Dicen que en Colombia un pesimista es un optimista bien informado, y
esto aplica para dos proyectos que dos fuerzas progresistas diferentes quieren
sacar adelante en el Congreso, pero que terminarán por estrellarse contra el
muro del conservadurismo que casi siempre termina por imponerse allí.
Uno es el debate que Iván Cepeda quiso promover contra Álvaro Uribe
por sus relaciones con el paramilitarismo, pero el voto que este último depositó
por José David Name para la presidencia del Senado le rindió sus frutos. Resultado,
el partido de la U se volvió repentinamente uribista y el tan publicitado
debate sufrió de coitus interruptus.
El segundo caso es el proyecto de ley que a nombre del Partido Liberal
pretende sacar adelante el joven senador Juan Manuel Galán para legalizar la
marihuana con fines terapéuticos. De una vez saltaron como batracios la Iglesia
Católica y el Partido Conservador a oponerse, la primera por boca de monseñor
Juan Vicente Córdoba (“no podemos combatir a la droga con la misma droga”), y
el segundo representado por Hernán Andrade, quien considera que “la propuesta
de la marihuana abre las puertas de la legalización”.
Al primero le respondió con sobrada lucidez el escritor y columnista
Juan Gabriel Vásquez cuando en columna
para El Espectador advirtió que el proyecto de ley de Galán “no quiere que
se combata la droga con la droga: quiere que se combata el dolor con la droga”.
Y al segundo habría que preguntarle si eso significa que para que no haya el
más mínimo riesgo de su legalización, a los enfermos que podrían encontrar
alivio en sus propiedades curativas les queda totalmente prohibido acceder a esa
hierba. ¿Sacrificamos entonces a los enfermos, para que no haya riesgo de que
los sanos también la prueben?
Sea como fuere, hay que concederle la razón a Andrade en que se
abrirían las puertas a la legalización plena, pero la diferencia está en que él
ve como negativo lo que en realidad es el lado positivo de la noticia. La
marihuana hay que legalizarla, esa es la solución al problema, no el problema.
Como decía Kierkegaard: “a veces el ángulo desde el cual se ve el problema, es
el problema”. ¿Quién dijo acaso que a la gente se le puede andar prohibiendo
que se dé en la cabeza, sea porque la estrella contra una pared o porque se
emborracha o porque acude a una sustancia psicoactiva? ¿Consecuentes con esta
línea, prohibimos también el suicidio?
Mientras en EE UU la mayoría de habitantes de los estados de
Washington y Colorado en noviembre de 2012 votó a favor de legalizar totalmente
la marihuana (o sea, abrieron no puertas sino compuertas) y mientras Uruguay
fue el primer país latinoamericano que tuvo la audacia de seguir el ejemplo, aquí
apenas se inicia la discusión pacata en torno a si les damos a los enfermos
terminales unas goticas de cannabis que alivien sus dolores, o si los dejamos
sumidos en sus padecimientos o los
obligamos a que las consigan por la carísima y peligrosa vía de la ilegalidad.
Una circunstancia similar de satanización se presentó cuando el
alcalde Gustavo Petro propuso crear centros de consumo de droga controlados
para ayudarles a manejar la ansiedad a los adictos, y el procurador Alejando
Ordóñez saltó a decir que “Petro se la fumó verde”. En el caso de Juan Manuel Galán, ¿por qué se
estará demorando tanto Ordóñez en declarar que esta joven promesa del
liberalismo también se la fumó verde?
Colombia ya no está para que de nuevo la cojan con los calzones abajo,
como le ha venido ocurriendo frente a la lucha contra las drogas, que se queda siempre con
los dolorosos y desprecia los gozosos. En otras palabras, que se lo vienen
metiendo sin vaselina, con el perdón del señor procurador.
El verdadero acto de coraje del presidente Juan Manuel Santos sería si en
consonancia con la tendencia mundial reconociera que la guerra contra las
drogas fue un rotundo fracaso (como en su momento lo fue la Ley Seca en EE UU) y
se diera la pela de proponerle al Congreso una legislación que siga el ejemplo
de Pepe Mujica. Se trata en últimas de que Colombia se suba los calzones, se
apriete el cinturón y no se quede por fuera de un negocio del que ya un
personaje como Vicente Fox, expresidente de México, dijo que cuando sea legal
“seré productor de marihuana para que la droga esté en manos de nosotros, que
ayude a la economía del país y no solamente al Chapo Guzmán”. Y la marihuana
será legal en todo el mundo de aquí a 15 o 20 años, póngale la firma.
Es por ello que la propuesta del senador Galán no deja de ser timorata,
aunque loable y digna de aplauso. Pero
está condenada al fracaso –y espero estar equivocado- porque hasta los propios
medios que deberían impulsar la idea están contagiados de esa ola retrógrada
que les hace pensar que la legalización terapéutica disparará el consumo, y que
los consumidores se disfrazarán de enfermos, y que la marihuana será la puerta para
acceder a drogas más duras, y bla, bla, bla.
El senador Galán en entrevista
para Semana.com pide que si le presentan trabas al proyecto “que sean
técnicas, no argumentos de tipo religioso o moral, sin sustento en una vivencia
real”. Se trata de un sano pero baldío llamado a la sindéresis, porque los que
se impondrán serán sin duda los prejuicios religiosos y morales, pero sobre
todo porque las fuerzas de la extrema derecha que desde la caverna también se
han opuesto al aborto terapéutico y al matrimonio gay han quedado notificadas
de que en José David Name Cardozo cuentan desde el pasado 20 de Julio con un
discreto pero muy eficaz aliado, para lo que se les pueda ofrecer desde la mismísima
presidencia del Senado.
DE REMATE: Al cierre de
esta columna se ha sabido que The New
York Times, el periódico más influyente en el mundo entero, pidió en su
editorial (‘Repeal
prohibition, again’) que se rechace la prohibición a la marihuana en
Estados Unidos, y abogó por su legalización plena. Sin más comentarios.
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