No deja de ser irónica coincidencia que el mismo día que el ministro de Defensa, Rodrigo Rivera, anunció que las FARC habían intentado envenenar a Álvaro Uribe (octubre 12 de 2010, día de la Raza), éste envenenó el ambiente de la Unidad Nacional con su regreso a la arena política. Ese día irrigó la primera sustancia tóxica cuando anunció que el partido de la U debía ser el líder de la coalición del nuevo gobierno, en clara interferencia con las decisiones que al respecto pudiera tomar el verdadero líder de la colación, el presidente Juan Manuel Santos, en uso de sus atribuciones.
http://www.semana.com/noticias-opinion/uribe-quiere-alcalde/150788.aspx
Hasta la fecha han pasado tres largos meses, de los cinco que lleva Santos al mando, durante los cuales el ex mandatario se niega a aceptar que hoy su condición es ésa, la de ex, y en cambio ha tratado de copar la escena hasta el extremo, al punto de volverse cansón (por ejemplo en Twitter), encarnando así lo que las señoritas bogotanas definen como “un intenso”, y la psicología analítica de Carl Gustav Jung como un individuo con personalidad tóxica.
Sea como fuere, no se puede desconocer su asombrosa habilidad para atraer todas las miradas, incluidas las de quienes lo detestan: es así que hoy la atención no se centra en lo que podría ser una aguerrida pugna electoral entre dos coaliciones cobijadas por la Unidad Nacional (partidos Conservador y de la U por un lado, y Liberal y Cambio Radical por otro), sino en si será que Uribe siempre se lanza o no como candidato a la alcaldía de Bogotá…
Ya entrados en materia, una caricatura de Leo en Semana.com interpreta con acierto lo que acontece en torno a Enrique Peñalosa: de una manzana etiquetada como Partido Verde sale un gusano con cara de Álvaro Uribe, y la leyenda dice: “hay divisiones que es mejor generarlas desde el interior”. Esto significa que al que más daño le hizo el anuncio del apoyo uribista a Peñalosa fue al Partido Verde, porque le introdujo un elemento contaminante.
En este contexto, hay división cuando Antanas Mockus decide también lanzarse, para tratar de impedir que Uribe se tome la campaña de su partido a la alcaldía de Bogotá. Algo plausible en el profesor matemático, si no es porque el anuncio de Uribe lo cogió fuera de base: primero dijo que ese apoyo podía sumarle votos a la campaña, y a continuación dijo que también podía restarle. Sólo cuando advirtió el tamaño del buldócer que se le venía a su partido, reaccionó y anunció su lanzamiento.
En lo que se conoce como ‘tacar a dos bandas’, la división que Uribe generó entre los verdes no fue un daño fortuito, sino calculado: el verdadero propósito de su apoyo a Peñalosa no apunta realmente a señalarlo como el que todos deben apoyar, sino a quemarlo desde el partidor, porque sabe que es el mejor candidato. Y Uribe quiere ser alcalde de Bogotá, póngale la firma. Lo dramático para Peñalosa (político ingenuo, ejecutivo incansable) es que cayó en la trampa, cuando dijo para El Tiempo que “me complacería recibir ese apoyo”, sin consultar a sus cofrades verdolagas, como se hizo evidente.
Es aquí donde se asoma el trasfondo de la escena, cual es un pulso a músculo político entre Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe por la Alcaldía de Bogotá. Hay un artículo de Elespectador.com que acierta cuando ve al primero detrás de la aspiración de Gina Parody, pero se equivoca cuando ve al segundo “con miras a afianzar una alianza pluripartidista que respalde al ex alcalde Enrique Peñalosa, alfil del Partido Verde”, porque el verdadero alcance de Uribe no es otro que el de abrirle paso a su propia candidatura. Así se vio en entrevista de 47 minutos que concedió a la W Radio este lunes 24, donde acompañó encendidas alabanzas al ex alcalde con argumentos que en lo subliminal buscaban convencer (“con toda humildad”) de que sólo él puede ser “el mejor médico que necesita Bogotá”.
La intriga del momento radica entonces en identificar el motivo por el cual Álvaro Uribe quiere ocupar el segundo cargo más importante del país, después de haber ostentado el primero. Quizá la respuesta esté en columna anterior del suscrito (Semana.com, julio 5 de 2010), donde decíamos que “es tan cierto que Álvaro Uribe se lanzará a la Alcaldía de Bogotá apenas deje la Presidencia, como también lo es que no la tiene del todo asegurada”. Y agregábamos: “después del hundimiento de la segunda reelección, Uribe confiaba dejar en las ‘buenas’ manos de su coterráneo y predilecto Andrés Felipe Arias la sucesión de su mandato, hasta que el escándalo de Agro Ingreso Seguro se le convirtió en la cuota inicial de su propia hecatombe, que le abrió las compuertas del poder a un bogotano de espíritu colaborador y maneras exquisitas, pero quien podría terminar (…) por traicionarlo”.
Fue allí mismo donde intentamos explicar “por qué Uribe tendría tanto interés en ser el próximo alcalde de Bogotá: en parte porque no puede abandonar su pregonada ‘vocación de servicio’, pero en parte significativamente mayor por razones de supervivencia”.
Moraleja y conclusión: queremos tanto a Gina…
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