Ahora que el noble ejercicio de la política se ha envilecido tanto con
prácticas engañosas, rufianescas o clientelistas -desde las toldas de Trump
hasta las de Álvaro Uribe, pasando por un César Gaviria que vende su partido por
un plato de lentejas- cae como bálsamo refrescante la serie Borgen, de Netflix, pues nos permite
soñar esperanzados en que puede haber políticos empeñados en hacer de este un
mejor mundo, o al menos en hacer lo correcto. (Ver Borgen).
Borgen es la sede de los tres poderes de Estado,
incluido el parlamento. Birgitte Nyborg es la mujer que en su versión
colombiana yo hubiera querido conocer, como política y como persona, incluso
para proponerle matrimonio, a ojo cerrado.
Birgitte encarna a una ciudadana que quiere contribuir con sus ideas a la
construcción de su país, y un día se le brinda la posibilidad de ser la primera
ministra de Dinamarca, encabezando un gobierno de coalición, tras un ruidoso
debate electoral precedido de un caso de corrupción que enturbiaba el ambiente.
Aquí debemos diferenciar un gobierno parlamentario -como los de Dinamarca o
Italia- de uno presidencial, como el de Colombia. En el primero su cabeza
siempre está a disposición del parlamento, en el segundo los gobernados se
deben aguantar al presidente elegido hasta que este termine su período.
Allí hay multiplicidad de partidos, como hoy en Colombia, pero la
diferencia es que en Dinamarca los políticos y los partidos están sometidos a
un estricto control por parte de las instituciones democráticas y de la misma ciudadanía,
con encuestas que reflejan su pensar o mediante el actuar de organizaciones no
gubernamentales presentes en la resolución de conflictos con unos y otros
sectores.
Entre esas fuerzas se dan duros enfrentamientos de poder, que incluyen
recurrir a bajezas, actos corruptos o traiciones en la búsqueda de sus
objetivos. Bajeza es por ejemplo que la hija de Birgitte padece crisis de
ansiedad por la obligada ausencia de su madre y es llevada a consulta
psicológica, y tanto políticos opositores como medios amarillistas aprovechan
el delicado drama familiar para atacar a la primera ministra, haciéndola ver
como la culpable de lo que tiene la hija.
Borgen es el vívido retrato de una democracia
actuante, pero encarna a la vez una profunda reflexión sobre la independencia que
desde lo ético debe reinar entre política y periodismo, e igual sobre las
relaciones que se establecen en toda pareja afectiva cuando están mediadas por
las circunstancias del poder.
Diríase entonces que son tres los temas que en Borgen invitan a reflexionar:
el manejo del poder político y administrativo, el manejo de los medios frente
al poder de los políticos, y el manejo de las relaciones de poder en la pareja.
Ocupa un lugar especial el vínculo laboral y afectivo entre dos periodistas
que trabajan en el mismo medio, comienzan como novios y terminan viviendo
juntos, además convertidos en asesores de prensa de Birgitte Nyborg, primero Kasper
Juul y luego Katrine Fønsmark. A esta última no dudaría en calificarla como la
coprotagonista de la serie, una mujer íntegra y corajuda a todo nivel, como su
jefa.
También en lo periodístico -o sea en lo que atañe al suscrito- no puede
quedar por fuera el director de Noticias de TV1,
Torben Friis, a quien casi se le destruye el matrimonio por un romance con una
de sus periodistas (Pía), mientras lucha a brazo partido contra el parecer de
los dueños del canal que quieren imponerle alocadas ideas comerciales para
atraer nuevas audiencias.
En la contraparte de Torben está El Eksprés, periódico
sensacionalista dirigido por Michael Laugesen, un sujeto con fuertes entronques
en el ámbito político, quien encarna algo muy parecido a Vicky Dávila en Semana: una persona sin escrúpulos,
respaldada por un poderoso esquema empresarial, dispuesta a pasar por encima de
la ética y de quien sea para imponer su propia agenda política.
No es posible terminar esto sin hacer el debido aterrizaje de la trama en
Colombia, en consideración a que aquí también, como reza el eslogan de ElUnicornio.co, “la realidad supera la
fantasía”.
Según el estratega político Ancízar
Casanova, “estamos atravesando por una verdadera revolución política, que
involucra sobre todo a la población joven, y la mayoría pretende desconocerlo.
Sobre todo los medios de comunicación tradicionales, que siguen atados al Establishment y desconocen que esa
revolución ciudadana vendrá acompañada de grandes cambios. En esta
transformación las redes sociales jugarán el papel preponderante de unión,
cohesión e impulso de la acción colectiva”.
Así como doña Vicky encarnaría al Laugesen de la serie, Birgitte Nyborg
tendría su émula en Claudia López, la alcaldesa de Bogotá: una mujer muy
capaz, que ha sabido meterse a los trancazos por las grietas de un sistema
obsoleto, pero cuyo talón de Aquiles parece ser su obsesión por alcanzar la
Presidencia de la República; es algo que a todas luces la trasnocha, y por eso
sus decisiones no siempre recogen el sentir de la capital.
DE REMATE: La enseñanza
que a mi modo de ver dejan las dos grandes protagonistas de Borgen, Birgitte Nyborg y Katrine
Fønsmark, es que en política solo hay una manera de hacer las cosas: la
correcta.
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