Hace unos días vino a mi memoria una reunión de la que fui testigo el 26 de septiembre de 2007, cuando el entonces
candidato a la alcaldía de Bogotá, Enrique Peñalosa, fue sacado casi a
empellones del salón comunal del barrio La Carolina, después de que le dijo a
un nutrido grupo de residentes de ese sector que el Country Club se tenía que
ir de ahí porque “el problema no es político, sino administrativo”.
Esa declaración sin anestesia
despertó la ira de los encopetados asistentes, quienes no iban a permitir que los
terrenos de su exclusivo club social –con dos canchas de golf de 18 hoyos cada una-
se les llenara de “guisos echando pola”. Así que lo obligaron a abandonar el
recinto en medio de rechiflas, al calor de vivas a Samuel Moreno, el candidato
de los pobres…
En ese momento Peñalosa era
partidario de continuar con el Plan de Reordenamiento del Country Club expedido
por Antanas Mockus en 2003, que incluía la construcción de un parque en la
cancha de polo (lo único que se hizo), y en una segunda etapa la construcción
de un gran parque en el 61 por ciento del terreno restante, unas 82 hectáreas,
con lo cual desaparecerían los campos de golf y se le daría continuidad a la carrera
15 hacia el norte, que hasta el día presente desemboca en la portería de dicho
club. En una tercera etapa el 30 por ciento restante del terreno iba a ser
entregado a los socios, para que desarrollaran proyectos urbanísticos de
vivienda.
La prueba de que Peñalosa era
partidario de sacar de ahí al Country Club me la dio él mismo cuando por esos
días le pregunté –para mi periódico El Sábado Cedritos- si se mantenía en la idea
de expropiar esos terrenos por vía administrativa, y esto me respondió: “Hay
que aplicar los mecanismos que permitan pagar por los terrenos con el cambio de
uso de una pequeña parte, que se urbanizaría. Estoy convencido de que la
conversión del Country y Los Lagartos en parques haría de Bogotá una ciudad
mucho más igualitaria y feliz”. Y dijo además que “es absolutamente seguro que (el
Country Club) se va a destaponar”. Fue así como Peñalosa conquistó mi voto en
2007, convencido como estaba –y estoy- de que ese millón de metros cuadrados al
servicio exclusivo de unos pocos, está ‘taponando’ el desarrollo urbanístico
del sector.
Es bien llamativo que el tema
del Country Club no se hubiera ventilado para nada en la última campaña a la
alcaldía, y que desde su triunfo en octubre pasado no se conociera ningún
pronunciamiento de Peñalosa al respecto. Con base en lo anterior solicité una
entrevista por intermedio de su jefe de Prensa, Yesid Lancheros, para tratar el
tema del Country Club, en busca de saber si el alcalde persistía en el empeño
de mandarlos con sus palos de golf a otra parte. (Ver columna que en 2008 escribí al respecto, Música de
réquiem para el Country Club, y escuchar entrevista que me hizo Julio Sánchez Cristo con motivo
de esa columna).
Pasaron los días hasta
completar tres semanas y, ante la ausencia de respuesta, le envié un amable
recorderis a Lancheros. Él con presteza me respondió ese mismo día, con un link
o enlace donde informaba que “en esta entrevista con Semana Peñalosa habló de su postura frente al tema
del Country”.
Me alegré al saber que por
fin se resolvería tan enigmático silencio, pero la dicha duró hasta cuando, ante
la pregunta “¿Sigue con la idea de expropiar el Country para hacer un gran
parque?”, vi que así respondía: “Tenemos que terminar de hacer un parque en las
siete hectáreas de la cancha de polo que compró el Distrito. (…) A largo plazo
no se puede descartar que se haga un parque en los demás terrenos del Country,
pero no será en mi Alcaldía”.
Espero estar equivocado, pero
esto parece traducirse en que Peñalosa mató el tigre y se asustó con el cuero.
O que prefirió tragarse los insultos que había recibido ocho años atrás, con
tal de no perder esos votos. En este contexto, la expresión “no será en mi
Alcaldía” funcionó como el sedante que los tranquilizó y les hizo entender que durante
los cuatro años siguientes podrán seguir jugando sus 18 hoyos sin interrupción
alguna.
El Alcalde Mayor de Bogotá Distrito
Capital está en su derecho de aplazar determinados proyectos y darles prioridad
a otros, por supuesto. Pero en consideración a que años atrás enarbolaba la
retirada del Country Club como un inamovible, si no quiere despertar
suspicacias le convendría explicar por qué decidió meter al congelador tan
importante proyecto de desarrollo urbanístico para la ciudad.
Lo sorprendente reside en ver
hoy a Peñalosa haciendo lo mismo que hizo Samuel Moreno después de que en plena
campaña electoral, tras la celebración de los 90 años del Country Club (a la
que no fue invitado Peñalosa pero sí William Vinasco) salió comprometido a
congelar el tema durante los cuatro años de su administración, a cambio de
nutridos votos.
En columna anterior, a raíz de que Enrique Peñalosa anunció
tren elevado por la Caracas y metro subterráneo en el trayecto del norte, afirmé
que con ello estaría demostrando que no es un traidor a su clase. Lo del
Country Club lo reconfirma, con el agravante de que la traición es para los
habitantes del norte de Bogotá que en su movilidad se siguen viendo afectados por
la presencia monolítica de ese club en tan extensa y ‘taponadora’ extensión.
DE REMATE: Hubiera querido
referirme también a la salida en falso del alcalde cuando calificó de “irrelevante”
que su Secretario de Planeación posea un terreno de 2.000 metros cuadrados en
la reserva Van Der Hammen, pero luego dirán que ya son ganas de montarla. Así
que me abstengo.
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