Especial para Un Pasquín
Un editorial reciente de El Tiempo llama la atención, porque se advierte la encrucijada que en esa Casa Editorial viven entre hacer buen periodismo y a la vez no dejar de agradar al gobierno que quiere –pero no ha podido- entregarles un canal de televisión para ellos solos. El editorial se titula Cine de ficción, fue publicado este jueves 8 de enero de 2010 y comienza así: “Una verdadera oleada de indignación ha generado en el país la presentación de un documental hecho por realizadores argentinos y presentado en Buenos Aires a mediados de noviembre pasado, pero de cuya existencia no se supo hasta esta semana”.
Se referían al video que muestra a integrantes de las Farc dedicados cual pacíficas palomas a sus cultivos “farianos”, en lo que constituye un material de propaganda barata, sin conexión con la verdadera realidad que vive esa agrupación guerrillera. Pero lo increíble no es esto, sino que todo un equipo de periodistas argentinos haya podido burlar la férrea Seguridad Democrática y permanecer con los guerrilleros varios días y salir por la misma puerta que entraron, sin despertar sospechas. Toda una operación temeraria, de película.
De cualquier modo, esta disertación no apunta hacia allá, sino a mostrar cómo en El Tiempo vieron “una verdadera oleada de indignación”, que nadie más vio. Oleada de indignación si al menos se hubiera presentado una marcha –por pequeña que fuere- de repudio, digamos. Es cierto que hubo editoriales de otros medios condenando esa producción mentirosa, y que partidos y políticos de variadas tendencias expresaron su rechazo, pero una verdadera oleada de indignación sólo se vio en el magín del editorialista, visión ésta complaciente –eso sí- con las expectativas del Gobierno.
Según Wikipedia, la propaganda política consiste en “el lanzamiento de una serie de mensajes que busca influir en el sistema de valores del ciudadano y en su conducta”. Propaganda, por citar un ejemplo, fue la que utilizaron Adolph Hitler y su ministro Joseph Goebbels para convencer al pueblo alemán de la necesidad de aniquilar al pueblo judío. En ese contexto, propaganda lo es tanto el video aludido de las Farc, como este titular que apareció cual rocío bienhechor en todos los medios durante la Navidad: “Colombia recuperó la senda de disminución de la miseria”. Es una frase textual del presidente Uribe, uno de los más grandes genios que ha dado la humanidad en el uso de la propaganda política. Esa frase encierra una enorme mentira, pues todas las estadísticas –incluidas las oficiales- muestran que hoy hay más colombianos por debajo del índice de pobreza que en años anteriores.
Eso lo saben los de El Tiempo –y los de otros medios- pero ninguno asume ante la mentira oficial una posición crítica, como lo sería si, parodiando su editorial, alguien se expresara así: “Una verdadera oleada de indignación ha generado en el país la versión difundida por el presidente Uribe, según la cual ‘Colombia recuperó la senda de disminución de la miseria’, cuando todos los indicadores muestran que en los últimos siete años ha ocurrido precisamente lo contrario”. Eso sería periodismo responsable.
Otro acierto de la propaganda oficial consistió en que lograron colar la expresión “falsos positivos” en el imaginario colectivo (hasta la oposición la usa), para referirse a lo que en realidad fueron cerca de 1.800 ejecuciones extrajudiciales en persona indefensa. Según Philip Alston, relator especial de la ONU sobre ejecuciones sumarias, “la expresión falsos positivos brinda una suerte de aura técnica para describir una práctica que se caracteriza mejor como el asesinato a sangre fría y premeditado de civiles inocentes con fines de lucro". Y agrega: “Las cantidades de casos, su repartición geográfica y la diversidad de unidades militares implicadas, indican que éstas fueron llevadas a cabo de una manera más o menos sistemática, por una cantidad significativa de elementos dentro del ejército”.
Es apenas comprensible que El Tiempo no vea nada sistemático, sino “abusos ocasionales de algunos de sus agentes”, cuando de por medio está proteger a quien sería responsable de esos hechos, su pariente el ex ministro de Defensa, Juan Manuel Santos.
Entre los más recientes –y brillantes- actos propagandísticos del presidente Uribe, está el que se dio durante una cumbre anual de mandatarios en Portugal, cuando abandonó Lisboa y se fue a visitar a la Virgen de Fátima “cojeando y apoyado en un bastón” (El Espectador, 29/11/09). Esas manifestaciones de devoción son de buen recibo en el electorado colombiano, de mayoría católica. Y a medida que se acerca la hora de conocerse el fallo de la Corte Constitucional sobre el referendo, abundan los actos y pronunciamientos puramente propagandísticos del Presidente, ceñido a su propio libreto.
Un medio que entusiasta acoge y practica la propaganda oficial –mucho más que El Tiempo- es el canal RCN. No es por calumniarlo que se le conoce como Radio Casa de Nariño, en la medida en que sus contenidos sesgados a favor del presidente Uribe son de todos conocidos, en una campaña de enaltecimiento que fácilmente se confunde con el culto a la personalidad. Pero no se vaya a pensar que estos servicios son gratuitos; ya sabemos dónde se halla hoy el ex director de Noticias de RCN, Álvaro García: en la embajada de Colombia en Argentina, el mismo país de donde se nos coló un equipo de periodistas (gol para García) y se llevó un extenso video con propaganda de las Farc que hoy le da la vuelta al mundo, y que puso en estado de crispación nerviosa a la Cancillería colombiana e inspiró a algunos editorialistas a escribir notas cargadas de indignación.
No se debe olvidar que la propaganda tiene sus inicios en la curia romana, que la utilizaba para difundir el mensaje religioso (propaganda fide), y que esa connotación religiosa sólo desapareció cuando comenzaron a usarla los regímenes totalitarios del siglo XX, como el nazismo alemán, el fascismo italiano y el estalinismo soviético. Hoy, en expresión sincrética, la propaganda política se nos presenta como un híbrido donde caben desde las más impúdicas manifestaciones de fervor religioso (como rezar el Rosario de rodillas después de la operación Jaque), hasta una de claro corte totalitario como dar la orden a la Policía para que en medio de un consejo comunal aprese a algún fulano.
Si lo que se demanda, entonces, es una verdadera oleada de indignación que enfrente el videíto ese de las Farc, todo indicaría que este gobierno –y El Tiempo, y RCN, y otros- están viendo la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio.
jorgegomezpinilla@yahoo.es
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