Comencemos por el politólogo Fernando Giraldo, quien asegura que
Navarro le apuesta al voto de opinión y no tiene maquinaria política, “lo cual
le reduce posibilidades reales de aspirar a superar la primera vuelta”. Esta
afirmación encierra un contrasentido, pues si se considera que los votos de
maquinaria son amarrados a conveniencias o amiguismos, mientras que los de
opinión son verdaderamente libres, se debería concluir que es imposible acceder
al poder sin recurrir a las maquinarias o al clientelismo, en cuyo caso ‘apague
y vámonos’.
Es cierto que el voto de opinión solo opera en las ciudades capitales,
pero son precisamente esas ciudades los que ponen las mayores votaciones. Así que
con ese razonamiento sería imposible explicar triunfos como el de Antanas
Mockus en Bogotá (dos por falta de uno) o el del mismo Navarro en la
gobernación de Nariño, pues cada uno en su momento fue elegido a pesar de –o
contra- las maquinarias de los otros candidatos.
Precisamente la fortaleza de Navarro Wolff está en el voto de opinión,
con una favorabilidad del 50 por ciento según la última encuesta de Gallup, lo
cual se traduce en que ya tiene opción matemática de ser elegido Presidente de
Colombia. Ese es su capital político, digamos, el ‘case’ del que dispone al
empezar la partida.
En el artículo de Semana interviene también el analista Pedro Medellín,
quien asegura que si compitiera en una consulta con Enrique Peñalosa, el líder
de Progresistas no tendría “la fuerza electoral” para ganarle, debido a que
“Navarro goza de opinión favorable, pero eso no se traduce en votos”.
Medellín siempre ha sido un tipo inteligente y lúcido, pero esta vez
pareciera que está pensando con el deseo (o sea, con su propia apuesta electoral)
pues lo obvio en política es que quien goza de opinión favorable obtiene más
votos. Este pensar con el deseo se hace evidente cuando a continuación reconoce
que Navarro es “el dirigente de izquierda mejor preparado”, pero dentro de un
espectro donde “es el tuerto en tierra de ciegos”. Como quien dice, palo porque
bogas y palo porque no bogas. De nada le sirve ser el dirigente de izquierda
mejor preparado, el político con mayor favorabilidad entre la opinión pública y
el que menos resistencia genera en aras de unir fuerzas: Navarro no puede ser,
y punto. Y además Medellín recurre a un símil si se quiere ofensivo y discriminatorio,
no sólo con Navarro sino con todo lo que él representa como opción política.
Lo que los respectivos análisis de Giraldo y Medellín no tienen en
cuenta es que los colombianos reclaman un verdadero cambio, porque han ido
tomando conciencia de quiénes son los verdaderos culpables de la crisis. Aquí el
dedo acusador señala por igual a Juan Manuel Santos, Álvaro Uribe y las fuerzas
políticas que rodean a uno u otro, llámense liberales, conservadores o de la U (para
solo mencionar los tres partidos mayoritarios) porque todos ellos representan
lo que la gente ya identifica con mayor claridad como el modelo neoliberal. Y,
duélale a quien le duela, es Antonio Navarro quien mejor puede recoger y
canalizar políticamente esa semilla germinada de la indignación.
Porque, si no es Navarro, ¿quién? Aquí no se puede pensar en figuras
de centro, también ligadas al modelo neoliberal, sino en un proyecto
consolidado de izquierda, porque es la que plantea la única solución posible: cambiar
el modelo económico, renegociar los tratados de libre comercio, proteger la economía
nacional de los atropellos de los poderosas multinacionales que vienen actuando
en alianza global con los gobiernos de las grandes potencias.
En este espectro ‘alternativo’ solo otros dos nombres brillan con luz
propia, el de Jorge Robledo por el diezmado Polo Democrático y el de Iván
Cepeda por la estigmatizada Marcha Patriótica, pero su mayor debilidad a la
hora del té es que generan resistencia o polarizan dentro de la misma
izquierda, mientras que Navarro tendría mayor asenso (antónimo de disenso)
entre los sectores en disputa, en busca de fraguar una unidad lo más numerosa
posible, que incluso pudiera brindar acogida a los grupos representados por Robledo
y Cepeda.
Y sin descartar a Enrique Peñalosa, a quien por su cercanía con Uribe –y
por su tamaño- no deja de vérsele entre la izquierda como moscardón en leche.
Pero bueno, una cualidad que este comparte con Gustavo Petro es que ambos son
políticos bien intencionados, que creen que están obrando de buena fe, así un
ego sobrevalorado los haga trastabillar con más frecuencia de la que ellos
mismos quisieran.
Nadie lo ha dicho hasta ahora, y quizá suene políticamente incorrecto,
pero a Antonio Navarro podría vérsele como el Pepe Mujica colombiano, en cuyo
caso podría empezar a hablarse de Toño Navarro, si además se les quisiera
emparentar por sus hipocorísticos. Sea como
fuere, el triunfo del ex tupamaro Mujica en Uruguay y una eventual Presidencia del
excomandante ‘Toño’ Navarro en Colombia serían la confirmación de que los
planteamientos de la guerrilla eran los acertados, pero estaban equivocados en
el método, hasta que rectificaron.
Así las cosas, si la izquierda colombiana logra un día liberarse de la
antropofagia que siempre la ha caracterizado; si la guerrilla que conversa en
La Habana por fin se convence de dejar las armas y coger las urnas; si los
campesinos y en general los inconformes de todas las regiones encuentran una
opción política sólida en la cual depositar sus esperanzas de cambio, podremos conformar
y concitar la mayoría electoral que se requiere para imponer una revolución democrática.
Twitter: @Jorgomezpinilla
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