viernes, 8 de abril de 2011

"Vencisteis, pero no convencisteis"


Muchas veces le han preguntado a Horacio Serpa cómo quiere que lo recuerden, y en casi todas responde lo mismo: como un político honrado. La última vez que se le escuchó fue el domingo 27 de marzo, en una animada mesa redonda que a modo de rendición de cuentas organizó el canal regional TRO con los periodistas más críticos (salvo uno) de Santander, cuando manifestó aspirar a que algún día la gente diga: “hay que ser honrados, como Serpa”.


Es comprensible su obsesión por el tema, teniendo en cuenta que si de algo se les acusa a los políticos, es de ser ladrones. “La política es pa’ robar”, dice la gente del común, y la prueba del coloquial aserto es que nunca antes como ahora la clase política colombiana ha generado tal avalancha de noticias judiciales.


En este contexto no debe extrañar que la transparencia de un gobernador sea premiada tantas veces, como si fuera necesario estar exhibiendo la honradez de alguien para que a los funcionarios públicos no se les olvide la importancia de ser correctos. Diríase entonces que la honradez es una ventaja estratégica de Serpa, pero no porque se valga de ella para sacarle partido con un discurso retórico, sino porque los hechos se imponen.


Son aburridos los recuentos, pero en los últimos seis meses el gobernador de Santander ha recibido tres reconocimientos nacionales: el 15 de noviembre de 2010 el de mejor gobernador, con base en encuesta de la firma Cifras & Conceptos entre empresarios, periodistas, académicos y políticos; diez días después la Corporación Transparencia por Colombia que dirige Elizabeth Ungar declaró a Santander como el departamento con mayor transparencia administrativa; y este miércoles 6 de abril el Comité de Seguimiento al Pacto por la Transparencia –del que hacen parte la Fundación Participar y la Cámara de Comercio- reiteró el liderazgo que en este ámbito mantiene la gobernación de Santander, en lo que vendría a ser como una declaratoria de ‘fuera de concurso’.


La vocera de ese comité, María Teresa Duarte, se valió de una comparación para explicar el fallo: mientras que para la construcción del Colegio Bicentenario de Floridablanca sólo llegó un oferente, a la convocatoria de la gobernación para construir el Coliseo Bicentenario de Bucaramanga se presentaron 11. Destacó además –y alabó- la aplicación de medidas como el doble sobre en las licitaciones, el sorteo de fórmula para la adjudicación de obras o la estandarización de los pliegos de condiciones.


Se sobrentiende que si sólo se presentó una oferta para el citado colegio de Floridablanca, fue porque redactaron los pliegos de condiciones para eliminar la competencia desde el partidor. De donde surgen preguntas obligadas: ¿por qué esos mismos controles que ejerce Serpa en sus contrataciones, no se aplican en las demás gobernaciones y municipios de Colombia? Mejor dicho, ¿por qué la honradez no es la norma? ¿Es factible entonces amañar las cosas a favor de una práctica corrupta, y que la única sanción que le apliquen sea la de no entregarle un premio a la transparencia?


De lo anterior se concluye que está muy bien que se premie al honrado, pero pareciera que estamos a años luz de que se castigue como corresponde al corrupto. Baste considerar que si Horacio Serpa hubiera nacido por ejemplo en el país menos corrupto del mundo, Dinamarca, no andarían premiándolo cada vez que diera pruebas de ser honrado, sino que sería uno más entre el montón de funcionarios pulcros de la administración escandinava. (Por cierto, ¿cómo sonaría un vibrato en danés?).


No significa lo anterior que su único mérito sea el de la probidad, pues para medírsele a una plaza tan brava como la colombiana no sólo no basta con ser correcto, sino que ésta sola cualidad lo dejaría inerme ante la jauría. Para que mejor se entienda: Antanas Mockus también es honrado, pero el habilidoso Juan Manuel Santos y el muy ‘picarón’ J.J. Rendón le dieron tres vueltas en la última campaña. A Serpa por el contrario se le suma la garra que ha mostrado para enfrentar las más recias tormentas políticas, así como su proverbial franqueza santandereana, que le ha servido para neutralizar sin arma diferente a su palabra a los más resabiados contrincantes.


No se trata pues de describir a un dechado de virtudes, sino de señalar la importancia que la honradez –como rara avis- ha adquirido en la contaminada arena política nacional. Nada más considerando los altísimos niveles de corrupción que se vienen destapando del gobierno anterior, cabría una pregunta: ¿cómo le habría ido a Colombia si en lugar de las tretas usadas por un político mañoso como Álvaro Uribe para engrupir a todo un país, hubiera regido la hoy reconocida pulcritud administrativa de un dirigente como Horacio Serpa?


La respuesta quizá la ayudó a confeccionar el propio gobernador de Santander en la mesa redonda arriba citada, cuando al final le preguntaron por la impresión que le había quedado del gobierno Uribe, y respondió con una frase atribuida a don Miguel de Unamuno para el generalísimo Francisco Franco: “Vencisteis, pero no convencisteis”.


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