Cuenta la leyenda que Ariadna, hija del rey Minos, le entregó a Teseo un carrete de hilo para que pudiera penetrar a un laberinto construido por su padre, matar al Minotauro y encontrar el camino de regreso.
En el caso que hoy nos ocupa, la columna de Claudia Morales donde
cuenta que fue violada en la habitación de un hotel pero no revela el nombre
del violador (al que se refiere como “Él”), la primera impresión daría para
pensar que contó ‘la puntica no más’. Pero basta seguir el hilo de sus declaraciones
para deshilvanar la sutil madeja que va dejando y que pareciera conducir a
la única identidad posible de su ‘Minotauro’ agresor. (Ver
columna).
Lo primero a considerar es cuando dice que se trata de “un hombre
relevante en la vida nacional. Ahora lo sigue siendo y, además, hay otras
evidencias que amplían su margen de peligrosidad”. ¿Cuántos de sus exjefes
muestran evidencias de su margen de peligrosidad? Sigamos:
Tan peligroso es el violador que, quizá para curarse en salud, Claudia
le advierte que su identidad ya la conocen su esposo y “un par de colegas
amigos y otros dos amigos que no son periodistas”. Un número quizá exagerado,
solo entendible como advertencia al innombrado, pues si tan solo dos de los
depositarios de semejante secreto son periodistas… se les aplaude su celo
profesional al haber resistido durante década y media la tentación de divulgar
o al menos filtrar tan valiosa información. En mi caso, lo confieso: yo no
habría resistido la tentación.
Ese trabajo de fina tejedora que suelta apenas lo necesario para dejar
en evidencia “lo que lengua mortal decir no pudo”, se asoma también cuando en
entrevista con Néstor Morales de Blu Radio le explica el porqué de su
silencio: “Me da temor denunciarlo, porque creo que esa persona es capaz de
muchas cosas, porque la vida que esa persona ha tenido demuestra que nada de lo
que ocurra a su alrededor le puede hacer daño. Tiene todo el poder para salirse
con la suya, y yo sí creo que puede hacer mucho daño”. (Ver
entrevista).
Y para que la sospecha que comienza a aflorar en las mentes de
lectores y oyentes adquiera consistencia, agrega: “Exponerme cuando ya no tengo
ninguna prueba distinta a mi palabra, me parece que es un desgaste y además me
parece que es peligroso”.
Aquí vuelve a aparecer lo “peligroso” del asunto, pero es sobre todo
donde se entiende por qué ni cuando ocurrió la violación ni ahora, la víctima se
atrevió a denunciarlo: porque antes habría sido la palabra de una mujer contra
la de un varón en la cima de la gloria, mientras que ahora… hombre, pues ahora
es casi lo mismo. En ese contexto, ¿es atrevido pensar que el agresor haya
creído que Claudia Morales debía sentirse 'honrada' de haber sido violada por
él?
No quiero enredarme en una telaraña de elucubraciones, como la de
quienes en Twitter criticaron a Claudia por la supuesta
cacería de brujas que habría desatado sobre todos sus exjefes, sin tener en cuenta
que ellos mismos deben estar tranquilos (sus exjefes periodistas, quiero decir)
porque dan por sentado que todo el mundo sabe a quién se refiere la columnista. Sea como fuere, es pertinente conocer los que fueron
sus jefes desde que en 1995 inició su carrera periodística: Juan Carlos y
Andrés Pastrana, Álvaro Uribe, Felipe López, Yamid Amat, Juan Gossaín, Julio
Sánchez Cristo, Hernán Peláez y Gustavo Gómez. ¿Cuál de todos ellos será el
“peligroso”?
Hasta ahora al único de ellos al que le han preguntado públicamente
por el asunto de marras ha sido Álvaro Uribe Vélez, jefe de Claudia mientras
fue presidente, entre 2003 y 2004. Es bien extraño que a la pregunta que
Noticias Uno le formuló, y a la que le era tan fácil responder que él no era el
exjefe al que ella se refería, el expresidente prefirió guardar mutismo. ¿El
que calla otorga? Bueno, no necesariamente. Pero, ¿no era la ocasión dorada
para despejar cualquier duda al respecto? (Ver
noticiero).
Ya para terminar, baste citar unas declaraciones que el abogado y
columnista Ramiro Bejarano concedió a El Espectador el 22 de julio de 2017 en condición
de apoderado de Daniel Samper Ospina, tras la publicación de un trino en el que
Álvaro Uribe lo acusó de “violador de menores”. Al final de la entrevista, el
periodista le pregunta a Bejarano: ¿Hay miedo? Y este responde: “Sí, todo el
que se enfrente con Uribe tiene que temer. Y no soy el único. Ayer, por
ejemplo, la columnista Claudia Morales dijo que por motivos personales
no se refería a Uribe y que sentía miedo”. (Ver
entrevista).
Nada de lo anterior constituye –todavía- prueba reina contra el hombre
que abusó de ella, a quien tanto le teme y cuyo nombre por eso mismo sigue
siendo impronunciable, pero queda un hecho imposible de ocultar: un Minotauro
violador anda suelto.
DE REMATE: Si de tentaciones se trata, confieso que he tenido la de
conminar a Claudia a que responda –SÍ o NO- si su violador fue el mismo que
tuvo de jefe en 2003 y con quien dejó de trabajar al año siguiente. Pero me
abstengo, porque luego dirán que es que pretendo acorralarla. Ahora bien, no me
puedo retirar sin recomendar esta
columna de Paola Ochoa en El Tiempo, Rompiendo
el silencio, donde dice: “Parecería que ya sabemos quién es. ¿Ahora que lo sabemos
todos, qué diablos vamos a hacer? (…) ¿Vamos a permitir que nos siga hablando
todos los días, por los próximos años? ¿Que nos siga mandando mensajes desde su
púlpito sagrado? ¿Que nos siga diciendo qué hacer, qué pensar, qué sentir y
hasta por quién votar?”.
Lo único cierto aquí es que Claudia Morales con la mitad de su revelación
ha dejado al país en vilo, y si se atreviera a contar la otra mitad cambiaría
de un totazo la historia de Colombia.
3 comentarios:
¡Ese es, ese es Ese es...!
Exacto. Ese es.
Si ese es, ¿por qué no conmina a Claudia Morales para que exponga su nombre?
Es irresponsable que redacte una columna sugestiva y luego se atreva en un comentario irresponsable a decir que "ese es". La injuria y calumnia está configurada. ¿Qué clase de periodista es usted que lanza acusaciones sin tener elementos probatorios?
Publicar un comentario