sábado, 2 de abril de 2011

La crucifixión rosada de Alejandra Azcárate


Escribí esta columna a mediados de 2006, ante la demanda que entabló un grupo de católicos ofendidos –entre ellos el hoy procurador Alejandro Ordóñez- por unas fotos de Soho donde aparecía Alejandra Azcárate recreando dos escenas del Evangelio. Se la envié al director de la revista, Daniel Samper Ospina, y él me respondió diciendo que se la había reenviado a su abogado en el caso, Humberto de la Calle Lombana, para que fuera tenida en cuenta como parte del sustento probatorio. Pero nunca fue publicada en ningún medio impreso, salvo dos años después en noticias literarias.com, una agencia mundial de noticias culturales con sede central en Nueva York.

Me he animado a reproducirla en este espacio, porque la situación de antes es calcada de la que hoy padece nuevamente la revista Soho por cuenta de una ciega y obcecada intolerancia religiosa.


El texto que citaré pertenece a Gargantúa y Pantagruel, un clásico de la literatura universal escrito por François Rabelais (1494-1555). Muestra a Panurgo en trance de enamorar a “una gran dama de París” y fue escrito en los albores del muy inquisidor siglo XVI. Si usted se fija bien, a los ojos de un guardián de la doctrina católica moderna pasaría por una herejía de algún escritor blasfemo de la revista Soho, sujetos por tanto –autor y medio- a sanción penal:


- “Sabed, señora, que estoy tan enamorado de vos que no puedo mear ni cagar. Como comprenderéis, puede sobrevenirme una enfermedad y, ¿qué ocurriría entonces?

- ¡Idos, idos! –dijo ella. Eso a mí no me importa. Dejadme rezar.

- Bien, pero haced un anagrama con: “En el monte vi a la condesa”.

- No sé qué queréis decir.

- Esto –dijo él-: “A la condesa le vi el monte”, y sobre esto rogad a Dios para que me dé lo que vuestro noble corazón desea; y dadme, por favor, ese paternóster.

- Tomadlo y no me importunéis más.”


Según el diccionario de la RAE, paternóster es el “padrenuestro que se dice en la misa y es una de las partes de ella”. En el texto citado, el personaje de Rabelais equipara en trascendencia a la más sublime oración católica con lo que le parece asaz sublime, el sexo de la mujer que pretende. Y no sólo emplea el símil como arma de seducción sino que, vaya sorpresa, logra su objetivo.


La cita viene a colación con motivo de la denuncia que instauró “un grupo de católicos ofendidos en sus sentimientos religiosos” ante el juez tercero municipal, Edgar Castellanos, quien la acogió y ordenó llevar a juicio al escritor Fernando Vallejo, al director de la revista Soho, Daniel Samper Ospina, y a los ‘modelos’ –entre ellos Carlos Gaviria, ex candidato a la Presidencia de la República- de unas fotografías publicadas por la revista, sustentado en el artículo 203 del Código Penal que castiga con cárcel y/u onerosas multas el “daño o agravio a las personas o cosas dedicadas al culto”.


Es inmensa la distancia histórica y geográfica entre una y otra publicación (Gargantúa y Soho), pero tienen en común que a los ojos de un fundamentalista agravian, como agraviada se debió sentir la más rancia ortodoxia islamista que puso precio a la cabeza de Salman Rushdie y que en la práctica ya ha sentenciado y ejecutado a centenares de “infieles”.


Produce cierto estupor comprobar que una obra tan irreverente con los símbolos sagrados de la época como Gargantúa y Pantagruel no hubiera desaparecido bajo el embate de un simple baculazo papal o su autor no hubiese sido condenado a la hoguera, mientras en pleno siglo XXI unas fotografías artísticas estarían a punto de enviar a prisión tanto al autor de un artículo repleto de adjetivos, como al director de una revista de entretenimiento. De paso, obligaría al grupo de personalidades nacionales que posó para la cámara a pagar una altísima reata, entendida reata como “de conformidad ciega con la voluntad o dictamen de alguien”. (DRAE)


Rabelais no era un malandrín de siete suelas, del mismo modo que Daniel Samper Ospina no es el pelafustán a quien pudieran llamar al orden o pedir cuentas por su comportamiento. Sea como fuere, con casi quinientos años de diferencia en su génesis, Gargantúa es un puente de filosofía humanística tendido entre la Edad Media y el Renacimiento, mientras que un episodio como el de Soho pareciera anunciar el reversazo de una ética supuestamente liberal a un oscurantismo incierto.


¿Dónde estriba la razón de fondo para que el peso de una ley dictada por una sociedad civil deba aplicarse con rigurosidad extrema, ante lo que sólo constituye una radical diferencia de opiniones religiosas? No sin temor a equivocarnos (crecimos en el temor a Dios, ojo) estamos tentados a creer que fue el poeta Eduardo Escobar quien en reciente columna de El Tiempo hendió el dedo en la llaga: “a sus demandantes los asustaron las tetas”.


En esta ocasión la ofensa no estaría en que la recreación gráfica de La última cena o de La Crucifixión puso a un hombre desnudo, sino en que reemplazaron a Jesucristo por una mujer torsidesnuda. Esto llenó la copa, despertó la ira de un fanatismo ciego, incapaz de tolerar que la imagen intrínsecamente masculina de su Dios hubiese encarnado en un cuerpo femenino, así se trate de un cuerpazo.


En sustento a esta hipótesis, algunos han llegado a comparar el castigo infligido a Juana de Arco con la leve sanción moral que recibió antes de morir el obispo pedófilo mexicano Carlos Maciel, perteneciente a los Legionarios de Cristo. En busca de una argumentación más amable y seductora, están las palabras que se le escucharon a un seminarista arrepentido, ante La Crucifixión Rosada de Alejandra Azcárate: “Me hablaron sobre el mundo, el demonio y la carne, pero nunca me advirtieron de la mujer, que es un demonio con un mundo de carne.”


jorgegomezpinilla@yahoo.es


1 comentario:

Anónimo dijo...

Delito literario?, no sabría como impugnar semejante comparación tan irrisoria sobre lo que es un relato entre lineas y una publicación de una revista machista fetichista y de explotación sexualista sobre toda la moral que se maneja hoy en día, puedo abordar que el elogio a la sexualidad en tiempos pasados era un abominacion y era causal de falta y agravio social, y otra en esta sociedad de mierda en la que vivimos que donde no hay una mujer con "un cuerpazo" (citado textualmente)no hay arte, donde la cultura de la sociedad no sabe apreciar un desnudo sin mirarlo con morbosidad y deseo, donde si esta totalmente desnuda y es famosa es la foto del siglo, pero si se maneja el concepto artistico no! esa es la diferencia y la indignacion donde soltamos la bomba para ser la morbosidad y el que decir de la sociedad de mierda, donde admiran una revista consumista, egocenrista, machista y para nada sensual ni artistica donde solo falta una cantidad de tiempo para que sean las nuevas revistas pornograficas de colombia con mas valoracion en igualdad a la Playboy, para que digamos que tengamos que defender el agravio a la imagen santa imagen de apreciacion y cero morbosidad, esa es la indignacion si ud se compromete a defender idiotez con crecimiento literario! no hizo nada en su vida!