lunes, 9 de abril de 2018

¿Y si la final fuera Petro – Vargas?




El ritmo vertiginoso de una campaña electoral a la Presidencia de la República hace que toda decisión de preferencia electoral pueda variar de un día a otro, dependiendo de la utilidad del voto.

Siempre he dicho que el mejor candidato es (fue) Humberto de la Calle, y por él quería votar en ambas vueltas. Pero hoy, después de que se frustró su unión con Sergio Fajardo y terminó convertido en un “comodín” del Partido Liberal –la expresión es de La Silla Vacía- mi voto ya no puede ser por él porque las urgencias son otras. Lástima, nada le convenía más a Colombia que un hombre como De la Calle; él encarnaba la esperanza de consolidar la paz, pero en forma irresponsable hemos dejado pasar esta oportunidad histórica. Patria boba, no. Patria babosa.

Repuestos del tramacazo por lo que pudo haber sido y no fue, hoy muchos colombianos sensatos cargan una incertidumbre en el alma: ¿cómo hacer para que la decisión del voto sea la más responsable, en cuanto a impedir que el monigote de Álvaro Uribe conquiste la presidencia? Monigote no en sentido ofensivo, sino en su acepción original: figura de postín.

Un hombre con ideas liberales es el que en mayo de 2012 le envía un trino con “Felicitaciones al presidente Obama por apoyar el matrimonio entre personas del mismo sexo” (ver trino), y una figura de postín es la que en abril de 2018, durante un debate de Teleantioquia, es el único candidato que no respalda el matrimonio gay. (Ver noticia).

Si de sensatez vamos a hablar, derrotado el ideal que encarnaba Humberto de la Calle y desinflado el tibio Fajardo, hay que ir pensando en lo pragmático, con dos nítidas opciones en primera vuelta: Gustavo Petro o Germán Vargas.

Coincido con Daniel Coronell en que “votar por Vargas Lleras sería una opción extrema para detener a Uribe”, pero difiero cuando agrega que “votar por Petro no detendría a Uribe”. (Ver trino). Es cierto que ante una segunda vuelta entre Petro y Duque todo el ‘establishment’ se iría con Duque, pero ello no se traduce en que Petro no tenga chance de ganar. Muchos pobres, muchos jóvenes, muchos ciudadanos con pensamiento liberal o progresista votarían por Petro, y con el paso de los días crece esa audiencia. Además, ¿para dónde cogerá la franja abstencionista? ¿Será que esta vez también le rehuye al voto? Y hacia Petro también mirarían los verdes, y los del Polo con Robledo a la cabeza, a no ser que este vuelva a cometer la torpeza –o la irresponsabilidad- de promover el voto en blanco.

Entiendo el temor de Coronell a una eventual presidencia de Petro por los desaciertos que mostró como ‘gerente’ de Bogotá, mientras que mi temor es por su dificultad para trabajar en equipo. Pero a diferencia de Coronell, yo sí estaría dispuesto a jugármela por Petro frente a un Duque o un Vargas Lleras, luego de elevar mis oraciones al Altísimo para que haya superado su síndrome de caudillo y entienda que hay gente dispuesta a aportarle, si acepta que él también puede equivocarse.

En alguna columna anterior dije que Petro fue alcalde de Bogotá gracias a la coalición de la que formaron parte amigos suyos como Antonio Navarro, Carlos Vicente de Roux, Daniel García-Peña o Guillermo Alfonso Jaramillo, pero ya posesionado no pudo entenderse con ninguno de ellos. Eso es precisamente lo que esperamos haya superado. (Ver columna).

Lo inadmisible de todos modos es que haya gente que juzgue preferible que gane Duque (Claudia López, por ejemplo) en lugar de brindarle la oportunidad a Petro para que, habiendo superado la soberbia que exhibió siendo alcalde, con humildad y sapiencia logre armar un equipo mundialista y saque adelante lo que promete ser un programa de gobierno ‘revolucionario’, no en lo de poner todo patas arriba sino en cuanto a cerrar la brecha de la escandalosa inequidad social y económica que impera en Colombia. Al menos eso.

Desde el primer día desconfié de las encuestas que sin ningún sustento lógico y a escasos días del 11 de marzo comenzaron a mostrar a Duque de primero, y lo ocurrido en Costa Rica es prueba de que en ellas no se debe creer, porque es muy fácil manipularlas. Las encuestas allá mostraban a Carlos Alvarado con una preferencia del 44%, pero fue quien resultó electo (¡con 20 puntos de diferencia!), mientras que el rezandero derechista Fabricio Alvarado perdió, siendo que aparecía ganador con el 56%. Por cierto, la principal bandera del perdedor era una férrea oposición al matrimonio gay, en coincidencia con lo que ahora piensa Duque.

Aquí también, como en Costa Rica, detrás de las ‘victoriosas’ encuestas se percibe el inmenso poder de los dueños de este país que quieren agradecerle a Álvaro Uribe por todos los favores recibidos, poniendo de presidente a su candidato para que recite el libreto que en caso de llegar al poder le garantizaría a su patrón impunidad perpetua.

Ese aire ‘triunfalista’ en torno al candidato de Uribe es componente orgánico de una campaña de propaganda política fríamente calculada, que en su fase actual consiste en hacer que todos hablemos bien o mal de Iván Duque, pero que hablemos de él: que se tinturó el pelo, que la factura electrónica, que los títulos de Harvard, que esto y aquello. Y todos caemos como idiotas.

Colombia no debe temerle al ‘castrochavismo’ sino a un modelo de sociedad con una abigarrada concentración de poderes en torno a un solo hombre: ¿el presidente Duque? No señores, el para-presidente Álvaro Uribe, eventual tirano en la sombra.

Esta columna es entonces un llamado a los sensatos: a los de la derecha que no simpatizan con una ‘extrema’ autoritaria, para que voten por Germán Vargas Lleras; y a los de la centro-izquierda que ven ya infructuosa cualquier posibilidad de que Fajardo o De la Calle lleguen a segunda vuelta, para que voten por Gustavo Petro.

Evitemos el regreso a la Presidencia de una fiera herida, con sed de venganza. No dejemos morir la esperanza de un país en paz.

DE REMATE: Informa El Espectador que la Cámara de Representantes dará celeridad al proceso contra el magistrado Gustavo Malo (ver noticia). ¿Por qué no hacen lo mismo con las 186 denuncias contra Álvaro Uribe que reposan el sueño del olvido en los anaqueles de la Comisión de Acusaciones, algunas de ellas por crímenes de lesa humanidad, ah?

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