Según el autor del
libro Los secretos del asesinato de Álvaro Gómez Hurtado, la persona que
más luces le aportó a su investigación periodística fue el abogado e
investigador Germán Marroquín, a quien el entonces fiscal general Alfonso
Valdivieso puso al frente de las pesquisas para llegar hasta los autores del
magnicidio. En esta entrevista, Marroquín expresa su asombro por la
autoinculpación de las Farc y muestra sus argumentos para demostrar por qué no
les cree.
Usted como
investigador estrella durante la Fiscalía de Valdivieso, estuvo sometido a una
feroz persecución para impedir que avanzara en la búsqueda de los autores del homicidio
de Álvaro Gómez. Si ahora las Farc dicen que fueron ellas, ¿quiere decir que
fue esa gente la que hizo que usted tuviera que abandonar el país?
Yo estoy convencido de que los seguimientos, la persecución,
la posibilidad de que atentaran contra mí, no fue producto de las Farc. Tengo
el convencimiento de que en esas acciones participaron agentes pertenecientes a
las Fuerzas Militares de Colombia. Nunca llegué siquiera a imaginar que hubiera
participación de las Farc en esos seguimientos.
Entonces ¿a qué
obedece que las Farc se estén adjudicando ese crimen?
Fui uno de los grandes sorprendidos con ese anuncio. En
el caso de Jesús Bejarano y del general Fernando Landazábal hay elementos que
no conozco, pero en el de Álvaro Gómez, atribuírselo las Farc es una inmensa
contradicción con las cosas reales que ocurrieron. Durante el tiempo que más se
avanzó fue cuando estuve a cargo de la investigación, y nunca hubo una hipótesis
seria que permitiera vislumbrar su participación. Sí se habló de
excombatientes, pero como personas de las Farc que por su cercanía con grupos delincuenciales
pudieron haber participado, no como una línea que viniera directamente de las
Farc. ¿Por qué hoy, 25 años después, aparece esa sorpresiva atribución de
responsabilidad? No lo sé, he estado cavilando mucho al respecto, y llego a una
conclusión muy personal: si las Farc se declaran responsables de este hecho y
la Justicia Especial para la Paz (JEP) los acepta en esa jurisdicción, muere
toda investigación por ese hecho. Es decir, los verdaderos responsables quedarían
impunes. Yo tengo la impresión que las Farc le están haciendo el favor a
alguien, que puede ser cercano a los que realizaron u ordenaron el crimen.
¿Usted alguna vez
escuchó hablar del libro al que ahora le están dando tanta credibilidad, donde
Manuel Marulanda insinúa que habían participado ahí, pero que era mejor
mantenerlo callado para “agudizar las contradicciones”?
Ese libro es un chiste, Jorge. Eso no puede ser cierto.
Un libro donde dicen “nosotros vamos a revelar que fuimos cuando sea
conveniente, es decir en el 2020 vamos a revelar la verdad”, no deja de ser un
chiste. Nunca oí hablar de ese libro y la única persona que lo mencionó no goza
de la credibilidad necesaria. La tecnología da para todo, por ejemplo, para
generar fake news. El único que hace ocho años decía
conocer ese libro era José Obdulio Gaviria. En un país donde la inteligencia
militar se precia de ser tan efectiva, donde se hicieron operaciones que
condujeron a la muerte de casi toda la cúpula de las Farc, nadie nunca habló de
la existencia de ese libro. Yo dudo mucho de su verosimilitud. Dentro de una
dinámica que ha venido manejando el país de falsos testigos, falsos positivos,
falsas noticias, un libro falso no sería algo raro.
A alguien escuché
que la autoinculpación de las Farc opera a favor de los verdaderos autores del
mismo modo que un ginecólogo le expide un certificado de virginidad a una mujer
que ha tenido tres hijos.
(RÍE) Es una buena comparación, yo creo lo mismo. Eso no
pasa de ser un chiste. Y le digo algo: en mi círculo cercano entre familiares y
amigos, por muy de derecha que sean, nadie cree esa versión. Las himenoplastias
están al orden del día y generan falsas impresiones.
¿No le parece que
con esa versión de las Farc no solo se cae lo de Álvaro Gómez, sino también lo
del atentado contra el abogado Antonio José Cancino, que parecía realizado por
los mismos autores?
Exacto; es que se están viendo las cosas desde una sola
perspectiva, no con una visión amplia, como se miró en su momento. Es cierto
que lo de Álvaro Gómez está relacionado con la tentativa de secuestro de
Cancino. Ambos hechos están ligados y fueron células relacionadas entre ellas.
De hecho, yo recuerdo a uno de los participantes en lo de Cancino, un muchacho
cuya actividad diaria era atracador de bancos.
Luis Eduardo
Rodríguez Cuadrado.
Sí, él estuvo colaborando y me puso en la línea de la
interacción, de las relaciones que había entre los dos hechos, Cancino y Álvaro
Gómez. ¿Las Farc tratando de secuestrar a Antonio José Cancino? De eso no se ha
hablado. Hoy solo se habla del homicidio de Álvaro Gómez como un hecho aislado,
sin mirar los centenares de relaciones que tuvo ese hecho en una época muy
convulsionada, con gente tratando de pescar en río revuelto. No basta con
atribuirse el hecho, deben dar una explicación y una geolocalización de cómo
fue que realizaron el crimen. Tendrían que explicar miles de cosas que, en su
momento, para los que investigábamos, estaban relacionadas. Por ejemplo, la
existencia del campero con la escolta del general Cifuentes en la Caracas con 74,
lo de la supuesta compra de unas revistas Cromos, lo del hijo del general Cifuentes,
miles de cosas que tuvieron que ver con ese hecho.
Hablando de
hechos relacionados, recuerdo que el general Harold Bedoya le formuló a usted una
investigación disciplinaria porque supuestamente le estaba chuzando sus
teléfonos…
Eso me indicó que había por lo menos un interés de las
Fuerzas Militares en la desviación de la investigación, que yo tomé un mes
después de ocurrido el crimen. Una de las primeras órdenes de trabajo que emití
fue verificar cuáles líneas celulares tenían los altos mandos, especialmente
los que estaban en la Escuela Militar de Cadetes, donde el director era el
general Ricardo Cifuentes. El día del magnicidio había una ceremonia allá,
entonces yo quería saber qué líneas había para hacer una verificación de las
llamadas entrantes y salientes, y saber si a esa hora se habían producido
llamadas, por ejemplo dando resultados. Yo pregunté qué líneas aparecían en los
operadores telefónicos a nombre de los altos mandos. A raíz de esa orden, el
general Bedoya llamó al fiscal general a decirle que yo lo estaba chuzando. Y me
formuló una denuncia disciplinaria, basado en una incorrecta apreciación. Pero
lo que más despertó mi curiosidad fue cómo hizo Bedoya para enterarse de que yo
había dado esa orden de trabajo.
Recuerdo también una visita que le hizo al fiscal
Valdivieso el principal sospechoso, sobre quien se libró orden de captura, el
coronel Bernardo Ruiz Silva. Reunión a la que usted asistió.
Sí, el coronel Ruiz Silva le pidió una cita al fiscal
Alfonso Valdivieso, este accedió a escucharlo y me pidió que estuviera
presente. A esa entrevista Ruiz Silva llegó con unas diapositivas para tratar
de convencer al fiscal general de que un señor de apellido Higuita, de
Medellín, había sido el responsable del homicidio de Álvaro Gómez.
¿Cómo es que al
final de esa reunión sale el coronel Ruiz Silva y Valdivieso le pregunta si ese
había sido el HP que mató a Gómez Hurtado?
Eso es anecdótico. Yo tenía mi oficina en la 94 y el Dr.
Valdivieso en la 34. Cuando termina la reunión, voy saliendo para mi oficina, se
levanta el coronel y se está yendo, y el fiscal general me dice espérese un
momentico, Germán. Cuando el coronel se va, Valdivieso me dice: ¿este hijueputa
fue el que lo mató? Yo me reí, lo único que le dije fue sí señor, yo creo eso.
Pero es simplemente anecdótico. Lo que él me preguntaba estaba basado más en
una intuición que él se formó, que en documentos que pudiera conocer.
¿Cómo se portó la
familia de Gómez Hurtado en el desarrollo de la investigación?
Cuando usted me habla de la familia de Álvaro Gómez uno
se imagina a la viuda y sus hijos, y resulta que hoy lo que llaman familia son
sus sobrinos. Eso es familia, pero no son los únicos dolientes. Alguien debería
decirle al país que esos comunicados que firma la familia Gómez Hurtado corresponden
a la familia del hermano de Gómez Hurtado. Eso es diferente. Además, por otra
razón que no sé si el mundo conoce, la relación entre Álvaro Gómez y su hermano
Enrique no era la mejor. Ambos se encontraban en la misma orilla política, pero
en diferentes niveles.
Lo que pude saber es que Enrique Gómez Hurtado andaba
metido en la Fiscalía a toda hora, preguntando y fisgoneando…
Quiero contarle por qué me asignaron el caso: Enrique Gómez va donde el Dr. Valdivieso y le
dice que no está pasando nada con esa investigación. Así que el fiscal general
decide darle mayor relevancia, y le dice a EGH que va a darle ese proceso a un
fiscal delegado ante la Corte. Hasta ese momento el caso era competencia de la
justicia regional, así que le aumenta la categoría a la investigación, por así
decirlo. Y una de las primeras instrucciones que me da es que sea deferente con
ese señor, quien se constituyó en parte civil. Enrique Gómez era un político
más, aunque no tan relevante como lo fue después de la muerte de su hermano. Mauricio,
hijo de Álvaro Gómez, si la memoria no me falla estaba en París dedicado a
pintar, vino a Colombia para el entierro de su padre y se devolvió. En ese
momento no ejercía el periodismo y no se interesó por la investigación, estaba
dedicado a la bohemia. En todo caso, mientras Enrique Gómez representó a la
parte civil, él tuvo todo el acceso a la información que requería y no recuerdo
nunca una contrariedad con lo que yo estaba haciendo.
La familia Gómez
Hurtado aprobó en su momento la captura de Héctor Paul Flórez, el único
condenado que hubo, pero muchos años después aparece en escena el sobrino,
Enrique Gómez Martínez, defendiéndolo y tratando de tumbar el proceso. ¿Cómo se
entiende que defienda a la persona a quien la justicia le probó haber sido el
que acabó con la vida de su tío?
No entro a juzgar al sobrino de Álvaro Gómez, pero es
cierto que esa aparición de los Gómez Martínez es demasiado sospechosa para mi
gusto. Lo que se avanzó en la investigación hasta que ellos aparecieron, era lo
que se debía hacer. Y si solamente se condenó a una persona, fue porque la fiscalía
general no pudo avanzar más en la atribución de responsabilidades. Pero íbamos
por un camino acertado. Ya llegar después el sobrino a defender a quien fue
clarísimo que tuvo responsabilidad en eso, es algo que pesará en la conciencia
de cada uno. Por lo menos por recato, yo no saldría a defender a quien dicen que
mató a mi tío. Así yo no lo crea.
Usted dirigió la
investigación y antes de abandonar el país dejó unas directrices trazadas, que hablaban
por ejemplo de investigar al general Cifuentes, por el carro de su escolta y
por su cercanía con el coronel Ruiz Silva, del Grupo Cazador. ¿O sea que
quienes lo persiguieron a usted lograron el propósito de poner a la Fiscalía a
mirar para otro lado?
Yo no sé si ese era el objetivo, pero lo lograron. Y le
quiero decir algo que 25 años después puedo contar sin ningún recato. Yo tenía
lista la medida de aseguramiento contra el general Cifuentes. ¿Qué pasó? Que
quien me remplazó no lo vio necesario. Hubiera sido yo, habría llegado hasta el
general Cifuentes e incluso más arriba. Es que la línea Bucaramanga - Grupo
Cazador era muy fuerte. Tres directores de la V Brigada, tres personas con una
orientación muy similar. Cuando yo me fui, eso lo recuerdo con claridad, les
dije a mis investigadores “lo de Cifuentes está listo, solo es tener los
cojones para plasmarlo en una providencia”. Pero no lo hicieron. ¿Por qué? No
lo sé. Ya no me corresponde juzgarlo, pero no lo hicieron. Si hubiera dependido
de mí, el general Cifuentes habría sido objeto de medida de aseguramiento.
Usted dice que
hubiera ido más arriba de Cifuentes, y en jerarquía inmediata el general por
encima de Cifuentes era Harold Bedoya…
Eso lo dejo a su libre interpretación, Jorge. Pero sí,
así hubiera sido.
En una entrevista
radial reciente apareció Omar Berrio Loaiza, mano derecha del coronel Ruiz
Silva en el Grupo Cazadores y quien estuvo detenido un tiempo, hasta que una
juez decretó la inocencia del coronel y de sus supuestos cómplices. Berrio
salió a decir que estuvo 15 años injustamente preso y que ahora se viene a
comprobar su inocencia.
Todas esas personas del Grupo Cazador tuvieron un alto grado
grande de responsabilidad, que quedó comprobado y acreditado. Yo no sé si ese
señor estuvo 15 años preso, pero de haber sido así, no fue por el proceso de
Álvaro Gómez. Por cuenta de mi investigación no hubo una sola persona que
estuviera presa sin fundamentos procesales sólidos para estarlo. Al final una
juez los absolvió, y solo le puedo decir que la absolución de ese coronel es
algo que me duele. Mis elementos
de juicio eran los suficientemente fuertes para creer que fue un exabrupto
jurídico. Yo recuerdo haber leído la providencia y no haber estado de acuerdo
en absolutamente nada.
Usted que fue tan
duramente perseguido, ¿siente hoy algún temor por su seguridad, por ejemplo, a
raíz de lo que acaba de decir?
No, para nada. Fui objeto de persecución cuando ciertas
personas se sintieron amenazadas por mis actuaciones. Para mí fue muy claro
quiénes eran, cuál era el poder que tenían y qué podían llegar a hacerme. Al
final ocurrió lo que yo también habría hecho, la medida de aseguramiento contra
el coronel Bernardo Ruiz. Ya después, cuando regresé a Colombia, vi que no
había más posibilidades de que pudieran hacerme algo. En este momento, siento
que ya no estoy en peligro. Es más, si por alguna razón inverosímil terminaran
adjudicándoles a las Farc lo de Álvaro Gómez, los verdaderos autores quedarían
muy contentos.
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