El pasado
29 de abril publiqué aquí mismo una columna (Hay una fiera herida) en
la que decía: “el presidente Santos se mueve en un terreno de arenas movedizas,
donde es el Comandante en Jefe de unas fuerzas que le deben obediencia por
simple cadena institucional de mando, pero la lealtad parece estar en el otro
lado de la balanza, el de su mayor ‘enemiguis’.”
Todavía no
había estallado el escándalo por el video cuyo conocimiento no arroja dudas
sobre los estrechos vínculos entre el hacker Andrés Sepúlveda y la campaña del
Centro Democrático, y que comprometieron al candidato Óscar Iván Zuluaga al
punto de verse obligado a sugerir que él no es el que allí aparece.
Estrambótico asidero del que se había agarrado para distraer la atención, hasta
que al incorregible y muy bocón Pacho Santos se le dio por decir que "sí
claro, nosotros no negamos eso" (que el del video es Zuluaga).
El punto
está en que ese video –testimonio de una reunión entre Zuluaga y un espía cien
por ciento uribista que quería regalarle en bandeja de plata el fracaso del
proceso de paz- es la prueba ineludible de que el candidato presidente Juan
Manuel Santos se mueve en un tablero de operaciones donde algunos de sus
caballos, alfiles o torres parecieran buscarle la zancadilla. De paso, ello
explicaría por qué su (primera) dama salió a batirse “a dentelladas secas y
calientes” en correrías por todo el país, para evitar que le destronen a su rey.
La
pregunta de fondo –que muy pocos han querido hacerse- es si Andrés Sepúlveda es
o no un agente de inteligencia militar, en consideración básicamente a que si
el animal tiene alas de pato, camina como un pato y grazna como pato… es un
pato.
Al
respecto habría que preguntarse por ejemplo a qué obedece el silencio del
estamento militar, que no salió a condenar con la verticalidad que le
caracteriza la actuación de un individuo de quien todavía no se tiene muy claro
si vendía o más bien recibía (o si en ocasiones les vendía y en otras recibía)
información de inteligencia del Ejército, en una estela de actuación que lo
ubica además por los pasillos de la sala Andrómeda.
La
atención también hay que centrarla en el segundo hacker que saltó a la
palestra, Carlos Escobar, con quien según artículo de Las 2 orillas, Sepúlveda
trabajaba en llave. Se trata de alguien que reúne el mismo perfil cien por
ciento uribista (“le manejo la cuenta a Álvaro Uribe Vélez”, “le hacemos
seguimientos a guerrilleros”), y le dijo a ese medio que manejaba entre muchas
otras la página alvarouribesenador.com (algo que Uribe no desmintió), suplantó
al periodista William Calderón desde la cuenta de Twitter @LabarcaCalderon y
generó desde allí un bullying informático contra Daniel Coronell (feroz
opositor del expresidente Uribe), y según una fuente de la campaña de Francisco
Santos a la candidatura del Centro Democrático, fue llevado por Tomás Uribe
Moreno a las oficinas del exvicepresidente para que le manejara las redes
sociales.
No deja de
ser llamativo que este Escobar también estuvo vinculado con Andrómeda, lo mismo
que un tercer hacker, Yesid González Arango, a quien Andrés Sepúlveda luego de
su captura relacionó en confesión a la Fiscalía como uno de los contactos
que tenía con esa sala clandestina de inteligencia. Y González Arango,
vaya casualidad, trabaja actualmente en el comando de las Fuerzas Militares,
como le reconoció en días pasados a Blu Radio el
comandante de la FAC, general Guillermo León: “Él es un agente de inteligencia
nuestro, civil. Se encuentra en funciones en el Comando General de la Fuerzas
Militares, es decir pertenece a la Fuerza Aérea, pero su trabajo está
realizándose en el comando general”.
En este
contexto de relaciones ‘pecaminosas’ entre Ejército y espías cabría formular
otra pregunta, y es si Andrés Sepúlveda fue el vaso comunicante entre
Inteligencia Militar y la campaña de Óscar Iván Zuluaga, quien en el video muestra
gran interés en lo que el hacker le cuenta sobre “la isla”, nombre en clave que
manejaban para referirse al proceso de paz. Como dice La Silla Vacía, “el
video prueba que Zuluaga no solo sabía quién era el hacker, sino que éste
manejaba información de inteligencia militar y tenía contactos en ese mundo. Es
decir, sabía que manejaba información reservada”.
Un último
elemento a considerar tiene que ver con la filtración a Álvaro Uribe de las
coordenadas del lugar donde el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR)
facilitaría el traslado de un miembro de las Farc a Cuba, y al comienzo del
gobierno de Juan Manuel Santos la revelación por parte de su primo de las
conversaciones secretas que se adelantaban con esa guerrilla, y en días
recientes –horas antes de que ese grupo anunciara desde La Habana el cese al
fuego- el trino del infatigable @AlvaroUribeVel contándole al país que eso
ocurriría. Esto indica sin lugar a dudas que fuentes de inteligencia militar le
vienen ‘copiando’ a Uribe de todos los pasos que da su sucesor, y el informe
que en el video le rinde Sepúlveda al candidato de Uribe sobre el proceso de
paz se ajusta al dedillo a todo lo hasta aquí descrito.
Es de
esperar entonces que la Fiscalía tenga herramientas y autonomía para investigar
si los hackers Andrés Sepúlveda, Carlos Escobar y/o Yesid González –para
mencionar solo los tres casos que ya se conocen- espiaban o le sacaban
información a las Fuerzas Militares, o si no sería más bien que los mismos
aparatos de inteligencia de estas espiaban y hostigaban la campaña de Juan
Manuel Santos “en cumplimiento de la misión”, o sea de las directrices trazadas
hace más de una década por la política de Seguridad Democrática de su 'mejor
amiguis', Álvaro Uribe Vélez.
DE REMATE:
Los que votaron “ni Santos ni Zuluaga” fueron los grandes derrotados en la
primera vuelta. Crecieron a la bestia uribista. Ganó el "usted a mí me
respeta" de Zuluaga a Santos. Ah, y otra cosa: esta elección confirma la
urgencia del voto obligatorio. Una primera vuelta con un 64 por ciento de
abstención debería considerarse ilegítima.
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