En la campaña actual por la
alcaldía de Bucaramanga hay un candidato bueno, uno malo y otro feo. El bueno
para mi gusto es Sergio Isnardo Muñoz y es ético contar que es amigo mío, y hay
algo que nos hermana: una cabeza despejada, que “piensa en grande”.
De Sergio Isnardo dijo el atrabiliario
exalcalde de Bucaramanga, Rodolfo Hernández, que está “más manoseado que prostituta
de Puerto Wilches”. Me permito contradecirlo, pues siempre se ha sabido que es un
hombre correcto: ingeniero industrial de la UIS, profesor allí con maestrías y
posgrados hasta llegar a ser su vicerrector, especialista en Alta Gerencia,
magíster en Administración del Externado de Bogotá, máster en Dirección
Financiera de la ENAE Business School de Madrid… En fin, al que quiera más que
le piquen caña.
El feo es Fredy Anaya, y la
fealdad no se refiere a lo físico. Es posible que le quepa el calificativo de
clientelista, como lo fue Turbay Ayala, en cuanto a que dedicó su carrera a
construir un entramado de relaciones con pingües resultados, tanto en lo
político como en lo empresarial. ¿Esto sería ilegal, al punto de señalar a
Anaya de corrupto? No estoy del todo seguro, pero es cierto que le gusta
madrugar a trabajar y que su programa de gobierno no desdice del de otros. Y
los conozco todos.
El malo no es Juan Carlos
Cárdenas, como podría pensarse, sino su padrino, Rodolfo Hernández. Y lo de
padrino no alude a connotación mafiosa, aunque sería acertado afirmar que la
relación que Hernández sostiene con su pupilo Cárdenas se parece a la de Álvaro
Uribe con Iván Duque, donde Cárdenas es un aparecido en la política que disfruta
de un padrinazgo que le permite descollar en lo público. Ahora bien, de ahí a
que se traduzca en lucirse, está por verse. En Duque y en Cárdenas.
No es posible a esta altura
del partido saber si Cárdenas será bueno o malo (o feo) porque se trata de un
aparecido, como ya se dijo: alguien que hizo toda su carrera trabajando para
una empresa dedicada a la minería a gran escala, Cemex (¿esto a quién le brinda
confianza?), y de pronto aterriza en Bucaramanga, donde llevaba lustros sin
vivir, y en febrero de este año se cuela en un evento del Centro Democrático
para pedirle a Álvaro Uribe que le dé su aval. (Ver video).
Si hemos de creer en las
encuestas, Cárdenas sería el próximo alcalde de Bucaramanga. Pero no hay
seguridad de que pueda asumir la defensa del agua de Santurbán cuando viene
precisamente del sector minero, y en el mundo de la libre empresa se aplica el
lema según el cual “business is business”. Y el día que Alberto
Carrasquilla, ministro ad hoc para el tema Santurbán, rinda concepto
favorable (¿o algún iluso cree que será negativo?) a concederle a Minesa la
licencia para explotar el oro del páramo, se va a necesitar mucho cemento para
construir los túneles…
¿O será acaso por simple
coincidencia que la esposa de Carrasquilla, Clara Parra Beltrán, también
trabajó para Cemex, al lado de Juan Carlos Cárdenas? Mejor dicho, parecería que
la cementera ha movido muy bien sus fichas para asegurar el negocio multimillonario
que les espera en Santurbán. Y no sobra preguntar: si la cónyuge trabajó en la
empresa que puede proveer el cemento para los túneles de Minesa en el páramo,
¿lo ético por parte de Carrasquilla no sería declararse impedido?
Hace unos días leí una
columna de Débora Escudero (candidata al concejo de Bucaramanga, por quien votaré) donde
explica cómo “en el resumen ejecutivo del Estudio
de Impacto Ambiental presentado
por Minesa, en la tabla de materiales de construcción a utilizar en el proyecto
Soto Norte se consumirían 2’110.786 toneladas de cemento, principalmente en retrollenado”.
Y más adelante suelta esta perla: “según el alcalde de Bucaramanga “no se ha
podido comprar el predio de la mexicana Cemex, ubicado al norte de la capital,
donde está planeado desarrollar el programa 20 Mil Hogares Felices”, pero “a
base de lengua, de persuasión, estamos mirando que nos den parte del lote para
hacer el programa”. ¿Con quién de Cemex habló el alcalde en ese momento?”, se pregunta
la incisiva columnista. (Ver columna).
Hablando de columnistas, el
suscrito no deja de preguntarse cosas que para cualquier fervoroso rodolfista
serían algo baladí, como por qué en el programa de gobierno de Juan Carlos
Cárdenas brilla por su ausencia la palabra Santurbán, siendo que su mentor don
Rodolfo funge de paladín en defensa del agua que mana cristalina desde las
breñas del páramo.
El punto a donde quiero
llegar -a modo de constancia para decir luego “se les advirtió, se les
recomendó”, etc.- es que el solo currículum laboral de Juan Carlos Cárdenas daría
para pensar que es el candidato de Minesa (y del empresariado, o sea de la
derecha) antes que el abanderado de la obvia lucha que se debe librar contra la
corrupción. O explíquenme esto: ¿por qué abandona una carrera exitosa como
ejecutivo de una poderosa multinacional minera para meterse en la aventura de
buscar la alcaldía de Bucaramanga, y lo primero que hace es correr a pedirle el
aval a Uribe, amigo como ninguno del sector empresarial?
Por eso dije arriba que Cárdenas
no brinda ninguna tranquilidad. Y no me atrevo a poner la mano en el fuego por Fredy
Anaya, segundo en las encuestas (menos en una de la antioqueña Invamer donde un
odontólogo de apellido García -otro aparecido- figura absurdamente en empate
técnico con el primero), pero como la imaginación es la loca de la casa, de
puro desocupado a veces se me ocurre imaginar que al bueno y al feo les diera
por juntarse, de modo que el feo madrugara a trabajar y el bueno le vigilara
sus pasos…
DE REMATE: Invito a mis
pacientes lectores a leer en El Unicornio la entrevista con el concejal
al que Rodolfo Hernández le dio en la jeta, John Claro, haciendo extensiva su paciencia
a que vean el video, sin edición alguna, donde se demuestra que de parte de
John Claro no hubo ningún insulto o gesto desobligante que impeliera al alcalde
a darle semejante guarapazo. (Ver
entrevista y video).
Y espere en mi próxima
columna las preguntas que he querido hacerle a Juan Carlos Cárdenas en
entrevista para El Espectador, pero que este se ha negado reiteradamente
a conceder.
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