En Netflix hay un capítulo de House of
Cards donde al final su protagonista, Frank Underwood, acompañado de su
esposa Claire y quien es fórmula suya a la vicepresidencia de EE.UU., dice una
frase que resume la historia política de Colombia en los últimos veinte años:
“No nos rendiremos ante el terror. Crearemos el terror”.
Esa noche Underwood está acorralado por la prensa y su reelección
peligra debido a un artículo de The Telegraph que muestra el juego sucio
al que recurrió para lograr la destitución del anterior presidente. La pareja
está fumando del mismo cigarrillo (como lo hace siempre) y es cuando a Claire
se le ilumina un bombillito: “No podemos luchar contra todos de a uno por vez,
Francis. Pero si superamos esto, lo haremos funcionar para nosotros”. Y él parece
entender por dónde va el agua al molino: “Creamos caos”.
- Más que caos -responde ella-.
- Guerra -dice Frank.
- Miedo – agrega Claire.
- Miedo. Algo brutal -completa Frank-. Devastador.
- Podemos usar el miedo.
- “Yes, we can” -remata Francis.
Al día siguiente Underwood precipita la ejecución sangrienta -en
directo para la nación entera- de un rehén norteamericano a manos de un grupo
yihadista, y él queda al mando soberano de la situación por la vía del Shock
institucional que acaba de provocar, pero que pareciera culpa del otro bando.
La doctrina del Shock la viene aplicando desde que ocupó por primera
vez la presidencia Álvaro Uribe Vélez, sujeto sub judice hoy investigado y sometido
a indagatoria por la Corte Suprema, pero quien, gracias al descomunal poder que
ha adquirido, está a punto de torcerle el cuello a la justicia para lograr que la
Corte Constitucional decrete segunda instancia en la sentencia contra Andrés
Felipe Arias. Detrás de esto se vendrá una avalancha de solicitudes similares de
todos los corruptos y parapolíticos que en las últimas décadas fueron
condenados por el máximo tribunal de justicia y pedirán su propia “segunda
instancia”.
Esto se traduce en que hoy el país asiste a la “refundación de la
patria” que acordaron y firmaron los grupos paramilitares con más de cincuenta
políticos llegados de diferentes regiones, en lo que se conoció como el Pacto de Ralito. Y para
que la memoria no nos falle, ocurrió en 2002, apenas iniciado el primer
Gobierno de Uribe.
¿Cuáles eran los métodos entonces practicados por los grupos
paramilitares? Eran acciones de corte terrorista orientadas a “quitarle el agua
al pez”, consistentes en sembrar el pánico entre la población para cortar con
baños de sangre cualquier vínculo eventual entre pobladores y guerrilla.
Práctica genocida que luego el Ejército habría de “resucitar” con los falsos
positivos, y que hoy llega remasterizada en el asesinato selectivo de líderes
sociales o de restitución de tierras, algo que la torpe ministra Alicia Arango pretende
esquivar amparada en que "los asesinos están saliendo sin permiso en
cuarentena". ¿O sea que después de la cuarentena ya tienen permiso…? (Por
cierto, si alguien pudiera encarnar -en lo político, ojo- a la Claire de House
of Cards, esa sería Alicia Arango).
Colombia asiste hoy a la consolidación
de un movimiento neoparamilitar que se expande con la intención de ocupar el
territorio que dejaron las Farc, llámense Clan del Golfo o Águilas Negras. Esto
significa que el paramilitarismo nunca desapareció, porque sus padrinos y
auspiciadores siguen creyendo que el enemigo tampoco ha desaparecido. Ese
enemigo lo veían antes en los miembros de la Unión Patriótica -que exterminaron
con la complicidad de organismos del Estado- y ahora lo ven en líderes sociales
como si fueran la reencarnación del odiado comunismo. Y los están acabando por
la misma vía del terror, tan indiscriminado como las masacres de antaño.
“¿Así que representas a una comunidad o estás exigiendo la restitución
de las tierras que te quitaron los paracos? Si no te hemos matado, te tenemos
en la mira”. Es gente que asume como propia la doctrina de la Seguridad
Nacional que se asentó en las dictaduras militares de países como Argentina,
Chile o Uruguay, y que identifica a líderes populares y gente de izquierda como
el enemigo interno que por el bien de la patria deben aniquilar.
¿Y cómo lo lograrán? Recurriendo a las mismas fuerzas oscuras que
antes sembraban zozobra, terror, miedo entre la población a todo nivel. Hoy lo
vuelven a hacer porque tienen la sartén por el mango, porque eligieron
presidente. Así pretenden demostrar que nunca se debió negociar con terroristas
de izquierda, y que lo que se impone en el orden del día para asegurar el
control de la nación es el terrorismo de derecha. El mismo que hoy se asienta
en el Congreso de la República y que en su condición de partido de gobierno
recibe el eufemístico nombre de Centro Democrático.
Y si este es el desayuno que hoy nos dan, ya podemos imaginar cómo
será el almuerzo.
REMATE 1: Las reiteradas denuncias de Semana por persecución y espionaje
a periodistas y otras víctimas, que pese a su gravedad dejaron inamovible a la
cúpula de las Fuerzas Armadas, permiten dilucidar que seguimos en manos de un
Ejército que acude y seguirá acudiendo a prácticas mafiosas para lograr
"por debajo de la mesa" el control que más le conviene a su
Comandante en Jefe. Y cuando hablo de Comandante en Jefe no me refiero al atenido
Iván Duque, por supuesto.
REMATE 2: Del mismo modo que la salvaje retoma del Palacio de Justicia
con sus responsables dentro de las FF.MM. quedó tapada por la ‘bienhechora’
avalancha de Armero ocho días después, con la ‘providencial’ pandemia del coronavirus
están tapando la tragedia humana que representa la corrupción y violencia
desatadas por este Gobierno, al cual deberemos soportar y sobrellevar -como
peste que te agobia- hasta el 7 de agosto de 2022.
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