Lo que acaba de pasar en la agria disputa entre Claudia López y Julio
César Londoño se ajusta al refrán según el cual “al mejor panadero se le quema
el pan”. Lo digo por el escritor y columnista valluno cuya lectura he
disfrutado desde años atrás, gracias a su erudición borgiana y al depurado
manejo de una ironía que en ocasiones llega hasta el más demoledor de los
sarcasmos, al mejor estilo Óscar Wilde.
Pero el sábado anterior pasé de la admiración a la decepción con la
columna ‘Yo
también admiraba a Claudia López’, donde la acusa de haber querido tapar un
caso de corrupción en un pueblo de cuyo nombre no quiso acordarse, y de quien
dice actuó así porque “no quiere enemistarse con el alcalde y mucho menos con
el jefe del alcalde”. Pero no da nombre alguno ni ubicación geográfica, lo deja
todo en una sindicación temeraria y gaseosa, y el menos capcioso llega a pensar
que pudo tratarse de un ejercicio de ‘mala leche’, sobre todo si incurre en una
grave falta a la ética periodística: no consulta antes de su publicación la
versión de la persona sobre la cual lanza una acusación… que llega de terceros.
Al principio pensé que Julio César Londoño se equivocó de buena fe y
que todo fue producto de un malentendido cuando interpretó erróneamente una información
que le llegó de oídas, aunque no descarté que hubiera sido un mandado para
algún político o sector rival –como suele ocurrir con inusitada frecuencia-
mediante el cual se hubiera pretendido meterle zancadilla al prestigio que la
senadora bogotana ha venido conquistando con su campaña contra los corruptos.
El mismo día de la etérea columna se vino a saber que la fuente de
Londoño había sido William Fernando Rendón, quien en el canal CNC de Palmira se
presentó como el coordinador del Partido Verde en esa ciudad (ver video), y entabló
una denuncia contra un contratista de nombre Henry Díaz, copartidario suyo y cercano
a un concejal que le había conseguido un contrato de vacunación de animales,
donde a todas luces se presentaron actos de corrupción. Pero cuando Londoño en
su columna pretendió estirar la culpa hasta la senadora… fue él mismo quien
quedó muy mal parado.
El malentendido o tergiversación estaría en que mientras Londoño afirma
que a Claudia López le llegaron con la denuncia y respondió arrogante “no voy a
tratar ese tema, punto”, ella explica que su tajante rechazo fue a que la
llevaran de “gancho ciego” a un almuerzo con gente que no conocía y donde
querían ponerla a resolver “semejante alacranera”. (Ver columna).
El mismo Londoño en su muro de Facebook aportó como soporte de su
acusación el video del
canal CNC donde Rendón expone sus fundamentadas pruebas contra el
contratista. Lo sorprendente es que allí se le escucha decir de Claudia López
que “ella está enterada, ella apoya totalmente el proceso" (minuto 24:44),
lo cual desvirtúa lo manifestado por el columnista, respecto a que la senadora
se hubiera negado a escuchar a Rendón. Si vamos a hablar del obligatorio
compromiso del periodista con la objetividad, a Londoño se le refundió en su
columna.
Ahora bien, me atrevo a pensar que algo similar pudo ocurrirle a
Claudia en su reciente visita a Santander, cuando a falta de ser objetiva
habría sido utilizada precisamente como gancho ciego por los dueños de
Vanguardia Liberal, opositores acérrimos del gobernador actual, quienes le
habrían suministrado una información para que se fuera lanza en ristre contra
el Programa de Alimentación Escolar (PAE), sin haber conocido antes los planteamientos
que en su defensa ha expuesto la gobernación de ese departamento. Al margen
de quién tiene ahí la razón, yo la vi fue lanzándole un salvavidas a la maltrecha
imagen del alcalde de Bucaramanga, Rodolfo Hernández (consentido de Vanguardia,
por cierto), a raíz de una desatinada reglamentación del Pico y Placa y de un
rabo de paja manifiesto cuando el burgomaestre local se enfrentó a Germán Vargas
por la utilización política de unas casas
para conseguir votos.
Algo bien llamativo fue cuando el también columnista de El Espectador
y El País de Cali, Ramiro Bejarano (a quien Londoño acusa de haber sido
“director del DAS” en 1994), terció en la pelea y desde el lado valluno le
mandó a decir en un trino
que “si va denunciar que se atreva, en vez de asustarse”; y a continuación
soltó una carga profunda que podría estar dando en la pepa del corozo: “En
disputa entre columnista Julio Cesar Londoño y Senadora Claudia López, por
supuesto hay que creerle a ella, que no anda detrás de los momios”. (Ver trino).
Lo de los momios hace referencia a la élite valluna con la que
Bejarano anda a toda hora cogido de las greñas, y basta seguir la pista cual
hilo de Ariadna para aterrizar en el grupo de industriales cobijados bajo el
ingenio Manuelita, cuyos intereses entrarían en choque ante una eventual presidencia
de Claudia López.
Moraleja y conclusión: Un escritor y columnista como Julio César
Londoño está en su derecho de trabajar para unos empresarios del azúcar, pero
no tiene la mejor presentación que de ñapa les haga mandados políticos. Como
Claudia con Vanguardia, digamos, pero con la diferencia entre el que se deja utilizar y la que es -en apariencia- utilizada.
DE REMATE: De algún modo se entiende el desprestigio del gobierno Santos,
en parte por la poderosa campaña de propaganda negra contra la paz que con tan afinada
puntería ha desplegado la extrema derecha, pero lo inaudito es que el gobierno
más corrupto y
criminal en la historia de Colombia –el de Álvaro Uribe, por supuesto- haya
sido hasta ahora el que más prestigio tuvo. País enfermo.
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