Este artículo fue escrito semanas antes de que la Corte Constitucional decretara la inexequibilidad del referendo. Fue una apuesta futurista. Y acerté.
Un verdadero terremoto político produjo el fallo proferido por la Corte Constitucional, cuando –luego de un proceso de revisión largo y dispendioso- declaró “jurídicamente inexequible” el referendo, por lo que consideró un “cúmulo de errores” de procedimiento, y en cuya decisión final también pesó la violación de los topes electorales en la financiación de la recolección de firmas por parte de la Asociación Colombia Primero.
La ponencia que sirvió de sustento al fallo fue presentada por el magistrado Humberto Sierra Porto, quien tuvo a su cargo la recolección de las pruebas que sirvieron de sustento a tan trascendental decisión. Los analistas coincidieron en afirmar que primó la línea formalista del magistrado Sierra, pues puso especial énfasis en revisar que los procesos de aprobación de las leyes se hubiesen cumplido con rigor, encontrando más de una inconsistencia. Pero las razones fueron tanto de forma como de fondo, pues la Corte Constitucional también asumió el concepto de democracia implícito en si con la reelección se rompía o no el equilibrio de poderes, o se ponía en riesgo la alternación en el poder, o se violaban las garantías para la competencia electoral.
Votación de medianoche
Entre las consideraciones formales que tuvieron en cuenta tanto el magistrado Sierra como la Sala Plena de la Corte (que acogió el planteamiento formulado en la ponencia), está la noche del lunes 16 de diciembre de 2008: a eso de las 11 y 45, mientras la Cámara de Representantes discutía el referendo reeleccionista, el gobierno expidió un decreto para convocar a una sesión extraordinaria. Por falta de tiempo, la plenaria de la Cámara estaba a punto de aplazar el segundo debate de la iniciativa, y como ese día los congresistas salían a vacaciones, era muy probable que al otro día no se completara la mayoría uribista y quedara en vilo su aprobación. Pero a las 12 de la noche la plenaria continuó el debate y a las 3 aprobó el referendo.
Al día siguiente, martes 17, la Imprenta Nacional certificó que el llamado a la sesión extra del 17 de diciembre de 2008 –en el que se aprobó en segundo debate el referendo reeleccionista- se publicó oficialmente después de que la plenaria de la Cámara ya había aprobado la iniciativa popular. Según el magistrado ponente, “hay evidencia de que la sesión extra fue anunciada pero no publicada en la Gaceta del Congreso. El decreto además tenía la fecha del 17 de diciembre, cuando todavía era 16 de diciembre. La norma dice que el gobierno debe convocar a extras cuando el Congreso no esté sesionando”.
En lo referente a la violación de los topes, se terminó por acoger la decisión de los tres conjueces que el Consejo Nacional Electoral nombró para dirimir el asunto, y que en noviembre de 2009 declararon inválido el proceso de recolección de firmas del referendo reeleccionista, porque estos –los topes- sí habían sido violados. Según el magistrado Nilson Pinilla, “la cuestión de fondo aquí es que no se puede sentar como precedente que cualquiera hacia el futuro, con el dinero suficiente para pagar una recolección de firmas, consiga alterar la Constitución para servir su propio interés particular”.
Pero aquí no pararon las sorpresas, pues además fue acogido uno de los argumentos esgrimidos por la oposición, según el cual sin la certificación del Registrador a la financiación del referendo no se podía dar trámite a la iniciativa. Tampoco fue admitida la pretensión del referendo reeleccionista para cambiar el artículo de la Constitución que reza que “nadie podrá ser elegido para ocupar la Presidencia de la República por más de dos períodos”. Según la Corte, al formular el cambio del texto no se tuvo en cuenta que este artículo contiene un parágrafo que dice: “quien ejerza o haya ejercido la Presidencia de la República antes de la vigencia del presente Acto Legislativo, sólo podrá ser elegido para un nuevo período presidencial”. Y este parágrafo hacía las veces de un artículo independiente, que pone límites a la reelección.
Constitución para uno
El texto propuesto inicialmente preguntaba a la ciudadanía si estaba de acuerdo con cambiar la Carta Constitucional y permitir que “quien haya ejercido la Presidencia por dos períodos” pudiera aspirar a un tercero. El Congreso lo cambió, pues una interpretación de este texto decía que de ser aprobado así, el presidente Álvaro Uribe no podía presentarse a las elecciones de 2010, en la medida en que en el momento de las elecciones no había terminado de “ejercer” la Presidencia. Pero lo cambió por preguntar si la gente estaba de acuerdo en que “quien haya sido elegido para dos períodos”, podrá aspirar “hasta tres veces” a la Presidencia. El problema de fondo estuvo en que ese texto final excluían a futuro a los demás ex presidentes, pues sólo una persona cumple con el requisito de haber “sido elegido” para dos períodos: Álvaro Uribe. De acuerdo con el dictamen de la Corte, “una reforma constitucional se debe hacer para el bien general y no para beneficiar a una sola persona”.
La noticia de la inviabilidad jurídica del referendo es quizá el acontecimiento político e histórico más importante de la última década, pues pinta un horizonte por completo diferente al de hace apenas unos días, cuando no se conocía la sentencia de la Corte. El presidente Uribe sólo atinó a decir que “se resolvió una encrucijada del alma. Ahora, a seguir trabajando”. Un periodista le preguntó a quién preferiría como sucesor suyo, y respondió: “Tengo la creencia de que este país tiene muy buena gente; lo que pasa es que todavía hay muchos que no están en la primera plana de la figuración, pero llegarán”. Esta declaración fue interpretada como un guiño a su protegido el ex ministro de Agricultura, Andrés Felipe Arias, quien al ser consultado al respecto manifestó como único interés escuchar preguntas sobre el subsidio al desempleo que propondrá al Congreso si lo eligen Presidente. “Repartiremos los mejores subsidios para el progreso”, puntualizó.
Ya despejado lo que era un panorama sombrío –el de la indefinición presidencial en torno al referendo-, tanto en las filas de la coalición uribista como en las de la oposición hay consenso en que por ahora no habrá candidatos de convergencia. Todos quieren ir solos a la primera vuelta, dejando posibles alianzas para la segunda, la definitiva. La primera pelea de fondo será entre Noemí y el ‘Uribito’, mediante la consulta interna que definirá al candidato oficial del Partido Conservador, y en la que uno de los dos quedará por fuera del partidor.
Hechas las nuevas cuentas, la liza electoral por la Presidencia a partir de ahora se librará ‘únicamente’ entre Juan Manuel Santos por el Partido de la U, Sergio Fajardo como independiente, Gustavo Petro por el Polo, Rafael Pardo por el Partido Liberal, Germán Vargas Lleras por Cambio Radical, y el que quede entre Noemí y Arias. Por los lados del Partido Verde, Enrique Peñalosa buscará de nuevo la alcaldía de Bogotá y Lucho Garzón encabezará lista al Senado, mientras Antanas Mockus sigue pensando si acepta la vicepresidencia que le ofreció Sergio Fajardo, con lo que la dupla se conformaría entre dos ex alcaldes y matemáticos a la vez.
En la práctica, entonces, la única alianza política hacia la primera vuelta se daría entre el Partido Verde y Fajardo –ya sin discusión sobre quién va a la Presidencia- cada uno con listas independientes a Senado y Cámara. Y se da por descontado que en caso de que Fajardo pase a la segunda vuelta –por ejemplo frente a Juan Manuel Santos- contaría con el apoyo de Petro y Pardo, mientras Vargas Lleras se iría con Santos, ideológicamente afines. Noemí también, pues no tendría cabida en la alianza opositora. Y sería una batalla de alquilar balcón.
Ya sin Uribe en el tarjetón del 2010, la sensación para muchos fue de vacío, como si se les hubiera muerto el papá. Pero para otros muchos fue de alivio, como si el Zeppelin de la democracia se hubiera librado de un lastre que lo lanzaba a una única dirección, y lo ha abierto a un abanico de interesantes posibilidades.
Se respira –sin duda- un aire nuevo.
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