La reaparición de Ernesto Yamhure la semana pasada como invitado
especial de José Obdulio Gaviria a la inauguración de la sede del Centro
Democrático en Queens, Nueva York, ayudó a apreciar con más nitidez el
verdadero talante del uribismo.
A Yamhure fácilmente se le puede definir como un ‘quintacolumnista’
del paramilitarismo en los medios, pues gozaba del privilegio de contar con
sendas columnas en El Espectador y en Caracol Radio hasta que un artículo de
Vladdo en Un Pasquín (De Castaño a
oscuro) reveló en septiembre de 2011 que Carlos Castaño conocía de antemano
las columnas de Yamhure y que el entonces jefe paramilitar tenía injerencia en
su contenido.
Para la muestra, un botón: “inserte un párrafo donde alerta a las AUC
sobre la importancia del cumplimiento de su palabra ante la opinión pública, de
cumplir con el cese de hostilidades, que incluye abandonar definitivamente
cualquier participación en actividades del narcotráfico, pues es lo que espera
Estados Unidos”.
La revelación provocó que ese mismo día Caracol le suspendiera su
columna, y antes de que El Espectador hiciera lo mismo presentó carta de
renuncia, para luego desaparecerse del mapa con el rabo entre las piernas, ante
tan vergonzoso hallazgo. No sabemos qué tipo de delito pueda tipificar tan
estrecha relación entre un (ex)prestigioso periodista y un reconocido criminal,
pero algún grado de culpa debió tener –o sentir- para que no hubiera asistido a
ninguna de las siete citaciones que le hizo la Fiscalía y abandonara el país en
condición de prófugo, en intrépida maniobra que luego habrían de imitarle Luis
Carlos Restrepo y María del Pilar Hurtado.
Lo que ahora sorprende es el modo alevoso en que José Obdulio se hizo
acompañar en Nueva York de este personaje cuando menos siniestro, justo en
medio del escándalo por la aparición de una foto en apariencia comprometedora
(de alguien muy parecido a él en compañía de Pablo Escobar), como si quisiera espetarles
a sus contradictores el refrán según el cual “para mordedura de perro, pelos
del mismo perro”.
Es una estrategia parecida a la que usó Álvaro Uribe en el documento ¿Por
qué soy paramilitar?, que redactó para defenderse de la providencia emitida por
el Tribunal Superior de Medellín, donde se detalla cómo el expresidente estuvo
rodeado de tal cantidad de funcionarios y subalternos involucrados con grupos paramilitares,
que era imposible que ignorara lo que ocurría a su alrededor. Dicho documento
habría podido titularlo ¿Por qué no soy paramilitar?, pero prefirió manifestarlo
como afirmación, en gesto provocador y a la vez cómplice, cual si se dirigiera
a unas huestes etéreas para enviarles un mensaje cifrado de reafirmación a una
causa, y en medio de una batalla que parece no haber terminado.
Tanto el impúdico evento en Queens como la foto referida fueron el
detonante que llevó al precandidato Óscar Iván Zuluaga a pedirle a José Obdulio
que “en un acto de grandeza, retire su nombre de la lista al Senado del Centro
Democrático”.
Zuluaga debió sentirse impelido por un llamado de la decencia (y de su
conciencia) cuando se apartó de la disciplina para perros impuesta por el
expresidente Uribe, pero su error de cálculo –que lo desgració para siempre
ante su jefe- estuvo en creer que este y Gaviria son personas de diferente
‘prontuario’ y calidad moral, cuando la realidad parece demostrar que están unívocamente casados en el mismo proyecto, como también lo estaría con su
exdirector del DAS, Jorge Noguera, condenado a 25 años por homicidio y apoyo a
grupos paramilitares, pero de quien no se cansa de repetir: “qué dolor que
purgue esa injusta condena.”
Súmenle a lo anterior una esclarecedora columna de Juan
Diego Restrepo en Semana.com, que se refiere a “cuando José Obdulio fungía
como amo y señor de las ideas del entonces presidente Uribe”. Restrepo relata
cómo el 28 de agosto de 2007 fue abordado en Medellín por alias ‘Elemento’, exmiembro
de la Oficina de Envigado y muy cercano a ‘Don Berna’, quien le contó que José
Obdulio Gaviria asesoró a los jefes de los bloques paramilitares en su proceso
de desmovilización: “en forma clandestina un día a las once de la noche lo
entramos por el parqueadero, lo subimos, y él era el que decía cómo se hacían
las cosas”.
Y hablando de ‘Don Berna’, El Espectador de este domingo 29 trae la
más completa y reveladora declaración que hasta ahora un excomandante de las
AUC le haya hecho a la justicia, donde en uno de sus apartes refiere: "Luis
Carlos Restrepo lo dijo muy claro: ‘la continuidad de este proceso depende de
la reelección del presidente Uribe, por eso hay que apoyarlo’. Y esa
insinuación o esa orden, como se quiera entender, la acatamos en su totalidad”.
Ninguna extrañeza debe causar entonces que el mismo día en que José
Obdulio Gaviria declinó la sensata invitación de Óscar Iván Zuluaga a renunciar
a su aspiración al Senado, resucitó a su lado a Ernesto Yamhure, de quien
Néstor Morales dijo en Blu Radio que “en El Espectador estuvieron engañados,
pues no sabían que era paramilitar”.
¿Cuál puede ser el verdadero significado de la reincorporación de
Yamhure al proyecto uribista, a sabiendas de su probada participación activa
como ideólogo de las AUC? Uno puede ser que le están pagando sus servicios a la
causa en su rol de ‘quintacolumnista’, y otro que requieren de su artillería
verbal para enfrentar el fragor de la contienda electoral, así sea desde el exterior,
pues todavía no tiene el coraje de regresar a Colombia y dar la cara (por
cierto, ahora muy parecida a la de su exjefe Castaño).
La mejor conclusión que se saca de todo esto es que el uribismo se
está volviendo cada vez más ‘descarado’, al darse cuenta quizá de la inutilidad
de creer que, pese a haber estado tanto tiempo inmersos en la piscina del
paramilitarismo, podían convencer al país de que habían salido de ella sin
mojarse. De modo que ahora la consigna es otra: “ya que estamos encochinados hasta
el tuétano, reivindiquemos como limpia la cochinada”.
@Jorgomezpinilla
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