Hace algún tiempo un amigo me dijo que tenía cómo probar que lo que afirma Rodolfo Hernández sobre la desaparición de su hija siempre ha sido falso, respecto a que se la había matado un grupo guerrillero por haberse negado a pagar el rescate tras su secuestro.
La prueba reina consistía en que un
amigo suyo le habría contado que por allá en 2008 acudió a una institución
psiquiátrica a visitar a un pariente que estaba siendo tratado por su adicción
al juego y… cuál no sería su sorpresa al toparse entre los enfermos a Juliana, la
hija de Rodolfo. Según el relato, permaneció hablando cerca de una hora con
ella y habría constatado que estaba dopada por la droga psiquiátrica que le
daban, aunque no decía cosas incoherentes.
Yo le creí a mi amigo pese a que,
cuando le dije que quería hablar con su confidente brindándole total reserva de
la fuente, me respondió que él nunca accedería, porque era muy cercano a la
familia Hernández. Sea como fuere, la versión de su reclusión allí tenía
sentido, pues sé de buena fuente que el entonces director del GAULA le había
manifestado al papá que no debía preocuparse, pues todo indicaba que se trataba
de un autosecuestro planeado entre ella y su novio de entonces, quien tenía
fama de marihuanero, del mismo modo que muy variadas fuentes que consulté me
ratificaron como absolutamente verídico que ella andaba consumiendo droga.
Así que tenía sustento razonable
su presencia un tiempo después (de su desaparición o de su autosecuestro o de
lo que fuera) en una institución a la que pudo haber sido llevada por su
familia para ser desintoxicada, y que trataran de conservar la privacidad en
torno a un tema tan delicado. Y ello explicaría además por qué su papá nunca
presentó denuncio ante la Fiscalía, como habría hecho cualquier pariente
preocupado. Y a esta altura del relato considero ético informar que el 16 de
marzo del año en curso le hice llegar al señor Hernández un cuestionario de 15
preguntas donde le inquiría por este y otros temas concomitantes, pero nunca
respondió, y la prueba de que le envié las preguntas está en este pantallazo, donde se
aprecia la fecha.
En todo caso, convencido de que
estaba frente a una información de gran trascendencia, me di a la tarea de
llegar, si no a la historia clínica (protegida por habeas data), sí al
registro en los archivos de esa institución, donde constara que Juliana fue
atendida allí durante los días de su supuesta reclusión como paciente sometida
a un tratamiento terapéutico.
Puesto que no podía valerme de un
derecho de petición, por tratarse de una institución privada y garante de la
información sobre sus usuarios, decidí acudir al correo de las brujas. Apareció
entonces alguien que prometió la consecución del dato, y unos días después dijo
que el registro no estaba digitalizado, motivo por el cual debía hallarse “en
una carpeta”. Y otros días después afirmó que esa carpeta estaba en una bodega
externa al edificio, a la cual era imposible tener acceso.
Como no quería cejar en mi
empeño, enteré a Daniel Coronell y Ramiro Bejarano de mi búsqueda, el primero por
su condición de avezado investigador periodístico y el segundo por su
conocimiento de las entretelas legales para tratar de obtener tan valioso registro.
Ambos manifestaron interés en colaborar, y la información que les suministré al
parecer sirvió para saber que la cédula de Juliana Hernández Oliveros sigue
vigente y tiene bienes a su nombre, como informó
Cambio.
¿Por qué nunca antes los padres adelantaron
el trámite para que se le decretara su muerte por desaparición y solo vino a
hacerlo Rodolfo en medio de la campaña electoral, apenas en marzo pasado, ante
una comisaría de Familia de Bucaramanga? Producto de esta inquietud, siempre he
sospechado que es más lo que Rodolfo sabe que lo que cuenta sobre el supuesto
secuestro de su hija, y parte de mis dudas quedaron consignadas
en esta columna.
Ahora bien, hubo un momento en
que tuve la impresión de haber llegado a un callejón sin salida, ante la
imposibilidad de acceder al registro de ingreso que permitiera tener certeza de
que Juliana estuvo allí recluida. Pero surgió un hecho imprevisto: el 4 de
junio Ernesto Yamhure, propagandista del paramilitarismo que salió de El
Espectador y se refugió en Miami cuando se supo que sus columnas eran
revisadas por Carlos Castaño, publicó este trino:
“El colmo de la infamia. De buena fuente, entre Bejarano y Coronel (sic) preparan
un montaje para decir que la hija del @ingrodolfohdez no fue asesinada por el
ELN sino que murió en un hospital psiquiátrico”.
No tengo duda respecto a que la
información sobre “un hospital psiquiátrico” solo pudo obtenerla como resultado
de tener chuzado o hackeado mi Whatsapp, pues soy el único que manejaba esa
información y las comunicaciones que sostuve con Coronell y Bejarano para
tratar el tema fueron por ese medio, no desde mi celular.
Lo llamativo es por un lado constatar
la facilidad con la que Yamhure puede tener acceso a conversaciones privadas, y
por otro el hecho de que este sujeto cobarde y rastrero hoy promueve desde
Miami la candidatura de Rodolfo Hernández, la misma ciudad donde este corrió a
refugiarse porque dizque le querían “hacer una matada a cuchillo”. Y allí nombró
como coordinador de su campaña en Florida a Alfred Santamaría, otro político de
extrema derecha que hace cuatro años trabajó para la campaña de Iván Duque y
está vinculado a la empresa que contrató a los mercenarios colombianos que
asesinaron al presidente de Haití. (Ver video).
Para no salirnos del tema, lo
referente a la estadía de la hija de Rodolfo en una institución psiquiátrica de
Bucaramanga no es un hecho comprobado, aunque tampoco se puede descartar, pues
hasta el día presente nada permite concluir que la persona que dijo haber visto
ahí a Juliana Hernández hubiera mentido.
Sea como fuere, lo que debería
ser una información reservada a la familia por lo que significa el dolor del
secuestro y desaparición de un ser querido, saltó a la luz pública no por
indebida intrusión de los medios, sino por las contradicciones en las que el
mismo Rodolfo ha caído. Cuando se lanzó a la alcaldía de Bucaramanga sostuvo
que había sido plagiada por las Farc, y tras lanzarse a la presidencia cambió su
versión y pasó a decir que fue el ELN, algo que ese
grupo desmintió.
Pero ahí no para el rosario de
incoherencias, en días recientes sumó otra cuando le dijo a Univisión que “después
de 17 años de estar buscando, dimos ya con unas informaciones que nos dijeron
que hacía poquito la habían matado, le pegaron un tiro aquí en la frente’’. Como
dije para ese medio, si cree que le pegaron un tiro cae en una nueva contradicción,
pues no podría pedir que la definan como desaparecida sino como víctima de homicidio.
(Ver informe
de Gerardo Reyes).
Post Scriptum: La única
tabla de salvación que tiene el uribismo se llama Rodolfo Hernández y se la
están jugando toda por él. Y el tipo lo permite, porque su más grande anhelo
narcisista es ser presidente. Después, que entre el mismo diablo y gobierne. Es
por eso que de aquí al domingo 19 el ambiente electoral estará cada vez más
sucio y maloliente, cada vez más uribista.
1 comentario:
¿Qué se siente ser echado de El Espectador por esta porquería de columna? Viejito marica y sigue insistiendo en el error. 😂😂😂😂😂😂😂
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