El quid en torno a una eventual segunda reelección de Álvaro Uribe no está en si quiere o no quiere repetir Presidencia en el 2010, sino en que le toca. De nada sirve que a modo de atepenultimátum EL TIEMPO diga que "ha llegado el momento en que (...) debe decirle de manera clara e inequívoca al país que no aspira a ser elegido por tercera vez en el 2010" (14-12-08), porque justo al día siguiente su respuesta consistió en cancelar su presencia en una importante cumbre en Salvador (Brasil) para ir a "apersonarse de la solución" al –providencial, para sus planes- diluvio que cayó sobre Plato (Magdalena), como si anunciara que ha comenzado la campaña hacia esa "tercera vez" a la que tanto le temen los dueños del más importante periódico de Colombia, con justa razón.
Y no es que el Presidente se las quiera dar de terco al llevarle la contraria a tanta gente importante -desde Juanes hasta el cardenal Rubiano, pasando por su amigo Fabio Echeverri-, sino que no tiene otra salida. Aquí las opiniones van desde el que piensa que Uribe está íntimamente convencido de que sólo él puede continuar por cuatro años más su propia tarea de la Seguridad Democrática y la confianza inversionista, hasta quien le apuesta a que el hombre no se puede retirar del poder mientras no se les resuelva la situación a los 'goodfellas' que quedan en la cárcel por el asunto de la 'parapolítica', al considerar que quizá algunos de ellos saben demasiado, y en su condición de reos difícilmente se subirán a un helicóptero. También están los que -más osados- se atreven a afirmar que a lo que Uribe de verdad le teme es a la Corte Penal Internacional (CPI) e, incluso, vaticinan que el día menos pensado se le cierra El Aro.
Al contrario de lo que de buena fe EL TIEMPO espera, creemos que ha llegado el momento en que Álvaro Uribe le dirá al país de manera clara e inequívoca que estuvo analizando con "prudencia" las opciones que tenía, y al comprobar que no podía defraudar a los "cinco millones de compatriotas" que firmaron para que se quedara, y que aún le falta otro ratico para acabar de aplastarle la cabeza a la serpiente del terrorismo, pedirá una tercera oportunidad sobre la Tierra y hará un llamado de urgencia a la comprensión y a la solidaridad, etc., etc.
Será ésta la más desgastante de todas las jornadas políticas de los últimos tiempos, pues el Presidente se verá obligado (de nuevo) a emplear todos los medios a su favor -tanto económicos y políticos, como de propaganda- para lograr que más de siete millones de personas voten a favor de acompañarle a una tercera aventura en el poder, mientras la institucionalidad del país se hace trizas (de nuevo). Es aquí donde las Farc seguirán jugando un papel decisivo para una eventual perpetuación de Uribe en el poder, pues bastaría con que alguno de sus Santos le hiciera (de nuevo) el milagrito de capturar a otro cabecilla -de la talla de un 'Jojoy' o del mismo 'Alfonso Cano'- para que las masas se volcaran (de nuevo) a adorarlo y respaldarlo, ciegamente convencidas de que cómo él no hay otro caudillo sobre la faz del planeta.
En febrero de este año, a pocos días del asalto al campamento de 'Raúl Reyes' y cuando aún permanecía Íngrid Betancourt secuestrada, dijimos en columna para eltiempo.com que "vistas las cosas con rigurosa frialdad analítica, nada sería más provechoso para los intereses políticos de las Farc que la liberación unilateral de Ingrid, candidata a la Presidencia de la República y competidora directa de Álvaro Uribe cuando fue tomada prisionera". Muy por el reverso y dentro de lo previsto, su rescate mediante la ingeniosa Operación 'Jaque' catapultó a Uribe a unos índices de aceptación superiores al 90 por ciento y sumió a esa guerrilla en un desprestigio nacional e internacional del que no se ha repuesto.
Hoy, si en medio de su demencial orgullo guerrerista se dejaran aconsejar, se les diría (de nuevo) que la liberación unilateral de los secuestrados que les quedan en su poder obraría a favor de su proyecto político, pues en el mundo entero sería interpretado como un gesto de buena voluntad (más si lo hicieran antes de acabar el año...), libraría a los guerrilleros de la tentación de volarse con sus cautivos en busca de la Ciudad Luz y aliviaría la presión que el propio Uribe enarbola, en cuanto a su condición de imprescindible para derrotarlos.
Es en este escenario donde, si las Farc quisieran, podrían incidir (de nuevo) en la escogencia del próximo Presidente de la República, como lo vienen haciendo en los últimos diez años. Pero para el caso que hoy nos ocupa, no debemos hacernos mayores ilusiones, pues lo previsible es que sigan prefiriendo a Uribe Vélez...
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