martes, 23 de febrero de 2021

Historia de dos amigos que se fueron

 


Tomado de El Espectador

Es impresionante la cantidad de personas que en el segundo año de este gobierno delirante han muerto contagiadas por el coronavirus. En orden de importancia política y en llamativa paradoja, la lista la encabeza el exministro de Defensa Carlos Holmes Trujillo, quien pese a estar en apariencia blindado por ser el encargado de “defender” a los colombianos, murió en ejercicio de sus funciones, en demostración sintomática de la ineptitud de este gobierno en temas de salud.

En el caso que me ocupa, exceden los dedos de una mano las personas cercanas que se llevó el covid. Pero me ocuparé en especial de dos, porque fueron amigos a los que quise mucho, pese a estar en bandos políticamente opuestos: Julio César Duarte Pinilla, conservador uribista, católico fervoroso; y Héctor Moreno Galvis, liberal de izquierda, ateo por convicción.

Una coincidencia une a estos dos amigos idos: supe de su existencia mientras me dedicaba a crear un medio de comunicación, en el primer caso impreso y en el segundo digital.

A “don Julito” -como yo le decía- lo conocí hace unos doce años cuando decidí abandonar a Bogotá para asentarme en Girón y se me ocurrió crear un periódico llamado El Gironés. Lo contacté para que en su condición de publicista (de la Tadeo Lozano de Bogotá) me ayudara con el diseño. Y no solo nos asociamos en torno a ese medio, sino que terminamos de grandes amigos.

Amistad que me sirvió para entablar relaciones con la sociedad y las autoridades de Girón, a las que Julio era cercano, y a él le sirvió para que lo nombraran secretario de Cultura en la alcaldía del ‘Loco’ Luis Alberto Quintero, pese a que nunca congenié con esa administración. Cuando lo nombraron, él dejó de ser mi socio -ética obliga-, pero seguimos siendo amigos. Años después le dediqué una columna para Semana que titulé Mi mejor amigo es uribista. La escribí en gesto de gratitud, porque por esos días me perseguían ciertas alimañas y él me brindó refugio en su hogar. Recuerdo por cierto que su querida madre acababa de fallecer, y el sitio que por esos días yo ocupaba para dormir era la habitación que ella acababa de abandonar.

Con ‘Julio-Pinilla’ -como le decían en Girón- ocurrió que viniendo hace tres meses de Piedecuesta tuvo un aparatoso accidente vial y fue llevado a la Clínica Chicamocha, donde en los exámenes que le hicieron se descubrió que tenía covid, enfermedad de la que al parecer era asintomático. Los médicos no le dieron importancia a una gran dificultad que tenía para respirar, creyeron que era por el virus. Pero era porque tenía un pulmón perforado a causa del accidente, y le descuidaron una hemorragia interna. Y lo demás ya es historia, murió sin siquiera haber cumplido 40 años.

A Héctor Moreno Galvis lo conocí en Bucaramanga hace unos tres años. Sabía que era un político liberal, exalcalde de Bucaramanga, quien comenzó su carrera política en el Frente Liberal de Izquierda (FILA) de Horacio Serpa. Me lo presentó un amigo de él que había sido veedor del Partido Liberal en Santander. Héctor quería conversar conmigo, era lector de mis columnas desde que yo escribía para Semana.

El día que lo conocí fui a su oficina, en compañía del citado amigo. Al abrir la puerta, llamó mi atención que escuchaba a Silvio Rodríguez: “mi unicornio azul ayer se me perdió”. En ese encuentro hablamos de todo, menos de política: la Nueva Trova cubana, Silvio y Pablo, la poesía española, el franquismo asesino. Coincidimos en ser conocedores -y recitadores- de Antonio Machado, de García Lorca, de Miguel Hernández.

En asuntos de política, ambos liberales progresistas, bastante más a la izquierda que afines al tibio centro. Producto de nuestras charlas, un día le conté que quería sacar adelante un proyecto de integración regional mediante una página web que se llamaría Orgullosantandereano.com, y le pregunté si estaría dispuesto a apoyarlo. Él me contestó con un no rotundo. Me dijo que estaría dispuesto a apoyarme, sí, pero no con un proyecto regional sino nacional. Y le cogí la cuerda, por supuesto: es mejor llegar a millones de personas que a cien mil.

Con base en su oferta, con un grupo de periodistas nos dimos a la tarea de confeccionar un medio digital independiente. Cuando le presentamos a Héctor el presupuesto de gastos, lo aprobó sin chistar. Gracias a su patrocinio financiero, ElUnicornio.co pudo ser lanzado el domingo 6 de octubre de 2019 con una entrevista exclusiva que el expresidente Juan Manuel Santos nos concedió en Bucaramanga, donde lo primero que le pregunté fue “qué piensa del regreso a las armas de tres excomandantes de las Farc, qué implicaciones puede tener a mediano plazo”. (Ver entrevista).

¿Qué pidió Héctor Moreno a cambio de su apoyo? Buena pregunta. Si ustedes buscan en ElUnicornio.co encontrarán que de él hay solo dos artículos: uno donde se dirigió al comisionado de paz para decirle que “Es hora de la paz con el ELN, doctor Ceballos”, y otro donde presentó una “Propuesta para convertir a Santurbán en Parque Nacional”. Nunca se metió con el contenido ni con nuestra línea editorial, ni nos dijo qué debíamos publicar o qué no.

A Héctor -con setenta años encima, obeso e hipertenso- lo agarró el virus del covid en Bogotá y permaneció tres meses conectado a un respirador, bocabajo. Cuando por fin logró salir del trance que lo tuvo en el callejón de la muerte, le hicimos una entrevista para El Unicornio, donde contó que un día el cuerpo médico llamó a su esposa para decirle que debían desconectarlo y que se acercara a despedirse. Ella les dijo, sin asomo de duda: “nadie puede disponer de la vida de otra persona, la última palabra la tiene Dios”. Así que siguió conectado, y dos días después presentó una asombrosa recuperación que lo regresó a la vida, y un periodista de La Parrilla tituló diciendo que Héctor Moreno había dejado de ser ateo. (Ver entrevista).

La última vez que vi a Héctor fue dos días antes de su muerte repentina, el martes 9 de febrero -día del Periodista para más señas- en su oficina de Bucaramanga, ciudad a la que regresó por recomendación médica. Hoy solo puedo decir que conocí a un hombre que con el paso de los días se convirtió en amigo entrañable, con el que tuve animadas charlas y llegué a querer como un ser humano invaluable, y al que le dedico esta estrofa de Miguel Hernández:

No hay extensión más grande que mi herida,

lloro mi desventura y sus conjuntos

y siento más tu muerte que mi vida”.


Post Scriptum: Durante el funeral de Héctor una hija suya citó otro verso del mismo poeta andaluz, que ella le escuchó en algún brindis: 

“Varios tragos es la vida / y un solo trago es la muerte”.


lunes, 15 de febrero de 2021

La magia del nopal en mi cerebro

 


Tomado de El Espectador 

No pertenezco a los ‘creyentes’ en esos productos que de la noche a la mañana comienzan a ser vendidos como panacea para diversos males, tipo Noni hace una década y Moringa en esta pandemia, pero quiero contar mi experiencia en torno a algo que empecé a consumir hace unos meses y cuyos aparentes efectos hoy me tienen escribiendo esto.

 

Una persona de toda mi confianza, esteticista ella, me ofreció el nopal como algo que podría ser útil a mi digestión, por la fibra que contiene y porque regulariza los niveles del azúcar, y además sirve para aliviar ya no recuerdo qué otras cosas de esas que se le van deteriorando a uno con el paso de los años.

 

Antes de darle el sí, quise consultar en esa biblioteca de Babel llamada Google. Y encontré que del nopal se dicen maravillas, y que su uso está arraigado en México desde los tiempos en que era consumido crudo por los guerreros aztecas. Y no alargo el tema de los beneficios para que esto no parezca promoción de televentas.

 

Después de darle el sí, recibí tres pequeñas bolsas de nopal cortado en finos trozos, cada una de las cuales debía alcanzarme para tres dosis o porciones. Debía tomarlo como jugo en ayunas, después de licuarlo en un vaso de agua y de pasar lo licuado por un colador. La primera vez el sabor amargo me hizo pensar que desistiría de la idea, pero luego de consultar a la proveedora y de sugerirme que le agregara el jugo de un limón y dos cucharadas de miel, me gustó el sabor final. Estimulante al paladar.

 

Y lo seguí consumiendo, y acabé las tres bolsitas y pedí tres más, y la muy sagaz proveedora del nopal ya no me trajo tres sino cuatro bolsas por el mismo precio.

 

Y comencé a sentirme mejor, pero no por cuenta de una digestión más fluida o niveles estables del colesterol, no. Sino en lo mental.

 

En mi muro de Facebook tengo como avatar Señor, dame lucidez que del resto me encargo yo. Pues bien, unas tres o cuatro semanas después de tomar juiciosamente todas las mañanas el jugo de nopal en ayunas con limón y miel, lo que en un principio percibía como lucidez mental fue pasando a una categoría que he dado en llamar “euforia intelectual”.

 

Me despierto, preparo café tostado en cafetera italiana, voy a la nevera, saco bolsa de nopal, vierto una manotada en la licuadora, etc. Me tomo eso, luego la primera taza de café. A continuación, un desayuno frugal con granola dietética, rodajas de banano (o manzana y/o pera) esparcidas sobre la leche -bajísima en grasa- y esparcidas grageas de chocolate al 70 por ciento de cacao. Luego del desayuno me pongo a trabajar, y estamos en el punto al que quería llegar.

 

El trabajo del suscrito columnista es el de escritor, una actividad meramente intelectual, de pensar, excepto cuando salgo a la terraza de mi casa a fotografiar nubes que cuelgo en este muro o deposito en la carpeta de la Nuboteca.

 

Empezar a escribir cada nuevo día no es fácil y se relaciona con eso que Gabriel García Márquez llamaba el pánico a la hoja en blanco, más si te encuentras sin tema o si sientes como que te agarras a puños y patadas con las palabras porque la idea que tenías no cuaja.

 

Pues, ténganse de atrás: desde que comencé a consumir nopal en ayunas todas las mañanas he sentido en mi cerebro un cambio diferente en la percepción de la realidad, que se expresa básicamente en lucidez mental y deseo genuino de estar creando, escribiendo, inventando, fabulando o informando, pero siempre produciendo.

 

Tengo bajo mi responsabilidad la dirección del portal El Unicornio, así llamado en evocación histórica del día en que desde Silicon Valley el subpresidente Iván Duque dijo que Colombia se convertiría en “un unicornio tecnológico”. Esto demanda un gasto permanente de energía cerebral en la revisión, edición y titulación de una buena cantidad de textos, sumado a la redacción de otros, como mi columna de El Espectador.

 

Pero ocurre que esa inmensa cantidad de trabajo, en lugar de producirme agobio o estrés, se presenta de un tiempo para acá como algo muy entretenido.

 

Lo llamé euforia intelectual, porque es así como lo siento. No se presenta ninguna alucinación y sus efectos son muy diferentes a los de la marihuana, que según dicen produce modorra, mientras que el nopal pareciera más bien incitar a la acción, a concentrarse sin descanso en un trabajo cuya materia prima es pensar y en todo momento se hace con gusto. Según El Clarín de Argentina citando una investigación del Tecnológico de Monterrey (México), el nopal “protege las células del cerebro frente a los radicales libres”. Debe ser por eso. (Ver artículo).

 

En días recientes entrevistamos en ElUnicornio.co a quien considero el decano del periodismo en Colombia, Daniel Samper Pizano (amigo mío, juzgo ético decirlo), y apenas me vio exclamó con su habitual sinceridad: “Lo veo muy bien, parece que le está sentando el confinamiento”. Quise responderle que quizá no era el confinamiento sino el nopal, pero no era la ocasión.

 

Sea como fuere, lo del nopal como generador de una frenética actividad intelectual no es algo traído de las hilachas, incluso se le podría atribuir a las mismas cualidades mágicas de la raíz del peyote, una planta mexicana de la misma familia del cactus y el nopal.

 

Si no me creen, les invito a remitirse al antropólogo Carlos Castaneda en sus libros Las enseñanzas de don Juan y Viaje a Ixtlán, donde habla de las experiencias “iluminadoras” que tuvo con el peyote en compañía de un viejo indio de la etnia yaqui, profundo conocedor de las propiedades de las plantas y hongos de la región.

 

Y con esto les dije todo.

 

Post Scriptum: ¿Acaso el Ejército tiene la orden de no hacer nada contra las bandas que asesinan a líderes sociales y desmovilizados de las Farc... o es que actúan en complicidad con ellas, o sus tropas tienen la moral tan baja que son incapaces de combatirlas? Solo pregunto.


martes, 9 de febrero de 2021

¿Y si gana Fajardo?

 

Tomado de El Espectador

En reciente conversación con un reconocido analista político, imaginé un escenario donde Ángela Robledo se imponía con su carisma en la consulta de los verdes y se hacía a la candidatura de dicho sector. Pero mi interlocutor pensaba otra cosa: “no le extrañe si el próximo presidente es Sergio Fajardo”.

Desde entonces el asunto no ha dejado de preocuparme, en parte porque estoy convencido de que mi amigo el analista es más inteligente que yo, y en parte porque creo que en la delicada coyuntura actual Colombia merece un presidente con mayor capacidad de liderazgo. Uno menos tibio, por supuesto.

Ahora bien, es evidente que se está conformando una convergencia de centro, en apariencia fuerte, a la que concurren con sus votos y sus voluntades Humberto de la Calle, Juan Fernando Cristo, Juan Manuel Galán, Jorge Robledo, Antonio Navarro y el partido Alianza Verde, además de Fajardo y otros. Es extraño que en la reunión de hace unos días no hubiera estado ni para la foto Ángela Robledo, a no ser que no la hubieran invitado, en cuyo caso tendría razón la brillante columnista Sara Tufano: “esa coalición que armaron para apoyar a @sergio_fajardo no solo destila machismo, sino que representa el más grosero elitismo”. (Ver trino)

Sea como fuere, hablando en plata blanca, dentro de esa convergencia están las dos votaciones más altas a la alcaldía de Bogotá -casi tres millones de votos-, la del senador más votado del Polo y el caudal electoral que todavía conserva Sergio Fajardo. Agreguen los que eventualmente lleve Ángela Robledo, y el total sobrepasaría los casi cinco millones de votos que obtuvo Gustavo Petro en la primera vuelta de 2018, donde los tres y medio adicionales de la segunda tuvieron que haber sido puestos por lo que hoy se conoce como el centro.

Es cierto de todos modos que Petro cuenta con un liderazgo indiscutible de masas, y que como dijo Matador para Semana TV, “el mejor asesor de campaña de Petro para el 2022 es Iván Duque”. (Ver video). Además, la presencia del líder de Colombia Humana en redes sociales es muy activa, sobre todo en Twitter, donde el uribismo y el petrismo copan la polarizada atención. Pero no todo en la vida es Twitter: de los 50 millones de colombianos, solo una suma cercana a seis millones tiene cuenta en esa red social. Más los hay en Facebook, casi 30 millones, pero ahí es la vida social de los usuarios la que manda la parada, antes que la discusión política.

Si tan solo consideramos que el electorado colombiano sigue siendo un target de mercadeo político fácilmente manipulable por hábiles estrategas (de los cuales carece la Colombia Humana), sumado a la marcada sujeción mental de la población a los “valores cristianos” -entre los que priman la humildad y la obediencia-, Petro no la tiene tan fácil, como podría pensarse desde un celular conectado a Twitter.

En síntesis, no se puede descartar que para 2022 Sergio Fajardo y Gustavo Petro se vean de nuevo las caras en primera vuelta.

Si gana Petro y enfrenta de nuevo al candidato de la derecha, la pregunta del millón es qué haría Sergio Fajardo: ¿reincidiría en su preferencia por el voto en blanco? Inaudito pensar que repita tan temeraria opción, es casi de sentido común que estaría obligado a apoyar a Petro.

¿Y si gana Fajardo? Petro ha empeñado su palabra en que le brindaría su apoyo.

En lo que al suscrito respecta, haciendo de tripas corazón actuaría igual: tras reconocer el triunfo de Fajardo en franca lid, me alistaría no solo a votar por él, sino que adelantaría todo el activismo posible para lograr su triunfo, bajo la consigna de impedir un cuarto período del sujeto que hoy gobierna a Colombia con autoritaria mano de hierro, en alianza cómplice “por debajo de la mesa” con las fuerzas oscuras que le acompañan.

Volviendo a Sara Tufano, en otro de sus trinos afirmó que “no soy admiradora de Petro, apoyo el programa político de la Colombia Humana”. Me pasa lo mismo. A la que sí admiro -incluso de hombre a mujer- es a Ángela Robledo, a quien vislumbro en dos escenarios posibles: ganándole a Sergio Fajardo en la consulta de los verdes, o juntándose de nuevo con Petro.

DE REMATE: En la primera vuelta de 2018 voté por Humberto de la Calle porque creía que la urgencia era defender la paz, y en la segunda voté por Petro porque era la única salida viable que le quedaba a Colombia para impedir el regreso de la bestia. El voto en blanco fue, es y será irresponsable -o inocuo, dependiendo de la ocasión- mientras no exista el voto obligatorio. (Ver columna).

@Jorgomezpinilla

martes, 2 de febrero de 2021

¿Ángela o Petro? Un corazón dividido

 


Tomado de El Espectador

Comencemos por decir que la fórmula Gustavo Petro – Ángela Robledo de hace tres años habría sido el “matrimonio ideal” para gobernar a Colombia. En este contexto la renuncia definitiva de Ángela María Robledo a Colombia Humana podría verse como algo negativo, pues profundiza la división de la centro-izquierda. Pero podría tener su lado positivo.

Ángela renuncia porque cree que no dispone de espacio para su legítimo anhelo de aspirar a la Presidencia y, aunque no sale dando un portazo, sí hace todo el ruido mediático del mundo con su versión según la cual el feminismo o “las mujeres” no tienen cabida en el movimiento que preside Gustavo Petro. Todo ese ruido le sirvió para posicionarse, ahí hizo bien la tarea, así muchos fans de Petro hubieran hecho el respectivo ruido para tildarla de “traidora”.

Donde sí cree disponer de espacio Ángela, es en el ámbito conocido como “centro”, al que confluyen todos los que no son Petro ni uribismo: Sergio Fajardo, Humberto de la Calle, Juan Fernando Cristo, Jorge Robledo, Roy Barreras, Iván Marulanda, Camilo Romero, Juan Manuel Galán, Carlos Andrés Amaya… y faltan datos de otros municipios. Cada uno de ellos en el fondo de su vanidoso corazón cree que puede dar la sorpresa y quedarse con el premio mayor.

En medio de tan variopinto repertorio, no creo caer en error si afirmo que las personas que hoy más brillan con luz propia son Fajardo y Ángela. En ese orden. A mediano plazo hay un asunto que ambos todavía no han resuelto, y es si se van a meter a Alianza Verde para buscar la candidatura por ahí. Mi humilde punto de vista es que a Ángela no le conviene meterse, pero a Fajardo sí.

En el caso de Fajardo, forma parte de su sempiterna tibieza que todavía no lo haya hecho. Pero debió hacerlo desde tiempo atrás, pues él viene a ser algo así como el líder natural de los verdes (¿si no es Fajardo, quién?), además con un caudal de votos considerable, tanto así que estuvo cerca de desbancar a Petro.

Hoy Fajardo se sigue cuidando -o descuidando, vaya uno a saber- al no resolver si se incorpora a Alianza Verde o se queda con su Compromiso Ciudadano, y ese espacio de lo dubitativo comienza a ser llenado por figuras como un experimentado Humberto de la Calle, un sagaz Roy Barreras o una amorosa Ángela Robledo.

A Fajardo le conviene meterse antes de que otros acaben de llenar el espacio que él no ha querido ocupar, y a Ángela le conviene no meterse porque si se mete ahí, quizá se la tragan viva y se acaba su proyecto. Pero los verdes la necesitan: es mujer y la representación femenina suma simpatías electorales, y esto acrecienta el balance de P&G del partido a la hora de la reposición económica de los votos, llámese consulta o escrutinio electoral.

El problema de no meterse reside en que Ángela anda huérfana de partido. Así que, si quisiera mantener su aspiración como independiente, le tocaría mediante firmas o buscando el aval de otro partido.

Ahora bien, ¿qué tal si decidiera dar la pelea dentro de Alianza Verde, y con el tiempo del que dispone se dedicara a armar una atractiva campaña que captara sobre todo el voto femenino, y diera la gran sorpresa o batatazo en la consulta de marzo?

 

Estoy pensando con el deseo, por supuesto, porque basta mirar las respectivas cuentas de Twitter de Fajardo y Ángela para constatar que algo va de los 500 mil seguidores de ésta al millón y medio de aquél, y eso cuenta a la hora de las urnas.

Pero soy un convencido de que el poder de convicción de las palabras (o de las letras, en mi caso) puede servir para ayudar a cambiar el mundo y, apuntando a esta meta altruista, nada sería más saludable para nuestra aporreada democracia que el retiro de la opción presidencial de Fajardo.

Y esto solo requiere de pedagogía política: convencer al mayor número posible de colombianos que lo más conveniente para el triunfo de una amplia coalición -una que deje las puertas abiertas para construir un nuevo país con la ayuda de Petro- es sacando de la baraja antes de la primera vuelta al que se fue a ver ballenas.

Es más, si se presentara la eventualidad de que Ángela Robledo decidiera meterse a Alianza Verde, me tentaría la idea de afiliarme a ese partido para adelantar desde adentro un trabajo político que contribuyera a tan noble causa: “neutralizar” al tóxico Fajardo, para decirlo en términos obdulianos.

Y aquí no faltará quien revire: cómo así, ¿este no es el mismo que días atrás proponía como fórmula imbatible la unión de Petro y De la Calle, o sea de la izquierda y el liberalismo?

El mismo, sí. Y me sostengo. Pero dije arriba que tengo mi corazón dividido entre Ángela y Petro, porque abrigo la certeza de que si en la primera vuelta fueran los candidatos que representaran la oposición al uribismo gobernante, nuevos y refrescantes vientos soplarían para Colombia.

Baste citar tan solo una frase de la amable carta de renuncia que Ángela le presentó a Petro, para entender que tan promisorio panorama quizás -con la voluntad de muchos- sí es posible: “A lo largo de este camino estoy segura de que podremos retomar el diálogo respetuoso que hemos sostenido, y confío que nos permitirá tomar las mejores decisiones que las circunstancias aconsejen para el bien de este país que tanto amamos”.

DE REMATE: ¿Hay coincidencia ideológica entre quienes creen que los que quieran protestar deben irse al Protestódromo -donde nadie los vea- y los que andan matando jóvenes y líderes sociales, sembrando terror indiscriminado para que a la gente le asuste pensar por cuenta propia, como si fuera el accionar de una pavorosa máquina dedicada a sembrar terrorismo desde el Estado? Solo pregunto.