domingo, 17 de junio de 2012

El Watergate de Nixon y la 'bobadita' de Uribe



El caso Watergate -del que se cumplen 40 años este 17 de junio y alude a las ‘chuzadas’ telefónicas que condujeron a la renuncia del Presidente de Estados Unidos- guarda similitudes con el expediente que cursa en Colombia  por las escuchas ilegales del DAS, y es la razón para que algunos columnistas de prensa lo hayan llamado el DAS-Gate. Hay una excelente película de Ron Howard que nos brinda luces al respecto, de la que hablaremos más adelante.

Por ahora, baste recordar que el Watergate tuvo su detonante en una serie de escándalos políticos durante la presidencia de Richard Nixon, que acabaron con una imputación criminal a consejeros como Bob Haldeman y John Ehrlichman, y la dimisión del propio Presidente el 8 de agosto de 1974. Los escándalos comenzaron con el arresto de cinco individuos que entraron a la sede del Comité Demócrata Nacional, en el edificio Watergate, en Washington, el 17 de junio de 1972. Las investigaciones llevadas a cabo por el FBI y después por el Comité de Watergate en el Senado, revelaron que ese robo fue sólo una de las múltiples actividades ilegales autorizadas y ejecutadas por el equipo de Nixon. También revelaron el alcance de sus crímenes y abusos, que incluían fraude en la campaña, espionaje político y sabotaje, auditorías de impuestos y escuchas ilegales a gran escala.

La película a la que hacemos referencia se llama Frost versus Nixon y muestra el enfrentamiento en el que al final se convirtió una entrevista pagada –por David Frost a Nixon-, donde el primero termina por arrancarle al Presidente dimitente una confesión de culpa. (En Colombia también se presentó un enfrentamiento entre el presidente Uribe y el periodista Daniel Coronell, y cualquier parecido es coincidencia).

En los tres años posteriores a su renuncia, Richard Nixon permaneció en silencio. Sin embargo, en el verano de 1977, el hombre aceptó conceder una única entrevista y contestar a preguntas sobre su mandato y el escándalo Watergate. Nixon sorprendió a todos al escoger a David Frost como confesor televisivo, seguro de que podría con quien era un alegre presentador británico de televisión, de modo que así se ganaría de nuevo los corazones y las mentes de los estadounidenses. Fueron cuatro entrevistas de una hora cada una, que obtuvieron la mayor audiencia de un programa de noticias en la historia de la televisión norteamericana. Más de 45 millones de televidentes vieron cómo Nixon y Frost se enfrentaron en un fascinante duelo verbal durante cuatro noches. Los dos eran conscientes de que sólo podía haber un ganador, como en efecto lo hubo: David Frost.

Podríamos extendernos narrando con deleite los preparativos de las entrevistas y el desarrollo que ya en escena se le dio a cada tema, pero baste transcribir de la última entrevista lo pertinente al momento en que el entrevistado confiesa su culpa. Aquí el parecido con lo ocurrido durante el gobierno de Uribe reside en que Nixon no sólo veía a sus cómplices Haldeman y Erlichman como ‘buenos chicos’ (aunque él sí se desprendió de ellos), sino en que se declaró partidario del ‘todo vale’, si quien lo practica es el Presidente:

FROST: Si Haldeman y Erlichman eran los responsables cuando usted se enteró ¿por qué no los mandó a arrestar? ¿No es eso encubrimiento?

NIXON: Quizá debí haber hecho eso. Llamar al FBI y decir “ahí están”. Tómenles las huellas digitales y enciérrenlos. Yo no soy así. Yo conocía las  familias de Haldeman y Ehrlichman desde que eran chicos. Y la presión para incriminarlos se hizo abrumadora. Así que lo hice: corté un brazo, luego el otro. Siempre he dicho que lo que hicimos no era criminal. Cuando uno es presidente debe hacer muchas cosas que no son, en el sentido más estricto, legales. Pero las hace porque es lo mejor para la nación.

F: Espere, ¿está diciendo que en ciertas situaciones el presidente puede decidir si beneficia al país hacer algo ilegal?

N: Cuando lo hace el Presidente, significa que no es ilegal. Eso es lo que creo. Pero me doy cuenta de que nadie más comparte ese punto de vista.

F: ¿En ese caso aceptará, para aclarar las cosas de una vez por todas, que fue parte de un encubrimiento y que sí violó la ley?

En ese momento su asistente Jack  Brennan interrumpe la entrevista y se lleva a Nixon a una habitación vecina. “¿Qué pasó? ¿Arrojaste la toalla? ¿Te compadeciste de mí?” le pregunta Nixon, y Brennan le responde: “sólo sentí que si iba a hacer alguna revelación emocional, debería tomarse un momento para planearla. ¿Cuántas consecuencias devastadores podrían tener las revelaciones no planeadas?” Pero continúa la entrevista:

FROST: Discutíamos el periodo del 21 de marzo al 30 de abril, y los errores que cometió, y me preguntaba: ¿los describiría como más que “errores”? Esa palabra no parece ser suficiente…

NIXON: ¿Qué palabra usaría usted?

F: Creo que hay tres cosas que a la gente le gustaría oír: una, que hubo más que errores. Hubo actividad ilegal, y quizá haya sido un delito. Segunda, que “sí abusé del poder que tenía como Presidente”. Y tercera: “el pueblo americano padeció una agonía innecesaria y pido perdón por eso”.

N: Bueno, es verdad, cometí errores. Errores poco dignos de un Presidente, que no alcanzaron el nivel de excelencia con que soñé cuando era joven. Hubo momentos cuando no asumí esa responsabilidad y estuve involucrado en un encubrimiento, como usted lo llama. Y por todos esos errores siento un pesar muy profundo. Nadie puede saber qué se siente renunciar a la Presidencia.

F: ¿Y el pueblo americano?

N: Lo defraudé. Defraudé a mis amigos. Defraudé al país. Y lo peor de todo, defraudé a nuestro sistema de gobierno. Ahora pienso, “todo es demasiado corrupto”. Defraudé al pueblo americano y tengo que cargar con ese peso el resto de mi vida. Mi vida política se acabó…

Un primer plano final muestra la cara de Richard Nixon devastada por la soledad y la derrota. Todo como resultado de unas simples escuchas al partido rival, mientras que las ocurridas en Colombia cobijaron desde políticos opositores (e incluso aliados) hasta periodistas críticos y… ¡la mismísima y soberana Corte Suprema de Justicia¡

Así las cosas, si hubiera que encontrar una diferencia básica entre los expresidentes Nixon y Uribe, ésta salta a la vista: mientras el primero se vio obligado a renunciar y se ganó el repudio de la opinión pública, el segundo conserva su prestigio casi intacto mientras alega –tan orondo como impune- que lo de las chuzadas del DAS fue una simple “bobadita”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si Uribe hubiera hecho lo que hizo en USA, hoy estarìa preso. Èsa es la diferencia.

Thomas B.