepción y práctica del poder político (Mockus).
Esto explicaría, pues, por qué el candidato liberal se niega a aceptar los intensos coqueteos de Germán Vargas Lleras. Porque, parodiando a Uribe, podría resultarle más rentable “aplazar el gustico” hasta la segunda vuelta.
El asunto entonces no es cuestión de gustos, sino de la más elevada estrategia política, en la que parecería que Rafael Pardo, con su nada deleznable capital político, se reserva para el mejor postor.
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