Ocurrió hoy hace once días pero es un tema que no puede quedar en el
olvido, y menos permitir que lo sepulten: Felipe Zuleta Lleras me señaló en su columna
de El Espectador de haber acusado al presidente de la
República del secuestro del niño Cristo José Contreras. ¿De haber dirigido u
organizado el rapto? No sé, no lo dice en forma clara, lo único claro de su
escrito zalamero es que le habla “al oído del presidente”.
Antes de entrar en materia, permítanme exhibir la prueba
reina del carácter meloso o lisonjero al que hago referencia, en su segundo
párrafo: “A todos nos consta que el presidente no para, literalmente, ni un
minuto. Viaja a los sitios en donde hay problemas, está pendiente de todos los
temas que le atañen a un primer mandatario. Es serio y coherente en sus
posiciones, y fuera de eso es amable, honesto y afectuoso”.
Solo le faltó mandarle un besito.
Solo le faltó mandarle un besito.
Y ahora sí vamos al primer párrafo, para entrar en materia: “Leí hace
unos días en la web de este diario una columna de un señor Jorge Gómez Pinilla,
quien palabras más palabras menos, acusa del secuestro del menor Cristo José
Contreras con fines mediáticos al presidente de la República. Este señor es por
supuesto antiuribista y claramente no quiere a Duque”. (Ver
mi columna).
Ahí solo acierta en que soy antiuribista (a mucho honor), mientras
confunde a sus lectores con eso de que no quiero a Duque, pues hasta donde
llega mi formación profesional el periodismo no se define por gustos personales,
sino por la búsqueda de la verdad. Y la verdad sea dicha, la discusión no puede
centrarse en si quiero o no quiero a alguien, aunque es de encomiar el
esfuerzo que hizo Zuleta para demostrarle al presidente que él sí lo quiere, y
mucho, mucho, mucho. Ay.
Sea como fuere, releí mi columna con el dedo presto sobre el celular
para llamar a mi abogado, abatido por la angustia, buscando la frase donde el
suscrito acusaba al mismísimo presidente de la República de haber orquestado “palabras
más palabras menos” el secuestro del “menor”, pero no la hallé. Así las cosas, tengo la leve impresión de que la columna del señor
Zuleta Lleras constituye una temeraria afrenta contra el suscrito, que daría
incluso para escribir cosas como “si algo me pasa, responsabilizo a…”.
Por eso mismo, el tema no puede quedar sepultado en el olvido. Y el
tema no es si acusé o no acusé al presidente Duque, diría incluso que él no
tiene velas en este entierro. El tema de fondo es que en la mañana del 3 de
octubre pasado se presentó el supuesto secuestro del hijo del alcalde de El
Carmen (Norte de Santander), Edwin Contreras, y en horas de la tarde el mismo
Duque anunció que el pequeño había sido rescatado, pero luego se supo que “uniformados
del Ejército se trasladaron hasta el lugar y no se obtuvo ningún rastro del
menor”, y el mismo alcalde salió a aclarar que “todo es una noticia falsa. Sigo
reunido con el Gaula para dar con el paradero de mi hijo”. (Ver
noticia).
Si de noticias falsas se ha de hablar, Colombia no es territorio donde
alguien pueda escandalizarse porque un columnista hace preguntas sensatas
frente a un suceso plagado de interrogantes: comenzando con que el niño fue
rescatado de su ‘cautiverio’ sin señal alguna de que hubiera permanecido
aislado ni le estuviera haciendo falta la mamá, quien afirmó no estar
interesada en saber quiénes lo secuestraron; siguiendo con que no se produjo
ninguna captura, pese a que “la zona fue asegurada con más de 5.000 hombres”;
pasando porque no se cumplieron los protocolos de atención psicológica a la
‘víctima’ por parte de Medicina Legal, y rematando con el ingreso triunfal del
niño con nombre bíblico a la Casa de Nariño para recibir las atenciones y los
cariños del presidente Iván Duque.
Colombia es un país donde es muy fácil armar tramoyas para hacerle
creer a la gente lo que no es: como cuando -según Semana- oficiales del
Ejército montaron atentados en Bogotá previos a la segunda posesión de Uribe, entre
ellos “un carro bomba que mató al ciudadano José Antonio Vargas (…) presentado
como una víctima de la guerrilla”. (Ver
noticia).
O cuando armaron el montaje que llevó a la cárcel al exconcejal
Sigifredo López, con la activa
participación de RCN, y le hicieron creer al país que era un
guerrillero camuflado de las Farc. O en caso casi copiado del anterior, cuando
a Jubiz Hasbún el DAS le dañó la vida al capturarlo con la única intención de
ocultar a los verdaderos asesinos de Luis Carlos Galán.
O los mismos falsos positivos, en clara muestra de la capacidad operativa
que tuvieron casi todas las brigadas del Ejército para asesinar “sistemáticamente”
(según la ONU) a miles de jóvenes y hacerlos pasar por muertos en combate. O la
Operación Jaque ocurrida hace diez años, de la cual cables de Wikileaks revelaron
que semanas antes del famoso operativo, el que aparecía como un guerrillero burlado,
alias César, venía adelantando acuerdos con el gobierno Uribe para entregar a
varios secuestrados de las Farc. (Ver
columna al respecto).
Por todo lo anterior, aunque no
soy experto en el manejo de redes sociales, quizá debería haber un hashtag o
movimiento o algo que permita exigirle al fiscal Néstor Humberto
Martínez que cumpla la promesa que hizo en cuanto a que el secuestro de Cristo
José “no
va a quedar impune”. Por ejemplo #FiscaliaResponda, yo qué sé.
La más sagrada misión del periodismo es la de llegar a la verdad,
repito, y frente al caso que nos ocupa esa debería ser la tarea de los medios
de comunicación, no la de andar congraciándose con los poderosos o haciéndoles
ojitos.
DE REMATE: La “liberación” del niño Cristo José tiene un elemento en
común con el decreto contra la dosis mínima. El gobierno sabe que es
inconstitucional y que solo los traficantes y los policías corruptos se están
beneficiando con la medida, como lo demuestra sin margen de duda este
informe de La FM. Pero les importa un pepino, porque la noticia se fabrica
para las mayorías ignorantes: las señoras que van a misa y ven telenovelas
quedan convencidas de que “¡por fin un presidente se preocupa por los niños!”.
Y cuando la Corte tumbe el decreto por inconstitucional, las mismas señoras
dirán que “¡esos magistrados no piensan en nuestros hijos!”. Y así.