martes, 8 de julio de 2014

Triste historia de tres (o cuatro) prófugos ilustres




Algún día la historia se encargará de juzgar uno de los períodos más oscuros en la vida republicana de Colombia, como fueron los ocho años de gobierno de Álvaro Uribe Vélez. Digo la historia y no la justicia, porque al ritmo que avanza esta última va a ser muy difícil que el tiempo de vida que le queda a Uribe alcance para ser juzgado y condenado por los numerosos crímenes que le achacan. Un caso similar de inoperancia ocurrió con el dictador Augusto Pinochet, quien gracias a una orden de detención del juez Baltasar Garzón permaneció en arresto domiciliario durante año y medio en Londres, pero logró sortear con éxito ese percance y al final murió sin haber pasado un solo día tras las rejas.

Lentitud en la justicia por un lado, y por otro evasión, como acabamos de ver tras la condena impuesta a Andrés Felipe Arias, el hombre en quien Uribe había puesto todas sus complacencias.  El exministro de Agricultura no se hizo presente al dictamen de la sentencia porque estaba “de vacaciones con su familia”, y es un hecho indubitable que se sumará a la lista de prófugos ilustres (?) que encabezan Luis Carlos Restrepo y María del Pilar Hurtado.

Lo increíble es que la justicia colombiana no haya contado con ‘dientes’ para evitar la triple fuga, y en el caso de Arias que incluso tuviera autorización para abandonar el país, siendo que se avanzaba en su juicio. Ello evidenciaría cierto grado de complicidad de sus juzgadores, tanto al dejarlo en libertad como al haberle brindado las condiciones materiales para que se diera a la fuga. ¿O es que algún iluso cree que Arias regresará a encerrarse en una celda, donde ya estuvo casi tres años, para acabar de cumplir su pena?

Mientras Uribe y su copiosa cohorte de segundones piden a grito herido que no haya impunidad para las Farc, este se dedica con una garra no exenta de creatividad a buscar impunidad para los suyos, llegando a extremos como el de afirmar que los soldados y oficiales del Ejército acusados por falsos positivos son “héroes de la patria” y “perseguidos por la Fiscalía”,  o el de perseverar en la defensa de Jorge Noguera, su exdirector del DAS condenado a 25 años de prisión por el asesinato del humanista Alfredo Correa D’Andreis (entre otros crímenes), pero de quien Uribe dijo tras conocerse la condena que “si hubiera delinquido, me duele y ofrezco disculpas a la ciudadanía". Declaración ésta teñida de infamia hacia las víctimas porque encierra un mensaje de complicidad con el criminal, mediante ese ofensivo “si hubiera delinquido”, indicativo de que él piensa otra cosa.

Esto no significa que Uribe haya cometido múltiples errores de ingenuidad al contratar o rodearse de tanto delincuente, sino que estableció con ellos unas relaciones de complicidad tales, que lo obligan a colaborar hasta donde le sea posible para que logren evadir el cerco de la justicia, pues en caso contrario sería él mismo quien pudiera verse seriamente comprometido.

Además de Noguera, un par de casos notorios de colaboradores cercanos a los que tampoco les pudo ayudar es el de sus dos últimos jefes de seguridad en la Presidencia, pero tuvo el gesto –también cómplice- de incluirlos en la dedicatoria de su libro No hay causa perdida: “siempre estaré agradecido con los generales Flavio Buitrago y Mauricio Santoyo”. Hasta donde sabemos, siempre es siempre, no hasta que los cojan presos. Y no sobra recordar que ante la condena a Buitrago, tuvo el cinismo de afirmar que era el gobierno del presidente Santos el que debía responder.

Pero centrémonos en los que ya son los tres más ilustres prófugos de la justicia colombiana, en orden de importancia: Andrés Felipe Arias, Luis Carlos Restrepo, María del Pilar Hurtado. Si buscamos el elemento coincidente entre ellos y el expresidente, la palabra complicidad salta cual liebre tras el matorral: ellos sabían que lo que hacían transgredía o podía transgredir la ley, pero estuvieron dispuestos a jugársela porque creían que así se debía hacer. Eso es lo que configura la categoría de cómplices.

La diferencia más notoria entre los tres es que con el exministro Arias se da una complicidad abyecta, motivo por el cual su jefe (que lo sigue siendo)  no corre el más mínimo riesgo de ser traicionado. Pero no ocurre igual con Restrepo y Hurtado, pues, como dije en columna anterior, si hay dos personas en Colombia que tienen toda la información requerida para hundirlo, son ellos dos. Eso explicaría por un lado que Uribe haya enviado un contingente de abogados a Panamá a tratar de evitar la repatriación de María del Pilar, y por otro que Luis Carlos Restrepo en realidad no le esté huyendo a la justicia sino al siniestro, considerando que una jueza ‘íntima’ del coronel Robinson González le levantó la orden de detención y por tanto podría regresar cuando quisiera. Si no lo hace, quizá sea porque prefiere evitar tener que subirse a un helicóptero.

Lo preocupante de todos modos es que la lista de prófugos ilustres puede ampliarse a cuatro, pues la entrega a la justicia del mayor Juan Carlos Meneses en enero pasado fue con el fin específico de aportar a la Fiscalía las pruebas que dice tener contra Santiago Uribe por su presunta comandancia del grupo paramilitar Los 12 apóstoles.

Pasada la tormenta electoral que impedía tomar ciertas decisiones ‘sensibles’, es factible que en próximos días el hermano del expresidente Uribe sea llamado a juicio y se le profiera orden de captura, como en su momento se hizo con los tres que ya tomaron las de Villadiego. Aquí, la justicia se enfrenta a dos nuevos retos: cuidar a Meneses para que no lo maten, pero sobre todo cuidar que el hermano del expresidente Álvaro Uribe no se vaya del país, siguiendo los pasos de los ya tres tristes prófugos ‘ilustres’.


 Sea como fuere, este llamado de alerta solo pretende impedir que se convierta en tragicómica realidad lo que vaticinó el periodista Héctor Fabio Cardona (@HFCardonaG): que un día de estos Uribe pueda montar un gobierno de prófugos en el exilio… y presidirlo.

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