El momento político que vive Colombia se define por la toma de
conciencia nacional en torno a quiénes son los verdaderos culpables de la
crisis que vive el país.
Las expresiones masivas de solidaridad con el campesinado son el punto
de partida de un nuevo rebrote de inconformidad general, cuyo antecedente más
cercano es el tsunami de indignación que se despertó con la aprobación de la
reforma a la justicia. Y dos años atrás con la Ola Verde, cuando, si no hubiera
sido por las inconsistencias y debilidades que presentó Antanas Mockus para
asumir el liderazgo de ese movimiento, el presidente de Colombia no habría sido
el actual sino esa persona que entre los verdes sí hubiera tenido la coherencia
ideológica y la fortaleza conceptual que le faltaron a Mockus.
Es un hecho indubitable que Juan Manuel Santos le arrebató a Álvaro Uribe
el solio de Bolívar gracias a que prometió seguir fielmente sus orientaciones.
En lo político lo traicionó al tomar su propio rumbo, es cierto (búsqueda de la
paz, reconocimiento del conflicto, acercamiento a los países vecinos, leyes de
víctimas y restitución de tierras, etc.), pero en lo militar y en lo económico
se ha ajustado a los cánones del establecimiento, así Uribe diga que ha decaído
la seguridad, porque tiene que agarrarse de algo para justificar su
desesperación por la pérdida del poder.
Hoy Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe son enemigos, al punto en que
uno podría desde la sombra filtrar cosas del otro que lo lleven ante la
justicia, o el otro tumbar al uno mediante acciones desestabilizadoras –también
desde la sombra-, pero no son enemigos de clase.
Uno es el atravesado, el que creció dándose ‘chumbimba’ con la
guerrilla o armando planes (¿y grupos?) para vengar la muerte de su padre; y
otro el bien educado, el que con finas maneras bogotanas logró hacerse al
premio mayor de la lotería uribista, contra la voluntad de su original
poseedor. Ahora bien, en lo económico existe plena coincidencia entre ambos,
como practicantes de un modelo neoliberal que los llevó a abrir el país de piernas
a las potencias y demás naciones que nos han impuesto unos acuerdos de libre
comercio desastrosos para la agricultura criolla.
No sabemos si con el paso del tiempo el malestar social hoy imperante
se pueda desbordar, por ejemplo hacia expresiones de insurrección, pero la
pregunta del millón es cómo hacer para que toda esa semilla germinada de la
indignación popular pueda manifestarse en lo electoral, en cuyo caso se estaría
hablando de imponer una salida revolucionaria, verdaderamente liberadora y
transformadora, si bien democrática, o sea por la vía de las urnas, no de las
armas.
Pensemos tan solo en la próxima elección presidencial, y permítasenos
hacer un ejercicio de futurología, pero sustentado en circunstancias reales:
Parodiando a Alfonso López Michelsen, si no es Juan Manuel Santos ni
el candidato de Uribe, ¿quién? Si el presidente llegara al convencimiento de
que pretender la reelección es empresa fallida, su fórmula de repuesto sería
Germán Vargas Lleras. El problema es que a continuación el florero de la Unidad
Nacional quedaría ‘en átomos volando’: los conservadores correrían temerosos y
pusilánimes a cobijarse bajo el manto protector de Uribe, entre los liberales
comenzaría la puja por la candidatura a la Presidencia, y los de la U y Cambio
Radical se pondrían a las órdenes de Vargas Lleras, mientras que los verdes… en
fin.
Este sería el peor de los mundos posibles para Santos, y de contera el
más propicio para Uribe, por aquello del “divide y vencerás”.
Sea como fuere, supongamos que después de limar resquemores y
desconfianzas mutuas las partes en La Habana logran por fin suscribir un
acuerdo de paz, y esto genera un clima de optimismo que le permite a Santos
anunciar, ya sin ambigüedades, su interés de hacerse reelegir. En este
escenario se vería enfrentado a uno de dos, su primo ‘Pacho’ u Óscar Iván
Zuluaga, pues Luis Alfredo Ramos se fue a la cárcel y Carlos Holmes Trujillo es
un simple figurón.
¿A quién más podríamos ubicar en la palestra, a sabiendas de que los
conservadores terminarán inclinando sus afectos de nuevo hacia Uribe? ¿A la
candidata del Polo Democrático, Clara López? Pues sí, pero, ¿representa ella
algún peso decisivo en la actual correlación de fuerzas?
Es aquí donde la recién anunciada alianza entre Antonio Navarro por
los Progresistas, el exalcalde Alonso Salazar por el movimiento Compromiso
Ciudadano y la dirección del Partido Verde casi en pleno, se traduce en la
práctica -así de labios para afuera lo nieguen- en un primer acercamiento entre
Gustavo Petro y Enrique Peñalosa, con consecuencias insospechadas… Y es que, si
están sentados en la mesa de la paz enemigos a muerte como Juan Manuel Santos y
alias ‘Timochenko’, ¿por qué no podría lograrse un entendimiento entre alcalde
y exalcalde, en beneficio no solo de Bogotá sino de sus respectivos proyectos
políticos?
En el documento compromisario “las tres fuerzas políticas afirman su
voluntad de integrarse en una sola agrupación política, que sea alternativa de
poder con programa de gobierno y candidatos propios a la Presidencia y al
Congreso de la República en las elecciones de 2014”. Peñalosa ya dijo que se le mide a una
consulta con Navarro, y este prefirió no referirse al tema porque “ni siquiera
nos hemos sentado a tomar un tinto”, pero es obvio que las puertas del diálogo están
abiertas.
Así que, ¿qué faltaría por hacer? ¡Pues la consulta! Y esta tendría
que ser en las elecciones de marzo de 2014, en coincidencia con la consulta del
Centro Democrático para elegir al candidato del uribismo. Es en este escenario
donde mejor puede ir tomando fuerza una tercería como opción ‘antisistema’, de
la que curiosamente quedaría excluido el Polo, en consideración al portazo que
les dio en las narices a los otros grupos minoritarios que quisieron unirse
para enfrentar airosos el umbral del 3 por ciento.
Bajo el entendido de que la alianza se dio entre tres, y que en
consecuencia sería un trío el que competiría en la consulta de los
alternativos, faltaría conocer el candidato de Compromiso Ciudadano, quien no
puede ser Alonso Salazar porque un precavido Procurador General se encargó de
fracturarle ambas piernas, en castigo divino por querer brindarles apoyo
institucional a las mujeres que se vieran obligadas a practicarse un aborto
terapéutico, cuando fue alcalde de Medellín.
Como Sergio Fajardo tampoco puede postularse, se podría pensar que
ante la ausencia de otro líder visible en esa franja, Salazar entraría a apoyar
a Navarro, a quien por cierto también le dañaron el caminado. Si a esto le
sumamos que a Peñalosa se le identifica más cercano a Uribe que como opción
real de cambio, todo daría para concluir que una eventual consulta abierta de
estos sectores de centro e izquierda le sería altamente favorable a la
aspiración presidencial (si es que la tiene) del exministro de Salud,
exgobernador de Nariño y excomandante del M-19, Antonio Navarro Wolff.
Regresando a la pregunta del millón, faltaría por dilucidar si esa
semilla de la indignación popular pudiera ser políticamente canalizada por las
fuerzas que comandaría Navarro, como en su momento lo estuvieron en cabeza de
Antanas Mockus. Pero eso será tema de otra columna, pues esta se nos iba
alargando más que una semana con “ese tal paro nacional agrario”.
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