Tomado de El Espectador
Refiriéndose a Gustavo Petro,
Humberto de la Calle plantea esto en columna para El
Espectador: “Hay en marcha una estrategia, inflarlo para promover el
terror. El viejo castrochavismo se pretende remplazar con el petromadurismo”.
En alguna columna
anterior afirmé algo parecido: “A Petro la derecha está tratando de
crecerlo, y en esa tarea cumplen eficaz papel la periodista uribista Vicky
Dávila y sus jefes de Semana. Mientras en lo editorial la revista le da
palo, ella le hace condescendientes entrevistas con una frecuencia que ya se
torna sospechosa”.
En relación con Semana, hoy
convertida en vulgar pasquín de propaganda uribista, han pasado de la
condescendencia al ataque frontal. Así se vio durante la última entrevista -o
interrogatorio- de Dávila con Petro, donde primero lo trató de hampón (¿cuándo
se vio que una periodista cita a un personaje para injuriarlo?) y luego se
despachó con una andanada de titulares cuyo objetivo era sembrar terror, pero
no entre el pueblo sino entre los ‘cacaos’ de Colombia, para que con sus
toneladas de dinero contribuyan a derrotar a Petro en su aspiración. Por
ejemplo: “Las advertencias de Gustavo Petro a Luis Carlos Sarmiento y otros
millonarios de Colombia si es presidente en 2022”. (Ver titular).
¿Se equivocó Petro al concederle esa
cita virtual a Semana, inocente de que le armarían una encerrona, como
en efecto ocurrió? Petro respondió con
claridad a las preguntas, y no podía prever que sus respuestas serían
tergiversadas para hacer ver a los lectores una interpretación por completo
diferente al verdadero significado de sus palabras. Y es algo frente a lo cual
la FLIP debería pronunciarse, si no es que ya lo hizo y no me he dado por
enterado.
Si se me permite meter la
cucharada, hablando en términos de campaña electoral antes que de simple debate
político, a estas alturas la decisión de aceptar o denegar esa entrevista no
debería recaer de manera exclusiva en el líder indiscutible de Colombia Humana,
más bien podría ser una decisión consultada con sus asesores, que si no los
tiene debería tenerlo.
Aquí no se trata de enseñarle al
papá a hacer hijos, pero si yo hubiera sido Petro o me hubiesen consultado,
habría sugerido responder diciendo que “Acepto, aunque tengo una inquietud:
considerando los recientes ataques que he recibido de Semana, ¿sería posible
que la señora directora desde la ética periodística se declarara impedida y
asignara esa tarea a su editor político, Yesid Lancheros, de quien nunca he
recibido ningún ataque personal?”.
La señora en mientes habría
quedado desarmada antes del primer lance, le habría tocado encomendar esa
misión a Lancheros, paisano periodista de cuya idoneidad puedo dar fe y me
declaro solidario con su abnegada labor de reportería actual.
Regresando al tema en cuestión, la
cita de Humberto de la Calle según la cual están inflando a Petro para promover
el terror, habría que ubicarla donde primero se manifiesta hoy: en terror
mediático, sin descartar que en días próximos se proceda a más avanzadas
“formas de lucha”.
Los sinuosos ataques de Semana
con titulares amañados se inscriben en tal propósito, pero son apenas la punta
del iceberg, pues la verdadera dimensión del asunto se percibe en una columna
de Cecilia Orozco donde avizora la conformación de un eje mediático entre
medios como El Tiempo, Semana y RCN para garantizar “el triunfo
electoral de una ultraderecha más violenta y aniquiladora de la que hemos
padecido hasta ahora”.
A este asunto hay que darle la
mayor trascendencia, porque no se trata tan solo de que están atarugando con
mermelada a esa tenaza progobiernista, sino de algo más peligroso: esos medios
quedarán tan untados que difícilmente podrán oponerse a las porquerías a las
que habrá de acudir este gobierno para tratar de quedarse.
No se puede descartar que tanto
asesinato selectivo de líder social y tanta masacre indiscriminada respondan al
mismo objetivo táctico de aterrorizar a la población, pero no hay cómo
probarlo. Lo que sí es identificable con prístina claridad es que la mermelada
tan jugosamente repartida comienza a arrojar valiosos frutos, por ejemplo
cuando los titulares de esos medios banalizan el horror cotidiano y en sus
editoriales no exigen soluciones sino que callan, y callan… y no dejan de
callar mientras las más ominosas fuerzas oscuras siguen haciendo de las suyas.
Es aquí donde la figura de Gustavo
Petro les cae como anillo al dedo: esa misma tenaza de medios que con su
silencio se convirtió en la vaselina del horror, es la misma que viene
trabajando ya no de manera silenciosa -sino todo lo contrario, con mucha bulla-
en identificarlo como el enemigo interno, el ser más peligroso que haya engendrado
la Tierra, la fuente de todos los males en ciernes.
Ahora la palabra a agitar entre
las masas alienadas no es “castrochavismo”, porque está desgastada y no
identifica al enemigo interno. Es por ello que han puesto en boca de uno de sus
alfiles (Fico
Gutiérrez, paisa uribista) el nuevo término, “petromadurismo”. Para que la
palabreja tenga mayor efecto se requiere que Maduro no levante cabeza, sino que
se hunda más, y es entonces cuando el Ejército de Venezuela se ve obligado a
enfrentar dentro de su territorio a supuestas disidencias de las Farc, y es
cuando Uribe afirma que “la dictadura se alía con un grupo narcoterrorista y
combate al otro por el control del negocio”, y es además cuando en bienhechora
coincidencia Semana titula “Uribe arremete contra Maduro”. Todo servido
en bandeja de plata.
No les extrañe entonces si este
gobierno delirante se inventa alguna medida de fuerza para quedarse, y luego
salen con que lo hicieron para salvar a Colombia del "petromadurismo".
Inclusive, podría pensarse que estamos en la antesala del proyectado escenario.
Cualquier cosa puede pasar, pero en todo caso no nos quepa la menor duda: esto
se va a poner peor.
Es lo que necesitan para quedarse.
Post Scriptum: Según el
analista liberal Héctor Riveros en La Silla Vacía, “esta semana (Iván Duque)
presidió un homenaje a Horacio Serpa, después de que hace poco aupaba la tesis
infame de que habría participado en el crimen de Álvaro Gómez”. La columna de
Riveros con sobrada razón la tituló El 'Dr.
Jekyll and Mr. Hyde'.
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