sábado, 28 de enero de 2023

Hoy Barranquilla es “la caldera del diablo”

 


Tomado de ElUnicornio.co

Los que tienen más de cincuenta años deben recordar una serie de televisión norteamericana que todas las noches congregaba a las familias alrededor de la pantalla. Se llamaba La caldera del diablo y retrataba la vida en Peyton Place, un pueblo de Nueva Inglaterra que guardaba secretos escandalosos, como el de una joven que era abusada por su padrastro.

Si comparamos eso con la hoguera de pasiones que hoy se vive en Barranquilla, desatada por una mujer que fue utilizada por dos familias y cuyos victimarios siguen gozando de impunidad, lo ocurrido en Peyton Place pasaría a ser un cuento de hadas.

La historia aquí adquiere visos de culebrón cuando nos enteramos de que su protagonista, Aída Merlano, fue encumbrada a la política gracias a su condición de amante núbil de Julio Gerlein, a quien conoció cuando ella tenía 16 años y él 52. Son 36 años de diferencia, ojo. En 2008 la hicieron concejal y cuatro años después diputada a la Asamblea, a la que renunció para pasar en 2014 a la cámara de Representantes, y en 2018 al Senado de la República. Todo eso en solo diez años, una meteórica carrera que habría terminado por conducirla mínimo a la gobernación del Atlántico. 

Y todo lo anterior en representación política de las dos familias que la encumbraron, los Gerlein y los Char. Porque no se debe olvidar que luego de ser la amante oficial de Julio Gerlein pasó a manos de Alejandro Char, quien la convirtió en su preferida de cobijas y vivió un tórrido romance de cachos para la esposa oficial, con regalos de finas joyas, viajes y otros perendengues para “la otra”. 

Aída Merlano fue arrestada en la sede de su campaña el 11 de marzo de 2018, acusada de corrupción al sufragante, concierto para delinquir y tenencia ilegal de armas. Según la propia Aída -y hay videos que la respaldan- esas armas le fueron sembradas por la Fiscalía de Néstor Humberto Martínez para convertirla en chivo expiatorio. Y la explicación es clara: si no fuera por las armas, cuya tenencia constituye un delito mayor, los delitos de corrupción al sufragante y concierto para delinquir habrían involucrado directamente a sus jefes políticos y patrocinadores económicos, el clan Char-Gerlein. 

Lo cierto es que en un juicio exprés Aída fue condenada a 11 años y 4 meses de cárcel, y recluida en El Buen Pastor, y la película adquiere visos de suspenso cuando el 1 de octubre de 2019 estalla la noticia bomba de su cinematográfica fuga desde la ventana de un consultorio odontológico para subirse a una moto que la esperaba y que la condujo a destino desconocido. 

Lo que solo vino a saberse tras su recaptura en Caracas el lunes 28 de enero de 2020, es que a la mujer le habían organizado la fuga con la finalidad de secuestrarla y desaparecerla. Según la propia Aída, se trató de un secuestro porque “si no, me hubiesen dejado ir en el instante que les dije que me quería ir. Y no fue así. Tuve que hacer muchas cosas para escaparme de ellos”.

En este punto de la trama es de singular importancia una investigación que hicimos en El Unicornio por esos días, a raíz de unas declaraciones suyas ante una jueza de Caracas, cuando afirmó que “después de todas las cosas que pasaron, hubo una masacre en Cesar. Mataron a tres personas, no sé si fue en el mismo lugar en el que me secuestraron o si son los mismos a los que me les fugué, quizás para evitar que confesaran quiénes los habían contratado para lo que iban a hacer contra mí”. (Ver artículo de El Unicornio). 

Pues bien, nos pusimos a investigar y hallamos que, en circunstancias cronológica y geográficamente coincidentes con su dicho, hubo una masacre de tres personas el 18 de diciembre de 2019 en Tamalameque (Cesar). Y tenemos la foto de una de las víctimas, y la buena noticia de la solicitud de extradición de Aída al gobierno de Venezuela por parte del presidente Petro es que quizá así podamos tener acceso a ella para preguntarle si esa cara corresponde a la de uno de sus captores, con lo cual desde El Unicornio habríamos de brindar un aporte importante para el esclarecimiento de ese crimen. (Ver foto).

En el solo contexto de las implicaciones legales, el aparente regreso de Aída a Colombia sería dulce para unos y amargo para otros. Dulce y motivo de plácemes para su abogado Miguel Ángel del Río, barranquillero como Aída y como los acusados por su defendida, los Char y los Gerlein. Estos últimos, si la justicia se hiciera sentir, terminarían por ver el rostro amargo de su retorno. Fíjense no más en que Arturo Char fue llamado para responder este 24 de enero ante la Corte Suprema por “corrupción electoral y concierto para delinquir”, nada menos, pero logró su aplazamiento arguyendo que había cambiado de abogado. Ah, y se acaba de saber que a su hermano Álex le quitaron la visa de turista para entrar a Estados Unidos… 

Están además las implicaciones políticas, pues de ningún modo se puede desconocer el inmenso poderío electoral que han conformado las dos familias atlanticenses, mientras que de otro lado habría un interés de Miguel Ángel del Río en medírsele a una batalla tipo David contra Goliat, si le diera por aspirar a la alcaldía de Barranquilla, como se rumora insistentemente. 

Podría decirse que el abogado está en su derecho, pues desde la normatividad jurídica nada se lo impide, y juega a su favor el reconocimiento que tiene como hombre honesto y luchador contra la corrupción. Pero debería contemplar que, por el hecho de actuar o haber actuado en defensa legal de Aída madre e hija, podrían enrostrárselo sus rivales como un impedimento. Sumado a lo anterior, así en su imagen pública el clan Char quedara golpeado o alguno de sus miembros fuera a la cárcel, metérseles al rancho electoral en busca de arrebatarles la alcaldía de Barranquilla no es tarea fácil, como lo demuestra con creces un estadio Roberto Meléndez a reventar y a rabiar el día que el Junior (equipo del patriarca de esa casa, Fuad Char) presentó a la fanática hinchada su nueva adquisición, el futbolista Juan Fernando Quintero. 

Ahora bien, si con motivo del regreso de Aída Merlano a Colombia nos diera por ponernos de detectives, la primera pregunta a resolver sería esta: ¿a quién o quiénes beneficiaba el secuestro y posterior desaparición de Aída Merlano, luego de su fuga desde un consultorio al norte de Bogotá? La respuesta es evidente. 

En todo caso, bienvenidos a un nuevo capítulo de la emocionante caldera del diablo en que hoy está convertida Barranquilla desde cuando se supo del inminente regreso de doña Aída a Colombia… 

@Jorgomezpinilla


domingo, 22 de enero de 2023

Emanuela, ¿qué hizo el Vaticano contigo?

 


Tomado de ElUnicornio.co (14 de enero de 2023)

Si de algo sirve la historia de la desaparición de Emanuela Orlandi a la tierna edad de 15 años dentro de las paredes del Vaticano, es para confirmar dos cosas: primero, que todos somos esclavos del azar. Y segundo, que dentro de la Iglesia Católica hay todavía muchas cosas oscuras -pervertidas o perversas- que siguen sin salir a la luz pública o sin resolver.

Esclavos del azar, dije, porque según cuenta el extraordinario documental de Netflix sobre tan misterioso rapto, titulado (La chica del Vaticano) la última vez que ella salió de la casa acababa de tener una discusión con su hermano Pietro. Ella le pidió que la acompañara a su clase de flauta, pero él no quiso. Discutieron, ella se fue muy brava con Pietro, y según reseña El Tiempo, esa fue “una de las decisiones que más lamentó en su vida”. Aquí entre nos, ¿quién puede cargar con el peso de esa culpa en su conciencia? Si esa tarde del 22 de junio de 1983 su hermano hubiera decidido acompañarla, Emanuela Orlandi estaría viva.

Ahora el tema “resucita” luego de permanecer durante décadas en el olvido, debido a que según un cable de la BBC de Londres (última ciudad a la que habría llegado viva), “las autoridades han reabierto la investigación del caso, tras varias solicitudes del hermano mayor de Emanuela, quien a lo largo de los años ha llevado a cabo una campaña para resolver la desaparición”.

Dije atrás que dentro de la Iglesia Católica existen aún muchas cosas pervertidas o perversas, y sea la ocasión para recordar un escándalo relativamente reciente que sacudió al Vaticano, en 2017: una orgía gay amenizada con consumo de cocaína y presidida por el cardenal Luigi Capozzi, quien luego de ser sometido a desintoxicación tuvo que pasar un largo período de recuperación en un monasterio. (Ver noticia).

Pero vamos al grano. Del tema específico de la desaparición de la chica italiana se ocupó una columna de Ramiro Bejarano titulada Papas encubridores, donde afirmó que “alguien en el Vaticano abusó sexualmente de una joven de 15 años, al parecer un cardenal, y de todo eso estuvieron enterados los pontífices, quienes terminaron convertidos en los encubridores del escándalo más grande que haya sacudido a la Iglesia católica”.

¿Y en qué se basa Bejarano para hacer tan delicada afirmación? En que el mismo documental cuenta al final cómo, cuando el papa Francisco visitó a la familia Orlandi y el hermano de la secuestrada le dijo que tenían esperanza de que Emanuela regresara, el papa le respondió: “Emanuela está en el cielo”. Se lo dijo dos veces, por falta de una. (Video adjunto, incluir desde 4:10 hasta 4:35).

La familia debió creer que lo decía a modo de consolación, pero su sorpresa fue mayúscula cuando una compañera del colegio de Emanuela, que había guardado silencio durante 37 años, contó que dos días antes de la desaparición le había contado que había sido víctima de abuso sexual por una persona muy importante del Vaticano.

Lo anterior daría para pensar entonces que el mismísimo papa Francisco estaría ayudando a encubrir el crimen, pero ahora se podría concluir lo contrario: que quiere contribuir a resolverlo, si hemos de creerle al fiscal del Vaticano, Alessandro Diddi, sin duda obedeciendo órdenes del pontífice, cuando declaró a la agencia de noticias ADNkronos que “todos los archivos, documentos, informes, información y testimonios relacionados con el caso serán reexaminados, para no dejar piedra sin remover".

Ramiro Bejarano cree que se trató de un caso de abuso sexual, y que de esto estuvieron enterados “los pontífices”. Y en efecto, hay un suceso sospechoso que le daría la razón al columnista: 12 días después de su desaparición, el 3 de julio de 1983, el papa Juan Pablo II en alocución ante la Plaza de San Pedro se dirigió a los “responsables de este caso, para pedirles que tengan piedad de la joven. Espero que sea devuelta a la familia”, dijo.

Esto significaría, según el documental, que el papa sabía que estaba viva y que había sido secuestrada. O sea, tenía una información que escapaba al conocimiento de la misma familia de Emanuela. Además, ¿por qué su interés específico en un solo caso de crónica roja, de tantos que podía haber?

Por todo lo anterior, es de esperar que el anuncio de la investigación exhaustiva por parte del Vaticano no se trate de un simple saludo a la bandera. La verdad sea dicha, si el papa Francisco logra llegar hasta sus últimas consecuencias, estaría de contera contribuyendo a horadar los cimientos del prestigio sobre los cuales Pedro, discípulo amado de Jesucristo y supuesto primer papa, construyó su iglesia.

Sea como fuere, se le abona al pontífice argentino su interés en apariencia sincero por resolver el misterio, y quedamos atentos a los resultados de tan interesantes pesquisas. Esto sí que constituye una verdadera “noticia en desarrollo”.

Gustavo Bolívar y Miguel Ángel del Río… ¿alcaldes?

 


Tomado de ElUnicornio.co (4 de enero de 2023)

En torno a la reciente renuncia de Gustavo Bolívar al Senado hay mucha tela de donde cortar. Primero que todo, porque dejó abierta la puerta a la posibilidad de lanzarse como candidato a la alcaldía de Bogotá. Y segundo, porque dijo que se retira para sentarse a escribir Amor a primera línea, novela que al parecer le contrató el canal RCN y cuenta el romance entre la joven alemana Rebecca Sprößer y su novio caleño, asesinado en desarrollo del paro nacional.

Hubo gente de la caverna uribista que le sacó en cara que vaya a recibir “un pago millonario” por trabajar para “un medio oligarca”, como si fuera su obligación cobrar poquito o solo debiera ser contratado por empresas que pertenezcan a gente de izquierda.

De otro lado, son llamativas las reticencias que ha provocado su eventual postulación al segundo cargo más importante del país, pero esto mismo da una idea de la trascendental decisión que tomó, pues donde se hiciera posible que el hombre más cercano al presidente Petro logre hacerse a la alcaldía de Bogotá, nada sería más útil para apuntalar el proyecto político y social que pretende desarrollar el actual gobierno.

En su última columna para El Espectador, Ramiro Bejarano apunta a que “es muy posible que el Pacto Histórico se apodere de las alcaldías de Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla, bien directamente o en coaliciones”. Y si bien el columnista afirmaba que “en Bogotá todo se ve confuso”, no se debe olvidar que lo escribió el día anterior al anuncio de Bolívar, con lo cual lo que antes era confuso ahora adquiere mayor claridad, como parte de una estrategia de largo alcance. En ciudades como Medellín o Cali no estamos hablando de políticos con el mismo grado de cercanía al presidente, pero igual ayudarían a la consolidación del mismo objetivo.

Sin salirnos del propósito estratégico de afianzamiento de una propuesta de cambio, de las cuatro ciudades mencionadas por Bejarano las dos que más se integran a dicho objetivo son Bogotá y Barranquilla. Y en esta última la persona que más está sonando para ir en busca de esa alcaldía es el corajudo Miguel Ángel del Río, ‘llave’ a su vez de Gustavo Bolívar. Ahora bien, es donde menos fácil la tiene el Pacto Histórico, sumado a que meterse el abogado a competir allí podría resultarle perjudicial a su otra eventual aspiración, la de convertirse en el nuevo fiscal general de la Nación.

Pero la pelea en La Arenosa hay que darla, pues se trata nada menos que de derrotar al poderoso clan de los Char que usó a su antojo a Aida Merlano para una multimillonaria compra de votos que la llevó al Senado y luego la puso en la cárcel, y a quien al parecer le orquestaron su fuga para secuestrarla y desaparecerla, y hoy permanece exiliada en Venezuela, desde donde ha señalado repetidamente a los que fueron los cómplices y autores intelectuales -y financieros- del entramado criminal.

¿Y quién creen ustedes que es el abogado que hoy defiende y representa a la señora Merlano? El mismo que podría entrar a competir por la alcaldía de Barranquilla, exactamente. No es tarea fácil, ya lo dije, pues hablamos de una ciudad donde el ‘tebille” manda la parada en cualquier elección. Pero en caso de lograrlo, Miguel Ángel del Río estaría aportando no su granito de arena sino un monumental triunfo en la tarea de configurar un verdadero cambio en las costumbres políticas, y significaría además un duro golpe a la corrupción enquistada en ese departamento y en muchos otros donde grupos de poder cercanos a intereses mafiosos han acabado por tomar el control de alcaldías y gobernaciones.

Hablando de reticencias y sin salirnos del escenario costeño -ni de las coincidencias- no es posible pasar por alto el ‘fuego amigo’ que le disparó a Gustavo Bolívar el exactor Agmeth Escaf, convertido de la noche a la mañana en pomposo congresista gracias a que su ex María Antonia Pardo intrigó para sacar de la cabeza de lista a la Cámara en Atlántico precisamente a Miguel Ángel del Río, como denuncié en columna de diciembre de 2021 titulada Queríamos tanto a Nany (Ver columna).

Escaf le lanzó un duro ataque a su copartidario, en estos términos: “Pedir que le bajen el sueldo a los colegas, pero al mismo tiempo renunciar porque ese mismo sueldo (que dice es excesivo) no le alcanza y necesita otras entradas que le permitan pagar sus gastos, es un desatino. En fin… ojalá el próximo año nos traiga más unión y coherencia”. A lo cual, Bolívar le respondió con igual dureza: “Incoherencia es valerse de los votos del Pacto Histórico para elegirse y después salir a defender los puestos de los Char. Por algo dijo Nicolás Petro que nos equivocamos con el Pacto en Atlántico”. (Ver trinos).  

Aquí lo llamativo no es que se presenten diferencias entre dos personas comprometidas en el mismo proyecto (¿dónde no hay diferencias entre iguales?), sino que Escaf haya olvidado el refrán según el cual “la ropa sucia se lava en casa”. Mejor dicho, ¿a cuenta de qué se explica que Escaf pretenda hacerle daño al proyecto político en el que se embarcó, y donde siempre se le ha visto como el comercial de Davivienda, “en el lugar equivocado”? La única explicación lógica es que les esté haciendo el mandado a esos paisanos suyos de Barranquilla que se sabe le son muy cercanos desde tiempo atrás, los Daes y los Char.

Si se me permite meter la cucharada, solo para mostrar por dónde va el agua al molino traigo a colación algunas fotos que publiqué en mi muro de Facebook por los días de la columna citada, las cuales dan cuenta de la cercanía de Escaf con el clan Char: una donde le dice a Elsa Noguera “qué orgullo recibir de tus manos la bandera de la tierra prometida”, otra donde abraza a Álex Char y le dice “mi llave @alejandrocharch”, y una tercera donde anuncia que “por el amor que le tengo a mi tierra prometida, porque me emociona ver lo bonita que está, lo bien que va, el domingo votaré por Álex Char”. (Ver fotos y trinos).

Pero me estoy saliendo del tema, porque a donde quiero llegar es a que si Gustavo Bolívar lograra hacerse elegir burgomaestre de la capital (y la tiene relativamente fácil por el prestigio que se ha labrado como político insobornable) sería tanto como si su tocayo Petro regresara en persona ajena a la alcaldía de Bogotá.

Y si en perfecta carambola a tres bandas Miguel Ángel del Río lograra conquistar la alcaldía de Barranquilla, este trío de aliados políticos no solo estaría fortaleciendo con granito el proyecto macro del Pacto Histórico, sino que pondrían por fin a temblar los cimientos del inmenso poderío político al que parecería que hoy le sigue sirviendo en forma solapada el señor Agmeth Escaf.

Al cierre de esta columna surge la noticia de la renuncia de Guillermo Alfonso Jaramillo al cargo de secretario general del partido Colombia Humana para lanzarse como precandidato a la alcaldía de Bogotá. Esto de ningún modo invalida lo dicho aquí, solo abre la puerta a que Jaramillo entre a competir en una consulta abierta con Bolívar, si este último persistiera en su aspiración.

@Jorgomezpinilla

“Si las Farc están mintiendo, se acaba la JEP”: Ernesto Samper

 


Tomado de Revista Cambio (Diciembre 23 de 2022)

Ernesto Samper Pizano publicó en días pasados su libro La verdad siempre es lógica, nunca miente, (Cuéllar Editores, 2022). El escritor y periodista Jorge Gómez Pinilla, autor del libro Los secretos del asesinato de Álvaro Gómez Hurtado, entrevista al expresidente para contrastar las versiones de ambos sobre el magnicidio del líder conservador.

 

Por: Jorge Gómez Pinilla

 

Jorge Gómez Pinilla: Dice usted que, de las personas mencionadas en el Acta del Poder Constituyente -documento que le fue hallado a Rommel Hurtado, uno de los conspiradores contra su gobierno-, “menciono el caso de Pablo Victoria, quien era el animador del proceso”. (Pág. 70). Cuando dice “animador del proceso” ¿lo señala como la cabeza de la conspiración golpista?

 

Ernesto Samper Pizano: La información sobre el papel protagónico que jugó Pablo Victoria salió de una declaración que el mejor amigo de Álvaro Gómez, Eduardo Matuk, le dio al proceso. Un día Gómez lo invitó a su casa y allí le dijo que estaba indignado con el entonces senador conservador, que no quería volver a tener nada que ver con él. De ahí infiero que Victoria estaría tratando de meterlo en la conspiración, si no era que ya lo había metido. Así que el enlace entre los conspiradores y Álvaro Gómez, que yo creía que era solo su hermano Enrique, también era Pablo Victoria. En algún momento, por alguna situación enojosa que se presentó entre ambos, Gómez Hurtado le perdió la confianza a Victoria. En todo caso, es una coincidencia que en la providencia decretada por una fiscal que no llevaba el caso de Álvaro Gómez Hurtado, según la cual su muerte era un crimen de lesa humanidad, las fuentes citadas en esa determinación hayan sido precisamente Pablo Victoria y la periodista alvarista María Isabel Rueda.

 

J.G.P.: Hablando del hermano, en mi libro dije que a partir de una reunión que sostuvo en su propia casa con quien siempre fue el principal sospechoso, el coronel Bernardo Ruiz Silva, Enrique Gómez lucía como “un Caín en turbio lance”. (Pág. 88) ¿Qué piensa usted de esto?

 

E.S.P.: Yo creo que el hermano siempre estuvo vinculado a la conspiración, a lo mejor dándoles a entender a los ‘conspiretas’ que Álvaro estaba enterado o dispuesto a meterse, para darles confianza en el tema. Ellos dos como hermanos eran muy cercanos, pero el uno manejaba la política y el otro los negocios. Y Enrique era el de los negocios. No es de extrañar entonces que este hubiera hecho los contactos empresariales de la conspiración. Yo he pensado incluso que los últimos años de Enrique debieron ser una pesadilla, porque si bien no creo que hubiera tenido que ver con su asesinato, él sí pudo haber sido el que le llevó los conspiradores al hermano. Álvaro les dijo que no, y entonces lo mataron. En una hipótesis nada compasiva, yo diría que le fueron dando cada vez más información sobre el golpe que planeaban, hasta que hubo un momento en que ya sabía tanto, que no lo podían dejar vivo.

 

J.G.P.: Usted dice en su libro que los conspiradores se reunían sobre todo en Santander.

E.S.P.: Claro. Es que está el siquiatra derechista Juan Carlos Martínez Santoro, amigo del político conservador Hugo Mantilla, quien huyó a Suiza para evitar que también lo mataran por lo que sabía. Y Alejandro Ordóñez, y todos los militares que luego resultaron vinculados: Ricardo Cifuentes, Harold Bedoya, el coronel Ruiz Silva. El punto de reunión de ellos era allá. Y siendo presidente supe que había un vínculo entre los organismos de inteligencia que se manejaban en Bucaramanga y los que operaban en Sincelejo, bajo la cuerda común de la 2ª brigada. De Sincelejo salió el sicario condenado por disparar contra Gómez Hurtado.

 

J.G.P.: Dice usted también que Myles Frechette “al marcharse del país me solicitó una audiencia. Aunque el motivo no me disgustaba -su despedida- no se la concedí, más por cuestión de dignidad nacional que de vanidad personal”. (Pág. 71) ¿No cree que quizás fuese un error suyo no haberlo recibido, pues de pronto le hubiera contado algo sobre los que mataron a Álvaro Gómez?

E.S.P.: No. Yo tengo la impresión de que a Frechette lo sacó su propio gobierno. O sea, que no se fue voluntariamente, sino que lo echaron. Porque después de que regresó a Washington proveniente de la embajada, no ocupó ningún cargo relevante. Si de allá salió en malos términos, con mi gobierno ni se diga. Frechette empleó todo tipo de contactos para despedirse, inclusive el general Rosso José Serrano intervino ante el canciller para que lo recibiéramos. Pero yo dije “no me voy a despedir de ese sinvergüenza, ya bastante daño le hizo al país”.

 

J.G.P.: Luego del atentado contra Antonio José Cancino y de que Serpa hubiera respondido “me suena, me suena” cuando le preguntaron si creía que detrás estaba la DEA, usted dice que “Serpa me puso al tanto de la información que tenía para haber hecho tan tajante afirmación. La fuente era incontestable”. (Pág. 72) ¿Es posible conocer esa fuente incontestable?

E.S.P.: Horacio me habló de parlamentarios vinculados al cartel de Cali, que tenían contactos con la gente que ya estaba presa y que escucharon que la DEA estaba metida. Yo siempre confié en las informaciones que me daba Serpa. Era muy serio en eso. No fue un arrebato de franqueza santandereana, él tenía información previa según la cual la DEA pudo estar metida en eso.

 

J.G.P.: Dice usted que con Álvaro Gómez “coincidimos en que teníamos en Andrés Pastrana un enemigo común”. (Pág. 73) ¿En qué se basa para hacer esta afirmación?

E.S.P.: Él despreciaba a Pastrana. A los dos, padre e hijo. Era conocida la rivalidad política que tenían; de hecho, cada uno representaba a un sector diferente del Partido Conservador. Gómez Hurtado y yo teníamos muy buena relación, para mí era como el Alfonso López Michelsen del conservatismo. En un viaje que hice a París, estando de embajador en España, me fui un día a hablar con él. Recorrimos el Petit Palais, almorzamos en un restaurante muy sabroso en Les Champs Elysées. Ahí me confesó que no tenía ninguna afinidad con Pastrana, que le parecía políticamente despreciable y un desatino que se lanzara a la presidencia; que era un capricho del papá, que él hubiera preferido de candidato a Ávaro Leyva. Y esa versión me la confirmó el mismo Leyva: que él aspiraba a llegar a la presidencia a nombre de su partido.

 

J.G.P.: Durante esa campaña a la presidencia, ¿qué papel jugó entonces Álvaro Gómez?

E.S.P.: Pues a mí Elvira Cuervo de Jaramillo me organizó un coctel un coctel que causó escándalo, porque fue todo el alvarismo, estando yo de candidato…

 

J.G.P.: En referencia al vehículo del general Ricardo Cifuentes en la escena del crimen, usted se pregunta: “¿Una comisión de gente armada para comprar un ejemplar atrasado de una revista?”. (Pág. 75). ¿Veía usted acaso -como sí la vi yo- una línea de complicidad entre los generales Harold Bedoya y Cifuentes, y el coronel Bernardo Ruiz, quienes por cierto habían trabajado juntos en la Brigada V de Bucaramanga?

E.S.P.: Yo fui víctima de la conspiración que montó Bedoya desde antes del asesinato de Álvaro Gómez. Bedoya venía conspirando y se sabía que tenía un círculo que incluía al general Iván Ramírez, comandante de la Brigada II. Y lo que los unía era la Inteligencia Militar. Ambos eran de esa misma rama, era la sintonía que ellos tenían para actuar juntos.

 

J.G.P.: Después de lo que dijeron las Farc al declararse autoras del magnicidio, ¿se sostiene en lo que me acaba de decir sobre la posible culpabilidad de esos militares?

E.S.P.: Durante varios años la hipótesis del asesinato estuvo vinculada a la de la conspiración, pese a que Valdivieso nunca quiso abrir un proceso formal por ésta última. Sigo pensando que esta hipótesis tiene su propia coherencia y veracidad. La segunda hipótesis, la del crimen de Estado, que sacó la familia Gómez de un cubilete después de que la Corte Suprema de Justicia condenara a Botero por el hurto agravado de mi campaña, tenía el claro propósito de allegar argumentos para una reclamación económica. Para justificar lo del crimen de Estado, lamentablemente incurrieron en el error de vincularnos a Serpa y a mí. Inclusive a Ramiro Bejarano, con lo cual esa hipótesis perdió toda credibilidad. Y hay una tercera hipótesis, que resulta de la reciente autoincriminación de las Farc ante la JEP, que también tiene elementos convincentes, que se están constatando. Siempre he pensado que mi obligación, como jefe de Estado, no es la de “casarme” con una sola hipótesis -excepto la que nos vincula a Serpa y a mí porque sé que es falsa-, y permitir que sea la justicia la que decida dónde está la verdad. Tampoco descarto que las distintas hipótesis pudieran estar interconectadas.

 

J.G.P.: Dice usted en la página 93 que “pudieron haber fallado los mecanismos de inteligencia, porque podían haber estado involucrados en el asesinato”. Ahí usted parece coincidir con mi libro, en que se trató de un operativo de Inteligencia Militar del Ejército...

 

E.S.P.: A mí en la Comisión de la Verdad me preguntaron algo parecido y yo contesté que no era de descartar una combinación de dos hipótesis. O sea, que hubiera sido una operación de las Farc, pero con apoyo de Inteligencia Militar, de la cual tuviera conocimiento el mismo Bedoya. No sé si usted ha considerado la posibilidad de que hubiera un imbricamiento entre unos y otros, porque sí se sabía que las Farc tenían fuentes o recibían información de Inteligencia Militar.

 

JGP: Le respondo: puesto que las Farc no han podido aportar una sola prueba material, documental o testimonial de su supuesta autoría, yo percibo un posible acuerdo ‘por debajo de la mesa’ entre los verdaderos autores del crimen y ese sector de las Farc que se desmovilizó, para que estas se inculparan. El motivo todavía lo desconozco, pero sigo investigando. Sé que ‘Antonio Lozada’, a quien veo convenciendo al secretariado de que se adjudicaran el crimen, tenía vínculos con el Ejército o actuaba como infiltrado de Inteligencia, me lo han dicho variadas fuentes de sus propias filas.

 

Lo único cierto hasta hoy es que la Corte Suprema de Justicia ratificó la sentencia del juez que condenó como autor material al sicario Héctor Paul Flórez a 40 años de cárcel, de quien se probó que con cuatro disparos cegó la vida de Álvaro Gómez. O sea, es caso cerrado, hasta el punto de haber rechazado por improcedente la acción de revisión contra ese fallo que insólitamente promovió el sobrino de Álvaro Gómez Hurtado. Y ahora aparece Julián Gallo a decir que no, que fueron cuatro muchachos de la Red Urbana Antonio Nariño (RUAN) que él comandaba…

 

ESP: Permítame invitarlo, Jorge, a que no descarte posibles imbricaciones entre las dos hipótesis. Yo no me he “bajado” de su hipótesis; desde el día del crimen Horacio y yo siempre estuvimos defendiéndola. Ahora, si la JEP comprueba y reconoce que sí fueron las Farc, o sale otra sentencia en la justicia ordinaria diciendo que fue el general Bedoya, a mí me da lo mismo. Yo me voy con eso a la Comisión de Acusaciones, donde me tienen sometido a un proceso canalla hace 20 años, y entrego esa sentencia como prueba reina de mi inocencia: el reconocimiento de la JEP a mi juicio tiene efectos de cosa juzgada.  Y colorín colorado, el caso queda cerrado.

 

JGP: Yo lo que veo, desde lo jurídico, es que la investigación de la JEP está muy bien encaminada. Así que hoy propondría que esperemos a ver qué resuelve ese alto tribunal, si fueron las FARC o si están mintiendo.

 

ESP: Si la JEP llega a decir que no fueron las Farc, se acaba la JEP. Es que todo el secretariado está comprometido en esa autoinculpación. O sea que si la JEP dice que es mentira, van a parar a la justicia ordinaria.

 

JGP: ¿No sería solamente Lozada el que va para allá? A mi modo de ver, fue él quien comprometió a las Farc en ese tema…

 

ESP: No, porque todo el secretariado respalda esa versión.

 

JGP: Yo a las Farc ni siquiera les creo cuando además se adjudican los crímenes del general Fernando Landazábal y de Jesús Antonio ‘Chucho’ Bejarano. En mi libro digo que a ellos dos los asesinaron los autores del magnicidio porque también se convirtieron en hombres que sabían demasiado. El hijo de ‘Chucho’, Eduardo Bejarano, tampoco les cree una sola línea a las Farc. (Ver entrevista). Y el investigador Germán Marroquín, el que mayores aportes le hizo a la investigación, se preguntaba: Entonces qué, ¿fueron las Farc las que trataron de matarme? ¡Por supuesto que no, fue el Ejército! (Ver entrevista).

 

ESP: Lo sorprendente es ver ahora a Enrique Gómez Martínez de defensor del único autor material condenado. ¿Usted sabe a qué obedece eso, Jorge? A que necesitan desbaratar esa condena para poder reclamar una indemnización, como ya lo intentó la familia Gómez con una solicitud ante la CIDH, de la que desistieron recientemente.

 

JGP: Eso es así, lo digo en mi libro.

ESP: En su libro está todo, es un gran libro. Pero entiéndame que no puedo descartar ninguna hipótesis, ni que al final hayan terminado mezclándose.

 

“Fernando Botero montó un lavadero de pesos”

 

J.G.P.:  Hay un último tema que no quiero dejar por fuera y que usted también trata. En relación con el Proceso 8.000, deja ver su molestia porque el fiscal Alfonso Valdivieso no quiso investigar las cuentas de su exministro de Defensa, Fernando Botero Zea, en Nueva York. (Pág. 58).

 

E.S.P.: El gran beneficio que le dio Valdivieso a Botero (la gente pensaba que le iba a dar casa por cárcel o que le iba a condonar sus culpas), fue no abrir sus cuentas de los bancos en Nueva York. Botero sabía que en esas cuentas estaba la verdad, no solamente de todo lo que había pasado en la campaña, sino de lo que había hecho con las cuentas del papá. Él usó esa cuentas para consignar ahí los dineros que estaban consiguiendo para la campaña personas tan importantes como Julio Mario Santodomingo.

 

J.G.P.: ¿Y el papá le permitía eso?

E.S.P.: El papá le tenía confianza porque eran las cuentas en las cuales se manejaban los giros artísticos por la venta de sus cuadros o esculturas. El gran temor de Botero era a que le abrieran esas cuentas, y Valdivieso nunca ordenó abrirlas. Las cuentas los vino a abrir Alfonso Gómez Méndez. Él encaró al gobierno de Justicia de EE. UU., les exigió que las dejaran revisar. Y ahí estaba la verdad.

 

J.G.P.: ¿La prueba reina de la culpa de Botero?

E.S.P.: Claro, porque confirmaba que lo que había hecho era montar un lavadero de pesos. Él recibía los pesos, los hacía pasar como dineros que estaba monetizando a través de Panamá y Nueva York, y entonces la sensación que había en la campaña era que estaba trayendo la plata de Nueva York. Es decir, Botero engañó a la mafia y robó a la campaña.

Primera línea: revolución y contrarrevolución

 


Tomado de ElUnicornio.co (Diciembre 15 de 2022)

Lo primero que habría que decir en torno a la liberación que el presidente Gustavo Petro pretende brindarles antes del día de Navidad a muchos de los jóvenes de la primera línea que están presos, es que el estallido social que se dio en Colombia no fue un fenómeno delincuencial sino la consecuencia de un sentimiento de indignación y de rechazo visceral de toda la población a las políticas que venía tomando el gobierno de Iván Duque, entre ellas una reforma tributaria que pretendía meterles impuesto inclusive a los artículos de la canasta familiar.

Hoy La Silla Vacía saca un artículo donde pretende ver esa excarcelación como un regalo, y dice amenazante que “le puede costar caro” a Petro ante la rama judicial. Bienvenida la discusión jurídica, toda la que quieran, pero lo que muchos pretenden olvidar es que la mayoría de esos jóvenes están injustamente detenidos. Y me explico.

Entre el 21 de noviembre de 2019 y el 21 de febrero de 2020 se desarrolló lo que se conoce como el paro nacional, el cual había sido convocado desde el 4 de noviembre anterior no por grupos guerrilleros sino por sectores de oposición que se agruparon en el denominado Comité Nacional de Paro.

Todos sabemos que ese paro se expresó en protestas masivas, algunas de ellas si se quiere salidas de cauce en muestras de vandalismo o de violencia, pero todas producto del sentimiento de rechazo generalizado a un gobierno que desde su posesión se mostraba abiertamente corrupto, tolerante con muchas formas de criminalidad como las masacres y el asesinato indiscriminado de líderes sociales, y represivo a más no poder contra todo lo que oliera a oposición.

Si se me permite la expresión, me atrevo a definir ese paro nacional como un fenómeno revolucionario espontáneo, aunque desorganizado, porque no tenía un propósito político diferente al de protestar. Si hubiera tenido un objetivo desestabilizador, no tengo duda alguna en que habría conducido a la renuncia no solo del entonces ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, sino del mismo presidente Duque, empujado por el descontento y el deseo inmensamente mayoritario de un nuevo rumbo en la conducción del país. Si de algo se había dado cuenta el país, es que estábamos gobernados por un mequetrefe, un ser pusilánime, un bueno para nada, un simple segundón del verdadero poder detrás del trono, el sátrapa Álvaro Uribe Vélez que tanto daño le ha hecho al país desde cuando siendo gobernador de Antioquia comenzó a patrocinar e inundar de grupos paramilitares toda la geografía nacional.

Decía entonces que ese paro nacional fue ante todo un movimiento revolucionario espontáneo, y por eso mismo, porque no se trató de simples protestas aisladas, fue que la fuerzas reaccionarias de la  caverna política se hicieron conscientes del peligro que corrían como poder dominante, y corrieron entonces a organizarse, -ellas sí- de modo que movieron todos los recursos políticos y jurídicos que tenían a la mano no tanto para frenar a los jóvenes que salían a las calles o para tratar de convencerlos de que regresaran a sus casas, sino para aplastarlos, tanto por la vía represiva como por lo que comenzó a operar desde la muy uribista Fiscalía General de la Nación: tratarlos como criminales para conducirlos a prisión.

¿Y qué se buscaba con esto? ¿Hacer justicia y regresar el país a las vías pacíficas institucionales? No señores. Se buscaba sembrar escarmiento entre la población, meter miedo colectivo, difundir terrorismo de Estado de corte fascista para hacerles creer a los padres de familia que sus hijas corrían el riesgo de ser ultrajadas o violadas, y a los jóvenes que podían perder sus ojos, ser golpeados, asesinados, desaparecidos o llevados a la cárcel.

Porque esto que estoy describiendo no fue un escenario hipotético o eventual, no señores, fue lo que efectivamente ocurrió. O sea, que frente a lo que constituyó un fenómeno revolucionario espontáneo, la respuesta fue la activación de todo el aparato represivo y jurídico en busca de consolidar una reacción contrarrevolucionaria, expresada en represión brutal y en la adopción de medidas cuyo único propósito fue impedir que el descontento creciera o se desbordara.

Lo llamativo es que, si durante el gobierno de Duque se desató una cacería de jóvenes en busca de meter a la cárcel a todos los que salieron a protestar, ahora se ha desatado una verdadera cacería de brujas contra todo el que se manifiesta a favor de la liberación de esos muchachos.

Por ejemplo, por ahí salió el fiscal Francisco Barbosa a rasgar sus vestiduras diciendo que no se puede permitir que liberen a un tal alias 19, quien al parecer sí cometió más de un crimen en el Portal de las Américas. ¡Por completo de acuerdo, que siga preso! ¿Acaso el gobierno ha dicho lo contrario? Y que no se les puede conceder indulto o amnistía a los detenidos. ¡Por supuesto que no! ¡Es que se trata básicamente de regresarlos al seno de sus hogares para que pasen la Navidad en familia bajo la figura de gestores de paz mientras la justicia adelanta sus procesos! ¡Eso es todo!

Por todo lo anterior, digámoslo a calzón quitado, lo que pretende hacer Gustavo Petro con la liberación de muchos de los jóvenes de la primera línea hoy detenidos, es ante todo un acto de elemental justicia, humano, demasiado humano, con quienes pusieron el pecho, la cara, los ojos, las piernas y la vida misma para frenar tanto atropello descarado del gobierno de Iván Duque, no contra unos cuantos sino contra todos los pobres y desharrapados de este país.

Al cierre de esta columna encuentro un trino del senador Gustavo Bolívar donde pide al gobierno “incluir en el decreto de excarcelación a POLICIAS judicializados por abusos durante el estallido social. Con equilibrio avanzamos más. Esos policías fueron adoctrinados en el odio contra la juventud. Ese atenuante juega en su favor”.

¿Alguien se opone a esta excarcelación? Escucho respuestas, mientras quedamos QAP para vernos otro día. Chao.

Abelardo de la Espriella debería estar preso


 

Tomado de ElUnicornio.co (22 de noviembre 2022)

Hola. Muchos de ustedes saben que en mi último video acusé a Abelardo de la Espriella de ser un matón en dos versiones: de los que mandan a matar gente, y matón de juzgado. Lo primero hacía referencia a que en dos columnas suyas, una en El Heraldo de Barranquilla y otra para Los Irreverentes, invitó a matar primero a Nicolás Maduro y luego a Gustavo Petro. Y el video lo hice en respuesta a la sentencia de un juzgado de esa misma ciudad, Barranquilla, que pretende obligarme a pagarle al demandante diez millones de pesos por supuestos daños morales a su honra.

En lugar de honra, yo diría que transita por la deshonra desde los días del Pacto de Ralito, cuando, si le hemos de creer a Mancuso, habría hecho fortuna timando a los paramilitares que se acogieron a la paz de Uribe. Hoy, después de que a su suegra la despidieron del consulado en Miami porque se negaba a renunciar, De la Espriella anda convertido en un abogado decadente que se vale de mangualas jurídicas para hacer ruido en los medios.

Pero vamos al grano: lo que no conté en el video anterior es que al día siguiente de la columna donde proponía matar a Maduro, el entonces director del periódico insignia de Barranquilla, Marco Schwartz, lo retiró como columnista, con estas palabras: “Llamé al autor de la columna para expresarle mi profundo desacuerdo, para transmitirle que esos principios no encajan en la línea que yo pretendo imprimir al periódico. No encuentro justificable bajo ningún aspecto que desde las páginas de opinión de EL HERALDO se instigue al homicidio y la violencia”. (PANTALLAZO)

Lo llamativo es que De la Espriella no escarmentó, porque ocho meses después hizo lo mismo, pero con Gustavo Petro, ya desde una cloaca del periodismo llamada Los Irreverentes, donde dijo: “Petro no es un juego: hay que reconocer que es todo un fenómeno político que cada día gana más fuerza. (…) Invito a los colombianos a que no sean indiferentes ante la criminalidad, a que pongan el pecho (…) y, si es del caso, a que aprieten el gatillo sin remordimiento, cuando sea menester. Por abogado, no se preocupen: pongo a disposición gratuitamente mi firma para defender(los)”.

¿Por qué andaba tan envalentonado, mandando a matar gente a diestra y siniestra? Por lo siguiente: a Maduro propuso asesinarlo al final del gobierno de Santos (2017), con la oposición uribista fortalecida tras el triunfo del NO en el plebiscito. Y cuando invitó a matar a Petro, Iván Duque acababa de ser elegido presidente. O sea, creía que tendría el mundo a sus pies si lograba que algún loquito fanático matara a Petro. Y en ambos casos, tendría la Fiscalía de su lado.

Recurriendo tan solo al sentido común, no es de ningún modo comprensible que en menos de un año un tipo acuda a dos medios diferentes para incitar a cometer sendos asesinatos, uno contra un presidente en ejercicio y otro contra un rival político que cogía fuerza y al que quería evitar que llegara a ser lo que es hoy, el presidente de Colombia en ejercicio. Y el autor intelectual de ambos planes macabros no fue a la cárcel. ¿Ah? ¿Quién en su sano juicio lo puede entender?

Es algo inaudito, y obliga a traer de nuevo a colación la noticia de Los Ángeles Times según la cual la Fiscalía de Brasil le abrió investigación al piloto de Fórmula 1 Nelson Piquet por desear la muerte del presidente electo, Inacio Lula da Silva. El crimen del que acusan a Piquet es “incitación a la violencia” porque en un video se le escucha decir: “¿Lula? allá en el cementerio”. Solo por esa insignificancia, por boquiflojo, digamos, Piquet podría ir a la cárcel durante el gobierno de Lula. (PANTALLAZO)

Pero aquí en Colombia un instigador de dos homicidios llamado Abelardo de la Espriella, sigue caminando por las calles y viajando en su jet privado como si fuera uno de Los Intocables que perseguía Eliot Ness. Un rufián de esquina con avión propio, eso les dice todo.

De otro lado, uno novedad: Abelardo de la Espriella me acaba de lanzar una nueva amenaza, mediante un documento con membrete de su oficina de abogados fechado en noviembre (sin día conocido, que tituló: “Solicitud de rectificación y eliminación de afirmaciones contenidas en mensajes de Twitter y en el video titulado “Abelardo de la Espriella, un matón en dos versiones”. Como dice el refrán popular, vuelve la mula al trigo. (PANTALLAZO). ¿Y qué pretende con esto? Amordazarme, callarme, silenciarme, que no vuelva a hablar de él. Pero TACA BURRO, como dicen en los billares.

Lo cierto es que en busca de medirlo con la misma vara que hoy me mide, me he puesto a investigar hasta qué punto ese señor está libre de toda culpa en el terreno judicial, y las sorpresas han sido grandes. Y numerosas. Por ejemplo:

¿Es verdad o mentira que Abelardo de la Espriella comenzó su fortuna cuando Sabas Pretelt lo llevó de su mano ante la cúpula paramilitar reunida en Ralito y terminó timándolos en miles de millones de pesos, prometiéndoles lo que sabía que no les podría cumplir?

¿Cuántas investigaciones se han abierto contra Abelardo de la Espriella, cuántas están archivadas y cuantas permanecen activas en línea de tiempo?

¿Qué se sabe de una investigación que le adelanta el Departamento de Estado de EE.UU. por su papel como abogado defensor de Álex Saab?

¿Es cierto o no que hace seis años avanza una denuncia penal por los delitos de fraude procesal y concierto para delinquir, donde se señala a su oficina de abogados como presunta responsable de dichas conductas, a raíz de haberse apropiado de la Universidad Autónoma de Barranquilla?  

Por último, hay un tema que no puedo dejar por fuera: dije atrás que un juzgado de Barranquilla pretende obligarme a pagar diez millones de pesos. Y ocurre que no soy millonario, no viajo en avión privado, ni siquiera tengo carro propio, lo único propio que tengo es una bicicleta. Tampoco tengo el poder económico ni las conexiones políticas del que intenta acorralarme jurídicamente. Soy un periodista que se trata de ganarse la vida con el ejercicio de su profesión. ¿Cómo? Escribiendo. He cometido errores, por supuesto, como todo ser humano. Pero siempre he ido en busca de la verdad, con plena honestidad intelectual. 

Pero pretenden hacerme pagar diez millones de pesos que no tengo y que, por el contrario, los necesito. ¿Para qué? Para sufragar los costos legales de mi defensa. Incluso es una suma muy pequeña para lo que cuesta enfrentar al que me persigue.

Llegados a este punto, se me ocurre que quizá no es difícil conseguir a 1.000 colombianos dispuestos a aportar cada uno 10.000 pesos, hasta completar precisamente esa suma diez millones. Y con una misión precisa: pagar mi defensa, defenderme del tirano de los incisos legales, derrotarlo en franca lid, lograr que no se salga con la suya. Mil colombianos honrados que quieran colaborar en esta tarea. Es algo que no le cuesta mucho a cada persona individualmente, pero contribuye a financiar mi defensa.

¿Y cómo aportar? Sin complicadas Vakis. Si usted quiere ser uno -o una- de los mil adherentes solidarios, basta con transferir diez mil pesos por Nequi o Daviplata al número 316-2319486. Eso es todo.

El objetivo final de esta pequeña campaña en pro de mi defensa legal, tiene como objetivo ulterior hacer que regrese la dignidad al ejercicio libre del periodismo. Y en esta tarea se hace necesaria su ayuda solidaria. Créame.