La tormenta mediática y política que se desató con las explosivas
confesiones del hacker Andrés Felipe Sepúlveda a la revista
Semana constituye quizá la más fuerte estocada que ha recibido la
credibilidad de Álvaro Uribe y su proyecto político, engañosamente conocido como
Centro Democrático. La diferencia con anteriores acusaciones o señalamientos era
que provenían de opositores suyos o de paramilitares que se sintieron
engañados, mientras que ahora salen de la boca de alguien que era “más uribista
que Uribe”, pero un día descubre que lo quieren matar porque sabe demasiado.
En Colombia mucho se ha hablado de la Mano Negra como de una muy poderosa
organización clandestina de extrema derecha que actúa coordinada en la
realización de sus planes o atentados, y la noticia positiva es que nunca antes
se había llegado tan cerca de los tentáculos que parecieran conducir no solo a
su destape, sino a la posible judicialización de algunos de sus miembros.
La Mano Negra (si es que en efecto se trata de la Mano Negra) quiso
actuar de modo rápido y ‘quirúrgico’ eliminando al hacker, pero la Fiscalía
logró evitar los cuatro intentos que le hicieron de llegar a él, y fue entonces
cuando comprendió quiénes son los que quieren matarlo y por qué su mejor seguro
de vida era revelar lo que sabe, antes de que fuera demasiado tarde. Como le
dijo Sepúlveda a La
FM, “ellos sin quererlo me volvieron una pieza clave, porque soy de las
pocas personas en este país que puede desvertebrar esa estructura criminal que
existía”. Y cuando Vicky Dávila le pregunta si hay alguien en particular que
quiera verlo muerto, responde que sí, y que “empieza por U”. Y cuando Juan
Carlos Giraldo le inquiere si esa U es el apellido o el nombre”, así responde:
“el apellido”.
Sepúlveda ha anunciado que “hay pruebas de todo”, y eso haría pensar
que el golpe podría ser demoledor. Pero en la misma medida el país debería
prepararse para lo que podría ser una respuesta demoledora –un magnicidio, por
ejemplo- que actúe como mecanismo distractor tanto de la gravedad de las acusaciones
como de la ‘jerarquía’ de los implicados.
Lo más llamativo de las coherentes confesiones del hacker es que
develan un entramado de acciones y planes en el que habrían participado el
procurador Alejandro Ordóñez, la contralora Sandra Morelli, el expresidente
Uribe, Óscar Iván Zuluaga y su hijo David, el ‘director espiritual’ Luis
Alfonso Hoyos, María Fernanda Cabal, José Obdulio Gaviria, los generales Javier
Rey y Rito Alejo del Río, altos mandos militares “activos”, Jaime Restrepo (el mismo
que retó a Iván Cepeda a batirse en duelo), la Dirección Nacional de Inteligencia…
y faltan datos de otros municipios. ¿Y cuál era el propósito común que reunía a
tan abigarrado ramillete de celebridades? Algo que Sepúlveda tuvo claro desde
el principio, por las instrucciones que recibió: “No al proceso de paz”.
En este contexto no deja de ser llamativa la mención al general Rito
Alejo del Río, a quien algún analista comparó con el perejil, porque está en
todas las recetas. Es sorprendente que mientras paga condena por sus vínculos
con el paramilitarismo de Urabá y se le relaciona con sonados casos como los
asesinatos de Álvaro Gómez Hurtado o Jaime Garzón, reaparece a la cabeza de un
grupo de oficiales del Ejército cuya consigna era “una respuesta a una posible
firma del proceso de paz, y la respuesta era la creación de un grupo armado
ilegal”.
El mismísimo presidente Juan Manuel Santos en más de una ocasión ha
hablado de la Mano Negra, y tras el descubrimiento de la sala Andrómeda dijo
que “fuerzas oscuras están detrás”, y lo que reveló el hacker le concede plena
validez a las palabras del mandatario. Son precisamente fuerzas oscuras las que
siempre han confluido en la conformación y accionar de los grupos paramilitares
sembrados por toda la geografía nacional, y a ellas se refirió Carlos Castaño en
su libro Mi confesión, donde habló de un Grupo de Notables que lo asesoraba y
le daba instrucciones: “al grupo de los seis ubíquelo durante un espacio muy
largo de la historia nacional, como hombres al nivel de la más alta sociedad
colombiana”.
Castaño no reveló nombres, pero sí Diego Fernando Murillo, alias ‘Don
Berna’: en versión
libre ante fiscales de la Unidad Nacional de Justicia y Paz señaló a Pedro
Juan Moreno Villa, exsecretario de Gobierno de Álvaro Uribe en la Gobernación
de Antioquia, como uno de los integrantes del Grupo de Notables que asesoraba a
Castaño, y quien tras distanciarse de su exjefe sacó la revista ‘La otra verdad’,
hasta que un lamentable accidente en 2006 a bordo de un helicóptero le impidió
revelar nuevas verdades. ¿Murió acaso porque ‘sabía demasiado’? Averígüelo
Vargas…
Ya no está Moreno pero sigue vivo un personaje como el general Rito
Alejo, a quien ahora vemos hablando de enfrentar la eventual firma del proceso
de paz con un grupo armado ilegal, y lo que allí se aprecia es la recurrencia
al mismo modus operandi que tan importantes frutos les ha arrojado a todos los
que desde tiempo atrás vienen trabajando unidos –y coordinados- en el proyecto
de “refundar la patria”.
Es mucha la tela que aún falta por cortar, pero lo interesante de las
declaraciones de Andrés Sepúlveda es que permiten distinguir con relativa
nitidez las huellas que durante la pasada campaña electoral fueron dejando los
dedos de esa Mano Negra puesta al servicio del proyecto de ultraderecha
encarnado en la ‘majestad’ del expresidente Álvaro Uribe.
DE REMATE: ¿Seguirá ‘Pachito’
Santos empecinado en negar el espionaje que le montaron desde la campaña de
Óscar Iván Zuluaga, a sabiendas de las pruebas que vienen en camino? ¿Será que
se puede llegar más bajo en carencia de dignidad y amor propio?
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