Hay un capítulo de Los Simpson que muestra a la pequeña Lisa ejerciendo como presidenta de Estados Unidos, y a su hermano Bart como un vago de siete suelas que le ayuda a resolver un problema con un grupo de países acreedores, mientras Homero despedaza con una pica los pisos y jardines de la Casa Blanca en busca del tesoro de Lincoln (que halla). Cuando Lisa, agradecida, le pregunta a su hermano cómo retribuirle el favor de haberle espantado esas culebras, Bart le dice: "legalízala". A lo que ella responde: "dalo por hecho".
El capítulo en mención fue estrenado el 19 de marzo de 2000, un año en el que a nadie (quizás ni al mismo Barack Obama) se le pasaba por la cabeza que un día no lejano un hombre de raza negra sería presidente de los Estados Unidos de América, en una condición que la revista Semana definió acertadamente como el "Rey del mundo".
El capítulo en mención fue estrenado el 19 de marzo de 2000, un año en el que a nadie (quizás ni al mismo Barack Obama) se le pasaba por la cabeza que un día no lejano un hombre de raza negra sería presidente de los Estados Unidos de América, en una condición que la revista Semana definió acertadamente como el "Rey del mundo".
El tema cobra actualidad porque la guerra contra las drogas adquiere cada día más visos de ser un monumental fracaso -como lo fue la prohibición del alcohol o Ley Seca, de 1920 a 1933-, en reiterada constatación de que el fruto prohibido es el más gustado. Hoy, México asiste atónito al espectáculo diario de violencia asesina que brindan poderosas mafias del narcotráfico, con suficiente poder de fuego para intimidar a la población y dinero de sobra para infiltrar los más altos niveles ('a poco', ya habían comprado Zar Antidrogas), cual copia a escala de una situación ya vivida en Colombia y de la que aún no se conoce del todo hasta dónde llegó la infiltración, sólo que ahora en las propias barbas del Tío Sam.
Por éste y muchos otros motivos, todos ligados al infinito poder corruptor de la droga como fruta prohibida -y en tal medida, productora de colosales ganancias- a Obama le corresponde el turno (y el honor, si aliviara el problema) de replantear los métodos y la estrategia para encarar el 'flagelo' del consumo y la producción de drogas ilícitas. En ese replanteamiento obra como puntada una declaración suya emitida durante la campaña electoral, cuando se opuso a la persecución contra los médicos que formulan marihuana para el alivio de males como el glaucoma o la artritis, aduciendo que juzga tan correcta su prescripción como la de formular morfina, con los debidos controles, al que pueda necesitarla: "I think -dijo- that's entirely appropriate". Ya en ocasión anterior, en 2004, durante un debate en la Northwestern University se había manifestado a favor de repensar y despenalizar las leyes sobre la marihuana ("rethink and decriminalize our marijuana laws").
Todo apunta entonces a que los alcances de Obama no se limitarían a la regulación del uso médico de la marihuana, sino a la despenalización del consumo, con lo cual pondría al país en sintonía con lo que la mayoría quiere (por no decir anhela), si nos atenemos a una encuesta de la revista Time según la cual el 80 por ciento de los norteamericanos está de acuerdo con que se la distribuya para fines médicos, y el 75 por ciento a favor de no encarcelar a los que la portan con fines recreativos. Mientras tanto, por estos lares, a contrapelo de los nuevos vientos el presidente Álvaro Uribe insiste en querer mandar a la cárcel a unos y otros, considerando quizá los réditos que tan retardataria visión le trae, en términos de "voticos".
Hoy en Estados Unidos "el valor anual de la cosecha de marihuana totaliza 35.803 millones de dólares, es decir unos 84 billones de pesos colombianos, más de ocho veces el valor de la producción agraria de Colombia", lo cual la ha convertido en "el cultivo de mayor valor" en ese país, ¡por encima del maíz! (EL TIEMPO, enero 6 de 2006). Ello explicaría en parte por qué con el paso de los años se ha venido afianzando una cultura permisiva en torno a la otrora 'hierba maldita', cuya manifestación más palmaria es la serie de dibujos animados con mayor éxito en el mundo entero, Los Simpson, donde en forma reiterada se hace abierta apología de su consumo (y hay cómo probarlo) en horario infantil, para más señas.
Algún analista internacional había expresado que "la legalización solo ocurrirá cuando el consumo sea un fenómeno imposible de frenar, pero el negocio esté bajo pleno control norteamericano". Puesto que las condiciones están dadas, es previsible que la despenalización de la producción, la venta y el consumo comenzará por la aceptación social de la marihuana, en reconocimiento de una realidad que impone el sentido común, como es la imposibilidad ética de prohibirle al que se quiere intoxicar -o emborrachar, o suicidar incluso- que lo haga.
Así las cosas, del mismo modo que en cuestión de días asumirá la Presidencia de Estados Unidos (contra todos los pronósticos) el hijo de un inmigrante nacido en Kenia, nada de raro tendría que en un futuro no lejano obtuviera más simpatías el candidato que prometiera una hierba de mejor calidad, más barata o con mayor potencial sicodélico.
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