En días pasados llegó a mis manos la declaratoria de lesa humanidad
que emitió la Fiscalía por el asesinato del líder conservador Álvaro Gómez
Hurtado. Son 52 páginas y la primera impresión que queda de su lectura es que
el fiscal Néstor Humberto Martínez no leyó el documento, o si lo leyó no se
explica por qué dejó pasar tan numerosos y protuberantes errores de redacción y
ortografía, por un lado, y tan bajísimo nivel de argumentación jurídica, por
otro.
Las primeras nueve páginas son un verdadero zaperoco, sin hilo
conductor y con un doble objetivo: desvirtuar las pruebas que condujeron a la
condena de Héctor Paul Flórez (el único condenado, hoy defendido
por un sobrino de la víctima), y eximir de culpa a los militares
involucrados en la planeación del crimen, en particular el coronel Bernardo
Ruiz y el general Rito Alejo del Río.
Para muestra del revoltillo y la pésima redacción, estos botones: sobre
el testimonio de Mary Luz Cuadros dice que “fue elaborado en sus propias
conjeturas o de interpretaciones que hizo de las noticias y retratos hablados
que en la época divulgó (sic) los medios de comunicación”. Y del testigo Julio
Ramón Carrillo afirma que “ninguna verosimilizad (sic) tienen las
circunstancias que plantea”. (Ambos gazapos en página 7).
Súmenle a esto que en la página 35, al referirse a un editorial de
Gómez Hurtado (Una causa desaforada) habla de “el ardí (sic, con tilde en la í)
del presidente y de su apoderado para buscar una absolución”, mientras que en
la 47 dice que Orlando Henao era “consiente” de la lucha que el Estado libraba
contra él.
Un segundo aspecto llamativo tiene que ver con las inusuales y abundantes
citas (nueve en total) al libro Memoria
de un golpe, del político conservador Pablo Victoria. Inusuales porque de
Victoria siempre se ha dicho que con su amigo y confidente el general Harold
Bedoya fue participante activo del complot que intentó tumbar a Ernesto Samper
“por los buenas o por las malas”, y el libro habría sido escrito con el expreso
propósito de desvirtuar esos señalamientos.
Tan copiosas citas a ese libro encierran además una contradicción
flagrante, teniendo en cuenta que su autor en la página 277 cuenta de una
visita que le hizo el general Fernando Landazábal, donde le dijo: “Quiero
hablar con usted, pero otro día, porque yo sé quién mandó asesinar a Álvaro
Gómez”. Quedaron en que cinco días después hablarían sobre el tema, pero fue
asesinado el día anterior, 12 de mayo de 1998. ¿Alguien se atreve a poner en
duda que quienes lo mataron fueron los mismos ‘compañeros de armas’ que mataron
a Gómez Hurtado, y por el mismo motivo, porque uno y otro sabían demasiado? ¿O acaso
van a culpar también a Ernesto Samper del homicidio de Landazábal?
Otra cita igualmente llamativa es la que hacen de la periodista María
Isabel Rueda –tan conservadora como Pablo Victoria- donde ella se refiere en
elogiosos términos a su exjefe Álvaro Gómez (“él luchaba contra (…) las
imbricaciones de la Política con la delincuencia”), pero sin que aporte ningún
elemento novedoso en términos probatorios.
En síntesis, esas reiteradas citas son prueba fehaciente de la
orientación ‘goda’ que respira la declaratoria de lesa humanidad emitida por la
Fiscalía, y son a su vez la mejor expresión del grado de afinidad que hoy
existe entre el ente acusador y la familia (y la ideología) del líder inmolado.
La segunda parte del documento está dedicada a demostrar por qué el
crimen se debe declarar de lesa humanidad, y en este punto la “sistematicidad” juega
un papel determinante. La Fiscalía no ve sistematicidad en los asesinatos que
desde la firma del acuerdo de paz se vienen cometiendo de modo sistemático
–valga la redundancia- contra líderes de derechos humanos, pero sí la ve al
establecer conexión entre el asesinato de Álvaro Gómez y los de mafiosos como Pablo
Escobar o Gonzalo Rodríguez Gacha contra políticos y/o periodistas, siendo que
la intención entre uno y otros fue por completo diferente.
En este contexto es bien llamativo el olvido adrede que hacen de las
declaraciones del exembajador de EE.UU. en Colombia, Myles Frechette, tanto a diferentes
medios como en entrevista que me concedió en Washington tres meses antes de
morir, donde habló de “militares que hicieron cosas brutales, pero lo hicieron
por el bien de la patria”. Cuando le pregunté si entre esas cosas brutales
estaba el asesinato de AGH, respondió: “No. Eso lo hicieron porque querían
borrar su rastro. Borrar la conexión entre ellos y Álvaro Gómez. Cuando él les
dijo que no (al golpe de Estado que preparaban), ellos pensaron “caracho, de
pronto el tipo suelta la letra o se le sale algo. Y lo inmolaron”. Y agregó: “El
autor material pudo ser cualquier persona, pero los autores intelectuales están
ahí todavía. No sé adónde, pero están en Colombia. No han sido apresados, no
han sido detenidos, nada”. (Ver
entrevista).
Y el documento de declaratoria de lesa humanidad producida por la
Fiscalía General parece orientado precisamente a ocultar el papel representado
por esos “autores intelectuales”, cuyos nombres Frechette no quiso dar porque “hay
secretos de Estado que no puedo contar”.
Pese a la importancia capital que las palabras de Frechette deberían
tener en el esclarecimiento del crimen, por ser la persona mejor informada que
hubo durante el gobierno de Samper, su nombre es mencionado una sola vez y de
manera errada, cuando en la página 5 dicen que según Carlos Lugo “los autores
del atentado eran personas vinculadas al ejército nacional, hipótesis
compartida por el entonces embajador de Estados Unidos señor FRECHET (sic)
quien le dijera a MARIA MERCEDES GÓMEZ ESCOBAR que para saber de dónde provenía
el crimen indagara en la Brigada 20 con un señor de apellido RUIZ”.
Un asunto que falta dilucidar –como dije en columna
anterior- es por qué la Fiscalía pretende utilizar la declaratoria de lesa
humanidad para interceder ante la Corte Suprema por Héctor Paul Flórez, pese a
que este ya cumplió las ¾ partes de la pena y se encuentra en libertad
condicional. La única explicación que hallo, es que dicha condena constituye un
obstáculo para que la familia de la víctima reciba una millonaria indemnización.
Si estoy equivocado, permanezco atento a que se me demuestre el yerro.
DE REMATE: Si para la primera vuelta continúa la división suicida
entre los tres grandes bloques de la centro-izquierda (Gustavo Petro, Humberto
de la Calle, Sergio Fajardo), votaré por Petro. Es el que tiene más posibilidad
de pasar a la siguiente ronda y no quiero botar mi voto. Con Petro al menos subsiste
la esperanza de que yo esté equivocado sobre su dificultad
para trabajar en equipo, y termine por armar el Equipo Mundialista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario