Partamos de considerar que gran
parte de la culpa de que un monstruo como Álvaro Uribe Vélez hubiera logrado la
reconquista del poder para un nefasto tercer periodo presidencial (camuflado en
un mequetrefe al que le encanecieron el pelo para darle experiencia), recae en
Sergio Fajardo.
No es por matoneo que se le
señala de ser un tibio, porque las pruebas de su tibieza abundan. Por ejemplo, cuando
hace cuatro años largos la prioridad era defender el acuerdo de paz y se le invitó
a unir fuerzas con Humberto de la Calle, pero despreció la oferta alegando que no
quería “nada con el Partido Liberal ni con ningún partido”. ¿Y a qué obedeció
semejante desatino? A que iba primero en las encuestas y creía que eso le iba a
durar para siempre.
Por esos días dije algo que sigue
teniendo vigencia: “hoy se les presenta la oportunidad dorada a las fuerzas que
en defensa de la paz se hallan agrupadas alrededor de Humberto de la Calle, Gustavo
Petro, Sergio Fajardo, Claudia López, Jorge Robledo y Clara López, de llevar a
buen puerto este proyecto reconciliación nacional. Basta con ponerse de acuerdo
en el reparto equitativo de tareas hacia la construcción de un país donde
quepamos todos, para que el triunfo esta vez (a diferencia del nefasto 2 de
octubre de 2016) no nos sea esquivo”. (Ver
columna)
Pero triunfaron los egoísmos
individuales, sobre todo el narcisismo sectario de Fajardo, y por el camino de
la variopinta división de la centro-izquierda se coló el candidato de la bestia
a la segunda vuelta, Iván Duque, en compañía de Gustavo Petro. Fajardo había
quedado de tercero con la nada despreciable suma de 4’602.916 votos, detrás de
los 4’855.069 que obtuvo Petro. ¿Y qué hizo con ese capital político, cuando recaía
sobre sus hombros la responsabilidad de decidir el futuro de la nación en los
cuatro años siguientes?
Nada. Escurrió el bulto. Si le
aplicamos simple lógica política (para no hablar de sentido común, hoy el menos
común de los sentidos), a Fajardo le correspondía apoyar a quien dentro de la
misma tendencia progresista le había ganado en franca lid, y contribuir de ese
modo a impedir que la cavernícola extrema derecha se apoderara de la
presidencia para ejecutar la promesa que hoy está cumpliendo a carta cabal:
hacer trizas el proceso de paz.
Pero prefirió anunciar su voto en
blanco e irse a ver ballenas, con los resultados ya conocidos: los cuatro años de
gobierno más desastrosos de las últimas décadas, en los que Fajardo tiene una
alta cuota de responsabilidad, porque en su cálculo egoísta quizás avizoró que
si permitía que ganara Duque, cuatro años después con su abultada votación él
podría superar a Petro y ser el próximo presidente.
El pueblo al parecer le castigó
en las urnas semejante desacierto, pues de los cuatro millones y medio de votos
que obtuvo en 2018, el domingo pasado apenas alcanzó a contabilizar 723.084, cifra
además inferior a la que obtuvo la segunda en la coalición del Pacto Histórico,
Francia Márquez: 783.160.
Pero Fajardo parece no darse por
enterado, y ha salido muy orondo en su Twitter a “convocar a los ochos millones
de personas que no participaron ayer”, como si nada hubiera pasado, como si
esos mismos millones de personas en la menguada votación que obtuvo no le
hubieran pasado cuenta de cobro por los onerosos errores cometidos, en parte
suyos y en parte de la babosa coalición que encabeza.
También ha salido a hablar de “evitar
que se repita la polarización de 2018 que nos dejó atrapados”, inconsciente en
su marasmo de que ha quedado tan golpeado, que su escasa fuerza electoral si
acaso le alcanzará para quedar de cuarto en la primera vuelta, muy seguramente
detrás del cantinflesco Rodolfo Hernández.
Tengo frente a mis ojos un
artículo de El País de España titulado “Sergio Fajardo gana en un centro
fragmentado y debilitado”, donde se dice que este “apareció en el evento de
victoria junto a los otros cuatro precandidatos con los que compitió, un
símbolo de unión que no siempre lograron tener en los últimos meses”. (Ver
noticia con foto).
Victoria… ¿cuál victoria? Mira
uno la foto del evento y encuentra solo caras alargadas, invitados de piedra a
un convite donde se respira más ambiente de derrota que de triunfo. ¿Qué
estarían pensando en ese instante Humberto De La Calle, Juan Fernando Cristo,
Alejandro Gaviria, Carlos Amaya y Juan Manuel Galán? ¿Serían conscientes de que
son coequiperos del “ganador” de una consulta donde los votos sumados de los
cinco que compitieron no alcanzaron ni siquiera para empatar a los que obtuvo
‘Fico’ Gutiérrez?
En esa foto llama sobre todo la
atención Gaviria, distraído con su mirada hacia el costado izquierdo, como
quien no tiene velas en ese entierro. Y es cuando uno se pregunta si será que esos
cinco excandidatos de rostro circunspecto están obligados a cumplir el compromiso
que pactaron de apoyar al ganador de la consulta, o si no será que en aras de
enfrentar con las fuerzas numéricas requeridas a la caverna representada en ‘Fico’,
orientan sus ojitos en la misma dirección de Alejandro, hacia la izquierda…
Si se le ha visto al mismísimo
director del Partido Liberal reunirse con Gustavo Petro, ¿qué les cuesta a
ellos, portadores de un pensamiento aún más liberal que el de César Gaviria,
hacer lo mismo?
Mejor dicho, ¿se imaginan nomás
el alivio que sentirían Humberto, Juan Fernando, Juan Manuel, Carlos y
Alejandro donde a Sergio le diera por seguir el ejemplo de Óscar Iván Zuluaga?
Lo preocupante en últimas es que
la bajísima votación de la coalición Centro Esperanza representa para Fajardo un
triunfo pírrico, pero este nunca lo reconocerá y, en tal medida, podría ser de
nuevo la piedra en el zapato para el progresismo en su búsqueda de la ya más
que merecida Presidencia de la República en la segunda vuelta.
RECTIFICACIÓN: En mi columna del
miércoles pasado titulada “Muchas gracias por el detalle. Ya le firmé el
recibo a Marín”, publiqué el pantallazo de un chat donde una supuesta
funcionaria de la gobernación de Santander, de nombre ÉRIKA YISETH FLÓREZ
ANGARITA, se dirige a contratistas de esa entidad en busca de votos. Una
persona con ese mismo nombre, pero “funcionaria en Carrera Administrativa de la
Dirección Territorial de Salud de Caldas”, me escribe para solicitar que aclare
que no es ella la persona relacionada con ese chat. Hago la debida rectificación,
puntualizando en que al parecer fui engañado por una persona interesada en construir
un montaje.
1 comentario:
Para usted todo vale si el fin es derrotar a Uribe. Las minorías solo valemos si elegimos su único destino de acogernos a Petro. Su militancia, disfrazada de opinador, copta el derecho de Fajardo deser parte del juego electoral e invita incluso a los otros candidatos a romper pacto, que en otras columnas ha criticado por no honrar la palabra, que según usted vale todo y hoy no vale nada. Los tibios teenmos derecho a representarnos y parte del país en el que no cabemos según su militancia, que nos daría patente de inteligentes ciudadanos si apoyamos a su Petro. En la historia de la humanidad los extremos han creado los conflictos que luego se han tenido que arreglar tibieza, luego de pagar un alto precio. Lo leó siempre y lo creí un democrata, pero hoy no es más que un emocionado militante. Soy tibio y elogio la tibieza. Los desafíos son complejos y no hay tiempo para peleas de brabucones. La acción frente a la crisis climática, la adaptación a la revolución tecnológica, el intervenir el futuro de la educación, hacer ya una transformación demográfica, operar una innovación en salud más allá del efectismo de fin de las Eps, rebajar la desigualdad lacerante y jugarnos por los movimientos sociales, todo no se puede afrontar desde la polarización radical y constante. Disculpe usted mi tibieza, de reclamar que Fajardo siga, la cual no debe ser nada frente a la grandeza de su exigida y reclamada decisión de parte del estorboso Fajardo.
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