Guardadas las proporciones,
pues Álvaro Gómez Hurtado fue un destacado líder político y Pablo Escobar un
desalmado asesino, llama poderosamente la atención la forma en que los deudos
de uno y otro personaje han coincidido en sacarle provecho a la muerte de su
respectivo pariente.
Lo de Escobar lo trae a
colación la periodista laureano-uribista María Isabel Rueda en columna titulada
con acierto ¿Víctima
o sinvergüenza?, cuando dice que “la familia de Escobar (…) resolvió
sacarles provecho a los delitos del capo. Su hijo, hoy llamado Juan Sebastián
Marroquín, ha escrito dos libros: ‘Pablo Escobar, mi padre’ y ‘Pablo Escobar,
in fraganti’. Aunque el perdón que pide en nombre de su padre podría ser
sincero, lo ha explotado comercialmente con mucho éxito”.
En lo referente a Álvaro
Gómez está el libro-panfleto de su hermano Enrique, Por qué lo mataron, al que
le pusieron precio de huevo para que se vendiera como ídem. Pero está sobre
todo la obsesiva presencia acusadora de sus parientes en los medios, como eternas
plañideras, que les ha servido para usufructuar el único patrimonio político
que poseen, el de ser parientes del líder inmolado. O como dijera el exfiscal
Eduardo Montealegre: “nunca han podido construir algo distinto a esa herencia,
viven de una gloria prestada. Sin ella sólo serían recordados por la
agresividad de sus palabras, el sectarismo y la mediocridad de sus ideas”.
Esa ‘herencia’ hoy se
concentra en dos hermanos, Miguel y Enrique Gómez Martínez, hijos de Enrique
Gómez Hurtado, a quien se le recuerda por haberse reunido en su propia casa con
el coronel Bernardo Ruiz Silva cuando este huía de la justicia, acusado de
haber ejecutado el plan
para asesinar a su hermano. Al recibir esa visita clandestina
incurrió en dos delitos, encubrimiento y obstrucción a la justicia, pero hasta
hoy no ha dado ninguna explicación ni respondido ante la ley.
De Miguel, economista él, se
sabe que se ‘quemó’ en su intento de hacerse elegir al Senado por el Partido
Conservador (siendo cabeza de lista…), mientras que a Enrique, de profesión abogado,
el 2 de noviembre pasado en coincidencia con un aniversario más del magnicidio
se le escuchó de nuevo su letanía de víctima, que incluyó “un llamado a la
Comisión de Acusación de la Cámara para que reactive la investigación contra el
expresidente Ernesto Samper y lo vincule formalmente a este caso como supuesto
autor intelectual del crimen del líder político conservador”. (Ver
noticia).
Pero lo llamativo no está ahí,
sino en que ahora los Gómez Martínez han decidido saltar del provecho político al
usufructo económico, y en función de dicho objetivo el propio EGM le dio a RCN
Radio la “primicia” según la cual “la familia de Álvaro Gómez presentó una
demanda ante la Corte Suprema de Justicia para buscar tumbar la sentencia
contra el único condenado por el magnicidio”, de nombre Héctor Paul Flórez
Martínez y de quien Gómez Martínez dijo que “tenía antecedentes (…) por delitos
menores en Sincelejo y Carmen de Bolívar”.
De entrada habría que decir
que el condenado (a 40 años, de los cuales cumplió 18 y hoy está en libertad
condicional) no era un delincuente menor sino un asesino confeso, miembro de
una temible banda de sicarios, quien reconoció “haber cometido el delito de
homicidio en la persona de Ovidio Fernández en Carmen de Bolívar el 7 de enero
de 1994 mediante el pago de un millón de pesos”.
Está además la delación de
su amigo Carlos Alberto Lugo (ver confesión),
quien fue invitado a participar pero se negó y luego declaró que Flórez le contó
haber disparado cuatro veces contra su víctima, y “el hecho tuvo comprobación
por el protocolo de necropsia visible a folio 104 del C.O. 1, en el que se dice
que fueron 4 los tiros recibidos por el doctor Gómez Hurtado, con 4 orificios
de entrada, ninguno de ellos en la cabeza”.
Por muy aberrante que
parezca, la estrategia de defender al asesino del tío (a quien antes acusaron) podría
resultarles exitosa, gracias precisamente a los buenos oficios de María Isabel
Rueda, amiga y asesora del fiscal Néstor Humberto Martínez, quien consiguió que
la Fiscalía desechara la hipótesis que giraba en torno a un grupo de militares
golpistas, tesis esta seguida por todos los fiscales anteriores y apoyada hasta
por el exembajador de EE UU en Colombia, Myles Frechette.
Hoy la Fiscalía está casada
con la versión de los Gómez Martínez, quienes se anotaron como éxitos que después
de muchos años de brega obtuvieron la retractación de Lugo (ver
retractación), y pusieron a rodar una aplanadora jurídica que ha
llegado hasta lograr que el ente acusador profiriera acusación contra los tres policías
que en cumplimiento de sus actividades rutinarias recibieron hace 23 años la
declaración de Carlos Alberto Lugo… y hoy están acusados por favorecimiento y
fraude procesal. (Ver
noticia).
El espectador desprevenido
se preguntará a qué obedece tanto apoyo altruista al condenado por el crimen
contra su pariente, y la respuesta llega en forma de autoincriminación cuando
el mismo Gómez Martínez declara en su “primicia” para RCN que “una vez sea
fallada a su favor esta demanda, Héctor Paul Flórez reclamará al Estado la
indemnización correspondiente por la vulneración de sus derechos a una defensa
justa y al debido proceso”, ocultando así que años atrás ellos mismos, como
parte civil en el proceso, ayudaron a condenar al delincuente confeso.
O sea, van es por billete,
y por partida doble: a la jugosa comisión para el abogado demandante si logra
probar la inocencia de su “cliente”, se sumaría la millonaria indemnización que
recibirían los parientes de la víctima. Ahora bien, para hacerse merecedores a
lo segundo, deben encargarse de lo primero: sacar libre de culpa al condenado
por haber asesinado al tío.
Con la declaratoria
ilegal que a finales de 2017 hizo el fiscal general al definir el
crimen como de lesa humanidad (de la mano de los ultragodos María Isabel Rueda
y Pablo Victoria) se revivieron los términos para que los deudos puedan
demandar responsabilidad patrimonial del Estado y tener acceso a la indemnización,
pero hay un obstáculo a salvar: Héctor Paul Flórez: mientras haya un solo
condenado por el crimen, la justicia lo asume como caso juzgado.
¿Ya entienden entonces por
dónde va el agua al molino, cuando Enrique Gómez Martínez anuncia que se ha
puesto en la tarea de tumbar el fallo contra el único condenado que hubo por el
asesinato de su tío? Y en ese estado de
cosas, ¿no será que el tío debe de estar revolcándose
en su tumba?
Mejor dicho, a tono con la
columna de la señora Rueda arriba citada, ¿son los hermanitos Gómez Martínez
víctimas del magnicidio… o unos sinvergüenzas?
DE REMATE: Este y
otros temas con impactantes revelaciones forman parte de un libro próximo a salir,
que lleva por título Objetivo: Matar a
Álvaro Gómez.
2 comentarios:
Bella investigacion con conflicto de intereses
La jueza que salió de las entrañas del Ejército y ahora investigará a Uribe
https://www.semana.com/nacion/articulo/cristina-lombana-la-militar-que-investigara-a-uribe/589880
La prensa en Colombia es dirigida y agenciada en su mayorìa por una godarria medieval que son unos lame zuelas del gobierno de turno y de las corporaciones y actúan como sabuesos enfermizos y colèricos, entre ellas Isabel Rueda.
Sobre Nestor se cree un señor feudal con su arrogancia y petulancia que abruma, la soberbia que esgrime igual que Hasan demuestra que son unos infelices que juran y perjuran que no son terrenales; todo esto demuestra la mediocridad intelectual y falta de lozanía espiritual. El señor Zuleta, un pèsimo columnista, parece que no sabe ganarse la vida sino hablando babosadas, dando palmaditas y escribiendo ramplonadas y viviendo del nombre de su abuelo, un viejo godo soberbio que se ganò la vida hablando de liberalismo, cuando en Colombia esta especie no ha existido. La señora que habla en las mañanas no le brilla sino la soberbia igual que el veintejuliero de Lozano que no hace sino meter cizaña, asì se ha ganado la vida este hombre y la dama le copia. El cura es un acomodado, debe estar rico, pues no quiere morir como los curas de pueblo, en el abandono y miseria, quiere morir como un jesuita lleno de bondades terrenales.
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