miércoles, 15 de diciembre de 2021

Las jugadas de Petro buscan un gol olímpico

 


Tomado de El Espectador

En entrevista reciente para El Unicornio la analista uruguaya -nacionalizada en Colombia- Laura Gil dio la clave para entender a qué obedecerían las sorpresivas jugadas políticas de Gustavo Petro en los últimos días: “Petro está haciendo todo el esfuerzo para evitar ir a una segunda vuelta, porque sabe que en ese escenario sería todos en contra suya”. (Ver entrevista).

El planteamiento suena razonable y explicaría las aparentes incoherencias en que estaría cayendo el dirigente de la Colombia Humana. Sin embargo, conviene recurrir a la frialdad analítica en busca de averiguar si es conveniente o contraproducente para su proyecto político.

De entrada, diferenciemos entre jugada y treta. Jugada es una “acción destacada que se produce en el transcurso de un juego”. Treta es el “medio que se emplea con astucia y habilidad para conseguir una cosa mediante engaño o trampa”.

En lo deportivo, una jugada es por ejemplo el gol olímpico que le propinó Juan Guillermo Cuadrado al Génova en el cobro de un tiro de esquina. Nos dejó a todos boquiabiertos. Treta, el gol del minuto 95 a todas luces amañado (¡y oso internacional!) durante un partido del torneo nacional entre Lanceros y Unión Magdalena, que ascendió a este último equipo a la primera división.

Ya en lo político, una treta fue la “jugadita” de Ernesto Macías para impedir la intervención de la oposición tras el discurso presidencial al inicio de las sesiones del Congreso en 2019. O Jennifer Arias queriendo engañar a su universidad con una tesis de maestría manchada de plagio intelectual.

A riesgo de ser etiquetado de petrista, diré que el modo en que Gustavo Petro está tratando de atraer a su redil al liberalismo no clasifica como treta sino como una hábil jugada, riesgosa si se quiere, pero de alto calado. Ahora bien, la incorporación del pastor evangélico Alfredo Saade a la consulta sí lleva el acíbar amargo de una treta politiquera, donde coincido con Humberto de la Calle en que “no es posible hacer compatible una plataforma llamada progresista con la incorporación al más alto nivel de un pastor liberticida y enemigo de la diversidad”. (Ver columna).

Lo cierto es que en los últimos meses hemos asistido a una operación fríamente calculada, que apunta a erosionar al Partido Liberal desde adentro y cuyo comienzo se ubica en la adhesión de Roy Barreras, un médico de ideología liberal que se inició en las juventudes galanistas y posee dotes de camaleón: en 2006 es elegido representante a la Cámara por Cambio Radical, en pleno apogeo del uribismo; pero al percibir su declive, en 2009 se hace expulsar y migra al Partido de la U, de Juan Manuel Santos, con tal éxito en su voltereta que fue incluido como negociador en las conversaciones de paz con las Farc. ¿Algo indebido en eso? No señores, “la política es dinámica”.

El siguiente paso lo dio Luis Fernando Velasco, también de las entrañas liberales, quien partió cobijas con César Gaviria y se presentó como precandidato presidencial a la consulta del Pacto Histórico después de anunciar que “el Partido Liberal hoy es una vergüenza”. (Ver noticia).

Pero el gran terremoto -tiznado de escándalo- se dio tras la publicación de una foto donde aparece el exgobernador de Antioquia por el liberalismo, Luis Pérez, en compañía de la líder social Isabel Cristina Zuleta y el abogado Luis Eduardo Parra, este último alguien que viene de menos a más en el petrismo y, al parecer, habría sido el gran componedor de dicho encuentro. (Ver foto).

Hablando de jugadas que nos dejan boquiabiertos, boquiabierta quedó Margarita Rosa de Francisco, así que corrió a preguntarle a Petro: "¿La cosa es un hecho? ¿Cuál sería el trato?” (Ver trino).

En este punto, como dijo el descuartizador de Boston, vamos por partes: el acercamiento de Luis Pérez al Pacto Histórico (¿o fue al revés?) tuvo que ser el resultado de algún trato o acuerdo, sobre un escenario donde de entrada se pensaría que el único beneficiado es Pérez, por el reencauche de su imagen, mientras que el agua sucia pareció llevársela Petro, de quien Federico Gómez Lara afirma que “se olvidó de su pasado y se casó con una nueva consigna: hay que ganar, a como dé lugar. Todo vale. Quién iba a creer que en apenas tres años el líder de la Colombia Humana fuera a convertirse en un aventajado político tradicional”. (Ver columna).

En conclusión, esta última jugada de Petro resultó más osada que la de cualquier avezado tahúr, y la reflexión a la que invita Gómez Lara es si se debe considerar lícito o incorrecto que a estas alturas del partido se acuda a tan arriesgada apuesta -llámese negociación, trato o componenda- con un sector de la política tradicional, y con un solo objetivo: la conquista del poder, cueste lo que cueste.

Si llegara a ser cierto lo que plantea Laura Gil, que Petro cree que si no gana en primera vuelta lo harán perder en la segunda, ¿no se justificaría entonces el intento de atraer al liberalismo a su favor metiendo en la misma canasta del mercado (electoral) a alguien de la entraña liberal como Luis Fernando Velasco, al lado de un camaleónico -pero inteligente y hábil- Roy Barreras, y encimita al muy cuestionado Luis Pérez, todo bajo el loable objetivo estratégico de hacerse a la presidencia y… como dice el refrán campesino, en el camino se arreglan las cargas?

Pese al bajonazo de imagen que ha recibido el Partido Liberal por cuenta de su licenciosa cercanía al gobierno del subpresidente Iván Duque, es innegable que César Gaviria tiene en sus manos un poder inmenso, dependiendo de las decisiones que tome frente a la campaña electoral en ciernes.

Hoy el único aspirante por ese partido es un hombre a mi modo de ver intachable, el exgobernador del Atlántico Eduardo Verano de la Rosa, quien de años atrás pregona la necesidad de concebir a Colombia como un país pluricultural: “que las regiones tengan una entidad territorial y autoridades propias, con una filosofía de gobierno local y planes de desarrollo dentro de un enfoque regional. Sería sin duda una economía más próspera”. (Ver entrevista).

No es de mi incumbencia sugerirle al director del Partido Liberal lo que debe hacer, pero llego a imaginar un escenario donde un día Gaviria (César, no Alejandro) amanece de buenas pulgas y le da por anunciar algo así, palabras más palabras menos: “puesto que Eduardo Verano de la Rosa es el único aspirante por muestro partido y en la coyuntura actual se imponen las coaliciones, lo invito a que participe en la consulta del Pacto Histórico”.

La humilde impresión del suscrito es que en tal caso el único que sobraría -como mosco en leche- en esa consulta sería el impresentable Saade, mientras que la honrosa adhesión del liberalismo en pleno a la causa del Pacto Histórico le permitiría a Gustavo Petro conquistar su anhelado sueño de ser presidente de Colombia en la primera vuelta. Palabra que sí.

Post Scriptum: En consonancia con la tendencia ‘cristiana’ que ahora se respira en el petrismo, la directora de Comunicaciones, Nany Pardo, publicó en uno de sus trinos una imagen de la Virgen de Guadalupe con esta leyenda: “Gracias, Morenita”. Solo le falta invitar a rezar el rosario en compañía de su ex, el muy publicitado actor Agmeth Escaf, hoy candidato a la Cámara de Representantes por obra y gracia suya. (Ver trino). En todo caso, va mi mensaje solidario para Miguel Ángel del Río, a quien eliminaron de la merecida cabeza de lista en Atlántico para poner al actor en el papel “protagónico”.

martes, 7 de diciembre de 2021

Mi apostolado es contra la religión


 

Tomado de El Espectador

El origen de la religión desde el relato mítico se remonta a los días en que Moisés llegó a su aldea a contar que mientras apacentaba unas ovejas se prendió en llamas una zarza y desde allí le habló el Señor, quien le habría dicho: “he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto y he escuchado su clamor, pues estoy consciente de sus sufrimientos. Así que he descendido para librarlos de los egipcios, y para sacarlos de aquella tierra a una tierra que mana leche y miel” (Éxodo 3:3-17).

La evidencia de la inutilidad de la religión -y de ese dios- reside en que su promesa nunca se cumplió, pues si bien es cierto que los judíos lograron librarse de los egipcios, fueron castigados por el mismo Yahvé a errar en el desierto durante 40 años, porque desoyeron sus mandatos. Y esta es la hora en que ese pueblo guerrero, otrora víctima del nazismo y ahora victimario del pueblo palestino, sigue a la espera de la tal tierra prometida.

Sea como fuere, el pueblo le creyó a Moisés y a los ojos de todos se convirtió en el vocero de Dios sobre la Tierra. Y arropado en su condición de líder descubrió que eso era bueno, porque le daba poder sobre los suyos. Y así nació la política, emparentada con la religión: en ese punto de la historia de Israel, la personificación de su dios en una zarza ardiente enviando un mensaje de aliento, ayudaba a los judíos a calmar una angustia terrenal.

Por eso se dice que el origen de la religión está ligado a un sentimiento primitivo: el miedo a lo desconocido, la necesidad de una protección desde lo alto, la urgencia psicológica de tener de su lado a una divinidad con poderes sobrenaturales, a la que se le debe agradar para que no descargue su ira implacable contra el humilde creyente: “Señor, ten piedad”.

En el fragor del rayo que no cesa, en la tormenta amenazante, en el eclipse repentino de sol que maravilla al habitante de las cavernas está el origen de la religión. Es la necesidad de protección física, pero es también la urgencia de una certeza en que la vida no se acaba después de la muerte, porque alguien o algo inasible nos espera al otro lado. Certeza es creencia, creencia es la plena seguridad de que no estoy equivocado: creer en lo que no vemos porque “Dios así lo ha revelado”.

Todo lo anterior sería digno de respeto, si no fuera por el daño irreparable que han ocasionado unas y otras religiones desde el principio de los tiempos, unas veces en forma de cruzadas a tierras lejanas para matar a los infieles que creen en el dios equivocado, otras en forma de alienación desde la pila bautismal, cuando nos inscriben contra nuestra voluntad en una religión y quedamos para siempre matriculados en esa doctrina (“la única verdadera”) como el hierro candente sobre la piel de la vaca, imborrable. En el caso que nos ocupa, con el hierro candente de la fe sobre el cerebro.

Religión es por antonomasia algo que une, pero, vaya paradoja, nos aleja de los que no comparten esa creencia. En tal medida, la religión aísla, divide. Según el novelista ateo José Saramago, “en ningún momento de la historia, en ningún lugar del planeta las religiones han servido para que los seres humanos se acerquen unos a otros”.

Ardua es entonces la tarea que le queda a la civilización occidental para superar esos estados de confusión mental, soportados sobre el relato mitológico de un Dios que insufla el aliento vital del Espíritu Santo sobre una mujer virgen, la cual después de parir sigue siendo virgen. Y pregona que en el séptimo día de la creación, Dios -un ser de naturaleza masculina- depositó a la primera pareja sobre el paraíso terrenal, pero la mujer hizo pecar al hombre y así nos dejó atados a la noria del pecado original, motivo por el nuestro creador tuvo que mandarnos a su hijo para redimirnos de la culpa, muriendo en medio de horribles padecimientos. Desde esa fecha al parecer quedamos redimidos, pero a la vez atados a la obligación de agradecerle ad aeternum por semejante sacrificio.

Por eso dije en alguna columna anterior que la religión no se practica como quien practica un deporte o una afición artística, sino que se padece.

Es entonces cuando se adquiere una especie de certeza lúcida -no desde la creencia ciega sino desde lo racional- sobre la urgencia de ejercer un apostolado en contravía, para “iluminar” al equivocado de buena fe y hacerle comprender que una vida sin religión, aunque cimentada en la práctica del amor al prójimo, es lo deseable en todo aquel que quiera liberarse de falsas culpas y temores, en acatamiento de una sola consigna, repleta de bondad humana: hacer el bien y pasarla bien.

No es tarea fácil, pues todo creyente al que se le trata de demostrar su error activa de inmediato un mecanismo primitivo de protección de su fe, el cual le advierte que cualquiera que pretenda mostrarle una senda diferente es malo, quizás un engendro del demonio. El creyente en deidades se ofende porque se siente atacado, es capaz incluso de matar al que quiere sacarlo de su engaño.

Casos se han visto, verbi gratia en EE. UU., de personas provida que han hecho estallar bombas contra clínicas que practican abortos, dizque porque allí “matan seres inocentes”, sin importarles las vidas que han segado con sus bombas. Castigo divino.

Lo preocupante del asunto es que con motivo de la pandemia, en las redes sociales se exacerbaron los sentimientos religiosos a niveles indecibles, tal vez por la necesidad de protección divina ante el riesgo del contagio, hasta el punto de encontrar en grupos de Whatsapp de liberales progresistas a personas que llevadas por la ansiedad inundan el chat con bendiciones, cadenas de oración, consejos de vida piadosa o sermones de curas chistosos, incluso invitaciones a rezar el rosario.

Y trata el agnóstico bienintencionado de recordar que la práctica de una religión es un asunto privado, como lo es la práctica del sexo, de la que nadie se anda envaneciendo. Pero es arar en el desierto, y allí se evidencia entonces que Marx sigue teniendo razón en que “la religión es el opio del pueblo”.

En alguna columna anterior propuse a Pepe Mujica como sumo pontífice del agnosticismo: Pepe para papa. Decía que este planeta sería un mejor vividero si, así como los creyentes en deidades están organizados en iglesias jerarquizadas que controlan sus vidas, los no creyentes en esas pendejadas también deberíamos organizarnos en alguna congregación que trate de sacar al mayor número de personas de la ignorancia en que se hallan, atrapados por su propia fe en una quimera.

Se trata de una tarea noble y altruista, como la de cualquier apostolado. Palabra que sí.

Post Scriptum: Hace cinco años quise alertar sobre los peligros inherentes a la utilización de la religión como arma política para derrotar al SÍ en el plebiscito de 2016. Ad portas de una nueva campaña electoral, no sobra traerla a colación. (Ver columna).





martes, 30 de noviembre de 2021

Escuchen a ‘Fabián Ramírez’: ¿claudicó la paz?

 


Tomado de El Espectador

Busqué a Benito Cabrera, o ‘Fabián Ramírez’ dentro de las Farc, porque me habían contado que desde cuando pertenecía a la comandancia del bloque Sur sostenía marcadas diferencias con ‘Carlos Antonio Lozada’, o Julián Gallo. Fuentes confiables aseguran que no se podían mezclar, eran como agua y aceite.

Quería preguntarle su opinión sobre la autoinculpación que hizo Lozada a nombre de las Farc, como supuesto autor intelectual del asesinato del asesinato de Álvaro Gómez Hurtado, por aparente orden del fallecido ‘Mono Jojoy’ y ejecutada por cuatro miembros de la Red Urbana Antonio Nariño (RUAN) que operaba en Bogotá bajo su mando, todos también fallecidos.

El tema fue abordado al final de la entrevista, y Ramírez dejó la impresión de que es más lo que calla que lo que sabe, quizá alentado por el propósito de no hacerle un daño irreparable al proceso de paz. Pero dejó un hilo del que se podrá halar más adelante. Soy un escéptico de esa autoinculpación, lo he dicho en varias columnas. Y si no se le ve asidero a que las Farc hayan ordenado el crimen del dirigente conservador, menos a que se hayan encargado además de matar al general Fernando Landazábal y al excomisionado de paz Jesús ‘Chucho’ Bejarano. (Ver columna).

En referencia a la implementación del acuerdo de paz que se firmó hace cinco años, no deja de sorprender el tono de las discrepancias que ‘Fabián Ramírez’ expone frente al Secretariado de las Farc, donde el panorama oscuro que vislumbra lo resume en esta frase: “Yo al acuerdo de paz no le veo ningún futuro”. (Ver entrevista).

No sobra advertir sobre la dificultad para entrevistar a ‘Fabián Ramírez’. Hubo un primer encuentro en el que se negó a responder, manifestó que antes debía consultar con sus abogados, ante el calibre de las preguntas contenidas en el formulario que le entregué. Y nos despedimos. La segunda dificultad fue volverlo a ubicar, pues no quiso suministrar número de celular ni correo electrónico. Dijo que él se comunicaría, como en efecto lo hizo, tres meses después.

Pareciera que hoy Benito Cabrera se cuida por igual de los suyos -que lo expulsaron del partido Comunes-, como de sus enemigos de guerra, en consideración a que permanece en pie de lucha contra unos y otros, aunque ahora desarmado.

La divergencia nodal frente a sus excompañeros se da cuando señala como un error que hubieran entregado las armas sin antes tener la seguridad de que les iban a cumplir. Según Ramírez, “la dejación de armas estipulaba que nosotros tendríamos un tiempo con ellas y que se garantizaba la estabilidad de la gente en las zonas veredales. Yo planteaba que antes de entregarlas, se buscara la amnistía total. Estábamos interesados en acabar la guerra, no en claudicar”.

La preocupación de Cabrera es razonable, después de que la Procuraduría les endilgara el delito de “esclavitud” y la JEP se haya mostrado receptiva a acoger el tema y someterlo a estudio. ¿Esclavitud? El hombre reacciona: “En Colombia la gente está sometida a la esclavitud de pagar impuestos, mientras no alcanza para el sustento de sus familias. En el trabajo a usted lo esclavizan y tiene que hacer lo que diga el jefe diga, o si no lo echan”.

Fabián Ramírez cuenta que en La Habana era relator en el tema de dejación de armas y el cese bilateral. Pero “lo que se escribía ahí, nunca lo daban a conocer. ‘Carlos Antonio Lozada’ se reunía con el general Javier Flórez a solas y llegaban a acuerdos que después los del Secretariado aprobaban, menos Iván Márquez y Santrich”.

Estas ya son palabras mayores, las mismas que usa para agregar que “todo fue el afán que tenía el Secretariado de ocupar un puesto en el Congreso. Como si 53 años de lucha revolucionaria y miles de muertos hubieran sido para ocupar diez curules”.

Cuando se le pregunta si no le parece positivo el papel de la JEP, vuelve a mostrar el otro lado de la moneda: “La JEP era para que estuvieran políticos, industriales, presidentes y exministros contando de los compromisos que tuvieron con los paramilitares, con los robos de tierras. Y de los ‘falsos positivos’, ¿quién dio la orden? El ejecutivo. ¿Y por qué no los declaran responsables?”.

En resumidas cuentas, Fabián Ramírez cree que “no se ha cumplido ni el 5 % de lo que se acordó. No se trata de que les cumplan a los guerrilleros; a estos les dan un estipendio, una suspensión de las órdenes de captura. Pero puede llegar otro fiscal como Néstor Humberto Martínez… y orden de captura para todo el mundo”.

Y no podía faltar el mensaje para Juan Manuel Santos, el gran componedor del proceso: “Usted debe ser el primer interesado en que lo pactado en el acuerdo se cumpla. Usted más que nadie está obligado a luchar que se implemente lo que se acordó. Si fracasa el proceso de paz, será su fracaso”.

Frente al tema de ‘Carlos Antonio Lozada’ y su autoinculpación del asesinato de Gómez Hurtado, cuando le pregunté, Ramírez contesto que “si él dice que lo hizo, debe tener pruebas. Nadie es tan bruto de autoincriminarse sin pruebas”.

Lo extraño, le repliqué, es que antes de esa sorpresiva declaración nunca nadie del Secretariado había reconocido su participación en lo de Álvaro Gómez. Y respondió: “Carlos Antonio, él solo no actuaba. Tuvo que haber alguien que sepa más. Por ejemplo, los radistas. Ellos manejaban la información de lo que sucedía en todo el territorio. Pregúntele a los radistas que tenía el Mono Jojoy, porque él defendía el Bloque Oriental. O a los radistas que tenía Marulanda, porque todo le llegaba a él. Hasta allá es que tiene usted que llegar, para confirmar o negar eso”.

Tarea en camino, noticia en desarrollo.

Post Scriptum: Nadie pone en duda que Petro pasa a segunda vuelta, así que falta dilucidar a quién se enfrentará, si al candidato de la derecha o al del centro. Lo ideal sería verlo competir con el del centro que resulte de la consulta amplia que harán en marzo, quizás Alejandro Gaviria. Si fuera entre Petro y el candidato de Uribe, y gana Petro, su gobernabilidad se haría insostenible. En cambio, si la segunda vuelta fuera entre Petro y el del centro, ambos podrían ponerse de acuerdo para lograr el cambio que Colombia necesita. Aquí lo único que sobra es la espantosa extrema derecha uribista, que ahora quiere camuflase en Federico Gutiérrez y que cada día nos hace la vida más insoportable.

miércoles, 24 de noviembre de 2021

Gustavo, Alejandro, Federico: uno de los tres será

 


Tomado de El Espectador

Como dicen los gringos, “read my lips”: el próximo presidente de Colombia está entre Gustavo Petro, Federico Gutiérrez o Alejandro Gaviria. Es tan solo un vaticinio, pero basado en hechos.

Nadie pone en duda que Petro pasa a segunda vuelta, así que faltaría dilucidar a quién se enfrentaría, si al candidato de la derecha o al del centro.

De la derecha a la fecha -valga la cacofonía- se prevén dos: el que salga de la consulta que hará la Coalición de la Experiencia, ahora demagógicamente llamada Equipo por Colombia: David Barguil, Dilian F. Toro, Juan C. Echeverry, Enrique Peñalosa, Federico Gutiérrez y Álex Char. A mi modo de ver, Fico le gana a Char. Este llega a última hora, ‘abudineado’ en su imagen.

Y el que salió de la consulta del Centro Democrático cuyos resultados se conocieron el lunes 22. Esta columna la escribo el domingo 21, pero doy por descontado que es Óscar Iván Zuluaga.

¿Por qué Zuluaga? Elemental, mi querido Watson: porque es lo más presentable que tiene ese partido, “el mejor exministro de Hacienda del mundo” según él mismo. Lo demás eran figuras de postín. Temí que pudiera ser María Fernanda “Fatal”, un verdadero mastín de cacería, de esos que atrapan a su presa en un brinco y la despedazan a dentelladas. Ella habría llegado a enlodar el ambiente.

La paradoja es que el Centro Democrático saca ahora pecho con su “candidato único”, pero tiene razón Daniel Coronell en que “Fico (es) el verdadero candidato del expresidente Uribe. Desde hace años viene presentándose como independiente cuando de hecho es uribista”. (Ver columna).

Así que los dos candidatos de la derecha uribista que se prevé irán a primera vuelta, son Federico y Zuluaga. Y entre ambos ganaría el primero, llámese elección o consulta en marzo, porque Zuluaga solo tiene votos uribistas leales al patrón.

Respecto a la Coalición de la Esperanza, que para el profesor valluno Germán Ayala “es tan solo un nombre sugestivo”, se supone que habrán de verse en consulta amplia Juan Fernando Cristo, Sergio Fajardo, Juan Manuel Galán y Jorge Enrique Robledo, quizás Carlos Amaya. A ésta también concurriría Alejandro Gaviria (ya no hay veto que valga), quien comienza a mostrar bríos de gallito de pelea tras un afortunado cruce de jabs con su tocayo César, por unas firmas en apoyo a su candidatura que ahora el Partido Liberal le quiere birlar.

¿Y quién creen que ganaría esa consulta amplia del centro? Exacto, Alejandro, hoy con un poder de convocatoria mayor que el de un Fajardo desgastado, en parte por lo de las ballenas, en parte por la aparente persecución jurídica que le montó la Fiscalía uribista para crecer a Petro, “el enemigo interno”.

Hablando de ballenas, siempre he considerado un error de buena fe el de aquellos que en la segunda vuelta pasada prefirieron votar en blanco. Excepto en el caso de Fajardo. Él habría podido impedir el regreso de Uribe, pero hizo un cálculo político: “si pierde Petro, yo seré el próximo presidente”. Y le abrió las compuertas del poder a su paisano y se fue a ver ballenas, el muy irresponsable.

Así las cosas, por descarte vislumbro una primera vuelta el 29-05-22 a la que concurren Gustavo Petro por la izquierda, Fico Gutiérrez por la derecha y Alejandro Gaviria por el centro.

Si en esa primera jornada Fico le gana a Gaviria, el presidente sería Petro, dando también por descontado que una opinión pública mayoritaria, horrorizada por cuatro años de corrupción rampante y criminalidad desbordada, preferiría lanzarse al albur de probar con Petro.

Pero si en primera vuelta Alejandro Gaviria le gana al candidato in pectore de Uribe, significaría que los 4’602.916 votos que obtuvo Fajardo en la primera vuelta de 2018 (votos por igual antiuribistas y antipetristas) le habrían sido endosados a su causa. En este escenario de Petro versus Gaviria, considerando que según reciente encuesta de Dugon “la indecisión es de un 58,69 por ciento, seguido del voto en blanco con 14,40 por ciento”, cualquier cosa puede pasar. (Ver encuesta de T&SE sobre 5.102 personas, con margen de error inferior al 3,5%).

Es cierto que la derecha uribista llega con abultada chequera por cuenta de la dictatorial abolición de la ley de Garantías, lo cual se traduce en una multimillonaria compra de votos desde la misma Presidencia de la República. Pero tan descomunal aparato de corrupción electoral no garantiza que sea Fico quien enfrente a Gustavo Petro en la segunda vuelta, a no ser que…

A no ser que, sumado al clientelismo desatado desde las instancias del poder ejecutivo corruptor y el legislativo comprado, se esté cocinando un “millonario” fraude electoral. Millonario, sí, porque hay cinco millones de votos que aparecen en la contabilidad de la Registraduría -entidad de control controlada por el Gobierno, valga la redundancia-, pero no en las cifras del DANE. Y según el registrador Alexander Vega, “las bases de datos del DANE no son confiables”. Válgame Dios, ¿qué se traen entre manos? (Ver noticia).

En todo caso, si las cosas se dieran desde la lógica del sentido común, el desbarrancadero del desprestigio donde hoy se halla sumido el uribismo daría para pensar, así fuera con el deseo, que serían dos los candidatos que se verían las caras el 19 de junio de 2022 para definir el verdadero cambio que necesita Colombia: Gustavo Petro por la izquierda, Alejandro Gaviria por el centro.

A no ser que…

Post Scriptum: Vistas las cosas con rigurosidad analítica, un buen negocio político para Sergio Fajardo sería si ante su enredada situación jurídica actual, le diera por declinar su aspiración a favor de Alejandro Gaviria. Así se reivindicaría con el país por el error cometido en 2018, le haría un gran favor a la democracia y se ubicaría en el primer lugar del partidor para 2026, luego de haber solucionado sus líos legales.

@Jorgomezpinilla

martes, 16 de noviembre de 2021

Petristas y antipetristas ante el libro de Petro

 


Tomado de El Espectador 

El espectro político nacional a la fecha se divide en cuatro bloques: petristas, uribistas, antiuribistas -que incluye a los petristas y la centroderecha- y apolíticos. Estos últimos son los que ejercen mayor influencia sobre las encuestas y acogen tanto a los abstencionistas, o sea los indolentes que nunca votan porque “todos los políticos son corruptos”, como a los que aún no deciden por quién votar.

La franja de los indecisos es aplastante mayoría, según encuesta de la firma Dugon: 58 por ciento. Si sumamos a los que votarán en blanco, 14 por ciento, tendremos que las encuestas solo reflejan la preferencia de un reducido 28 por ciento de la población en capacidad de votar.

Ligado a lo anterior, vamos a lo siguiente: en días recientes ElUnicornio.co publicó una columna del filósofo barranquillero Jorge Senior, a quien en la arenosa le dicen el Búho y es amigo personal de Gustavo Petro. La columna se tituló Acuso a Petro de ser petrista. Solo el título va cargado de ironía, lo demás es una amena reseña de Una vida, muchas vidas, libro autobiográfico del dirigente del Pacto Histórico, editado por Planeta. (Ver columna).

Son reflexiones de Senior en torno al proyecto político de Petro, no exentas de la crítica constructiva que solo los amigos están en condiciones de hacer, “así le duela”. Lo llamativo es que, dependiendo de la frase que el lector escoja, puede pensar que la escribió un refinado antipetrista… o un petrista comprometido hasta las cachas con la Colombia Humana.

Por ejemplo: “El libro presenta una serie de erratas que indican que fue publicado con premura, evidenciando un trabajo de revisión apresurado e insuficiente, similar a lo que suele sucederle con los trinos”. Y a renglón seguido: “la obra le permite a Petro sacarse algunos clavos, defenderse de las calumnias que propagan las bodegas mercenarias uribistas y exponer su manera de pensar”.

En calidad de editor, escogí una frase crítica para acompañar su publicación en redes, a saber: “El talón de Aquiles de Gustavo Petro siempre ha sido el aspecto organizativo. Su negacionismo en este punto vital lo justifica apoyado en las equivocadas tesis de Toni Negri sobre “las multitudes”, una excusa para no construir organización".

Yo creía que, ante semejante vainazo, los lectores petristas y uribistas se iban a volcar a leerla. Craso error, vine a descubrir que los petristas miran con desprecio todo lo que huele a crítica contra su admirado líder, mientras a los uribistas menos les interesó, vaya uno a saber por qué.

Hice entonces una segunda publicación, pero con una cita positiva: “Petro no fue un ‘comandante guerrillero’, como dicen los uribistas, sino un militante de base en una organización no comunista, de talante socialdemócrata, entusiasta del trabajo de masas y la lucha social".

Increíble, de inmediato la torta se volteó y en cosa de minutos aparecieron montones de likes, retuits y comentarios, tanto de petristas con palabras elogiosas para su líder como de uribistas que pretendían con sus falacias desvirtuar la tesis allí planteada.

Considerando de todos modos que tan enardecido debate político se da apenas entre el 28 por ciento de los que ya tienen decidido su voto, estamos ante un futuro electoral todavía incierto.

Sea la ocasión para contar que estoy leyendo el libro de Petro, y me pareció encontrar en uno de sus capítulos el germen del motivo por el cual los santandereanos de un tiempo para acá tienen tan malos gobernantes, como el clan Aguilar, de claro origen narcoparamilitar.

El capítulo se titula La clandestinidad en Santander (pág. 105) y cuenta de cuando Petro se vino a vivir a Girón, municipio donde resido: “empecé a establecer contacto con los militantes del M-19 en la región y, desafortunadamente, la relación no comenzó con buen pie. No tardé en darme cuenta de que allá el movimiento se había burocratizado”.

Y descubrió que tenía un rival, ‘el Tuerto Gil’, dirigente de los maestros del sindicato de Norte de Santander. “Él se creía el jefe del movimiento en la región. Tenía unas ideas que me parecieron contrarias a lo que buscábamos. Gil y los suyos no deseaban hacer una revolución, a diferencia mía. Por eso chocábamos, empecé a tener problemas con ellos”.

Es interesante la incómoda cercanía que estableció Petro con el ‘Tuerto Gil’, pues tuve una sensación parecida cuando me invitaron a un grupo santandereano de Whatsapp con “liberales progresistas”, cerca de cien, que abandonaban el liberalismo para sumarse al Pacto Histórico. Y acepté, porque creía estar tratando con gente de pensamiento liberal. Pero la sorpresa fue mayúscula cuando comencé a ver la pantalla invadida de “bendiciones”, cadenas de oración, consejos religiosos, programación de la Semana Santa (“estamos en la semana mayor”, decía uno de ellos), incluso invitaciones a rezar el rosario.

Cuando manifesté mi extrañeza, se me informó que debía ser tolerante con las creencias religiosas. Yo repliqué expresando la incomodidad propia del liberal que cree que religión y política no deben mezclarse, y que la religiosidad es un asunto tan privado como la práctica del sexo. Pero no había modo de hacerlos razonar, parecían adictos no al sexo sino a su apostolado religioso, de mayoritaria línea católica. Y el que se atrevía a cuestionarlos los estaba ofendiendo, era un “ateo del demonio”.

Fue entonces cuando se me ocurrió aplicar una terapia de Shock, de esas a las que acuden los psiquiatras ante casos severos de alienación. Y comencé a dosificarles un metódico apostolado agnóstico, a sabiendas de que corría el riesgo de ser excluido del grupo. Pero no importaba. Se trataba de ponerlos a pensar, algo que evita hacer todo creyente, en consideración a que la fe religiosa no se sustenta en evidencia diferente a la imperativa necesidad de creer en algo.

Y terminaron por echarme, obvio, después de que les dejé esta última reflexión: “solo el día que los santandereanos logren liberarse de la enajenación que les dejó incrustada en sus mentes la Corona en envase de religión católica, podrán considerarse dignos herederos de la rebeldía que dio cauce a la revolución de los Comuneros (1781) y a la Independencia definitiva del yugo español (1819)”.

Post Scriptum: Hace unos días encontré un editorial de El Espectador que comenzaba así: "En pocos meses acabaron con lo poco que quedaba de institucionalidad, sin equilibrio de poderes, con las fuerzas armadas y de policía bajo su mando directo y órganos de control de bolsillo". Creí que hablaban de Colombia, pero no. Hablaban de Nicaragua. Están en lo cierto, aunque no deja de preocupar que allí no alertaron sobre un fenómeno idéntico en nuestro propio patio.

Blog personal

martes, 9 de noviembre de 2021

María Fernanda 'Fatal'

 


Tomado de El Espectador

Habrá quienes digan que hablar de María Fernanda Cabal es agrandarla. Puede ser cierto, pero estamos obligados a llamar la atención sobre lo que ella representa, comenzando porque su candidatura debería llevar un letrero de advertencia: Peligro, Producto Altamente Inflamable.

¿Sí se han fijado que ahora, como precandidata a la presidencia, ha comenzado a alzar la voz en un tono cada vez más estridente, como de urraca chillona? Y lo preocupante no son las barrabasadas que expele a diario, sino la gente que trae detrás de ella.

Mejor dicho, digámoslo a calzón quitado: esa señora encarna la legitimación y el empoderamiento del paramilitarismo en la política nacional, del mismo modo que el gobierno de Iván Duque ha devenido en lo que el profesor Germán Ayala define como el ethos mafioso. (Ver columna).

Y lo fatal no es que pueda convertirse en la primera mujer presidente de Colombia. Lo fatal es que llega a enlodar el agua electoral donde todos nos bañamos, mientras encarna una candidatura cuyo soporte es un montón de gente oscura, llena de billete y… de armas. Entre esos el tipo que disparó contra un grupo de manifestantes en Cali y no solo sigue libre, sino que participó como activista en un acto de campaña de la susodicha candidata.

Y los que no están todavía armados, ella ya anunció que su programa de gobierno incluye armar a la “gente de bien”.

No se cae en error entonces al cambiarle a esa señora su apellido por Fatal, porque suena a fatalidad para Colombia lo que puede pasar con esa gente que la acompaña y que llega con todo ese billete y todo ese pasado oscuro de masacres, desplazamientos y violencia por doquier, a hacerse oír ahora, por las buenas y por las malas. Como siempre.

El paramilitarismo triunfó cuando logró copar buena parte del territorio y alcanzó valiosos objetivos tácticos sobre el teatro de operaciones. Y es evidente que hoy cuenta con un eficaz aliado en la presidencia de la República. Lo único que les falta es que el país quede definitivamente en manos de un verdadero partidario de la causa paramilitar y del despojo de tierras, no de un peliteñido de quien el senador Rafael Nieto, también precandidato, dijo que “nosotros elegimos presidente pero no tenemos gobierno”. (Ver noticia).

Hablando en plata blanca, el mandato de Duque fue la primera cuota de los grupos paramilitares hacia el objetivo final de refundar la patria, como se diseñó desde el Pacto de Ralito. De ahí la importancia de conquistar la presidencia para doña María Fernanda Cabal, pues en caso tal pasarían de pagar la primera cuota a disponer ya de la chequera en blanco.

Y lo que digo a continuación es una opinión sustentada en hechos: ahora sí el paramilitarismo tiene candidata propia, porque la palabra paramilitarismo incluye no solo a los autores de masacres, sino a los despojadores de tierras que vinieron detrás de aquellos. Y no son “un invento de la izquierda” -como dijo de los falsos positivos-, pues la incluyen a ella y su marido, con pruebas documentales. (Ver informe de El Espectador). Igual que a otro uribista purasangre, Jorge Pretelt Chaljub, según reciente investigación de Ricardo Calderón para Noticias Caracol que puede verse aquí.

En esas masacres y esos despojos confluyó el doble propósito militar de contener a la guerrilla sembrando el terror entre la población, mientras desplegaban una táctica de tierra arrasada que iba dejando esas fincas a merced de los patrocinadores de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).

Para medir el verdadero poder que se trae la señora Cabal, no se puede olvidar que fue debido a un trino suyo que el periodista norteamericano Nick Casey debió abandonar el país, para proteger su vida. (Ver noticia).

Después de que este publicara -con efectos políticos demoledores- en The New York Times una investigación donde se hizo evidente que el Ejército volvió a priorizar el número de bajas sobre las capturas (directriz que dio origen a los ‘falsos positivos’), la senadora del CD reaccionó así en Twitter: “Este es el “periodista” Nicholas Casey que en 2016 estuvo de gira con las Farc en la selva. ¿Cuánto le habrán pagado por este reportaje? ¿Y por el de ahora, contra el ejército de Colombia?” (Ver trino).

Tan delicada se volvió la acusación, que el mismo periódico debió salir en defensa del periodista: “El NYT no toma partido en ningún conflicto político en ninguna parte del mundo. Informamos de manera precisa e imparcial”. (Ver respuesta).

Meses antes, Casey había publicado en el mismo medio el artículo Cables diplomáticos de Estados Unidos sugieren nexos de Álvaro Uribe con narcotraficantes, que el mismo Uribe se vio obligado a responder en un trino con video donde hablaba en tono amenazante de “Fake News en elecciones, sin pruebas y con los chismosos muertos”. (Ver trino).

¿Por qué creen entonces que Nicholas Casey se tuvo que ir apresuradamente de Colombia? Porque no quería convertirse en otro “buen muerto”, como dijo Uribe de Carlos Areiza el día que lo mataron en una calle de Medellín. ¿Y quién era Areiza? Un testigo contra Uribe.

En el mismo evento donde Rafael Nieto dijo lo ya citado arriba sobre Duque, la señora Cabal declaró esto: “Me duele, se los digo con toda honestidad, que el presidente Duque no se hubiera rodeado de los mejores. Él tuvo la oportunidad de tener un gabinete de lujo, eso no sucedió. Dejó mucha gente del gobierno anterior y decidió no usar el espejo retrovisor, lo que veo como un error”.

¿Queda entonces alguna duda de a quién quiere ahora Álvaro Uribe al frente de la presidencia, para que corrija cualquier error y le complete la tarea?

Y si ella no le funciona porque este es un país machista, tranquilos. Tiene de repuesto a un leal paisano suyo, Federico Gutiérrez.

Post Scriptum: No se debe confundir AUC con AUV, pero si se cae en la confusión no hay problema. Es apenas lógico que se llegue a pensar que son la misma cosa. Ah, y si quiere adoptar un Unicornio, haga clic en este enlace.

@Jorgomezpinilla

miércoles, 3 de noviembre de 2021

Horacio Serpa me salvó la vida

 


Tomado de El Espectador

El pasado 31 de octubre se cumplió un año del fallecimiento de Horacio Serpa Uribe. Unas semanas atrás, en consideración a que la efeméride coincide con el día del Halloween, como paisano y como amigo suyo decidí tomarlo con buen humor y dejarme el bigote para rendirle un homenaje, disfrazándome de quien fue mi amigo, maestro y consejero. (Ver foto).

Pero el asunto va más allá, porque el reconocimiento se convierte en confesión personal. Conocí a Horacio Serpa el 2 de enero de 2009, siendo él gobernador de Santander y yo un periodista que le hizo una entrevista para El Espectador. Entrevista que ya no figura en el archivo digital de este diario, pero que publiqué en mi blog y puede verse en este enlace.

La confesión reside en que esa entrevista tuvo un significado especial, porque le dio un nuevo rumbo a mi vida. Después de su publicación, Serpa me dijo: “usted me hizo quedar más inteligente de lo que soy”. Pero no porque yo hubiera escrito cosas que él no dijo, sino porque la edición que hice lo mostró con la capacidad de síntesis que proporciona el editor cuando cumple a cabalidad su tarea.

Tanto le gustó la entrevista, que me ofreció vincularme a su gobernación como “editor de publicaciones y contenidos”. Y acepté, y esto me salvó la vida.

Me explico: para la fecha en cuestión yo había tocado fondo, tanto en mi profesión como en mi vida personal, pues venía de padecer la quiebra del periódico que durante ocho años tuve en Bogotá, El Sábado Cedritos. Encima, cargaba el corazón destrozado por la separación de mi pareja. Lo uno producto de lo otro.

La quiebra obedeció en parte a que durante la campaña a la alcaldía de Bogotá del 2007 publiqué en El Tiempo una columna titulada Polo, palo y pola”, donde conté cómo, con motivo de la celebración de los 90 años del Country Club, sus encopetados socios le expresaron al candidato del izquierdista partido Polo Democrático, Samuel Moreno Rojas, la intención de darle los votos del barrio La Carolina si reversaba un proyecto que de años atrás traía Enrique Peñalosa, su contendor electoral, para sacar de allí al club y permitir que la carrera 15 siguiera su camino hacia el norte.

El asunto fue que Moreno se hizo a la alcaldía, y no solo cumplió lo pactado con el Country Club, sino que, en retaliación por la columna citada, dio la orden de cancelar toda orden de publicidad para mi periódico. Por esos mismos días El Tiempo quiso enfrentar la competencia que representaba la gran cantidad de periódicos sectoriales que crecieron y se fortalecieron durante la alcaldía de Lucho Garzón, y sacó ZONA. El resultado fue que mientras el alcalde Moreno me quitaba la publicidad oficial, El Tiempo nos quitaba la comercial.

 

Y quebré, y me vi obligado a irme a vivir a Santander, arrimado a la casa de un pariente mío. Y allí tomé una decisión drástica, fatal, definitiva: si pasado un tiempo no lograba superar la crisis y seguía viviendo en condición de arrimado, diría “chao vida, hasta aquí llegamos”.

En otras palabras, si no se me hubiera ocurrido solicitarle esa entrevista a Horacio Serpa, tal vez no estaría aquí contando el cuento. Fue gracias a ese suceso que las cosas comenzaron a cambiar, pero no porque yo representara una cuota política o fuera a conseguirle votos, sino porque hubo un reconocimiento a un trabajo profesional.

Terminada su gobernación, Serpa me llamó a trabajar como editor general de Ola Política, de donde me retiré el día de 2013 que decidió lanzarse al Senado, en parte porque -como le expliqué- lo mío no era la propaganda sino el periodismo político, y en parte hastiado del “comité del aplauso” que le rodeaba.

Pero la gratitud y la lealtad seguían firmes. Y un día de 2014 le pedí una entrevista para que respondiera a una dura acusación que le hizo María Isabel Rueda en Semana (de la que yo también era columnista), pero él tenía la idea de algo más elaborado, que pusiera en su sitio el libro ¿Por qué lo mataron?, de Enrique Gómez Hurtado. Así surgió la idea de escribir Objetivo: hundir a Serpa, un libro-entrevista donde no quedó tema por abordar, y en cuyo lanzamiento Serpa afirmó que “el autor me entrevistó con un bisturí en la mano”. Pero no fue culpa mía sino suya, porque antes de comenzar me dijo “no tengo nada que ocultar, respondo lo que sea, vaya busque a mis enemigos y detractores y pregúnteles qué me quieren preguntar”. Y eso hice.

Parte del “interrogatorio” incluyó, por supuesto, el Proceso 8.000. Es importante traerlo a colación porque fue el suceso que se le atravesó a Serpa en su justa aspiración a la presidencia, sin que se hubiera mostrado una sola “prueba reina” de que supiera que parte de la plata de la campaña para la segunda vuelta provenía del Cartel de Cali.

En todo caso, si de justicia se ha de hablar, en días pasados los mismos Rodríguez Orejuela aportantes de ese dinero acusaron al expresidente Andrés Pastrana de haber sido chantajeados por él: la supuesta “prueba reina” que este exhibió ante la Comisión de la Verdad -y que tuvo guardada durante veinte años- para demostrar que Ernesto Samper sí habría sabido del ingreso de esos dineros, fue redactada por los narcos en los términos que el entonces presidente quería, bajo la amenaza de extraditarlos si no le cumplían. (Ver artículo).

Pero a donde voy es a lo que dijeron sobre el tres veces candidato presidencial. El médico Santiago Rojas -quien sigue sin dar la cara- les habría dicho que “la única solución que el presidente ve posible es que ustedes escriban una carta contando cómo fue el apoyo a la campaña de Samper, involucrando también a Serpa. Nos miramos Miguel y yo y casi le contestamos al mismo tiempo al doctor Rojas, no podemos hacer eso, al doctor Serpa nunca le hemos dado un peso”.

Ningún político está exento de errores, por ejemplo, el de rodearse de eventuales malandrines. Pero el día que se quiera hacer justicia histórica, se debe escribir en mármol que a Colombia le habría ido mucho mejor si el presidente de la República hubiera sido Horacio Serpa y no el bobalicón presentador de TV Andrés Pastrana, e igual si en lugar de los ochos nefastos años del sátrapa Álvaro Uribe hubiera estado al frente de los destinos nacionales el dirigente liberal santandereano.

Post Scriptum: Era yo más cercano al papá que hoy a su hijo, pero se percibe intención de confundir en una columna dominical de Vanguardia donde su autor asume como verdad una noticia falsa que circuló en redes sobre un supuesto artículo de Horacio José Serpa elogiando a Álvaro Uribe. El editor de opinión de todo medio tiene la responsabilidad de evitar que los columnistas digan mentiras evidentes, fácilmente refutables y con el aparente propósito de ocasionar un daño político.

martes, 26 de octubre de 2021

¿Petro es cristiano?

 


Tomado de El Espectador 

En el país del Sagrado Corazón las creencias religiosas son definitivas a la hora de decidir el voto. Es más, gran parte de la culpa de que a Antanas Mockus no lo hayan elegido presidente, estuvo en que se declaró ateo. No dijo “soy ateo”, pero cuando un periodista le preguntó si creía en Dios, así respondió: “uy, no me la ponga tan difícil. Yo tengo formación en matemáticas y algo en física, y eso me hace muy escéptico”.

Su rival en la contienda, Juan Manuel Santos -asesorado por J.J. Rendón- no desaprovechó semejante papayazo. Cuando le preguntaron lo mismo, Santos dijo: “Sí, yo creo en Dios. Yo tengo la felicidad de los creyentes”. Y claro, fue elegido presidente.

El tema religioso volvió a ponerse en boga durante la presente precoz campaña, y de ello dan cuenta dos hechos llamativos. Al ser interrogado sobre el tema, Alejandro Gaviria fue valiente (¿temerario, suicida?) al admitir que es ateo. Y agregó: "No soy católico, pero creo en un mandamiento fundamental: el amor al prójimo”.

De otro lado, cuando a Petro le preguntaron lo mismo, afirmó que “practico el cristianismo”. Lo llamativo en este caso es la tormenta que se desató cuando el “pastor” costeño Alfredo Saade adhirió al Pacto Histórico. En un principio fue aceptado y alcanzó a tomarse la foto con Petro, pero fue tal el rechazo que su presencia provocó entre las bases del petrismo, que terminó por retirarse.

No era para menos, allí Saade estaba como mosco en leche, no solo porque dos años antes había solicitado aval al Centro Democrático para aspirar a la alcaldía de Valledupar, sino porque sus ideas frente a temas como el aborto o la comunidad LGBT son por completo contrarias a las que pregona cualquier persona con ideas progresistas, liberales o de izquierda. Incluso de centro. Mejor dicho, se hizo evidente que su adhesión al Pacto Histórico era hipócrita y oportunista.

Sea como fuere, la discusión que también se debe dar es si cuando Petro se declara practicante del cristianismo, está siendo oportunista o sincero.

De entrada, una consideración de fondo: en Colombia alguien que quiera llegar a la presidencia de la República después de declararse ateo, solo lo puede lograr mediante intervención divina o milagro del Altísimo. Misión imposible, mejor dicho. Alejandro Gaviria en su candorosa honestidad no lo captó, por una razón también de fondo: él es más intelectual que político.

¿Significa lo anterior que Petro está siendo oportunista? No lo creo. Significa que es más estratega que creyente. Estaba a punto de escribir “yo haría lo mismo, el fin justifica los medios”, pero la discusión más bien debería darse en torno a qué significa ser cristiano.

En este contexto, sería interesante si en una encuesta le preguntaran a la gente quién cree que es más cristiano, si Gustavo Petro o el “pastor” Alberto Saade. Las respuestas servirían incluso para calibrar las posibilidades reales de Petro en su búsqueda de la presidencia.

Si en esa encuesta lo preguntaran, yo respondería sin titubear que las intenciones de Gustavo Petro suenan inspiradas en una filosofía cristiana de vida, en esa esencia del cristianismo que habla no solo del amor al prójimo, sino de la preferencia que debe haber por los pobres. Él mismo lo dijo, cuando le preguntaron si cree en Dios y habló de “esos cristianos que van a misa y rezan todo el tiempo, pero miran con desdén al pobre, me parece que no son cristianos”. (Ver video).

En conclusión, serían más cristianos en su obrar y su pensar un exguerrillero como Gustavo Petro o un ateo como Alejandro Gaviria, que el muy creyente, devoto y ultracatólico Alejandro Ordóñez.

Ahora bien, el peligro, no solo para las aspiraciones de Petro sino para el futuro de Colombia, reside en esos que se autodenominan creyentes en Dios, pues son -y serán- los primeros en boicotear a como dé lugar cualquier posibilidad de cambio en términos de verdadera democracia, de justicia social, de oportunidades de ingreso para los más pobres, de todo aquello que predicaba Jesucristo.

Así se vio cuando Juan Manuel Santos en 2016 decidió poner toda la carne en el asador, con la clara intención de sacar del juego político a quien se le había convertido en su némesis, Álvaro Uribe Vélez. Santos convocó al plebiscito mediante el cual el pueblo debía refrendar o no el acuerdo de paz con las Farc, convencido de que los anhelos de reconciliación nacional le iban a ganar la partida a la guerra.

Lo que no esperaba Santos era que la derecha acudiría a revolcar los más atávicos sentimientos religiosos de las masas más ignorantes (que son mayoría), mediante una campaña sucia a más no poder, donde fabricaron toneladas de propaganda negra para hacer creer que detrás del acuerdo de paz vendría no solo la toma del poder por parte de las Farc, sino el interés del gobierno en hacer que “nuestros niños” se volvieran homosexuales, y mostraban como prueba reina unas cartillas del ministerio de Educación a cargo de una ministra gay, para más señas.

Como dije días antes del 2 de octubre de 2016 en columna que pretendía ser una advertencia, “pareciera que tras la convocatoria al plebiscito se hubieran preguntado, parodiando al Chapulín Colorado: Y ahora, ¿quién podrá salvarnos? Y hubieran encontrado la respuesta al unísono: ¡Dios!”. (Ver Alerta: usan a Dios para seguir la guerra).

En esta campaña que ya despunta, es conveniente reactivar la advertencia: usarán de nuevo las creencias religiosas para despertar los mismos miedos recónditos, para mantener a sus rebaños en la misma condición de esclavos felices, para lograr que ganen los de siempre: esos que se dicen cristianos, pero en realidad trabajan para los ricos y frente a los pobres lo único que quieren es mejorar las técnicas de control para seguir explotándolos.

Y engañándolos, con el manido recurso de la “fe cristiana”. En todo caso, no sobra recordar lo que Napoleón Bonaparte pensaba de la religión: “Es lo que evita que los pobres asesinen a los ricos”.

Post Scriptum: Debido a que una nueva calle de Miami pasó a llamarse ‘President Álvaro Uribe Way’, un reportero de El Unicornio encontró que muchas de las tiendas y almacenes del sector también cambiaron su nombre para contribuir a enaltecer la figura de tan importante dirigente de la derecha latinoamericana. En este enlace puede ver los nuevos nombres. Y si quiere contribuir a la Vaki que con motivo de su segundo aniversario adelanta este portal, haga clic en este enlace.


martes, 19 de octubre de 2021

José Zuleta y su rosario de infidencias

 


Tomado de El Espectador

El asunto es como sigue: el reconocido filósofo y escritor Estanislao Zuleta, autor del famoso Elogio de la dificultad, tuvo tres hijos con María del Rosario Ortiz y uno de ellos solo vino a conocer a su mamá cuando tenía 27 años. Es una revelación de fondo y está en la novela Lo que no fue dicho (Editorial Planeta, 2021), del escritor y poeta caleño José Zuleta Ortiz.

Quizá por la misma insularidad de nuestra cultura en lo regional, solo hasta hace unas semanas supe de su autor, pese a que ha ganado un pocotón de premios de poesía y un Premio Nacional de Literatura en 2009. El libro llegó a mis manos porque lo recomendó con creces una columna de Julio César Londoño. Lo leí y me impactó, por sus revelaciones y por su hondura poética.

Se trata de una novela autobiográfica, aunque nunca sabremos qué tanta libertad le dio el autor a su imaginación. Por ejemplo, cuando cuenta haber sido sometido a cierto juguetón abuso infantil por parte de una dama, descrito con una carga erótica que conquista, que enamora en su economía de lenguaje: “Un día, mientras la acompañaba a doblar ropa en su habitación, propuso que jugáramos el juego de la carpa; consistía en que yo debía entrar bajo su falda y quedarme allí. Ella abría un poco las piernas y me decía: hay que armar la carpa”.

Ella en la novela se llama Catalina. Tratándose de algo autobiográfico, no sería difícil ubicar a quien le dictó a José esas primeras pícaras lecciones de iniciación a la vida adulta. No nos incumbe, de todos modos, pero sí sirve para remarcar que podría tratarse de una infidencia, de las muchas que allí se dejan leer.

Entre esas, que fue circuncidado por orden de su padre – ateo, para más señas-, sin que mediara explicación religiosa o una urgencia de salud. Y le pusieron por nombre el de otro famoso circunciso, José, esposo de María y supuesto padre de Jesús.

Si de infidencias se ha de hablar, una coincidencia a la inversa con el autor está en que también fui circuncidado, aquí sí por motivos religiosos: una ofrenda al Dios de Abraham, el inventor de la circuncisión. Me escogieron para ser el cura de la familia, desde que tuve uso de razón escuché que tenía “vocación sacerdotal” y que “si se esmera, podría ser el primer Papa colombiano”.

Otra coincidencia: a los 15 años cuenta José que se fue de la casa de su padre, convirtiéndose así en “un huérfano con los padres vivos”. A mí a los 11 me mandaron a un internado en otra ciudad (Zapatoca), porque eso iba a “contribuir” a una buena formación sacerdotal. Fui extraditado de mi familia durante cuatro años, era otro huérfano de padres vivos. No valía como hijo, valía como prospecto de cura. ¿Que por qué lo cuento aquí? No sé, tal vez nació bajo el efluvio de esa novela.

En Lo que no fue dicho estamos ante el relato de una existencia fuera de lo común, cuyo punto de partida es el día que José se entera de la muerte de su madre. Y el relato quizás lo asume como una venganza literaria, largamente meditada: “Yo debía contar cómo había sido mi vida sin ella, mi infancia sin ella. Ahora, frente al hecho rotundo de su muerte, mi vida ignorada se impone con una nitidez nueva. Como una vindicación, como una canción que hay que cantar”. La literatura es su refugio, desde allí dispara sus obuses existenciales contra una familia de la que quizá solo se salvan la entrañable abuela, Margarita, y sus dos hermanos.

Y comienza a cantar, con una tonalidad hondamente poética y una riqueza de lenguaje que transforma la escritura en paisajes llenos de colorido, por los lugares de la geografía terrestre y marítima donde va pasando, gracias a una infancia llena de trasteos y luego a su voluntaria condición de nómada precoz.

Con el mismo estilete narrativo describe objetos y seres cargados de belleza sinigual, como esos conejos blancos de ojos rojos a los que cuidaba en un galpón y un día le ordenaron matar 14 para atender el pedido de un restaurante. Pero prefirió liberarlos. Y los conejos regresaron, porque no sabían vivir libres. La literatura como destino, la poesía como lente para ver el mundo.

El libro tiene a veces el tono del Retrato del artista adolescente de James Joyce, a veces el humor cáustico de Woody Allen en Sin Plumas: “El psicoanálisis es una conversación en la que el que habla está acostado mirando al techo y el que oye está detrás y lo que más se le oye decir es “Por hoy dejemos aquí”. (Pág. 78).

Podría de infidente contar otras cosas, pero no se trata de dañarles el final de la película. Lo que sí podemos es adelantar una seguidilla de frases en el mismo orden del libro, son huellas dejadas sobre un camino que conviene recorrer completo:

 “Le escuché a mi abuela Margarita decir que de la vanidad vivimos, la vanidad es el motor de la vida, lo que nos impulsa a ser”.

“Yo seguía creyendo en Dios a escondidas de papá. Suponía que me iría para el cielo. La única preocupación era que a mi padre, por ateo, no lo iban a dejar entrar”.

“Una vez Álvaro preguntó si nuestro papá era comunista. En el barrio circulaba el rumor de que en nuestra casa había reuniones raras y muchos libros”.

“No teníamos televisor, pues era “instrumento de dominación capitalista”.

“Los intelectuales son señores que viven para conversar, para repetir lo que dicen los libros que leen. Lo que más les interesa es tomar trago con los amigos y sentirse todos muy inteligentes”.

“Tenía claro que un hijo es también una prisión. Sabía cuánto se sufren los hijos”.

“Oigo los trenes invisibles donde duerme el niño que no fui”.

“La publicidad es un sueño que no deja dormir (…). Todo el tiempo estábamos haciendo frases absurdas, que nos doblaban de la risa como si estuviéramos trabados”.

“Hoy conocí a mi mamá, quedamos mutuamente decepcionados”.

Moraleja y conclusión, con la lectura de Lo que no fue dicho me pasó como cuando Gabo descubrió en Kafka que estaba permitido decir que Gregorio Samsa una mañana despertó convertido en un monstruoso insecto. Para el caso que nos ocupa, uno descubre que es posible ventilar al sol con nostálgica agonía los trapos de su propia familia, usando como adarga la literatura. Es un libro valiente, de los valientes que dejan huella.

@Jorgomezpinilla

miércoles, 13 de octubre de 2021

¿Estatuas? Más bien derriben placas

 


Tomado de El Espectador

En días recientes, durante visita realizada a San Vicente de Chucurí, Santander, encontré la placa conmemorativa de una obra que llamó mi atención y hoy suscita varias reflexiones. (Ver foto).

Se trataba de la remodelación del parque principal de ese municipio, ni siquiera de su construcción, y ahí se lee: “Esta gran obra es entregada a los santandereanos en el Gobierno de la Gente, Richard Aguilar Villa”. Para empezar, ¿cómo así que gran obra? ¿Se trata acaso de la construcción de una hidroeléctrica o de una autopista 4G? No, fue que remodelaron un parquecito.

Lo segundo, el nombre del que quiere pasar a la posteridad, Richard Aguilar Villa, hoy cobijado por orden de detención carcelaria mientras se le juzga por actos de corrupción, mientras que la condición jurídica de su padre el exgobernador Hugo Aguilar es aún más delicada, pues fue condenado a nueve años de prisión por la Corte Suprema de Justicia por pertenencia a un grupo paramilitar, el Bloque Central Bolívar (BCB) para más señas.

Pero usted va caminando por cualquier pueblo turístico de Santander y encuentra a su paso la más variopinta procesión de placas conmemorativas de “grandes obras” de padre e hijo, el primero condenado por la justicia y el segundo en condición sub judice mientras se dicta la sentencia.

Y usted se acuerda de fallo reciente del Juez 15 Administrativo de Bucaramanga a favor de una acción de cumplimiento interpuesta por el ciudadano James Steve Cañizales Serrano, quien pedía el retiro de una placa conmemorativa de Richard Aguilar instalada en la base de la estatua del Cerro El Santísimo, en Floridablanca. (Ver noticia). Cañizales logró que la retiraran, en acatamiento a que está prohibido “instalar monumentos o placas públicas destinadas a recordar la participación de los funcionarios en la construcción de obras públicas, a menos que así lo disponga una ley del Congreso”.

Lo ocurrido en Santander tendría una doble consecuencia, pues no solo contravienen la norma al dejar en piedra o metal indeleble mensajes de corte politiquero, sino que los autores de esas placas se hallan en una condición jurídica que obligaría a su retiro o al menos lo justificaría.

Mucho se ha denigrado de los supuestos actos vandálicos en los que habrían incurrido las personas que han derribado estatuas de conquistadores como Sebastián de Belalcázar, a quien antes del derribamiento le hicieron un juicio simbólico donde se le declaró culpable de genocidio, apropiación de tierras y despojo.

Transido por ese mismo sentimiento de indignación, el suscrito columnista quizá cayó también en una especie de vandalismo intelectual cuando propuso que “Derriben la estatua de Aguilar” (ver columna), en referencia a que el Parque Nacional del Chicamocha -Panachi- exhibía para nacionales y extranjeros el busto de un reo de la justicia, Hugo Heliodoro Aguilar Naranjo, cuya pena no había acabado de cumplir.

Es probable que hoy ese busto adorne el patio trasero de alguna de las casas que posee, que es donde le corresponde estar, pero la discusión es otra.

Se trata es de juzgar la validez o no de ordenar el retiro de las placas que tanto en Santander como en cualquier lugar de la geografía nacional “adornen” toda obra cuyo autor pretenda perpetuarse en la memoria de su pueblo, pero se halle ante la justicia en condición de condenado o de enjuiciado, o sea sub judice.

Me atrevo a pensar que serían decenas las que habría que retirar en Santander, incluidas las del tercer vástago de la saga Aguilar, el buen muchacho Nerthink Mauricio, hoy gobernador no encausado pero sí bajo sospecha y quien con toda seguridad ya lleva en su haber varias placas “de su cosecha”.

¿Qué tal entonces si en cada departamento o en cada municipio les diera por crear brigadas encargadas del retiro -por no decir derribamiento- de dichas placas, a todas luces ilegales? Sería una contribución que se le haría a un justo devenir de la historia, y tendría además respaldo jurídico, pues la ley las prohíbe.

Habría que pensar además en la utilidad económica que tendría para recicladores y chatarreros de todo el país, dependiendo del material a desprender, metal o piedra.

Es más, si en Bogotá se me pidiera integrar una brigada cuya tarea fuera retirar -o derribar- la placa en mármol que el senador Ernesto Macías hizo instalar en homenaje a Álvaro Uribe en el Capitolio (ver noticia), acudiría con gusto.

Pero ojo, no porque se trate de Uribe como político o como exmandatario, sino porque se halla en condición sub judice a partir del día en que la Corte Suprema le decretó orden de detención, así la jurisdicción de su proceso haya pasado a la fiscalía del obsecuente Francisco Barbosa y el lacayo Gabriel Jaimes.

En otras palabras, siendo su condición jurídica actual la de un sujeto investigado y sometido a juicio, ¿tiene presentación o se justifica que una pared del mismísimo Congreso de la República esté “adornada” con una inmensa placa en homenaje a un político sindicado por la justicia, y además sospechoso de crímenes incluso de lesa humanidad, como las masacres de El Aro y La Granja?

Así las cosas, señores brigadistas, procedan. Derriben o retiren esa mancha a nuestra institucionalidad, con la mayor prontitud. La juridicidad de la norma y hasta el sentido común los justifican.

#DerribenPlacas

Post Scriptum: ¿Por qué a tantas personas de supuesta condición cristiana les duele tanto la eutanasia? ¿Por qué quieren impedir que otros adopten decisiones que no comprometen la vida de quienes no comparten esas decisiones? Al respecto vea aquí artículo de El Unicornio, y si quiere contribuir con la Vaki Adopte un Unicornio haga clic en este enlace.

miércoles, 6 de octubre de 2021

“Adopte un Unicornio”

 


Tomado de El Espectador

Si El Espectador lo permite, quiero aprovechar este espacio para contar que justo hoy miércoles 6 de octubre cumple dos años de existencia El Unicornio, medio alternativo de investigación y denuncia que nació para resistir el modelo autoritario encarnado en el gobierno de Iván Duque.

En nuestro caso cuentan los éxitos periodísticos, máxime si se trata de convencer a los lectores de la importancia de apoyar este proyecto. El primer batatazo fue la entrevista exclusiva con el expresidente Juan Manuel Santos el día del lanzamiento, donde se manifestó a favor de la legalización de las drogas: "La prohibición es el origen de todos los males". (Ver entrevista).

Pero el más grande éxito fue el video de nuestro canal de Youtube -ya con casi 300.000 visitas- donde el presidente de la Sociedad Colombiana de Genealogistas, Julio César García, muestra sin margen de duda el entorno mafioso que rodea a Álvaro Uribe Vélez en su árbol genealógico. Es una joya periodística, modestia aparte. (Ver video).

En tercer lugar, la investigación que hicimos a raíz de una declaración de Aída Merlano, quien habló de una masacre en Cesar donde habrían asesinado a los tres hombres que la tuvieron secuestrada tras su fuga de un consultorio odontológico. Tenemos fotos, hemos querido entrevistarla para que confirme o niegue si eran sus captores, pero el gobierno venezolano no ha colaborado para acceder a dicha fuente. (Ver artículo).

A modo de reseña histórica, por lo días previos al parto editorial contactamos a Matador para preguntarle cuánto nos cobraba por diseñar el logo de El Unicornio. Pero no solo lo hizo gratis, sino que de querido encimó el eslogan, fiel retrato de lo que hoy sucede en esta Colombia agobiada y doliente: La realidad supera la fantasía. (Ver logo).

Durante su primer año de existencia El Unicornio viajó en coche, gracias a que contamos con el respaldo financiero de un importante mecenas. Esto nos permitió crecer, fortalecernos y ocupar un espacio importante, hasta el día infortunado en que el Covid-19 se llevó al generoso benefactor y quedamos huérfanos.

Desde ese día la brega ha sido muy dura, y no es por quejarnos, pues se trata de la misma lucha que libran todos los medios cuya financiación se vio golpeada desde que redes sociales o espacios virtuales como Facebook, Instagram o Youtube invadieron el mercado publicitario.

Es por eso que muchos medios -incluido El Unicornio- hoy acuden a sus lectores como fuente de respaldo financiero, con base en el modelo de negocio que propone Ignacio Escolar, director del exitoso portal español eldiario.es: “el lector paga por apoyar el proyecto para que no se acabe. Si el primer cliente y socio es el lector, el periodismo gana”.

Pero no podemos ser como los medios que publican únicamente para los que pagan por ver, ese lujo se lo dan quienes cuentan con un poderoso respaldo empresarial que les permite trabajar sobre pérdidas mientras buscan el punto de equilibrio.

A los que estamos en la orilla de lo alternativo, de lo verdaderamente independiente, nos toca mostrar la foto de la criatura y pasar el sombrero en busca de apoyo.

La foto de nuestra criaturita muestra en primer lugar a un selecto grupo de columnistas, convocados bajo el imperativo de la novedad: que digan algo nuevo, que no repitan como loros lo que es tendencia. Aquí se cuentan el metódico Diego Otero Prada, quien desde el primer día de la pandemia le hace juicioso seguimiento al Covid-19; un Jorge Senior con sesudos análisis de sustento científico; un Puno Ardila en amenas charlas imaginarias con el profesor Montebell; el “pintor” Freddy Sánchez Caballero con asombrosas crónicas que retratan la vida real; una Sandra ‘Lilith’ García que reivindica su magia pagana; un laureado Gerardo Ferro desde Canadá; un Germán Ayala siempre polémico; la creativa Yéssica Teherán en su esquina literaria; un conciso Humberto Tobón con cifras preocupantes en temas de desarrollo económico o ambiental, etc.

La foto muestra además que a falta de Matador -artista exclusivo de otro medio- El Unicornio también le da importancia al humor y cuenta con su propio caricaturista, el talentoso fisonomista Pedro J. Vargas, quien actúa bajo el seudónimo de Ocak.

¿Y qué decir de nuestro decimero, el ilustre charaleño Gerardo Martínez -invitado frecuente a Los Danieles-, con sus divertidas rimas poéticas que abordan la coyuntura política y funcionan a modo de columna humorística semanal? (Ver décimas).

Digamos entonces que son cuatro los pilares que sustentan el trabajo de El Unicornio: la investigación periodística, los columnistas, las entrevistas a personajes (la más reciente con Daniel Coronell) y el humor.

En síntesis, nos hemos esforzado por brindar una opción novedosa, visualmente atractiva, en la medida de lo posible influyente. Pero lo anterior tiene un elevado costo económico, y es el momento de confesar que esos gastos, sumados a las deudas que se han ido acumulando, nos tienen al borde del colapso.

El motivo entonces de esta columna es ponerle un toque de fantasía a la realidad, invitándole a que Adopte un Unicornio.

Adoptar un Unicornio significa que usted está dispuesto a hacer un aporte para la continuación de este proyecto, haciendo clic en este enlace de Vaki, por la suma que esté a su alcance.

Y para que vea que invierte bien su dinero, en próximos días tendremos una chiva mundial: demostraremos que Cristóbal Colón no nació en Génova (Italia) sino en España. Y otra cosita: ¿quiere saber si Alejandro Gaviria Uribe es pariente cercano o lejano de Álvaro Uribe? Nos pusimos a investigar y este jueves 7 de octubre El Unicornio publicará su árbol genealógico completo.

Post Scriptum: En la próxima elección presidencial, la primera vuelta va a ser Petro contra una montonera de candidatos. La segunda, Petro contra "el que no es Petro". Si en segunda vuelta gana Petro, gobernará con todo el Establecimiento en contra suya, comenzando por el Ejército, uribista hasta el tuétano. Si gana "el que no es Petro", será un gobierno muy débil, con una fuerte oposición encabezada por Petro. Aunque no gane, Petro tendrá una bancada fuerte en el Congreso.