lunes, 2 de septiembre de 2013

Si no es Navarro, ¿quién?


El momento político que vive Colombia se define por la toma de conciencia nacional en torno a quiénes son los verdaderos culpables de la crisis que vive el país.

Las expresiones masivas de solidaridad con el campesinado son el punto de partida de un nuevo rebrote de inconformidad general, cuyo antecedente más cercano es el tsunami de indignación que se despertó con la aprobación de la reforma a la justicia. Y dos años atrás con la Ola Verde, cuando, si no hubiera sido por las inconsistencias y debilidades que presentó Antanas Mockus para asumir el liderazgo de ese movimiento, el presidente de Colombia no habría sido el actual sino esa persona que entre los verdes sí hubiera tenido la coherencia ideológica y la fortaleza conceptual que le faltaron a Mockus.

Es un hecho indubitable que Juan Manuel Santos le arrebató a Álvaro Uribe el solio de Bolívar gracias a que prometió seguir fielmente sus orientaciones. En lo político lo traicionó al tomar su propio rumbo, es cierto (búsqueda de la paz, reconocimiento del conflicto, acercamiento a los países vecinos, leyes de víctimas y restitución de tierras, etc.), pero en lo militar y en lo económico se ha ajustado a los cánones del establecimiento, así Uribe diga que ha decaído la seguridad, porque tiene que agarrarse de algo para justificar su desesperación por la pérdida del poder.

Hoy Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe son enemigos, al punto en que uno podría desde la sombra filtrar cosas del otro que lo lleven ante la justicia, o el otro tumbar al uno mediante acciones desestabilizadoras –también desde la sombra-, pero no son enemigos de clase.

Uno es el atravesado, el que creció dándose ‘chumbimba’ con la guerrilla o armando planes (¿y grupos?) para vengar la muerte de su padre; y otro el bien educado, el que con finas maneras bogotanas logró hacerse al premio mayor de la lotería uribista, contra la voluntad de su original poseedor. Ahora bien, en lo económico existe plena coincidencia entre ambos, como practicantes de un modelo neoliberal que los llevó a abrir el país de piernas a las potencias y demás naciones que nos han impuesto unos acuerdos de libre comercio desastrosos para la agricultura criolla.

No sabemos si con el paso del tiempo el malestar social hoy imperante se pueda desbordar, por ejemplo hacia expresiones de insurrección, pero la pregunta del millón es cómo hacer para que toda esa semilla germinada de la indignación popular pueda manifestarse en lo electoral, en cuyo caso se estaría hablando de imponer una salida revolucionaria, verdaderamente liberadora y transformadora, si bien democrática, o sea por la vía de las urnas, no de las armas.

Pensemos tan solo en la próxima elección presidencial, y permítasenos hacer un ejercicio de futurología, pero sustentado en circunstancias reales:

Parodiando a Alfonso López Michelsen, si no es Juan Manuel Santos ni el candidato de Uribe, ¿quién? Si el presidente llegara al convencimiento de que pretender la reelección es empresa fallida, su fórmula de repuesto sería Germán Vargas Lleras. El problema es que a continuación el florero de la Unidad Nacional quedaría ‘en átomos volando’: los conservadores correrían temerosos y pusilánimes a cobijarse bajo el manto protector de Uribe, entre los liberales comenzaría la puja por la candidatura a la Presidencia, y los de la U y Cambio Radical se pondrían a las órdenes de Vargas Lleras, mientras que los verdes… en fin.

Este sería el peor de los mundos posibles para Santos, y de contera el más propicio para Uribe, por aquello del “divide y vencerás”.

Sea como fuere, supongamos que después de limar resquemores y desconfianzas mutuas las partes en La Habana logran por fin suscribir un acuerdo de paz, y esto genera un clima de optimismo que le permite a Santos anunciar, ya sin ambigüedades, su interés de hacerse reelegir. En este escenario se vería enfrentado a uno de dos, su primo ‘Pacho’ u Óscar Iván Zuluaga, pues Luis Alfredo Ramos se fue a la cárcel y Carlos Holmes Trujillo es un simple figurón.

¿A quién más podríamos ubicar en la palestra, a sabiendas de que los conservadores terminarán inclinando sus afectos de nuevo hacia Uribe? ¿A la candidata del Polo Democrático, Clara López? Pues sí, pero, ¿representa ella algún peso decisivo en la actual correlación de fuerzas?


Es aquí donde la recién anunciada alianza entre Antonio Navarro por los Progresistas, el exalcalde Alonso Salazar por el movimiento Compromiso Ciudadano y la dirección del Partido Verde casi en pleno, se traduce en la práctica -así de labios para afuera lo nieguen- en un primer acercamiento entre Gustavo Petro y Enrique Peñalosa, con consecuencias insospechadas… Y es que, si están sentados en la mesa de la paz enemigos a muerte como Juan Manuel Santos y alias ‘Timochenko’, ¿por qué no podría lograrse un entendimiento entre alcalde y exalcalde, en beneficio no solo de Bogotá sino de sus respectivos proyectos políticos?

En el documento compromisario “las tres fuerzas políticas afirman su voluntad de integrarse en una sola agrupación política, que sea alternativa de poder con programa de gobierno y candidatos propios a la Presidencia y al Congreso de la República en las elecciones de 2014”.  Peñalosa ya dijo que se le mide a una consulta con Navarro, y este prefirió no referirse al tema porque “ni siquiera nos hemos sentado a tomar un tinto”, pero es obvio que las puertas del diálogo están abiertas.

Así que, ¿qué faltaría por hacer? ¡Pues la consulta! Y esta tendría que ser en las elecciones de marzo de 2014, en coincidencia con la consulta del Centro Democrático para elegir al candidato del uribismo. Es en este escenario donde mejor puede ir tomando fuerza una tercería como opción ‘antisistema’, de la que curiosamente quedaría excluido el Polo, en consideración al portazo que les dio en las narices a los otros grupos minoritarios que quisieron unirse para enfrentar airosos el umbral del 3 por ciento.

Bajo el entendido de que la alianza se dio entre tres, y que en consecuencia sería un trío el que competiría en la consulta de los alternativos, faltaría conocer el candidato de Compromiso Ciudadano, quien no puede ser Alonso Salazar porque un precavido Procurador General se encargó de fracturarle ambas piernas, en castigo divino por querer brindarles apoyo institucional a las mujeres que se vieran obligadas a practicarse un aborto terapéutico, cuando fue alcalde de Medellín.

Como Sergio Fajardo tampoco puede postularse, se podría pensar que ante la ausencia de otro líder visible en esa franja, Salazar entraría a apoyar a Navarro, a quien por cierto también le dañaron el caminado. Si a esto le sumamos que a Peñalosa se le identifica más cercano a Uribe que como opción real de cambio, todo daría para concluir que una eventual consulta abierta de estos sectores de centro e izquierda le sería altamente favorable a la aspiración presidencial (si es que la tiene) del exministro de Salud, exgobernador de Nariño y excomandante del M-19, Antonio Navarro Wolff.

Regresando a la pregunta del millón, faltaría por dilucidar si esa semilla de la indignación popular pudiera ser políticamente canalizada por las fuerzas que comandaría Navarro, como en su momento lo estuvieron en cabeza de Antanas Mockus. Pero eso será tema de otra columna, pues esta se nos iba alargando más que una semana con “ese tal paro nacional agrario”.

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