Algún día la historia se encargará de juzgar uno de los períodos más
oscuros en la vida republicana de Colombia, como fueron los ocho años de
gobierno de Álvaro Uribe Vélez. Digo la historia y no la justicia, porque al
ritmo que avanza esta última va a ser muy difícil que el tiempo de vida que le
queda a Uribe alcance para ser juzgado y condenado por los numerosos crímenes
que le achacan. Un caso similar de inoperancia ocurrió con el dictador Augusto
Pinochet, quien gracias a una orden de detención del juez Baltasar Garzón permaneció
en arresto domiciliario durante año y medio en Londres, pero logró sortear con
éxito ese percance y al final murió sin haber pasado un solo día tras las rejas.
Lentitud en la justicia por un lado, y por otro evasión, como acabamos
de ver tras la condena impuesta a Andrés Felipe Arias, el hombre en quien Uribe
había puesto todas sus complacencias. El
exministro de Agricultura no se hizo presente al dictamen de la sentencia
porque estaba “de vacaciones con su familia”, y es un hecho indubitable que se
sumará a la lista de prófugos ilustres (?) que encabezan Luis Carlos Restrepo y
María del Pilar Hurtado.
Lo increíble es que la justicia colombiana no haya contado con
‘dientes’ para evitar la triple fuga, y en el caso de Arias que incluso tuviera
autorización para abandonar el país, siendo que se avanzaba en su juicio. Ello evidenciaría
cierto grado de complicidad de sus juzgadores, tanto al dejarlo en libertad
como al haberle brindado las condiciones materiales para que se diera a la
fuga. ¿O es que algún iluso cree que Arias regresará a encerrarse en una celda,
donde ya estuvo casi tres años, para acabar de cumplir su pena?
Mientras Uribe y su copiosa cohorte de segundones piden a grito herido
que no haya impunidad para las Farc, este se dedica con una garra no exenta de
creatividad a buscar impunidad para los suyos, llegando a extremos como el de
afirmar que los soldados y oficiales del Ejército acusados por falsos positivos
son “héroes de la patria” y “perseguidos por la Fiscalía”, o el de perseverar en la defensa de Jorge
Noguera, su exdirector del DAS condenado a 25 años de prisión por el asesinato
del humanista Alfredo Correa D’Andreis (entre otros crímenes), pero de quien Uribe
dijo tras conocerse la condena que “si hubiera delinquido, me duele y ofrezco
disculpas a la ciudadanía". Declaración ésta teñida de infamia hacia las
víctimas porque encierra un mensaje de complicidad con el criminal, mediante ese
ofensivo “si hubiera delinquido”, indicativo de que él piensa otra cosa.
Esto no significa que Uribe haya cometido múltiples errores de
ingenuidad al contratar o rodearse de tanto delincuente, sino que estableció
con ellos unas relaciones de complicidad tales, que lo obligan a colaborar
hasta donde le sea posible para que logren evadir el cerco de la justicia, pues
en caso contrario sería él mismo quien pudiera verse seriamente comprometido.
Además de Noguera, un par de casos notorios de colaboradores cercanos a
los que tampoco les pudo ayudar es el de sus dos últimos jefes de seguridad en
la Presidencia, pero tuvo el gesto –también cómplice- de incluirlos en la
dedicatoria de su libro No hay causa perdida: “siempre estaré agradecido con
los generales Flavio Buitrago y Mauricio Santoyo”. Hasta donde sabemos, siempre
es siempre, no hasta que los cojan presos. Y no sobra recordar que ante la
condena a Buitrago, tuvo el cinismo de afirmar que era el gobierno del
presidente Santos el que debía responder.
Pero centrémonos en los que ya son los tres más ilustres prófugos de
la justicia colombiana, en orden de importancia: Andrés Felipe Arias, Luis
Carlos Restrepo, María del Pilar Hurtado. Si buscamos el elemento coincidente
entre ellos y el expresidente, la palabra complicidad salta cual liebre tras el
matorral: ellos sabían que lo que hacían transgredía o podía transgredir la ley,
pero estuvieron dispuestos a jugársela porque creían que así se debía hacer. Eso
es lo que configura la categoría de cómplices.
La diferencia más notoria entre los tres es que con el exministro
Arias se da una complicidad abyecta, motivo por el cual su jefe (que lo sigue
siendo) no corre el más mínimo riesgo de
ser traicionado. Pero no ocurre igual con Restrepo y Hurtado, pues, como dije
en columna
anterior, si hay dos personas en Colombia que tienen toda la información
requerida para hundirlo, son ellos dos. Eso explicaría por un lado que Uribe
haya enviado un contingente de abogados a Panamá a tratar de evitar la
repatriación de María del Pilar, y por otro que Luis Carlos Restrepo en
realidad no le esté huyendo a la justicia sino al siniestro, considerando que una
jueza ‘íntima’ del coronel Robinson González le levantó la orden de detención y
por tanto podría regresar cuando quisiera. Si no lo hace, quizá sea porque
prefiere evitar tener que subirse a un helicóptero.
Lo preocupante de todos modos es que la lista de prófugos ilustres puede
ampliarse a cuatro, pues la entrega a la justicia del mayor Juan Carlos Meneses
en enero pasado fue con el fin específico de aportar a la Fiscalía las pruebas
que dice tener contra Santiago Uribe por su presunta comandancia del grupo
paramilitar Los 12 apóstoles.
Pasada la tormenta electoral que impedía tomar ciertas decisiones
‘sensibles’, es factible que en próximos días el hermano del expresidente Uribe
sea llamado a juicio y se le profiera orden de captura, como en su momento se
hizo con los tres que ya tomaron las de Villadiego. Aquí, la justicia se
enfrenta a dos nuevos retos: cuidar a Meneses para que no lo maten, pero sobre
todo cuidar que el hermano del expresidente Álvaro Uribe no se vaya del país,
siguiendo los pasos de los ya tres tristes prófugos ‘ilustres’.
Sea como fuere, este llamado de
alerta solo pretende impedir que se convierta en tragicómica realidad lo que
vaticinó el periodista Héctor Fabio Cardona (@HFCardonaG): que un día de estos Uribe
pueda montar un gobierno de prófugos en el exilio… y presidirlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario