En momentos en que se discute la necesidad de un escenario exclusivo para la música en la capital de Colombia, conocimos de primera mano el proyecto de grado de un arquitecto recién egresado de la Universidad Javeriana, Giovanni Muñoz Vargas, cuya nota final fue 5,0 sobre 5,0, estuvo dirigido por el musicólogo y también arquitecto Emilio Sanmiguel y "surge de la necesidad de otorgarle a Bogotá un lugar especialmente diseñado para la realización de eventos musicales".
http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/otroscolumnistas/musica-de-requiem-en-el-country-club-_4454219-1
La tesis en mención tiene de interesante que parte de un piso firme, pues tomó como referencia el Plan de Reordenamiento del Country Club, que definió Antanas Mockus en el 2003, para dar continuidad al proceso de expropiación que en el 2000 inició Enrique Peñalosa -para la construcción de un parque público- de las 7,86 hectáreas correspondientes a la cancha de polo, y cuya entrega definitiva al Distrito se dio en noviembre del año pasado. Lo que muchos no saben -pero Muñoz Vargas sí sabía- es que este proyecto (Decreto 413 del 2003) en realidad apuntaba a que en una segunda etapa el parque se extendiera al 61 por ciento del terreno, de modo que desaparecían los campos de golf y se le daba continuación a la carrera 15 hasta la calle 134. En su tercera etapa, el 30 por ciento restante del terreno era entregado a los socios, para que desarrollaran allí proyectos urbanísticos de vivienda.
Así las cosas, el estudiante laureado -hoy arquitecto- estudió el Plan Maestro de Equipamientos Culturales (PMEC) que adelantaba el programa 'Bogotá sin indiferencia', de Lucho Garzón, hizo un análisis de los equipamientos que faltan, comparó su estado actual con ciudades como París, Nueva York y Madrid y concluyó que los terrenos que en un futuro debía desalojar el Country Club eran el lugar ideal para dotar a Bogotá del Centro Cultural Metropolitano de las Artes, al cual ubicó hipotéticamente en el mismo sitio que hoy ocupa su sede social, la única zona construida de sus 111 hectáreas. Este complejo constaría de un teatro con capacidad para 3.500 personas y una media torta para 12.000 más, con la facilidad de poder presentar el mismo espectáculo musical a ambos escenarios. A ellos se integraría un auditorio de 1.500 sillas para conciertos de música selecta, una sala de exposiciones que serviría además como "centro de aprendizaje para las artes y la música", un edificio de parqueaderos con 3.500 cupos y zonas verdes por todas partes, en una extensión de... ¡un millón de metros cuadrados!
Estamos describiendo el parque en pretérito condicional, porque desde que el alcalde Samuel Moreno tomó posesión del cargo dejó claro que no continuará con el proyecto original de expropiación de todo el Country Club, y que en lo referente a la cancha de polo -que ya le pertenece al Distrito y en teoría no tiene reversa-, si el Consejo de Estado determina que Bogotá debe pagar más de 10.400 millones de pesos (de los cuales ya se abonó la mitad), tampoco seguirá adelante porque "no voy a sacrificar la construcción de hospitales o escuelas por hacer un parque".
Las dos diferencias básicas que sostuvieron Enrique Peñalosa y Samuel Moreno durante la anterior campaña a la alcaldía fueron TransMilenio (versus metro) y Country Club. En torno a este último, Peñalosa siempre se mantuvo en que el club debía buscar otro sitio, porque "el problema no es político sino administrativo", mientras que Moreno respondía con evasivas ("la ciudad tiene otras prioridades"), quizá en consideración a que la junta directiva y los vecinos del Country Club asumieron como suyo propio al candidato del Polo, así suene a contrasentido político.
Lo anterior significa, para hablar en plata blanca y no alargar la pita, que mientras Samuel Moreno permanezca en el cargo, los socios del Country Club podrán seguir jugando golf tranquilos en sus dos campos de 18 hoyos cada uno, y los partidarios de la construcción del Centro Metropolitano de las Artes (y de la continuación de la carrera 15 hacia el norte) tendrán que irse con su música a otra parte.
La tesis en mención tiene de interesante que parte de un piso firme, pues tomó como referencia el Plan de Reordenamiento del Country Club, que definió Antanas Mockus en el 2003, para dar continuidad al proceso de expropiación que en el 2000 inició Enrique Peñalosa -para la construcción de un parque público- de las 7,86 hectáreas correspondientes a la cancha de polo, y cuya entrega definitiva al Distrito se dio en noviembre del año pasado. Lo que muchos no saben -pero Muñoz Vargas sí sabía- es que este proyecto (Decreto 413 del 2003) en realidad apuntaba a que en una segunda etapa el parque se extendiera al 61 por ciento del terreno, de modo que desaparecían los campos de golf y se le daba continuación a la carrera 15 hasta la calle 134. En su tercera etapa, el 30 por ciento restante del terreno era entregado a los socios, para que desarrollaran allí proyectos urbanísticos de vivienda.
Así las cosas, el estudiante laureado -hoy arquitecto- estudió el Plan Maestro de Equipamientos Culturales (PMEC) que adelantaba el programa 'Bogotá sin indiferencia', de Lucho Garzón, hizo un análisis de los equipamientos que faltan, comparó su estado actual con ciudades como París, Nueva York y Madrid y concluyó que los terrenos que en un futuro debía desalojar el Country Club eran el lugar ideal para dotar a Bogotá del Centro Cultural Metropolitano de las Artes, al cual ubicó hipotéticamente en el mismo sitio que hoy ocupa su sede social, la única zona construida de sus 111 hectáreas. Este complejo constaría de un teatro con capacidad para 3.500 personas y una media torta para 12.000 más, con la facilidad de poder presentar el mismo espectáculo musical a ambos escenarios. A ellos se integraría un auditorio de 1.500 sillas para conciertos de música selecta, una sala de exposiciones que serviría además como "centro de aprendizaje para las artes y la música", un edificio de parqueaderos con 3.500 cupos y zonas verdes por todas partes, en una extensión de... ¡un millón de metros cuadrados!
Estamos describiendo el parque en pretérito condicional, porque desde que el alcalde Samuel Moreno tomó posesión del cargo dejó claro que no continuará con el proyecto original de expropiación de todo el Country Club, y que en lo referente a la cancha de polo -que ya le pertenece al Distrito y en teoría no tiene reversa-, si el Consejo de Estado determina que Bogotá debe pagar más de 10.400 millones de pesos (de los cuales ya se abonó la mitad), tampoco seguirá adelante porque "no voy a sacrificar la construcción de hospitales o escuelas por hacer un parque".
Las dos diferencias básicas que sostuvieron Enrique Peñalosa y Samuel Moreno durante la anterior campaña a la alcaldía fueron TransMilenio (versus metro) y Country Club. En torno a este último, Peñalosa siempre se mantuvo en que el club debía buscar otro sitio, porque "el problema no es político sino administrativo", mientras que Moreno respondía con evasivas ("la ciudad tiene otras prioridades"), quizá en consideración a que la junta directiva y los vecinos del Country Club asumieron como suyo propio al candidato del Polo, así suene a contrasentido político.
Lo anterior significa, para hablar en plata blanca y no alargar la pita, que mientras Samuel Moreno permanezca en el cargo, los socios del Country Club podrán seguir jugando golf tranquilos en sus dos campos de 18 hoyos cada uno, y los partidarios de la construcción del Centro Metropolitano de las Artes (y de la continuación de la carrera 15 hacia el norte) tendrán que irse con su música a otra parte.
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