De un tiempo para acá se
han venido presentando ciertos síntomas que darían para pensar que este
gobierno avanza con paso firme hacia la implementación de un régimen neofascista,
y hechos recientes permitirían confirmar tal diagnóstico.
Un primer elemento a
considerar es la actitud provocadora o pendenciera de Iván Duque frente al
clamor de cambio que encarna el Paro Nacional, descalificando como “pirómanos”
o como idiotas útiles de la izquierda a quienes protestan, pretendiendo ahogar
los justos motivos de la inconformidad con la fuerza bruta del Esmad (para que
la gente coja miedo y deje de salir a la calle), regando grupos de vándalos en
puntos estratégicos para sembrar terror psicológico, haciendo redadas a jóvenes
para revisarles sus celulares, llegando la ministra del Interior hasta el
extremo de lanzar un trino retador donde advierte que los millones de
manifestantes que se tomaron las calles de las principales ciudades… #NoPudieron.
Todo esto arroja una clara
señal: piensan seguir adelante con su modelo autoritario, cada día más parecido
a una dictadura, arranchados en su torpeza y haciendo oídos sordos a la indignación
nacional. ¿Por qué tanta intolerancia, que incluso podría calificarse de suicida?
Quizá porque creen contar con el apoyo de Donald Trump, el mismo decidido apoyo
que este ya les expresó al militarista Bolsonaro en Brasil y a la
fundamentalista católica -y golpista- Jeanine Áñez en Bolivia.
El ejemplo más ilustrativo está
en el modo como el régimen fascista de Benito Mussolini logró el control de los
medios para imponer una doctrina militarista monolítica, aliada al poder
eclesiástico, que aprovechó los sentimientos de frustración colectiva posteriores
a la I Guerra Mundial para exacerbarlos mediante la violencia, la represión y
la propaganda, y los desplazó contra un enemigo común. Para el caso que nos
ocupa, ese enemigo fue primero el miedo a que nuestros hijos se volvieran maricas
con el acuerdo de paz, enseguida fue Venezuela y en los últimos días han
reeditado el libreto del señalamiento a Gustavo Petro como la encarnación de
todos los males.
Lo que viene ahora es la
polarización del ambiente político mediante la aplicación de la tesis marxista
de “agudizar las contradicciones”, pero desde la extrema derecha. ¿Y cómo
polarizan? Con un surtido ramillete de personajes siniestros disfrazados de
periodistas que en realidad son propagandistas del régimen, y que incluye desde
el neonazi (y abusador de mujeres) Gustavo Rugeles hasta el sinuoso Hassan
Nassar, pasando por la psicorrígida Claudia Gurisatti, sin omitir a los tres correveidiles
que lograron ubicar estratégicamente en Semana (Luis Carlos Vélez, Salud
Hernández y Vicky Dávila), dedicados a denigrar del que se salga de la línea que
intenta trazar el uribismo, actuando muy solícitos como mascarón de proa contra
todo lo que les huele a “mamerto”.
No es por simple casualidad
que Mussolini nombró como ministro de Finanzas a Alberto di Stefani
(1922-1925), un economista ortodoxo que entendía que el afianzamiento del poder
fascista pasaba por robustecer la identidad de intereses con el gran capital. Pues
bien, fue este mismo Di Stefani quien creó la Oficina de Prensa para ejercer
control sobre la radio, prensa y cine italianos, conocida como La Agencia, que luego
se convertiría en una subsecretaría de prensa y propaganda controlada por el
Estado.
Podría pensarse que la
comparación con lo que hoy se vive en Colombia es traída de los cabellos, pero
los hechos demuestran que estamos en la dirección acertada: un Juan Pablo Bieri
que llega a la dirección de RTVC a despedir a periodistas críticos y ejercer
censura (y pese a su retiro por un audio delator es premiado con un jugoso contrato); el retiro de Mónica Rodríguez de un programa del canal Caracol
por criticar a Uribe en un trino; la abrupta salida de cinco columnistas
independientes que no llevaban ni dos mes trabajando con Caracol Radio; los
allanamientos a sedes de medios críticos o alternativos como Cartel Urbano
o Universo Centro; inclusive la frustrada intentona de cancelarle a
Daniel Coronell su columna de Semana, todo ello configura un escenario de
rígido control y censura a diversos medios, y cooptación de otros por la vía
económica.
Precisamente el tema
económico manda la parada como orientador del modelo neofascista, y María Jimena
Duzán pone el dedo en la llaga en su última columna cuando señala que este es
un gobierno corporativo, “donde la línea entre lo público y la empresa privada
es tan tenue que se torna invisible”. (Ver columna).
El gobierno de Duque cree
tenerla clara en cuanto a que, mientras los empresarios estén contentos, tiene
su gobernabilidad salvada. Y entre las preocupaciones de los empresarios no
está resolver si la muerte de Dilan Cruz fue homicidio o si se lo buscó por
vándalo, ni si el Ejército sabía que en un campamento bombardeado había casi
veinte niños. Lo que sí tienen es motivo de eterna gratitud por el regalo de
nueve billones en descuentos tributarios que les hizo el ministro Carrasquilla
en la reforma tributaria (ahora eufemísticamente bautizada Ley de crecimiento),
la cual surtió su primer trámite en el Congreso con sonoro pupitrazo de los
“independientes” Partido Liberal y Cambio Radical, ah cosa vergonzosa.
Pero hay un campo todavía
más preocupante, y es el militar. La prueba de fuego para conocer las
verdaderas intenciones que se trae Duque, pasa por saber si cambiará o se
quedará con la cúpula militar actual, a sabiendas de los serios señalamientos
que esta ha recibido de medios nacionales y extranjeros, y que incluyen desde sonados casos de corrupción hasta la resurrección de los ‘falsos
positivos’, pasando por el bombardeo ya citado, que parece constituir un crimen
de guerra.
Es ahí donde sabremos si
este gobierno formará una “unidad monolítica de poder” con tan cuestionada cúpula,
o si dará paso a los vientos de renovación y cambio que a grito herido le están
pidiendo los jóvenes, adultos, ancianos, artistas, hombres y mujeres de
Colombia cada vez que salen a la calle a expresar su descontento con lo que
está pasando.
DE REMATE: Vi por ahí una
encuesta de Twitter donde preguntaban si frente a la situación actual hay
motivos para sentirse Optimista o Pesimista. Aquí entre nos, diría que existen más
bien sólidos motivos para sentirse Paranoico. Por ejemplo, cuando pasa a tu
lado una moto de la Policía y…
1 comentario:
Estamos solos ,no hay quien defienda a la humilde y vulnerable nación colombiana.
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